Las intrigas contra los nuevos siervos de Dios.

 Hechos 9.23-31. 

Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matar a Pablo. Era tan poderoso el argumento de Saulo en el que señala que Jesús es Cristo que los judíos resolvieron en consejo matarle. Contaban con la cooperación del gobernador de Damasco bajo el rey Aretas IV de Arabia. Este es el primero de muchos atentados contra la vida de Pablo. Pero pese a este tipo de presión, él no duda en viajar para continuar con la predicación, ya que les confía su protección y cuidado a las manos soberanas del Señor. 

            Aunque para la época en que Pablo fue a Jerusalén había sido cristiano por un tiempo, los apóstoles, al igual que Ananías antes que ellos, sintieron que aquello era difícil de creer. Sólo cuando Bernabé (“el Hijo de Consolación”, o “aliento”), a quien habíamos encontrado antes en 4:36, se responsabilizó por él, los discípulos estuvieron dispuestos a aceptar al ex perseguidor de la iglesia. Pablo entonces entraba y salía libremente por unos 15 días (Gálatas 1:18, 19). Aunque permaneció con Pedro, no se encontró con los demás discípulos, pero pasó mucho tiempo con los helenistas (6:2) con quienes también habrá trabajado Bernabé que era de Chipre, y quizá en la misma sinagoga de los Libertos mencionada en relación con Esteban (6:9). Como ocurrió en Damasco, los opositores de Pablo pronto procuraban matarle y por su propia protección los hermanos lo mandaron lejos a su propio país, de donde Bernabé lo traería de vuelta según 11:25. 

Fue entonces las iglesias tenían paz, esta paz no se debía exclusivamente por la conversión de Saulo. Tiberio, el emperador de Roma, murió en ese tiempo. Él fue reemplazado por Calígula, quien deseaba erigir una estatua de sí mismo en el Templo de Jerusalén. De este modo, la energía de los judíos no estaba dirigida a perseguir a los cristianos, sino en Calígula. En esto vemos la mano soberana de Dios en acción, lo que le dio a la Iglesia un breve respiro. Con esta pausa en la persecución, Lucas también pone fin a esta historia con un resumen general. Por supuesto, como resultado de todo lo que ha descrito hasta entonces, la compañía de los creyentes había crecido desde un pequeño grupo en un aposento alto hasta ser la iglesia … por toda Judea, Galilea y Samaria.  

  • 1. Las Intrigas en Damasco contra Pablo, vv. 23–25. Cuando se dieron cuenta de la realidad de lo que Dios había hecho en su vida, la iglesia empezó a aceptarle. Muchos judíos confiaron en Cristo como resultado de su palabra. Muchos otros trataron de impedir que siguiera contando su historia. Querían callarlo; no les interesaba saber por qué estaba tan cambiado. Decidieron matarle, pero él se dio cuenta a tiempo de sus planes y pudo escapar con la ayuda de los discípulos, quienes lo descolgaron por el muro de la ciudad, escondido en un canasto. De acuerdo a Gálatas 1.17, 18, Pablo dejó Damasco y se dirigió a Arabia, región desértica al sur de Damasco, donde vivió durante tres años. Sugieren que cuando Pablo regresó a Damasco, el gobernador, súbdito del rey Aretas, ordenó su arresto (2 Corintios 11.32), quizás procurando mantener la paz con judíos influyentes. Pablo quizás huyó a Arabia para dar tiempo a que se calmaran los líderes religiosos, así como también para tener un tiempo a solas con Dios, lo más probable es que viajó a Arabia para meditar y estudiar. Sin importar cuál sea la teoría correcta, hubo un período de al menos tres años entre la conversión de Pablo (9.3–6) y su viaje a Jerusalén (9.26).

a. La Reacción de los Judíos 9:23–25. Después de muchos días, Lucas no nos dice la cantidad de estos días, «muchos» (hikanai, considerables, una palabra común para un período largo). En Gálatas, Pablo dice de manera expresa que se fue de Damasco a Arabia y que volvió a Damasco antes de regresar a Jerusalén, y que aquel período había sido de unos «tres años», lo que no tiene que significar tres años enteros, pero sí al menos partes de tres. Probablemente la mayor parte de estos tres años transcurrió en Arabia debido a las dos explosiones de animadversión en Damasco (antes de su partida y a su regreso) y debido a que en Jerusalén era desconocido como cristiano al llegar allí. Tenemos que suponer en este momento el regreso de Saulo de Arabia, entre los versículos 22 y 23, cuando Saulo reasumió la predicación en las sinagogas judías con renovada energía y penetración después del período de maduración de la reflexión y del tiempo de reajuste en Arabia. Pablo corre el riesgo de ser muerto por sus compatriotas. El perseguidor que respiraba amenazas de muerte contra los cristianos (9:1) recibe ahora su propia condena de muerte. El mismo religioso fanático que causó tanto dolor a los seguidores de Cristo ahora sufre por causa de Cristo (v. 16). En este punto, su vida de sufrimiento apenas está empezando (2 Corintios 11:23–29). Con eso nos enseñaba a todos que, por muy «llenos del Espíritu Santo» que nos sintamos, hemos de pasar un tiempo razonable (mejor más que menos) dedicados al estudio y a la oración; de lo contrario, nuestro ministerio se resentirá siempre de falta de preparación interior. 

¿Por qué hay este cambio de actitud de los judíos incrédulos? ¿Estaba introduciendo Pablo algo de los grandes discernimientos de Esteban en la situación de Damasco? El asunto que finalmente separó a los judíos y a los gentiles no fue que Jesús había sido predicado como el Cristo, el Hijo de Dios, sino que fue proclamado como el Hijo del Hombre, en el cual las diferencias de raza fueron eliminadas. Los Hechos indica que los judíos “guardaban las puertas” día y noche para matar a Saulo (2 Co. 11:32), así mientras los enemigos de Saulo cuidaban las puertas de la ciudad para atraparlo, algunos de sus nuevos amigos y simpatizantes lo sacaron. Uno de ellos tenía una casa construida sobre el muro de la ciudad, y Pablo fue bajado en un gran canasto o red a través de una ventana de la casa, ubicada en el mismo muro de la ciudad. 

b. La prudencia del siervo. Cuando se dieron cuenta de la realidad de lo que Dios había hecho en la vida de Pablo, la iglesia empezó a aceptarle. Muchos judíos confiaron en Cristo como resultado de su palabra. Tan pronto como se convierte, tenemos a Saulo predicando; y tan pronto como se pone a predicar, comienza a sufrir. Cuando Dios otorga grandes gracias, las suele ejercitar con grandes tribulaciones. Los judíos trazan un plan para matar a Pablo, Conjura (epiboulë) es una antigua palabra que significa un plan (boulë) contra alguien (epi); pero a través de los contactos en la comunidad éste recibe información acerca del complot (23:16, 30). Ellos no están interesados en atacarlo a mansalva. Por el contrario, se mueven a través de los canales oficiales del gobierno local, pensando lograr su objetivo de eliminarle. 

Los convertidos bajo su ministerio lo protegen y le ayudan a escapar. Lo ponen en una canasta y por una ventana de una casa construida en los muros de la ciudad lo bajan por el lado de afuera (2 Corintios 11:33; Josué 2:15). Esta acción se realiza cuando las sombras de la noche ya han caído sobre la ciudad. Los esfuerzos misioneros de Pablo, sin embargo, no han sido infructuosos porque ahora hay en la ciudad un buen número de convertidos (discípulos, en griego). Es muy probable que el dueño de la casa de la muralla haya sido un cristiano. Sin embargo, para Pablo el tiempo de permanecer en Damasco ha terminado, por lo que regresa a Jerusalén. 

  • 2. Las intrigas con los hermanos en Jerusalén (vv.26–28). Saulo había salido de Jerusalén como jurado enemigo de los cristianos con objeto de perseguir a la iglesia en Damasco; pero debido a la gracia soberana de Dios, se unió a la iglesia y predicó el evangelio en esa misma ciudad. También se unió a la obra de Jerusalén, pero los creyentes de esa ciudad no quisieron confiar en él (el mismo temor de Ananías, v. 13). En Damasco, Saulo necesitó de un amigo, Ananías. En Jerusalén necesitaba otro, y ese fue Bernabé. Los creyentes de Jerusalén, convencidos por Bernabé de que en verdad se había convertido, permitieron a Saulo quedarse con ellos. Es muy difícil cambiar de reputación y la de Pablo era terrible entre los cristianos. Los nuevos cristianos (sobre todo los que tenían ciertas manchas en su vida pasada) necesitan auspiciadores, personas que los acompañen, animen, enseñen y presenten a otros cristianos. Procuremos parecernos a Bernabé para beneficio de los nuevos creyentes.

a. La actitud del retorno de Pablo a Jerusalén, v.26–27. Todos le tenían miedo (pantes ephobounto auton). Estaban temiéndolo. Había escapado a la furia de los judíos de Damasco sólo para descubrir que los discípulos en Jerusalén no se fiaban de él, no teniendo prueba alguna de su sinceridad en su pretendida conversión. No creyendo (më pisteuontes). Es probable que hubieran oído hablar de su conversión, pero descreían abiertamente los informes y lo consideraban un hipócrita o un espía que había asumido un nuevo papel a fin de destruirlos. Él sabe que como convertido a la fe cristiana y apóstol a los gentiles—elegido por Jesucristo mismo—él debe unirse a la iglesia y a los apóstoles. Encontró dificultades en Jerusalén cuando se dirigió allá (v. 26). Es claro que se trata del viaje que refiere en Gálatas 1:16. No sorprende que los discípulos en Jerusalén fuesen cautos por la presencia de Saulo, ya que se preguntaban si su «conversión» era verdadera o un intento de infiltrarse en sus filas para poder apresarlos a todos. Bernabé, quien tenía el don de la valentía, vio el verdadero corazón de Pablo y lo defendió frente a los otros apóstoles. Vemos el miedo que le tenían los amigos, es cierto que necesitamos la prudencia de la serpiente para huir de la excesiva credulidad, pero también necesitamos el candor de la paloma para no incurrir en el otro extremo de los celos y la falta de amor. Y, si hemos de caer en uno de los dos lados, es preferible que caigamos por el lado del amor.

