Jesucristo es igual a Dios.

Juan 5.18-30.

La atención se enfoca aquí en la persona de Jesucristo y su autoridad como el Hijo de Dios. Estos pensamientos y expresiones son afirmaciones de ser el Mesías prometido. El Antiguo Testamento incluía señales para reconocer la venida del Mesías. Estas señales apuntan a Dios mismo, Juan muestra cómo Jesús cumplió estas señales. Justo su declaración de identidad y misión de parte de Jesús es lo que enfureció a los judíos. Ya que el hombre que escuchaba estas palabras sólo podía aceptar a Jesús como el Hijo de Dios u odiarlo como blasfemo y procurar su muerte. La afirmación más clara es la declaración de que Jesús es el Hijo del Hombre, titulo nacido en Daniel 7:1-14 donde habla que al mundo va a venir un poder tan gentil y bondadoso que será humano y no bestial.

Cuando Jesús se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre, se estaba llamando a sí mismo el Mesías. El milagro al paralítico era una señal de que Jesús era el Mesías (Isaías 35:6, Jeremías 31:8, 9). Solo Dios puede resucitar a los muertos y solo Él tiene el derecho de juzgar (Deuteronomio 32:39, 1 Samuel 2:6). La función de matar y dar vida pertenece inalienablemente solo a Dios (Deuteronomio 1:17, 2 Reyes 5:6). Jesús aquí hace una declaración formal, sistemática, ordenada y regular de su propia unidad con el Padre, su comisión y autoridad divinas, y las pruebas de su mesiazgo. Hoy como en todas las edades el error no radica en no comprender las palabras de Jesús sino en negarse a aceptar que lo que Jesús dice es verdad. Los cristianos creen que Dios ha hablado, que ha hablado claro y que lo que ha dicho es verdad. Jesús enseña que un hombre puede conocer a Dios porque Dios el Padre se revela en Dios el Hijo. Conozcamos hoy más del Padre y del Hijo.

a. Padre e Hijo iguales en su hacer (v.18-23). El Hijo realiza las tareas que el Padre quiere que se hagan porque son de un solo espíritu, el Hijo sabe lo que el Padre está haciendo y trabaja en armonía con él. Jesús es igual en naturaleza a Dios; sus metas, idénticas a las metas de Dios; su voluntad, sólo subordinada para que las personas a través de él pudieran ver al Padre. Jesús establece las características de su relación con Dios: (i) Su identificación con Dios: su mente, palabras y acciones de Jesús son las de Dios. (ii) Su identidad se basa en la obediencia completa. Su voluntad estaba completamente sometida a la voluntad de Dios. (iii) Su obediencia se basa en el amor, tienen un solo pensamiento y dos corazones que laten como uno solo. Hay una identidad tan completa de mente, voluntad y corazón que el Padre y el Hijo son uno. Nos habla de su completa confianza, de su completa intrepidez. Para él era mucho más importante ser fiel a Dios que temer a los hombres.

1. Igual en honor al Padre (18). El Señor Jesús usó el milagro como base para la enseñanza de Su deidad. Cristo hizo saber a sus enemigos que él era igual a Dios, que Dios era su propio Padre (no como el padre de toda la humanidad sino Padre de manera muy especial). Comprendieron que estaba declarando ser igual a Dios, lo que para ellos era blasfemia (10:33). Para ser igual a Dios había que ser Dios: (i) Él es dador de vida. Para el hombre que ha aceptado a Jesucristo se abre una vida aún más plena y aún más maravillosa. (ii) Él es quien dicta juicio. Dios encomendó todo el proceso de juicio a Jesucristo. (iii) Es el receptor de honor. En medio de la persecución y el desprecio, la pequeñez numérica y la pobreza de influencias, ante el fracaso y la deslealtad, el Nuevo Testamento y la iglesia primitiva nunca dudaron del triunfo final de Cristo.

2. Igual en personalidad al Padre (v.19). Jesús es el Hijo del Padre en una relación personal, íntima y única. Jesús es uno con el Padre en todas las acciones del Padre. Jesús señala que su identidad con el Padre también implica obediencia. Es un asunto de la voluntad, lo que significa que la mente del Padre y la mente del Hijo están unidas. Cristo es una persona, tiene personalidad que incluye intelecto y sentimientos. Se enfrentó a tentaciones reales, desaliento. En nada desobedeció a su Padre, todo lo que hacía lo hacía por amor a Dios y por obediencia a él. Jesús es a la vez coeterno y subordinado al Padre. El propósito de Jesús es convencer a los judíos de que sus obras estaban en perfecto acuerdo con las de Dios y su voluntad eterna. Esta relación íntima establece la autoridad de Jesús para sus enseñanzas y obras. Para Jesús esa dependencia de Dios es precisamente el verdadero fundamento de su libertad y determinación (v.10,17s). Todo lo que el Padre puede hacer el Hijo también puede hacerlo.