De nuevo, Lucas presenta a Bernabé (4:36–37), un levita de Chipre, a quien los apóstoles llaman “hijo de la consolación”. Bernabé se dio cuenta de la situación y tomó a Saulo consigo, oyó su historia, y la creyó. Se debe acreditar a Bernabé que tuviera la penetración y el valor de mantenerse al lado de Saulo en este momento crucial de su vida, cuando la evidencia parecía estar en contra de él. Actuó como fiador de Saulo y los animó a recibirlo. En todo caso, Saulo entra ahora en el círculo interior de los discípulos en Jerusalén. ¿Quiénes son los apóstoles que están en Jerusalén? Pablo mismo dice que durante su visita a Jerusalén, sólo vio a Pedro y a Jacobo, el hermano del Señor, pero a ninguno de los demás apóstoles (Gálatas 1:18–19). Jacobo, por supuesto, no pertenece a los Doce pero sí al círculo más amplio de los apóstoles. ¿Qué es lo que quiere decir Pablo cuando dice que se reunió sólo con Pedro y Jacobo? Quiere decir que cuando Pablo estuvo en Jerusalén, allí estaba Pedro, pero todos los demás apóstoles se encontraban ministrando “en diversas comunidades cristianas a través del país”.

La verdadera conversión siempre da como resultado el ingreso en la iglesia. No se trata solamente de que los conversos deban unirse a la comunidad cristiana, sino que la comunidad cristiana debe recibir a los conversos, en especial a los que provienen de un fondo religioso, étnico o social diferente. Hay una urgente necesidad de que haya modernos Ananías y Bernabés que superen sus escrúpulos y sus vacilaciones, y tomen la iniciativa de hacer amistad con los nuevos. Además de su nueva reverencia para con Dios, y la nueva relación con la iglesia, Saulo comprendió que tenía una nueva responsabilidad hacia el mundo, particularmente como testigo.

b. La actitud de los apóstoles hacia Pablo. Aunque dice que él no recibió el evangelio a través de ningún hombre, sino por revelación de Cristo Jesús (Gálatas 1:12), sin embargo, necesitaba de la confirmación y visión para predicar el evangelio de Cristo. Como apóstol con ellos, Pablo no trabajó independientemente de los otros apóstoles (Gálatas 2:1–2). Proclamó un evangelio en armonía con aquel que proclamaban los Doce. Entraba y salía (eisporeumenos kai ekporeuomenos). Bernabé y Pedro y Jacobo abrieron todas las puertas a Saulo, y el temor de los discípulos se desvaneció. Esteban también deliberó por los griegos judíos (6.9). En cierto sentido, Pablo continuó con lo que dejó Esteban. Ahora es a Pablo al que se dirige la aguijonada de odio que existiera en contra de Esteban.

  • 3. Los Resultados de la Nueva Misión 9:29–31. Tuvo denuedo y causó controversia. Estas cosas distinguirían su ministerio por el resto de su vida. Aunque permaneció con Pedro, no se encontró con los demás discípulos, pero pasó mucho tiempo con los helenistas (6:2) con quienes también habrá trabajado Bernabé que era de Chipre, y quizá en la misma sinagoga de los Libertos mencionada en relación con Esteban (6:9). Como ocurrió en Damasco, los opositores de Pablo pronto procuraban matarle y por su propia protección los hermanos lo mandaron lejos a su propio país, de donde Bernabé lo traería de vuelta según 11:25. La visita de Pablo a Tarso ayudó a calmar conflictos con los judíos y le permitió probar su dedicación. ¿Cómo afectó la conversión de Saulo al nuevo pueblo? El motivo del autor al incluir este aspecto de la historia era encontrar qué resultado tendría la notable transformación de este hombre para la iglesia. La persecución se calmó y la obra de Dios creció. Con esta pausa en la persecución, Lucas también pone fin a esta historia con un resumen general. Por supuesto, como resultado de todo lo que ha descrito hasta entonces, la compañía de los creyentes había crecido desde un pequeño grupo en un aposento alto hasta ser la iglesia … por toda Judea, Galilea y Samaria.

a. El denuedo en la predicación, v. 29–30. La preocupación principal de Pablo en esta sección de Gálatas es mostrar que él recibió el evangelio y su comisión para predicarlo sin mediación humana; en modo especial, que de ninguna manera estaba en deuda con las autoridades de Jerusalén. Había comenzado a cumplir su comisión (en Arabia) antes de tener contacto alguno con Jerusalén y, cuando a su debido tiempo viajó a Jerusalén, no fue sino una breve visita privada. ¿Cómo afectó la conversión de Saulo al nuevo pueblo? El motivo del autor al incluir este aspecto de la historia era encontrar qué resultado tendría la notable transformación de este hombre para la iglesia. La persecución se calmó y la obra de Dios creció. Pablo siguió anunciando el evangelio y disputaba con los judíos helenistas. Estos se caracterizaban por observar la religión de sus antepasados intentando adaptarla a la cultura griega predominante en ese tiempo; cuando éstos trataron de matarle también, los hermanos descubrieron el complot y lo protegieron. Lucas ha usado aun otro nombre para designar a los creyentes: “hermanos”. Los creyentes son parte de una familia que va más allá de las relaciones sanguíneas; están unidos por la fe en Cristo. Los hermanos lo llevaron al puerto de Cesarea, lugar desde el cual podía tomar un barco o hacer el viaje por ciudad hasta su tierra natal, Tarso.

¿Qué hizo Pablo cuando regresó a su ciudad natal? Permaneció allí por varios años antes que Bernabé fuera a invitarle para que le ayudara en la enseñanza y en la predicación a la iglesia en Antioquía (11:25–26). Aunque Lucas escribe acerca de los viajes misioneros de Pablo y las iglesias que visitó, nunca menciona que en Tarso haya existido una iglesia. Lo que sí sabemos que en esa ciudad vivían numerosos judíos que seguramente habían construido varias sinagogas. Iba a pasar catorce años antes de que regresara de nuevo a Jerusalén (Gálatas 2:1). Sabemos que mientras tanto siguió su obra, porque a las iglesias de Judea les llegó la información de que “aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo combatía” (Gálatas 1:23). 

Llegó “a los territorios de Siria y Cilicia” (Gálatas 1:21). En esa época Siria y Cilicia formaban una provincia imperial unida. Tarso era un importante centro de cultura, con escuelas dedicadas a la filosofía, la retórica y la ley, aunque no tenía la prestancia internacional de las escuelas de Atenas y Alejandría. Humanamente hablando, Pablo falló porque debido a su impetuosa forma de presentar el evangelio fue creando enemigos por todas partes. Hizo poco en adelantar la iglesia y el reino de Cristo. Por eso necesitaba un período de maduración y reflexión en Tarso para ganar confianza y desarrollar paciencia. Desde una perspectiva divina, decimos que Jesús lo sacó de la escena de conflicto y confrontación en Damasco y en Jerusalén. A su tiempo, lo llamó como su instrumento escogido para proclamar el evangelio a los gentiles. 

b. La libertad y la paz en la Iglesia, v. 31. El significado evidente es que la persecución había cesado porque el perseguidor había sido convertido. El lobo ya no destruía las ovejas. Es cierto también que el esfuerzo de Calígula en el 39 d.C. de erigir su imagen en el templo en Jerusalén para que los judíos la adoraran excitó en gran forma a los judíos, dándoles problemas que los mantuvieron ocupados (Josefo, Antigüedades XVIII. 8, 2–9). En este tiempo había iglesias esparcidas por Judea, Galilea y Samaria (Gálatas 1:22), pero Lucas bien considera a los discípulos en Palestina como todavía miembros de la gran iglesia en Jerusalén (casos de lo cual son la obra de Felipe en Samaria y pronto de Pedro en Jope y Cesárea), o bien emplea el término ekklësia en un sentido geográfico o colectivo cubriendo toda Palestina. La Iglesia (lectura más probable), pues gozaba de paz. ¿Pues? Esto insinúa que, ahora que Saulo se había convertido, no tenían quien les molestase. Tras la tempestad viene la calma. Era un respiro que se les concedía a fin de que se preparasen para el próximo encuentro, e hicieron buen uso de esta pausa. La Iglesia era edificada, es decir, crecía sobre la base buena de la fe y caminaba en el temor del Señor, y aumentaba en número gracias a la ayuda del Espíritu Santo. Tenían el recurso de la ayuda y del consuelo del Paráclito, precisamente porque caminaban por el camino recto, y Dios les bendecía y hacía que aumentase considerablemente el número de los discípulos de Cristo, así mostraba que la Iglesia puede crecer lo mismo con el consuelo de la paz que bajo la aflicción de la persecución. Lucas describe a la iglesia, que ya se ha extendido a través de Judea, Galilea y Samaria, con cinco características: paz (libre de interferencias externas), fortaleza (consolidando su posición), aliento (disfrutando de paraklēsis, el ministerio especial del Espíritu Santo, el Paracleto), crecimiento (multiplicándose numéricamente) y santidad (viviendo en el temor del Señor). La sangre de los mártires estaba ya siendo la semilla de la iglesia. Esteban no había dado en vano su testimonio. Era diferente a la persecución del 8:1. Siempre hubo problemas, pero Dios suplió toda necesidad. Estos primeros creyentes mostraron al mundo el gozo del vivir en Cristo. A través de sus vidas llenas del Espíritu, atraían a numerosas personas al conocimiento salvífico de Cristo Jesús. 

Conclusión.

Tan fuerte era el antagonismo judío contra Saulo y su ministerio, que después de que salió de aquella región, la iglesia disfrutó de un tiempo de paz. La iglesia seguía confinada a los judíos, a los medio judíos (los samaritanos), y a los prosélitos del judaísmo que se convirtieron en cristianos (con la única excepción del eunuco de Etiopía, 8:26–40). Pero todo estaba listo para que se extendiera a un nuevo segmento de la población mundial.

Hemos venido considerando la causa y los efectos de la conversión de Saulo. La impresión general que nos queda tiene que ver con la gracia de Dios que pudo motivar tan grandes efectos. El relato de Lucas debería persuadirnos a esperar más de Dios, tanto en relación con los incrédulos como con los recientemente convertidos. En cuanto a los primeros, hay muchos Saulos de Tarso en el mundo hoy en día. Como él, están ricamente dotados de dones naturales en cuanto a intelecto y carácter; hombres y mujeres con personalidad, energía, iniciativa y empuje; que tienen el coraje de sostener sus convicciones no cristianas; son personas absolutamente sinceras, pero sinceramente equivocadas; que viajan en sentido contrario al de la gracia de Dios, así como Saulo iba de Jerusalén a Damasco en lugar de ir de Damasco a Jerusalén; duros, tercos, hasta fanáticos en su rechazo de Jesucristo. Pero no están más allá de su soberana gracia. Necesitamos tener más fe, más santa expectativa, que nos lleve a orar por ellos (así como podemos estar seguros de que los cristianos primitivos oraban por Saulo) para que Cristo primero los incite con sus alicientes y luego los atraiga hacia él. 

La misma gracia que lleva a la persona al nuevo nacimiento puede transformarla a la imagen de Cristo. Todo nuevo converso se convierte en una persona nueva, que tiene títulos para demostrarlo, a saber es ‘discípulo’ (26) o ‘santo’ (13), está relacionado de un modo nuevo con Dios, es un ‘hermano’ (17) o una hermana, relacionado de un modo nuevo con la iglesia, y ‘testigo’ (22:18; 26:16), por lo tanto relacionado de un modo nuevo con el mundo. Si estos tres modos de relación: con Dios, con la iglesia y con el mundo no se ven en los que profesan haberse convertido, tenemos buenas razones para sospechar de la realidad de su conversión. Pero cuando estos tres modos de relación están visiblemente presentes, tenemos buenas razones para exaltar la gracia de Dios. 

Cuando entramos en el camino de Dios debemos esperar pruebas; pero el Señor sabe librar al santo y también dará, junto con la prueba, la salida. Aunque la conversión de Saulo fue y es prueba de la verdad del cristianismo, aun así, no podía, por sí misma, convertir un alma enemistada con la verdad; porque nada puede producir fe verdadera sino ese poder que crea de nuevo el corazón. Los profesantes del evangelio anduvieron rectamente y gozaron de mucho consuelo de parte del Espíritu Santo en la esperanza y la paz del evangelio, y otros fueron ganados para ellos. Vivieron del consuelo del Espíritu Santo no sólo en los días de trastorno y aflicción, sino en los días de reposo y prosperidad. Es más probable que caminen gozosamente los que caminan con cautela. Con este tercer informe de avance, de los siete que dio acerca del crecimiento espiritual y numérico de la iglesia (2:47; 6:7; 12:24; 16:5; 19:20; 28:30–31), Lucas pone término a esta sección del libro. Oremos por los nuevos creyentes y por las primeras experiencias que tendrán en su caminar en Cristo.

Oremos.

31 de julio del 2022, Guadalajara, Jalisco, México.

Misión el Calvario

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

El precio del discipulado.

Marcos 8.34-38 (Mateo 16:24–28; Lucas 9:23–27)

Es necesario definir la vida y la muerte a la luz de la relación con Cristo. Si hemos admitido que Cristo es el Hijo del Dios viviente, entonces muchos de nuestros valores tienen que cambiar. La muerte ya no nos asusta ni nos causa terror porque estamos seguros en Cristo. El tomar la cruz era una señal de aceptación de una vergonzosa muerte de esclavo ante los ojos del mundo no cristiano, el negarse a sí mismo significa rehusar seguir alguna inclinación natural, por más inocente que sea, que es contraria a la senda que Cristo ha trazado para nosotros. Este es el único camino hacia una verdadera vida espiritual; hacer cualquier otra cosa es perderse eternamente, En los cuatro versículos 35–38, Cristo nos habla de la obligación de convertirse, etc., y la recompensa resultante, se muestran en vivo contraste con el detrimento que experimentan aquellos que rehúsan negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguir a Jesús.

  • a. La vida verdadera (vv. 34, 35). Los romanos sabían lo que significa cargar con una cruz hasta el lugar de la ejecución, con lo cual demostraba sumisión al poder de Roma. La crucifixión era una forma de ejecución usada por los romanos en los casos de criminales peligrosos. Al hablar de llevar la cruz, Jesús quiso ilustrar el sentido de lo que se requiere para seguirle, momento tras momento, requiere de esfuerzo heroico y de hacer su voluntad aun en los momentos difíciles, cuando el futuro pareciera que se presenta incierto. El discípulo no debe vivir para sí sino para su señor. La cruz era el medio para castigar con la pena capital más humillante. Los creyentes somos instruido a llevar la cruz cada día: (i) Desear ir en pos de él, como sus discípulos. (ii) Negarnos a nosotros mismos en una renuncia voluntaria. (iii) Tomar nuestra cruz y colocar la voluntad de Dios en primer lugar. La cruz es siempre algo voluntario, algo que llevamos por decisión propia. Representa la negación de nosotros mismos por el bien de otros y la causa del evangelio. (iv) Seguirle toda la vida en obediencia, dondequiera que él nos guíe. Si queremos “salvar” nuestra vida, es decir vivir para nosotros mismos, nuestros gustos, nuestras apetencias y nuestras decisiones, con el “yo” como centro de todo, sin duda alguna la perderemos. En cambio, si la “perdemos” en el servicio de Dios y de otros, la habremos ganado. El hombre que da su vida en lealtad a Jesucristo, la guarda y la gana en un sentido más profundo.

La sumisión de Jesús a la voluntad de Dios es la respuesta adecuada a los derechos que el Omnipotente tiene por encima de los derechos del yo. Es la obediencia a la voluntad de Dios tal como ésta se revela en su palabra, y aceptar sin reservas las consecuencias por causa de Jesús y del evangelio (8:35). Decir no al yo y sí a Dios es continuar hasta el final el seguimiento que se hace a Jesús (Romanos 13:14; Filipenses 3:7–11). Hay siempre la tentación de salvar nuestra vida de vivir cómodamente, de proveer para el futuro, de tomar nuestras propias decisiones, con el yo como el centro de todo. No hay una manera más segura de perder la propia vida. Cristo nos llama a derramar nuestras vidas por Su causa y la del evangelio, a dedicarnos a nosotros mismos a Él en espíritu, alma y cuerpo. Quienes mueren por la patria o por el rey, reciben alguna clase de recompensa póstuma, con grandes honores y provisión material para sus familiares, pero ¿qué es eso en comparación con la recompensa de la vida eterna que Cristo otorga a cuantos dan la vida por Él? Jesús quiere que decidamos seguirle en lugar de llevar una vida de pecado y autosatisfacción. Quiere que dejemos de tratar de controlar nuestras vidas y dejar que Él las controle. Esto tiene sentido porque solo Él, como Creador, sabe lo que es vivir en verdad. Nos pide sumisión, no autodesprecio; nos pide despojarnos del egocentrismo que nos dice que sabemos mejor que Dios cómo conducir nuestras vidas.

  • b. La valoración adecuada (vv. 36, 37) del alma. La lealtad absoluta. ¿Está dispuesto a hacer de la búsqueda de Dios algo más importante que la egoísta búsqueda del placer? Sigamos a Jesús y sabremos lo que significa realmente disfrutar la vida y a la vez tener vida eterna. Estamos invirtiendo recursos todo el tiempo. El dividendo los determina lo sabio de las inversiones. 1. Se pierde el alma. El que quiere acomodarse a este mundo, para seguir viviendo dentro de las estructuras de maldad, perderá su vida (v. 36). 2. Se gana la vida. Los que han sacrificado el acomodarse al mundo y, se han dedicado al servicio del reino para hacer la voluntad del Rey de reyes, salvarán su vida (v. 35). 3. Se paga un precio. El evangelio tiene sus demandas establecidas por Cristo mismo. Cuando somos obedientes ganamos las bendiciones de la gloria (v. 37). Surge una pregunta: ¿Qué dará el hombre en rescate por su alma? (v. 37). La pregunta que el Señor nos hace nos conduce a reflexionar en el hecho de que nuestra vida vale por lo que Dios hace por ella y que nada podemos hacer por nosotros mismos para salvarnos. En la analogía que Pablo presenta nos dice que en nuestros delitos y pecados estamos realmente muertos para Dios. Es Cristo quien cuando estábamos muertos nos dio vida, extendiéndonos así su gracia salvadora (Efesios 2:1, 2). Es una pregunta poderosa. ¿Cuál es la prioridad: la vida eterna o el presente? La vida es tanto un regalo como un acto de mayordomía.
  • c. La vergüenza posible (v. 38). Nuestro Señor era consciente de que algunos de sus jóvenes discípulos podrían tropezar en el camino del discipulado por temor al oprobio. Por esto, les recordó que aquellos que intenten evitar el oprobio por causa de Él sufrirán un mayor oprobio cuando Él venga a la tierra con poder. Él se avergonzará entonces de aquellos que se avergüenzan ahora de Él. Que estas palabras, quienquiera que se avergüence de mí, claramente Jesús (“mí, mis”) y el Hijo del Hombre son la misma persona (14:41b–42, 62). La referencia velada a su papel futuro como juez era apropiada debido a la presencia de la multitud. “Avergonzarse de” Jesús es rechazarlo (8:34–35a) y mostrar lealtad a “esta generación” debido a la incredulidad y por temor al rechazo del mundo. A modo de compensación, cuando Jesús venga en gloria como juez, él se negará a reconocer a esas personas como suyas (Mateo 7:20–23; Lucas 13:22–30), y experimentarán la vergüenza (Isaías 28:16; 45:20–25; Romanos 9:33; 10:11; 1 Pedro 2:6, 8). Jesús constantemente invierte la perspectiva del mundo al hablar de salvación y perdición, de pérdida y hallazgo. Aquí nos confronta con una elección. Quienes se avergüencen de Jesús y lo rechacen en esta vida, lo verán con claridad en el día del juicio, pero ya será demasiado tarde. Quienes lo vean así ahora y lo aceptan, escaparán de la vergüenza del rechazo en el juicio final. Cuando venga en la gloria es la clave de esta guía para los discípulos. Este es el primer asomo del cumplimiento de toda la historia (1 Corintios 15.24-28). Aquellos que reinarán con Cristo invierten su vida en aquello que perdurará (35). Aquellos que quieran confesarlo serán recompensados ante el Padre en el cielo (Mateo 5.10-12; 2Timoteo 2.11-13; Apocalipsis 2.26-28). Aquí el Señor parece hablar directamente a Israel que se avergonzó de él y le crucificó. Jesús vendrá otra vez, pero en gloria, y entonces se avergonzará de los que se avergonzaron de él y lo rechazaron. En cambio, compartirá su gloria con aquellos que compartieron su vergüenza. El discipulado incluye no tener vergüenza del evangelio (Romanos 1:16). El servicio a Cristo es lo menos que él puede esperar de nosotros al anunciarles a otros lo que él les ofrece. El Cristo glorificado nos ha abierto la puerta para que juntamente con él seamos partícipes de su gloria eterna. A los discípulos les advierte que ellos verán la gloria de la resurrección manifestando el gran poder de Dios. Esta es la inauguración del reino de Dios en medio de los hombres.