3. Iguales en amor y conocimiento (v.20).Jesús agrega dos elementos: el amor del Padre y la revelación de todas las cosas (15:15b; Mateo 11:27). La intimidad entre Padre e Hijo es plena, a pesar de que en ese momento Cristo era hombre y se había despojado de su divinidad para manifestarse en su humanidad, su Padre le mostraba todo lo que hacía, de manera que Jesucristo conocía todo lo que el Padre conocía y sabia (1 Corintios 2:11). El termino ama (fileo) se refiere al afecto natural, sentimental y espontaneo (1 Juan 4:8, 16). Dios es amor solo por la naturaleza y las acciones del Señor Jesucristo, quien es tanto Dios como amor. El amor tiene que ver con una personalidad. Jesucristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros. Él personalmente es la salvación que comunica (4:34; 5:24, 30)

4. Iguales en el poder sobre la muerte (21, 28-29). Esta obra del Padre incluye la resurrección de alma y cuerpo, el tiempo presente indica tanto el poder para hacerlo como también la continuación de tal operación. La entrega de la vida, ya sea la vida en el nacimiento físico, la vida espiritual o la vida de la resurrección, es una prerrogativa de Dios, así también el Hijo da vida a los que quiere. Cristo nos da la vida; nos halló a todos muertos, y por lo tanto era necesario comenzar con una resurrección. El Hijo ciertamente quiere dar vida espiritual a todos los que creen en él; su voluntad es negársela a los que rechazan su oferta y se rehúsan a creer en el cómo el Hijo de Dios y Salvador del mundo (11:41-44). Dar vida incluye tanto la vida espiritual (eterna), como el cuerpo resucitado. En el día de la resurrección, todo ser humano resucitara, ya sea que haya muerto creyendo en Cristo o negándolo. La resurrección será para vida eterna o bien para eterna condenación.

5. Iguales en autoridad para juzgar y en dignidad (v.22-23). Cristo es la imagen viva del Dios invisible. Jesucristo es el juez, el único juez en el universo y para ello debe ser Dios, debe ser creador supremo (3:35; 17:2). El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio lo ha dado al Hijo, el Padre nunca actúa solo (separado del Hijo) al pronunciar juicio, sino que ha encomendado todo el juicio al Hijo (tanto para el presente; como para el futuro). El Padre siempre obra a través del Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. Las personas no deben decir que creen en Dios mientras ignoran el poder y la autoridad de su Hijo. ¿Cómo honrar al Hijo?, reconociendo que es quien dice ser y sometiéndose a él y a su enseñanza (Marcos 10:45, Juan 14:6). La Biblia está llena de sus enseñanzas. No es solo nuestro deber como cristiano seguirlas; es el camino sensato. Honrar es respetar a una persona, enaltecerla, darle gloria y reconocer que es digna de honor. Nuestro deber es buscar a Dios el Padre en Cristo, contemplar su poder en Cristo, y adorarlo en Cristo. Él es el único camino, hacia el Padre (8:49; 12:26; 15:23; 1 Juan 2:23). Quien niega que Jesucristo es Dios, está condenado para toda la eternidad.

b. Poseedor de la eternidad en el tiempo (v. 24-27). Dios actúa primero al colocar la vida espiritual dentro del individuo a quien está atrayendo hacia sí. Después de convertidos en cristianos, Dios da abundancia de vida por medio de Cristo Jesús. Es la palabra de Jesús la que comunica la vida, en cuanto produce y otorga la fe. La palabra de Jesús es por su íntima esencia una palabra vital y una palabra que confiere la vida. En el encuentro con la palabra de Jesús se trata siempre del encuentro con la persona de Jesús y el encuentro con Dios en su revelador, testigo y representante. Oír la palabra de Jesús, y oír a Dios Padre, que le ha enviado, compromete a creer; y es eso lo que fundamenta la plena comunicación vital con Jesús, la participación real en la vida eterna.