Un apóstata puede salvar su vida (35) negando al Hijo del Hombre en esta generación adúltera (38), pero perdería su alma (36). Si en este proceso, ganare todo el mundo, ¿qué aprovecharía? La parábola del rico insensato es una ilustración para este caso (Lucas 12:16–21). Cuando uno haya pagado su última multa y perdido su alma, ¿qué recompensa dará (37) por su alma? Por grandes que hayan sido sus bienes con nada la podrá comprar. Como contraste, los mártires que perdieran su vida por causa de El y del evangelio, la salvarán (35). El ridículo es un arma que ha matado a miles; pero ¿qué será de aquellos de quienes el Hijo del Hombre se avergonzará… cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles? (38).

El inicio del discipulado en un nuevo creyente.

Hechos 9.10-22.

Jesús trae a Pablo a la conversión, pero Pablo todavía tiene que enfrentar su entrada a la iglesia que había venido a destruir. Sin embargo, esto no es preocupación de Pablo, porque Jesús mismo es el que le abre el camino para que entre a la iglesia y sea bienvenido en medio de los creyentes. Una de las lecciones que podemos aprender de la conversión de Pablo es que la salvación se origina en Dios y no en el hombre. La iniciativa es tomada por Dios y es él quien lleva la salvación hasta su destino final.

Muchas influencias contribuirán en la formación del apóstol Pablo: su trasfondo judío, la influencia griega, su contacto antes de la conversión con los seguidores de Jesús, y otros factores y fuerzas. El elemento más importante en su conversión y subsecuente vida fue su encuentro personal con Jesús mismo. El corazón de la teología de Pablo era su relación con Cristo (Gálatas 2:20). Con Pablo, la unión vital entre Cristo y el creyente era real, verdadera y de suma importancia. Esa convicción se arraiga en su experiencia personal con Jesús en el camino a Damasco.

Veremos hoy algunas de las consecuencias de la conversión de Saulo de Tarso. Aunque sus actitudes se transformaron, necesita un discipulado muy especial para recorrer el camino del Señor. Comienza ahora a formarse nuevas relaciones, con Dios y con los hermanos. Tiene que aprender el “a b c” de la comunión y las exigencias de la autoridad espiritual. Para todo esto, necesita una enseñanza especial.

  • El llamado al discipulador (v.10–12). Este ministerio convertiría al perseguidor de la iglesia en perseguido. El que había afligido a los hijos de Dios, ahora sería víctima de otros que le harían lo mismo a él (9:15–16). Parece que Pablo se sentía cómodo tanto con la gente humilde de la vida diaria como con los soberanos de las naciones. Según el relato de este evento significativo en la historia de la iglesia, la tarea más fácil fue convencerle de la verdad acerca de quien él perseguía. Siempre había deseado cumplir las demandas de Dios ante todo. Por eso, aceptó la veracidad del mensaje de Jesucristo sin mayor problema (Juan 7:17). Sin embargo, la tarea más difícil fue la de convencer a los apóstoles y a los otros creyentes de que Saulo se había transformado sinceramente.

1. La persona escogida para discipular, v.10. Hacia el final de los tres días, Saulo, mientras oraba, recibió otra visión, en la cual un hombre llamado Ananías venía y le ponía las manos encima, con la consiguiente restauración de su vista. Ananías era una persona real, un hombre de Damasco, discípulo de Jesús, aunque evidentemente no era de los fugitivos de la persecución en Jerusalén. No es una persona destacada; es simplemente un canal limpio que Dios puede llamar a su ministerio, un hombre espiritual (12:12) sujeto a la voluntad de Dios, aunque en principio le cuesta aceptarla. Tiene muchos informes pero Dios tiene las últimas noticias. El Señor le había dicho a Ananías que Saulo también había tenido una visión. Por lo que el Señor le dijo sobre la visión de Saulo, el humilde creyente supo cuál era su responsabilidad hacia Saulo. Parece que el evangelio ya había llegado independientemente a Damasco, posiblemente desde su base en el norte de Galilea. Es una trágica ironía, por supuesto, que este arrogante joven rabino que había venido a Damasco a buscar a los cristianos se hubiera convertido en un patético inválido al que ellos debían ir a buscar. Y así lo hicieron, aunque temblando comprensiblemente ante la expectativa. Es interesante notar que los creyentes son llamados santos aquí por primera vez en el libro de Hechos (v. 13). La iglesia consta de “los puestos aparte” (jagiois; “santos” en Romanos 1:1; Efesios 1:1; Filipenses 1:1).

2. La disposición del discipulador, v.10. “Heme aquí” Ananías está preparado para salir de su anonimato si Dios lo llama. Naturalmente, tiene que oír con claridad la voz de Dios, e interpretar los objetivos del llamado. Está familiarizado con el AT y sabe cómo Dios habló a Abraham, a Samuel e Isaías (Genesis 22:1; 1 Samuel 3:5; Isaías 6:8). Está ejercitado con la respuesta de los siervos obedientes. Ananías no tiene reservas; está consagrado a Dios. Jesús habla a Ananías por nombre en una visión. No se sabe si fue en forma de sueño en la noche o de trance durante el día (10:10). La “calle llamada Derecha”, donde vivía el anfitrión de Saulo, sigue siendo una de las principales vías públicas de Damasco, Darb al-Mustaqim. La ubicación tradicional de la casa de Judas está cerca de su extremo oeste. Cristo sabe muy bien dónde se encuentran los suyos, en cualquier condición en que estén. Tenemos en el cielo un amigo que sabe en qué calle vivimos, en qué casa y, lo que es más importante, cuál es nuestro nombre y nuestro estado.

3. Las directivas para el discipulador, v.11-12. “levántate, y vé…” El tiempo ha llegado para que Pablo se reúna con un hermano espiritual. Estaba bajo convicción de pecado, la cual habría de conducirnos a orar. Estaba también bajo aflicción corporal, ciego y enfermo. Cristo le había prometido que alguien le daría más instrucciones sobre lo que había de hacer (v. 6) y ora para que le sea enviado quien le instruya. Hemos de orar para que Dios nos cumpla lo que nos ha prometido, aun cuando sea seguro que lo cumplirá, pues no se lo pedimos por temer que no lo haga, sino para estimularnos a nosotros mismos a desearlo y poseerlo. Un cristiano espiritualmente vivo sin oración es tan imposible como un hombre naturalmente vivo sin aliento: si no hay aliento, no hay vida; si no hay oración, no hay gracia.

Lucas está interesado en destacar a los hospedadores (10:6; 21:16) que se preocupan por los siervos de Dios. También destaca la simplicidad de los hombres que utiliza. Ananías recibe el informe de lo que Saulo ve como una misión para él. Esta segunda visión que Saulo tiene puede ser considerada: (a) Como respuesta inmediata a su oración y para mantenerle así en comunión con Dios. (b) Como medio para animar su expectación y hacer que la visita de Ananías le resulte más familiar. Las instrucciones son precisas: (1) Dónde debe ir. El Señor le muestra la calle y la casa donde está Saulo para evitar que vaya a la persona equivocada. (2) A quién debe ir. Había una población de alrededor de 135.000 personas en Damasco, pero el Señor está interesado en una y quiere que Ananías lo advierta para cumplir su misión. En tanta cantidad de almas, una persona no es nada, pero es todo lo que el Señor quiere. (3) Cuándo debe ir. Posiblemente Ananías está en la casa porque la escena se desarrolla de noche. “Levántate y vé”. La importancia de la misión es parte de lo que Ananías tiene que aprender. No es importante por la cantidad de personas involucradas, sino porque el Señor está presente y lidera. (4) Qué debe hacer al encontrarse con Saulo y cuáles son los resultados de su gestión (v. 12).

  • La objeción antes de discipular v.13–14. Debemos obedecer, siguiendo la dirección de Dios, aunque debamos enfrentarnos a personas y lugares difíciles. No tenía experiencia personal sobre la forma en que Saulo asolaba a los discípulos, pero aquellos que la conocían de primera mano le habían hablado de la actividad de Saulo, y las noticias de su llegada a Damasco para proseguir su siniestra tarea habían llegado a la ciudad antes que el mismo Saulo. ¿Cuántas almas compungidas hay en este mundo languideciendo en contrición por su pecado, anhelando tener la seguridad de perdón, suspirando por encontrar una comunidad cristiana que abra sus brazos y le dé la bienvenida a su familia con palabras de afecto fraternal, pero que no encuentran a nadie que las escuche? Quizás si nuestros oídos estuvieran tan abiertos como los de Ananías a la voz de Cristo, y si nuestros corazones fueran impulsados por un amor tan valiente como el suyo, nos descubriríamos siendo usados por Cristo más a menudo para atraer al interior a los que están en el exterior; transformar a los enemigos en amigos, a los perseguidores implacables de la Iglesia en sus más indómitos misioneros.

1. La tribulación antes de comenzar el discipulado v.13 “he oído mucho acerca de este hombre …”  La historia de la redención nos enseña que otros santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, recibieron órdenes parecidas a ésta y que también expusieron a Dios sus objeciones. Dios ejerce una extraordinaria paciencia con sus hijos cuando estos hacen objeciones basadas en su ignorancia. Cuando Jesús habla a Ananías en una visión, Ananías ignora que el peligro de la persecución ha desaparecido. Con su actitud no está revelando falta de fe, sino consternación producto del miedo. No debemos culpar a Ananías por las objeciones que tiene a las órdenes del Señor. Ananías siente libertad en abrirle su corazón a Dios, mostrando sus reparos a la labor que está recibiendo. Y por haber sido sincero, Ananías también recibe una revelación especial del Señor acerca de Saulo y su ministerio. Sabia ya de cuántos males (hosa kaka), cuántas malas cosas había hecho y ahora de parte del Señor cuanto es lo que hará.

     2. Los razonamientos antes de empezar el discipulado. Presumiblemente, los creyentes recientemente llegados a Damasco informaron que Pablo venía con autoridad conferida por los principales sacerdotes para llevar a cabo persecuciones en las sinagogas de Damasco. Ellos saben que las intenciones de Pablo son detener a los cristianos y llevarlos presos a Jerusalén. Cuando Ananías habla, lo hace como defensor de los creyentes, quienes se reúnen para invocar el nombre del Señor, son reuniones regulares en las cuales los cristianos invocan la presencia espiritual de Jesús. El nombre se refiere a la persona. El trasfondo de la expresión se encuentra en Joel 2:32 (todo el que invoca el nombre del Señor será salvo), citado por Pedro en el día de Pentecostés (Hechos 2:21). Esta frase tiene importantes implicaciones teológicas, Lucas la usa varias veces en Hechos para: 1.      alguien que se dirige a Jesús (7:59) 2. alguien que ha aceptado a Jesús como su Salvador (9:14, 21) 3. la cita de Amos 9:12 en el AT, donde se refiere a quienes lo conocen con el nombre de Yahvé (es decir, los creyentes, 15:17) 4. una forma de afirmación pública para quien ha puesto su fe en Jesús (22:16) Es también parte de la súplica de Pablo a Israel citada en Romanos 10:9–13 (2 Timoteo 2:22).

  • La orden para ir v.15–16. La objeción manifestada por Ananías es válida y oportuna. En su respuesta, Jesús no entra a regañar a Ananías, sino que le da alguna información adicional, la que va precedido por un lacónico: “Anda”. El Señor le repitió la orden a Ananías para que fuera donde Saulo y le impusiera las manos para que recobrara la vista. Así ahora aquél que creía que la salvación era por obras de la Ley iba a enseñar ahora que la salvación es sólo por la fe en Cristo. Vemos tres aspectos importantes que tienen que ver con la vida futura de Pablo, son también una sinopsis de la segunda parte de Hechos:

1. Su soberanía. “instrumento escogido me es éste”. Un vaso escogido (skeuos eklogës). Un vaso de elección o de selección. Cuando Jesús usa la palabra escogido se está refiriendo no a una elección sino a una misión. Es alguien elegido (Genesis 1:15) para ser bendecido y para bendecir, aunque Ananías no lo supiera. Jesús había elegido a Saulo antes que Saulo eligiera a Jesús. Él sentía que él mismo era un vaso de barro (2 Corintios 4:7) indigno de un tan gran tesoro. Hay cinco razones para creer que Pablo es la persona para realizar la tarea que Jesús tiene para él: Pablo es un judío, quien ha sido instruido esmeradamente en el Antiguo Testamento por Gamaliel; se crio en un ambiente donde se hablaba el griego; conoce la cultura helenística; sabe cómo interpretar el evangelio en términos adecuados para ser entendido por el mundo helenístico; es un ciudadano romano que entiende que la vasta red de caminos del imperio romano facilita los viajes, de manera que el evangelio puede llegar a todos los confines del mundo.

2. Su propósito. “para llevar mi nombre en presencia de los gentiles”. Presentará el evangelio tanto a judíos como a gentiles. Un gran pecador convertido en un gran santo; un gran opresor convertido en un gran libertador. Pablo es el representante personal de Jesús al mundo gentil. En sus epístolas, reiteradamente señala que él fue llamado para ser un apóstol a los gentiles. En el camino a Damasco, Jesús personalmente lo llama para llevar a cabo esta tarea. Y aunque la comisión de ser apóstol no se concretó sino hasta algunos días después, no varió en lo más mínimo el cargo de llevar el evangelio de Cristo a los gentiles. Además, Pablo proclamó el evangelio primero a los judíos en sus sinagogas, pero después se dedicó al mundo gentil. El mismo se consideraba primero y más que nada una voz de Jesús a los gentiles. A su tiempo, Pablo aparecería ante el rey Agripa y trataría de persuadirlo de hacerse cristiano (26:28). Apelaría al César para ser juzgado por Nerón en los tribunales de Roma (25:11–12, 25; 26:32; 28:19). Y en numerosas oportunidades se dirigiría a los judíos, como lo atestigua su discurso desde las gradas de la fortaleza romana en Jerusalén (22:1–21).

3. Su condescendencia. “Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”. El que había sido perseguidor, será perseguido. Los que llevan el nombre de Jesús han de esperar también llevar la cruz por su nombre; y los que más hacen por Cristo son llamados con frecuencia a sufrir más por Él. Al hacerlo, sufrirá por el nombre de Jesús. En verdad, el verdadero instructor de Saulo no es Ananías sino el Señor mismo. Ananías es un vehículo circunstancial; el Señor es el Maestro permanente. Jesús da a Ananías información sólo parcial y se reserva para sí mismo el privilegio de informar a Pablo acerca de los sufrimientos que él tendría que soportar por anunciar el evangelio de Cristo. Quizás Jesús se está anticipando a una pregunta de Ananías sobre el sufrimiento que implicaría para Pablo por ser embajador de Cristo. La respuesta de Jesús es afirmativa y tranquilizadora. Jesús está en completo control de la situación, y de ello hablará con Pablo a su debido tiempo. El cristianismo no solo incluye grandes bendiciones, sino también grandes sufrimientos. Pablo sufriría por la fe (2 Corintios 11.23–27). Dios nos llama a una entrega, no a una vida cómoda. Promete estar con nosotros en medio del sufrimiento y las dificultades, no librarnos de ellos.

  • La respuesta a la orden de discipular v.17–19ª. Ananías no era un apóstol; sin embargo, él también fue un instrumento de Dios. La imposición de las manos por parte de Ananías fue el medio externo por el cual el Señor le restauró la vista de Saulo. El hecho de que Ananías pusiera sus manos sobre Pablo fue un gesto que expresaba reconocimiento y confirmación de la aceptación de Dios y de una unidad cristiana; y estaban ligados con su curación, su recepción del Espíritu Santo y su bautismo y aun con la interrupción de su ayuno. “Hermano Saulo” fue una expresión de perdón y de compañerismo. Ananías le estaba dando la bienvenida a la comunión de los santos. Saulo también tuvo el mismo recibimiento y apoyo de parte de los otros discípulos. Jesús se le apareció a Saulo; eso lo convirtió en un testigo ocular de la resurrección de Jesús. De esa manera Jesús hizo de Saulo un apóstol, en el sentido especial de alguien que ha visto al Cristo resucitado y es enviado a proclamar su nombre.

       1. La obediencia v.17. El movimiento fraternal: “fue entonces Ananías …” Ananías comprende que Jesús mismo ha preparado el camino que le llevará hasta Pablo y que a la vez ha preparado a éste para su encuentro con un hermano en Cristo. Va en busca de un ciego, que se hospeda en la casa de Judas de la calle Derecha, suponemos que Judas da la bienvenida a Ananías cuando entra en su casa y le informa del estado de Pablo, tanto espiritual como físicamente. Fue con rapidez, con valentía, con amor y sin protocolo. La mano que hiere cura también. «Su luz te dejó ciego—viene a decirle, pero Él me ha enviado para que recobres la vista».

i. El toque fraternal. “Poniendo sobre él las manos” (epitheis ep’ auton tas cheiras) (13:3; 1 Timoteo 4:14).El significado exacto de este gesto no está muy claro y Lucas tampoco ofrece mayor explicación. Debido a cierta ambigüedad que se percibe, debemos evitar interpretaciones que no tengan su base firme en el contexto. Así, nos atrevemos a decir que el propósito de Ananías al poner sus manos sobre Pablo es, primero, reconocerle como un creyente; luego, devolverle la vista; y finalmente, hacer que el Espíritu Santo venga sobre él. El hecho interesante es que Ananías, discípulo pero no apóstol, sirve como instrumento de Jesús para obrar un milagro de sanidad y conferir el Espíritu Santo.Saulo había venido para ponerles encima a los discípulos de Damasco unas manos llenas de violencia, pero ahora un discípulo le pone encima a él unas manos llenas de gracia y curación.

ii. La palabra fraternal. Amoroso en su trato, poniéndole las manos encima le dijo “hermano Saulo”, posiblemente comenzando a orar por su ceguera y para que la plenitud del Espíritu fortaleciera su ministerio. Le llama hermano. Fue una palabra de gracia para Saulo, que ahora era mirado con desconfianza por ambos bandos. Su disposición a reconocerle como hermano insinuaba que Dios estaba presto a tenerle por hijo. Toda animadversión había cedido, y Ananías acepta a Saulo de corazón como un hermano en Cristo porque: tenían relaciones comunes con un Padre común, derechos comunes a los mismos privilegios, obligaciones comunes, y esperanzas comunes. Ananías lo ha aceptado y le da la bienvenida al seno de la iglesia.

iii. El servicio fraternal: “Para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Le asegura que no sólo recobrará la vista, sino que también será lleno del Espíritu Santo. Es estimulante en sus palabras, Ananías vuelca todo su afecto sobre Saulo y lo anima a seguir adelante con su bautismo, que seguramente el mismo Ananías practicó. El cuadro verbal que Lucas pinta es vívido, aunque carece de detalles. Usando un lenguaje por demás descriptivo, revela que Pablo recibió la vista, pero las palabras respecto a la llenura del Espíritu Santo son esquemáticas. No da una secuencia de los hechos por lo cual no podemos establecer con exactitud en qué momento ocurrió la venida del Espíritu Santo. Dice que después que recuperó la vista, Pablo fue bautizado. De esta manera Ananías entra y sale de la narración, y no sabemos nada más sobre él.