La primera resurrección se refiere al alma, sucede cuando se acepta la palabra de Cristo por fe el hombre tiene vida eterna (1:4; 3:16) y ha pasado de muerte a vida. El que ha recibido a Cristo con una fe viva no tiene por qué temer el día del juicio. La segunda resurrección es de carácter físico, y pertenece al gran día de la consumación de todas las cosas. Es universal: todos resucitarán, tanto creyentes como incrédulos. Tiene dos fases, como se enseña en el cuarto Evangelio y Apocalipsis: La resurrección de vida (esta resurrección concuerda con el carácter de la vida eterna, y por ello es gloriosa, etc.). y una resurrección de condenación (esta resurrección concuerda con la idea de condenación, y por ello es de vergüenza y escarnio). Los creyentes resucitarán para reinar por toda la eternidad con Cristo, en cuerpo y alma (hasta entonces solo había sido en alma); mientras los incrédulos serán arrojados en el lago de fuego.

1. Tiene poder para impartir vida eterna (v. 24-25). El Hijo realiza su obra en el presente en la esfera espiritual; La afirmación de Jesús de que los creyentes «tienen» vida eterna aquí y ahora, habiendo «pasado de muerte a vida» ya en el pasado (5:24; 1 Juan 3:14), iba en contra del judaísmo contemporáneo, que consideraba el logro de la vida eterna como un evento futuro. Jesús afirma que cualquiera que oiga la palabra y crea al que envió al Hijo no será condenado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Creer que Dios es como Jesús dice que es: que es amor: y así entrar en una nueva relación con él en la que el temor es desterrado. Aceptar el camino de vida que Jesús nos ofrece. Aceptarlo es el camino definitivo hacia la paz y la felicidad, y rechazarlo es el camino definitivo hacia la muerte y el juicio. Aceptar la ayuda que Cristo resucitado da y la guía que el Espíritu Santo ofrece, y así encontrar el impulso para todo lo que implica el camino de Cristo. La salvación es un hecho que debe ser reconocido por la fe, no como un mero deseo o probabilidad. El avivamiento espiritual no tiene lugar sin la palabra. El objeto de esta fe debe ser Jesús como el Hijo de Dios. Tal persona «tiene vida eterna». La regeneración y la conversión son cambios básicos, transformaciones radicales, no son reformas morales. Como es natural, cuando la personalidad es regenerada toda la moral cambia también. Jesús sostiene que el oír su palabra y el creer en el Padre quien le envió son conceptos inseparables, casi sinónimos, y conducen a la vida eterna.

El poder de Jesús para dar vida indica que puede levantar a una persona del sepulcro (11:43), a todo el mundo de la tumba (5:28-29), o a cualquier persona muerta espiritualmente (v. 24), para darle vida eterna. El creyente tiene la vida eterna como una posesión presente, garantizando una vida eterna con Dios (1 Juan 5:12). (i) En una nueva relación con Dios. El juez se convierte en el padre; lo lejano se convierte en lo cercano; La extrañeza se convierte en intimidad y el miedo en amor. (ii) En una nueva relación con nuestros semejantes. El odio se convierte en amor; el egoísmo se convierte en servicio; y la amargura se convierte en perdón. (iii) En una nueva relación con nosotros mismos. La debilidad se convierte en fortaleza; la frustración se convierte en logro; y la tensión se convierte en paz. Aceptar la oferta de Jesucristo es encontrar la vida. Comenzamos a vivir la vida eterna aquí, con su energía infinita y desinteresada, más vasta de lo que sentimos y más segura de lo que creemos.

2. Tiene vida abundante (v. 25). Uno ha de enfrentarse a la muerte física, pero cuando Cristo vuelva, nuestro cuerpo resucitará para vivir por siempre (1 Corintios 15). La salvación es un hecho consumado y una posición asegurada. Los espiritualmente muertos, muertos en delitos y pecados oirán la voz del Hijo de Dios. Cristo muestra que todos estamos muertos antes de que Él nos vivifique. Estar muerto equivale a no existir en la comunión con Dios (Efesios 2:12). Juan usa la palabra muerto, para los que están espiritualmente muertos; Jesús les traerá nueva vida a los que: (a) han dejado de intentar, considerar todas las faltas como arraigadas y todas las virtudes como inalcanzables. (b) Han dejado de sentir. Miran el mal y no sienten indignación; miran la tristeza y el sufrimiento y no sienten que la espada del dolor y la piedad atraviesan su corazón. (c) Han dejado de pensar, no pueden aceptar ninguna verdad nueva, y está mental y espiritualmente muerto. (d) Han dejado de arrepentirse. Juan también usa la palabra muerto literalmente. La terrible importancia de esta vida es que determina la eternidad. Elegimos el camino que conduce a la vida o el camino que conduce a la muerte. La muerte es una esfera de poder contrario a Dios y a la vida, es el campo de la desgracia y de la aniquilación, que amenaza a la existencia humana y sobre el que proyecta sus sombras la muerte. Sólo desde ese trasfondo resulta también comprensible que la muerte pueda designar la condenación en toda su profundidad. El que Jesús hable, o el que se le anuncie y proclame, señala la hora escatológica, porque el propio acontecimiento cristológico representa un cambio de los períodos. Es posible ser cristiano y echar de menos la vida abundante. Es un privilegio entrar en ella cada vez más a medida que permites que Jesús cambie tu vida diariamente.