2. El buen resultado de su misión del discipulador. Con las palabras de Ananías, Pablo salió de su confinamiento al recobrar la vista (v. 18): «Y al momento cayeron de sus ojos como escamas». La palabra “escamas” (lepides del verbo lepō, “pelar”) se aplica a las escamas de peces y cocodrilos. Como en varias conversiones que se registraron antes en Hechos, el bautismo de agua siguió a la conversión (8:12, 38). Fue bautizado (ebaptisthë) aparentemente por Ananías (22:16) como símbolo de la nueva vida en Cristo ya comenzada, y posiblemente en el estanque en la casa de Judas, siendo el agua abundante en Damasco, o en el río Abana o Farfar (Furneaux), que a decir de Naamán eran mejores que todas las aguas de Israel (2 Reyes 5:12). Comió por primera vez en tres días y un retorno de la fuerza física acompañó la afluencia del nuevo poder espiritual. Es significativo el hecho que la satisfacción de una necesidad espiritual precede a la de una necesidad física.

Cuando una persona es verdaderamente convertida, siempre suceden ciertas cosas. Hay ciertas marcas que muestran la realidad de esa conversión como en el caso de Pablo: 1. Tuvo un encuentro con el Señor y oyó Su voz (Hechos 9:4–6). Recibió una revelación divina, y sólo eso pudo convencerle y transformarle en el humilde indagador y devoto seguidor que llegó a ser. 2. Se llenó del anhelo de obedecer al Señor y hacer Su voluntad (Hechos 9:6). 3. Comenzó a orar (Hechos 9:11). 4. Fue bautizado (Hechos 9:18). 5. Se unió en comunión con el pueblo de Dios (Hechos 9:19). 6. Comenzó a testificar poderosamente (Hechos 9:20). 7. Creció en la gracia (Hechos 9:22). Sabemos que el hombre que subió de aquellas aguas bautismales era un hombre convertido porque era un hombre transformado. Donde antes había orgullo intolerante, ahora había humildad escarmentada. Donde antes había autojustificación farisaica, ahora había un deseo ferviente de conocer sólo a Cristo y la justicia que procede de la fe en Él. Donde antes había impotencia moral y frialdad espiritual, ahora estaba el poder y la alegría del Espíritu Santo. Donde antes había una ambición fanática de destruir iglesias, ahora había un deseo ferviente de multiplicar las iglesias.

  • La propagación 9:19b–22. El mensaje de Saulo fue que el Dios eterno, que obró en la creación del universo, había venido en la persona de Jesús para ser el Redentor del mundo. Empezó su predicación pública en la sinagoga, y ese fue casi siempre el primer lugar al que llegaba durante sus viajes misioneros por el mundo. La forma en la que Dios cambió al perseguidor de los seguidores de Jesús en un predicador del nombre de Jesús produjo perplejidad; tal vez a algunos les resultaba difícil tomarlo en serio. Pablo no se desanimaba por el escepticismo de ellos. No se nos dice si algunos creyentes se agregaron a la iglesia de entre los judíos que escucharon a Saulo; estaban confundidos, consternados, porque no podían desmentir lo que Pablo decía. Pero aun así, no creyeron. En un sentido muy real, el antiguo Saulo de Tarso ya no existía (2 Corintios 5:17). El celo, la energía y el talento que había utilizado antes para destruir a la iglesia ahora iban a ser usados al servicio del Señor de la iglesia.

1. Saulo predica en Damasco (9:19b–20). La buena obra que ha sido comenzada en Saulo avanza de manera admirable. Se puso a predicar a Jesús (ekërussen ton Iësoun), predicaba, kerusso; Strong #2784: proclamar públicamente, exhortar, clamar con voz clara, comunicar. Pablo llama abiertamente a Jesús el Hijo de Dios con un pleno reconocimiento de su deidad desde el mismo principio. Saulo comienza con esta verdad y nunca la deja. Con esta fe puede sacudir al mundo. No hay poder en ninguna otra predicación. Por una parte el amor de Cristo actúa como un imán en la vida de Saulo, uniéndolo a los demás hermanos para demostrarles su sincero afecto en el Señor. Pudo confortarles y reconstruir las relaciones destruidas por la ferocidad religiosa. La gente, al escucharlo, lo reconocieron como el que había venido para atacar a los seguidores de Jesús. No obstante, ahora estaba testificando a favor de Él.

Significativo es el hecho que la expresión Hijo de Dios aparece en Hechos sólo en el versículo que describe el comienzo de la predicación de Pablo. Es decir, la predicación de Pablo comienza con la afirmación que Jesús es el Hijo de Dios, quien ha cumplido las profecías del Antiguo Testamento. Aun si el término Hijo de Dios se aplicara a los israelitas o a la nación de Israel (Jeremías 3:19–20; Oseas 11:1), el concepto de hijo se aplica específicamente a un descendiente real de David (2 Samuel 7:14) y el Mesías (Salmos 2:7). Jesús nunca usó el título excepto cuando, en el juicio, el sumo sacerdote le preguntó si él era el Hijo de Dios (Mateo 26:63). Cuando Jesús respondió afirmativamente, lo acusaron de blasfemia. Ahora, Pablo continúa predicando en las sinagogas de Damasco que Jesús es el Hijo de Dios y así revela el corazón de la fe cristiana.

Este episodio de Pablo en Damasco, no obstante que la narración de Los Hechos lo presenta de una manera continua (vv. 10–25), parece que sucedió en dos etapas. Entre una y otra hay que colocar el viaje a Arabia de que se habla en Gálatas 1:17. No se sabe cuánto tiempo pasó Pablo en su estancia en Arabia, pero sí que desde allí volvió a Damasco. Todo incluido —primera estancia en Damasco, retiro en Arabia y segunda vez en Damasco— forma un total de tres años (vv. 25, 26; Gálatas 1:18). La ida a Arabia debe ubicarse entre los vv. 21 y 22. Y así queda explicada esa aparente contradicción en que parece incurrir Lucas al hablar de algunos (pocos) días (v. 19) y de muchos días (v. 23), en cuanto al tiempo que Saulo pasó en Damasco.

2. Los judíos que le escuchaban quedaban atónitos, v. 21–22. Saulo siguió fortaleciéndose cada día más y predicando que Jesús es el Mesías. Su defensa de esta verdad dejó consternados a los judíos, que anteriormente lo habían respetado y admirado por sus convicciones, porque no podían comprender este cambio repentino. Los argumentos de Saulo tenían poder porque era un notable erudito. Pero lo más convincente fue el cambio de vida. Lucas describe la reacción de los judíos que asistían a los cultos de adoración en la sinagoga. Se preguntan si están escuchando a un representante del sumo sacerdote o a un cristiano. Esperan oír un mensaje del sumo sacerdote en Jerusalén e instrucciones para la persecución de los cristianos. El gr. existanto significa “estaban fuera de sí mismos, habían perdido sus sentidos”; mucha gente respondió de la misma manera a Jesús (Marcos 2:12; 5:42; 6:51), los judíos damascenos estuvieron confundidos (synej̱ynnen, “aturdidos” de synj̱eō, usado en el N.T. sólo en 2:6; 9:22; 21:27, 31). Se sorprenden de lo que le ha ocurrido.

El cambio radical de Pablo los toma por sorpresa y así, en un sentido les priva de la capacidad de levantar cualquier objeción. Los judíos atesoraban la sagrada Palabra, pero se sentían confundidos y desconcertados cuando Pablo les muestra el cumplimiento de estas profecías mesiánicas. No están capacitados para oponerse a este erudito quien, lleno con el Espíritu Santo, les muestra la verdad de la Escritura. Sus esfuerzos débiles para defenderse resultan en contradicción, confusión y derrota. Deben admitir que Pablo está correcto en su enseñanza y que todo lo que él dice está en armonía con la Palabra de Dios. Se ve que muchos fueron convertidos por la predicación de Saulo, pues en el versículo 25 se nos habla de sus discípulos, lo que demuestra, que algunos le consideraban ya como su padre espiritual.

Conclusión.

Prestemos atención al fariseo orgulloso, el opresor despiadado, el blasfemo atrevido, ¡orando! Aun ahora ocurre lo mismo con el infiel orgulloso o el pecador abandonado. Ahora empezó a orar de una manera diferente de lo que hacía antes, la gracia regeneradora pone a orar a la gente; más fácil es que halle a un hombre vivo que no respira que a un cristiano vivo que no ora.