3. Tiene capacidad de dar vida (v. 26-27). El discurso de Jesús retoma las dos prerrogativas principales de Dios: la vida (vv. 21, 24-26) y el juicio (vv. 22, 24-25, 27). El Hijo no solo tiene vida, sino que da vida, puede cumplir esta doble tarea en el presente y en el futuro. Tiene derecho a ejecutar sentencia. Cristo por sí mismo, siendo el Logos, tiene vida como un regalo eterno del Padre (1:4), pero en la Encarnación, la autoridad de hacer juicio fue delegada a Jesús. Como Hijo del Hombre le es dada autoridad (Daniel 7:13), las dos ideas: juzgar e Hijo del Hombre siempre van juntas en las Escrituras (v. 12:34). Él vino la primera vez como el Salvador y no para juzgar, pero Él vendrá la próxima vez como el Juez.

4. Tiene vida eterna en sí mismo (v. 26). La vida en nosotros es un don que viene de Dios (Deuteronomio 30.20; Salmo 36.9, 1 Juan 5.11). Dios es la fuente de toda vida (Salmos 36:9) y quien infundio el aliento de vida a los hombres (Genesis 2:7). Jesus sostenía que el Padre había compartido con él la misma naturaleza de su ser (v. 14:6), una naturaleza que Jesús compartiría con los que creyeran en Él (1 Juan 5:11). Este concepto escandalizo a los judíos. Dios tiene la vida como propiedad interna de su naturaleza divina. El ser mismo de Dios es vida en su pura y total plenitud, sin sombra alguna de muerte. Cristo es igual a Dios Padre porque el también es eterno (Deuteronomio 7:9). La palabra dada en este contexto se refiere al permiso, al privilegio y al poder. Durante su tiempo en la tierra, Cristo renunció al ejercicio independiente de sus atributos y se colocó bajo la voluntad directa del Padre. Al tomar sobre sí la posición de un ser humano, Jesús buscó en el Padre la autoridad para dar vida.

5. Tiene autoridad de juicio (v.27). Jesús no vino a juzgar, pero su venida llevó a juicio porque su venida forzó una decisión, y la decisión resulta en juicio para aquellos que rechazan a Jesús (Daniel 7:13-14, Filipenses 2:5-11). Jesús siempre mantuvo ante su audiencia, en palabras y hechos, su singular naturaleza dual como Dios-hombre (Génesis 18:25; Jueces 11:27). Jesús es la figura celestial de Daniel 7:14 a quien se le da dominio, y gloria, y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan. Esa autoridad fue dada a él por ser Hijo del Hombre, porque teniendo la naturaleza humana, además de la divina, estaría mejor equipado para juzgar a los hombres. Él es el Hijo del hombre y significa que viene a los hombres, adornado con tal magnificencia de poder, que puede impartirles lo que ha recibido del Padre. Lo que había estado oculto en Dios se nos revela en Cristo como hombre, y la vida, que antes era inaccesible, ahora se pone ante nuestros ojos.

c. Creer en Cristo es asunto de vida o muerte (v.28-30). Estos versículos tratan de una vida divina que Dios da gratuitamente, y enseñan que es posible vivir esa vida ahora. Estos versículos nos dicen que 1. la muerte no es el fin de la existencia, y el tipo particular de existencia que se ha de tener depende de la relación del individuo con el Señor Jesucristo. Según Jesús el sepulcro no es el fin para nadie. El Señor Jesucristo una vez pasó por el estrecho de la muerte y regresó, trayendo abundante evidencia de que la esperanza del Antiguo Testamento estaba bien cimentada. 2. Mostro que iba a haber una resurrección, para vida para los creyentes y una resurrección para condenación para los incrédulos, y que estas resurrecciones establecerían los diferentes destinos de estos dos grupos. Cuando Dios salva a un hombre, le da a la persona un nuevo espíritu, forma una nueva alma. Dios crea un nuevo cuerpo que se unirá al alma y al espíritu en la resurrección. 3. Nos habla de condenación. Condenados a una eternidad sin Dios. Dios es la fuente de todo bien. Debemos decidir, las decisiones de esta vida afectan los asuntos de la eternidad.