¿Tú también te has convertido al igual que Pablo? Quizás tengas dudas. Es comprensible esa vacilación. La conversión va unida al sentimiento de riesgo, es un paso de fe hacia la vulnerabilidad y la inseguridad. Pero, algunas veces, sólo corriendo el riesgo podremos descubrir las cosas buenas. ¿No es una de las mayores pruebas de la resurrección de Cristo el que este hombre, Pablo para todos se convirtiera? Después de todo, allí estaba él, en el sitio clave de Jerusalén. Nadie tuvo más oportunidades de investigar la verdad de lo que proclamaba el cristianismo, ni mayor motivación para hacerlo. Si esa tumba no hubiera estado vacía, y si las noticias de lo que había sucedido en aquel primer Domingo de Resurrección no hubieran sido creíbles, Pablo lo habría sabido con toda seguridad. Él tenía más razones que nadie para demostrar que los cristianos eran unos mentirosos y unos charlatanes. Cuando caminaba por el camino de Damasco, no lo hacía como un hombre seguro de que el cristianismo era una tontería imposible de defender, sino como alguien cargado de ansiedad interior por si aquello era verdad. Si un hombre del primer siglo con tantos prejuicios contra el cristianismo como Pablo pudo convertirse, ¿has de cometer un suicidio intelectual para pensar que tú también puedes? O quizás el problema no sea la duda, sino la indignidad. Sentir no merecer ser cristiano. No pertenecer al grupo de personas de pensamientos elevados y moralidad respetable que van a la iglesia. Pensar en todos aquellos pecados secretos que todos intentan encubrir, incluso los amigos más cercanos, y sentir no ser lo suficientemente bueno. La bondad no tiene nada que ver con todo esto. Saulo de Tarso, quería ver a los cristianos muertos. Si él hubiera podido intervenir personalmente en la crucifixión de Cristo, no habría sido un enemigo de su causa mayor de lo que fue. Pero Cristo se le apareció, le perdonó, le restauró y le convirtió (1 Timoteo 1:15). Si Él puede salvar a los peores pecadores, ¿no va a poder salvarnos a nosotros? Somos indignos, pero el amor y la gracia de Cristo es mucho mayor a cualquier sentimiento de fracaso y de debilidad.

¿Te has convertido tu también? No es solo ¿has visto la luz celestial que vio Saulo de Tarso? La cuestión no es si ha ocurrido algo sobrenatural alrededor. Fuéramos lo que fuéramos en el pasado, ¿podemos confesar que Jesús es el Señor de nuestra vida con todo lo que ello implica? Porque si podemos hacerlo, de seguro nos hemos convertido. Por muy poco espectacular que pueda parecer la experiencia en relación con la del camino de Damasco, hemos pasado de muerte a vida. Como Pablo, debemos ser bautizados e identificarnos dentro de la comunidad cristiana. Hay muchos Ananías que están anhelando llamarnos hermano o hermana. Si, por el contrario, no podemos confesar que Jesucristo es nuestro Señor, entonces por muy sensacionales que puedan ser los testimonios de nuestras experiencias sobrenaturales del pasado, no nos hemos convertido. Puede que estemos en camino de Damasco, pero no nos hemos encontrado con Cristo Resucitado. ¿Podría ser que, en este mismo momento, al considerar la conversión del apóstol, escuchemos la voz de Cristo llamándonos por nuestro nombre de una manera personal, como le pasó a él? ¿Podría ser que, en este mismo momento, el cielo estuviera con el aliento contenido esperando escucharte responder: «Señor»? Si es así es momento de atender al llamado de Cristo. Es momento de decir: ¡Si!

Oremos.

10 julio del 2022, Guadalajara, jalisco, Mexico.

Misión el Calvario

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Cuatro Prácticas Indispensables Para Ejercer El Pastorado.

1 Pedro 5:1–4

Anciano = obispo = pastor. La función espiritual de este grupo de hombres se ve en el verbo “apacentar” y en el nombre “pastor” (Hechos 20:28, 1 Pedro 5:2). Los miembros son “ovejas” y el pastor cuida del rebaño. Esta imagen llegó al judaísmo y al cristianismo a través de los profetas del Antiguo Testamento. Los reyes y sacerdotes eran los pastores del pueblo judío. La imagen del rebaño se usa a menudo en la Biblia, y es muy instructiva. Los pastores judíos apacentaban a sus ovejas, no por la carne (lo que habría sido costosa) sino por lana, leche y corderos. Las ovejas se usaban para los sacrificios. Pedro les recordó a los ancianos y pastores las responsabilidades que Dios les había dado. El pastor de ovejas en el mundo del medio oriente tenía importantes tareas: defendía a los animalitos de sus enemigos naturales tales como lobos y leones; los guiaba a los campos más fértiles y de vuelta al redil, buscaba el alimento y agua necesarios, sanaba a los enfermos y buscaba a los perdidos. Es muy instructivo comparar estas funciones con las responsabilidades de los pastores espirituales. Pedro se dirige al equipo de hombres que tienen el liderazgo de la congregación, son responsables del bienestar espiritual de los miembros de la iglesia, participando en la enseñanza, y dirigiendo a los congregantes, conforme a los distintos dones espirituales que tengan. Los tiempos de crisis exigen que el pueblo de Dios tenga adecuado liderazgo espiritual (1 Pedro 4:17). Los que pastorean la grey deben cumplir con los requisitos de 1 Timoteo 3:1–7 y Tito 1:3–9. El encargo de Pedro a los ancianos fue dado con tres pares de exhortaciones tanto positivas como negativas. Las exhortaciones reflejan Ezequiel (34:1–16), donde los falsos pastores se comparan con el verdadero Pastor. ¿Quién habla, quien da estas recomendaciones, en boca de quien nos llegan estas encomiendas?

  • a. Una experiencia personal y vital con Cristo (v. 1). El anciano y el pastor han de estar todos los días en comunión con Cristo. Entonces, como Pedro, tendrán mucha sabiduría y experiencias para edificar a los demás. El anciano necesita estar creciendo constantemente en su conocimiento de la Palabra de Dios y de la doctrina. Ha de ser una persona llena del Espíritu Santo que lleva a la práctica diaria su conocimiento del Altísimo. Debe ser un ejemplo de madurez espiritual. Los ancianos eran oficiales de la iglesia que proporcionaban supervisión, protección, disciplina, instrucción y dirección a otros creyentes. Tanto griegos como judíos daban gran honor a los ancianos sabios, y la iglesia cristiana continuó ese modelo de liderazgo.Al dirigirse a los ancianos (presbyterous, Hechos 11:30; 20:17), utiliza una palabra que lo identifica como quien tenía el mismo oficio (sympresbyteros, “copresbítero”). Como anciano, el apóstol hablaba por experiencia propia. La autoridad de Pedro venía del hecho de ser apóstol (1 Pedro 1:1) y testigo (martys; Hechos 3:15; 10:39) de los padecimientos de Cristo. Pedro les pide apacentad la grey de Dios, exactamente lo que Jesús le había dicho a él (Juan 21.15–17). Su identificación con los ancianos es un ejemplo poderoso del liderazgo cristiano, en el que la autoridad se basa en el servicio, no en el poder (Marcos 10.42–45). Como testigo, Pedro había visto al Pastor morir por las ovejas, y la memoria de tal amor lo constriñe a cuidar de ellas como fiel pastor (Juan 21:15–17). Este término por lo general se usa en sentido figurado; todo creyente es, de hecho, un testigo de Cristo. Pedro también se refirió a sí mismo como participante (koinōnos, 1 Pedro 4:13) de la gloria que será revelada. Pedro acababa de explicar que aquellos que comparten los sufrimientos de Cristo también compartirán su gloria (4:13). La Escritura revela una gloria que es celestial, divina y eterna. En su epístola, Pedro enseña que la gloria celestial es duradera. Esto es lo que dice: compartimos la gloria que Dios continuará revelando (5:1), recibiremos una corona de gloria inmarcesible (5:4), y hemos sido llamados a la gloria eterna de Dios en Cristo (5:10). La gloria celestial que compartimos con Cristo es eterna.

Por tanto el pastor debe ser un hombre que anda con Dios y que está creciendo en su vida espiritual. Pablo amonestó en ello a Timoteo (1 Timoteo 4:15). La palabra “progresar” en el original quiere decir avance pionero. Los ancianos deben estar constantemente avanzando a nuevos territorios de estudio, de logro y ministerio. Si los líderes de la iglesia no están avanzando, la iglesia no avanzará. A veces Dios permite que las pruebas vengan a una iglesia para que el pueblo se vea forzado a crecer y descubrir nuevas verdades y oportunidades. Pedro creció en su experiencia espiritual al sufrir por Cristo en la ciudad de Jerusalén. No fue perfecto en ningún sentido; es más, Pablo tuvo que reprenderlo una vez por su inconsistencia (Gálatas 2:11–21). Pero Pedro estaba rendido a Cristo y dispuesto a aprender todo lo que Dios quería enseñarle. Así debe actuar cada pastor, cada ministro, cada anciano.

  • b. Voluntario, no por obligación (v. 2ª). Apacentad el rebaño de Dios que está a vuestro cargo, cuidándolo no por la fuerza, sino de buena voluntad según Dios. No como una obligación impuesta (2 Corintios 9:7), sino de buen grado, según Dios, esto es, al aceptar gozosamente el llamamiento de Dios y hacer lo que saben que es voluntad de Dios e imitando la forma de obrar de Dios (Lucas 6:36). No obra por obligación, por coerción, por fuerza o restricción. La actitud deseada es semejante a la de una persona que entrega sus donaciones (2 Corintios 9:7). Desde el punto de vista positivo, un anciano debe servir voluntaria y espontáneamente para agradar a Dios (Filemón 14). Lo hace libremente, con el único propósito de cumplir con la voluntad de Dios. Al hacerlo, demuestra su amor y su gratitud hacia Dios.

El pastor debe tener una preocupación de amor por las ovejas de Dios. La grey pertenece a Dios, pero los ancianos han recibido la responsabilidad de servir como subpastores. Pedro relaciona la acción del pastor de ovejas con la labor pastoral de la iglesia. El apacentar tiene la connotación de cuidar en forma integral. Pedro indica la clase de cuidado: Apacentar con ternura voluntaria, no por obligación. Pastorear (poimánate) han de apacentar a las ovejas, no a sí mismos; teniendo en cuenta que no son su rebaño, sino el rebaño de Dios. Los pastores tenían que proteger a las ovejas de los ladrones y merodeadores, y el pastor debe proteger al pueblo de Dios de los que quieren arruinar al rebaño (Hechos 20:28–35). A veces a las ovejas no les gusta cuando su pastor las regaña y les advierte, pero este ministerio es para su propio bien. El pastor fiel no solamente protegía su rebaño, sino que también los llevaba de prado a prado para que pudieran alimentarse adecuadamente. El pastor siempre iba delante del rebaño y examinaba la tierra a fin de que no hubiera nada que pudiera hacer daño a su rebaño. Averiguaba si había culebras, hoyos, plantas venenosas y animales peligrosos. Qué importante es que los pastores conduzcan a su gente a los pastos verdes de la Palabra de Dios para que puedan alimentarse y crecer.