1. Da resurrección (v. 28, 29). Jesús no solo reivindica el poder de la vida (espiritual) y del juicio, sino el poder de vivificar a los muertos, físicamente, en el día de la Resurrección. Todos los que están en los sepulcros oirán su voz, parece indicar que la segunda venida, lejos de ser silenciosa o secreta, va a ser pública y audible (además de visible, 1 Corintios 15:52). Cada persona resucitará cuando el Señor regrese, con uno de dos resultados: uno será la vida, el otro será la condenación. Dios concede la vida eterna a aquellos que han venido a la Luz y han creído en Jesucristo. Dios juzgará y condenará a aquellos que se rebelaron contra Cristo al negarse a venir a la Luz (v. 3:18-21). La vida que se da en el momento de la regeneración espiritual tendrá su verdadero fin solo en la entrada total a la vida a través de la resurrección (2 Pedro 1:4). Esa vida es tan eterna e indestructible como Dios mismo, continuará para siempre; y no será una existencia eternamente miserable y envilecida, como lo sería nuestra vida si se nos dejara solos, sino más bien vida que posee todas las cualidades de Dios. Podemos estar seguros de que nos llevará directamente al momento de nuestra propia resurrección física… y aún más allá.

2. Da resurrección exterior y visible (v.28). Cristo ostenta su poder sobre los condenados, para legitimar que el Padre le ha confiado la plena restauración de todas las cosas. Cuando Cristo vivifica las almas que habían sido hundidas en la perdición, es una preparación para la última resurrección. Esto incluye todo lo que les había dicho hasta el momento: su igualdad con el Padre, la autoridad para juzgar al mundo y compartir vida a los que creen en él. Es como si Jesús dijera: «Lo más asombroso esta aun en el futuro. La hora marcada es la de la resurrección de los muertos del sepulcro, no solo la experiencia de salvación. Es una hora futura, indicando una resurrección literal; no dice «y ahora es» como en el v. 25.

       3. Da resurrección de condenación (v. 29). Las palabras de Jesús no dan lugar a que se perciba la muerte como el fin de todo. Hay un juicio que los incrédulos deberán enfrentar (Mateo 7:16; Lucas 6:44). Este pasaje no ensena la salvación por buenas obras; los que hicieron el bien se refiere a los que confiaron en Jesús y recibieron vida eterna, la cual resulto en el hacer el bien. El hacer el bien es la prueba de la integridad de los creyentes y llega a ser una consideración esencial en el juicio final cuando las ovejas serán separadas de los cabritos (Mateo 25:31-46; Apocalipsis 20:11-15). Esta apreciación depende de la bondad paternal de Dios, que por gracia gratuita aprueba lo que merecía ser rechazado.

La primera resurrección es la resurrección de todos los salvos (Apocalipsis 20:4-6), la primera fase de la cual es la siguiente actividad en la agenda de Dios. Lo llamamos el rapto de la iglesia (Rapto – harpazo, 1 Tesalonicenses 4:17). El Rapto se lleva en algún momento en el futuro. No está fechado y no se dan señales. Podría suceder en cualquier momento. Él va a llamar a los suyos fuera de este mundo, tanto a los vivos como a los muertos. Entonces durante el período de la Tribulación, un gran número de creyentes se convertirán en mártires. Serán resucitados al final del período de la Gran Tribulación junto con los santos del Antiguo Testamento. Eso también es parte de la primera resurrección, es la resurrección de la vida. La resurrección del juicio es el juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15), cuando todos los inconversos de todas las edades serán resucitados. Estarán delante de Dios, que es justo y recto; tendrán la oportunidad de comparecer ante un Dios Santo y defender su caso. Pero Dios ya les ha advertido; No hay nadie salvo en ese juicio. Solo los perdidos son llevados allí, y serán juzgados de acuerdo con sus obras (Lucas 12:47-48).

4. Tiene perfecta unidad con el Padre (v.30).Los judíos necesitaban saber que al criticar al Hijo de Dios se oponían al mismo Dios. El Hijo ha recibido instrucciones definidas (referentes a las normas de juicio) del Padre. Su relación filial descansa sobre su filiación eterna, esta claro que el mismo desea hacer la absolutamente justa voluntad del Padre, con el cual esta unido en esencia (1:6 y 3:34). Su autolimitación cuando Cristo bajó a esta tierra y tomó sobre Sí nuestra humanidad no fue para hacer su propia voluntad, sino la voluntad del Padre. Jesús actúa por encargo de Dios, por tanto, el juicio es justo y conforme a verdad. La tarea del Hijo como Juez es simple: cumplir la voluntad del Padre que El conoce (v. 20). Al aceptar su misión (enviado) como juez, Jesús es retratado como colocándose a sí mismo en el bloque de escrutinio para que todos lo examinen.

5. Da testimonio de sí mismo (v.30). Jesús ha reclamado el derecho de juicio, su juicio era verdadero y definitivo porque no tenía ningún deseo de hacer otra cosa que no fuera la voluntad de Dios. Su afirmación era que su juicio era el juicio de Dios, el juicio de Dios es perfecto. Dios es santo y conoce las normas por las cuales todos los hombres deben ser juzgados. Dios es perfectamente amoroso y sólo su juicio es pronunciado en la caridad en la que todo juicio verdadero debe ser dado. Dios tiene pleno conocimiento y el juicio sólo puede ser perfecto cuando tiene en cuenta todas las circunstancias. El derecho de Jesús de juzgar se basa en la pretensión de que en él está la mente perfecta de Dios: Juzga sin mezcla de motivos humanos; juzga en perfecta santidad, perfecto amor y perfecta simpatía de Dios. Él es el portavoz perfecto del Padre y su agente eficaz. Nunca ha estado ni estará fuera del Padre. Las tres personas de la Trinidad todo lo hacen de común acuerdo y en total armonía (Juan 17:11). Dios es tres personas en una (2 Corintios 13:14; 1 Juan 5:7) en el pensar, el juzgar, el obrar, el conocer, el amar (Juan 17:23).

Conclusión.

El Hijo de Dios es rechazado en Judea a consecuencia de la curación del hombre de Bethzatha en día de reposo, y por afirmar que es igual a Dios. Jesús presenta sus derechos con respecto a su relación al Padre. Hace esto en contestación a la incredulidad y el odio de los judíos que están resueltos a matarlo. Les dice: 1. Al atacar al Hijo, atacan al mismo Padre. 2. Seguirán aun obras mayores: dar vida a los que están muertos (tanto a los que están espiritualmente muertos, como, en el último día, a los que están muertos físicamente) y juzgara a todos los hombres (ahora y en su venida en gloria). 3. Pronuncia y ejecuta juicio. El Padre le ha dado el tener vida en mí mismo (del mismo modo que Él tiene vida en sí mismo); y lo segundo en calidad de Hijo del Hombre. 4. La reacción correcta a sus palabras y obras es la fe que honra al Hijo como honra al Padre. 5. Los que ejercen esta fe han pasado de muerte a vida. Y aunque todos resucitarán, habrá una gran diferencia en la calidad o el carácter de su resurrección (20:30, 31).

Cristo es igual a Dios, son iguales en el conocimiento (20). Iguales en el hacer: Él es Dios y puede hacer lo mismo que Dios hace, v. 20. Iguales en el poder sobre la muerte, El da vida a los que él quiere v. 21. Iguales en autoridad para juzgar, v. 22. Iguales en dignidad, El merece el mismo honor que el Padre, v. 23. Iguales en poder para impartir vida eterna: El libra de la condenación, v. 24. Iguales en ser vida eterna en sí mismos: Él es la fuente de vida espiritual, v. 25. Él es quien resucitará a los creyentes, vv. 28-29. El Hijo ve las obras del Padre y hace lo mismo. Más grande que lo que el Padre ha hecho por el Hijo por amor es lo que él hará todavía (v. 20; 1:50b). Dios, el único dador de vida en el pensamiento judío, da poder al Hijo para dar vida a quien quiera. El Padre ha encomendado todo el juicio al Hijo, lo ha convertido en el sustituto completo. Escuchar la palabra de Jesús y creer en el que lo envió trae vida eterna. Rechazarle nos significa muerte eterna, una separación de Dios. Así que confiemos en Cristo, en sus palabras, en su obra y aceptemos la dadiva perfecta que es la salvación en Cristo Jesús. Aceptemos al Hijo, aceptemos al Padre.

Oremos.

12 mayo de 2024, Acatic, Jalisco, México.

Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

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