A veces era necesario que el pastor buscara a una oveja y le diera atención personal. Algunos pastores de hoy se interesan sólo en las multitudes; no tienen tiempo para los individuos. Jesús predicó a grandes multitudes, pero dedicó tiempo para conversar con Nicodemo (Juan 3), la mujer junto al pozo (Juan 4) y otros que tenían necesidades espirituales. Pablo ministró personalmente a la gente de Tesalónica (1 Tesalonicenses 2:11) y los amaba profundamente. Si una oveja es demasiado rebelde, el pastor puede disciplinarla de alguna manera. Si una oveja tiene una necesidad especial, el pastor tal vez la lleve cargada en sus brazos, junto a su corazón. Al final de cada día, el pastor fiel examinaba cada oveja para ver si necesitaba atención especial. Ungía las lesiones con aceite curativo, y les quitaba los espinos de la lana. El buen pastor conoce a cada una de sus ovejas por nombre y entiende los rasgos especiales de cada una.

No es fácil ser pastor fiel de las ovejas de Dios, es una tarea de nunca acabar y exige el poder sobrenatural de Dios a fin de hacerla correctamente. Lo que lo hace incluso más desafiante es el hecho de que el rebaño no pertenece al pastor; sino a Dios. Debemos tener cuidado en cuanto a cómo ministramos al rebaño de Dios, porque un día daremos cuenta de nuestro ministerio. Pero las ovejas también darán cuenta de cómo han obedecido a sus líderes espirituales (Hebreos 13:17), así que tanto pastores como ovejas tienen una gran responsabilidad unos a otros. La supervisión de la grey de Dios no es una tarea a la que los hombres sean obligados por elección o designación. El Espíritu Santo da la carga y la capacidad, y los ancianos deben responder con un corazón bien dispuesto (1 Timoteo 3:1). Junto con la capacitación divina, tiene que haber buena disposición humana.

  • c. Con deseo sincero, no para obtener ganancia (2b). No por ganancias deshonestas, sino de corazón. El ministro debe vigilar la grey no para ganancia o rédito personal, sino con prontitud y disposición de ánimo. Este espíritu también puede aplicarse al amor a la fama o la posición. No debe desempeñarse por afán de lucro, sino por afán de servir, no para sacar ventajas económicas de la función que ejercen, sino para servir del mejor modo posible al rebaño que tienen a su cargo (2 Corintios 12:14, 15). Las presiones sociales o económicas no deben sustituirse por la motivación pura de hacer la voluntad de Dios y servirle libremente y con buena disposición. Apacentar sin avaricia o explotación. Apacentar sin manipulación o cohesión. Más bien, pastoreando como verdadero siervo.

La prohibición ni por ambición de dinero es reveladora, ya que este es uno de los vicios que los ancianos deben evitar (1 Timoteo 3:3, 8; Tito 1:7, y 11). Durante su ministerio terrenal, Jesús instruyó a los discípulos al decirles: “El obrero es digno de su salario” (Lucas 10:7). Pablo amplía este pensamiento cuando escribe acerca del sostén material del predicador. Él dice: “Así también ordenó a los que anuncian el evangelio que vivan del evangelio” (1 Corintios 9:14). Y en las epístolas pastorales Pablo indica que los ancianos recibían remuneración por sus tareas en la iglesia. “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Timoteo 5:17). Los ancianos, sin embargo, deben evitar todo deseo de enriquecerse. Si cedieran a este deseo, cometerían el pecado de avaricia, “que es idolatría” (Colosenses 3:5). Lo que se prohíbe no es el deseo de una remuneración adecuada, sino una ambición sórdida de ganancia. Pedro dice a los ancianos que no sean avaros, sino que deben tener “afán de servir”. Dice que deben estar llenos de entusiasmo en su tarea de servir al pueblo de Dios. Deben hallar su satisfacción en servir a Cristo, no en servir el Dinero.

La palabra obispo quiere decir supervisor, el que supervisa con el propósito de dirigir. El pastor está tanto “entre” como “sobre”, y esto puede producir problemas si las ovejas no entienden. Debido a que es una de las ovejas, el pastor está “entre” los miembros del rebaño. Pero debido a que ha sido llamado a ser su líder, el pastor está “sobre” el rebaño. A veces la gente trata de hacer énfasis en la relación de “entre” y rehúsa seguir la autoridad del pastor. Otros quieren poner al pastor en un pedestal y hacerlo un “súper santo” que nunca se mezcla con la gente. El pastor eficaz necesita ambas relaciones. Debe estar “entre” su gente para que pueda llegar a conocerlas, así como sus necesidades y problemas; y necesita estar “sobre” su pueblo para que pueda dirigirlos y ayudarles a resolver sus problemas. No deberá haber conflicto entre pastorear y predicar, porque ambos son ministerios del pastor fiel.

El predicador necesita ser pastor para que pueda aplicar la palabra a las necesidades de la gente. El pastor necesita ser predicador para que pueda tener autoridad cuando interviene en sus necesidades y problemas diarios. El pastor no es un conferencista religioso que transmite semanalmente información en cuanto a la Biblia. Es un pastor que conoce a su gente y ayuda mediante la Palabra de Dios. Ánimo pronto quiere decir una mente anhelante. Es la misma palabra que Pablo usó en Romanos 1:15: “mi gran anhelo de predicarles el evangelio” (NVI). Quiere decir una disposición para servir y un anhelo de corazón. Hay una diferencia entre el verdadero pastor y el asalariado: el asalariado trabaja porque se le paga para eso, pero el pastor trabaja porque ama a las ovejas y tiene su corazón dedicado a ellos (Hechos 20:17–38).

  • d. Como un buen ejemplo, sin enseñorearse (v. 3). No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cargo, sino como ejemplos para el rebaño. No dominando como señores, no como quien con un ordeno y mando tiene a todos en un puño o, mejor, bajo las botas (el verbo aparece aquí y en otros tres lugares: Mateo 20:25; Marcos 10:42; Hechos 19:16), sino guiando con el ejemplo: haciéndoos modelos (griego túpoi) del rebaño. Los pastores que sirven por motivaciones falsas sólo se cuidan a sí mismos y devoran al rebaño (Ezequiel 34:2–3). En todo el anciano debía ser un ejemplo a los que sirve.

El anciano no busca el poder, sino ser ejemplo de la grey. Lo que (v. 3) nuestras versiones traducen con seis o siete palabras («los que están a vuestro cuidado», RV; «la porción de fieles confiada a vosotros», NVI), el griego original lo expresa en dos: ton kléron significa “porción designada”; kleros, de donde proviene nuestra palabra “clero”, era originalmente un trozo de tierra asignado; luego se refirió a una función asignada por suerte y aquí se refiere al rebaño asignado a un pastor en particular. El clero no es por tanto la casta que está por encima de los laicos, sino que indica las heredades, las porciones de fieles encomendadas a los respectivos pastores. Jesús, entonces, confía diversas partes de su iglesia a los ancianos y los considera responsables ante Dios por el trabajo que cumplen (Hebreos 13:17). Los ancianos sirven al pueblo de Dios no por sus capacidades naturales de liderazgo ni porque Pedro los haya ordenado como presbíteros. Sirven porque Jesús el Jefe de los pastores los ha llamado a esta tarea. La palabra que se traduce teniendo señorío (katakyrieuontes) incluye la idea de dominación, como en el mandato de una persona fuerte sobre alguien que es débil (Mateo 20:25; Marcos 10:42; Hechos 19:16). Ezequiel acusó a los falsos pastores diciendo: “Os habéis enseñoreado de ellas [las ovejas] con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor” (Ezequiel 34:4–5).

Posiblemente la tentación más grande del líder es acostumbrarse a dirigir y a mandar. Jesús enseñaba que el liderazgo espiritual no es así.  “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). El pastor de ovejas debe caminar delante de ellas para que le sigan. Los miembros de la congregación harán lo mismo porque verán en él lo que ellos quieren ser, personas moldeadas por el Espíritu de Dios. El contraste es entre dictadura y liderazgo. No se puede arrear a las ovejas; hay que ir delante de ellas y dirigirlas. Bien se ha dicho que la iglesia necesita líderes que sirvan y siervos que dirijan. Es al ser ejemplo que el pastor resuelve la tensión entre estar “entre” las ovejas y estar “sobre” las ovejas. La gente está dispuesta a seguir al líder que practica lo que predica y les da buen ejemplo para imitar. No podemos dirigir a otros a donde no hemos ido nosotros mismos.

Cada anciano tiene su propio rebaño que cuidar, pero las ovejas en su totalidad pertenecen a un solo rebaño del cual Jesucristo es el Pastor principal. El Señor asigna a sus obreros a lugares que él escoge, y todos debemos someternos a él. No hay competencia en la obra de Dios cuando se está sirviendo en la voluntad de Dios. Por consiguiente nadie tiene que darse importancia y “tratar despóticamente al pueblo de Dios. Los pastores deben ser “supervisores” y no “capataces”. Pedro exhortó a los ancianos a ser ejemplos (typoi, “tipos o patrones”) y a que fueran un modelo que las personas pudieran seguir. No debían arrear al pueblo de Dios, sino conducirlos, modelando el carácter cristiano maduro. Los ancianos deberían ser ejemplos, no dictadores. Los líderes de la iglesia deben “ser modelos del rebaño”. Pablo instruye a Timoteo que sea ejemplo de los creyentes en el hablar, en la vida, en el amor, en la fe y en la pureza (1 Timoteo 4:12; y Tito 2:7). Los ancianos deben instar a la gente a imitarlos en la verdadera obediencia al evangelio de Cristo. Además, cuando estos líderes proclaman la Palabra con fidelidad y viven en consonancia con ella, están realzando al nombre de Cristo y fortaleciendo asimismo su propia autoridad. En suma, para los ancianos las palabras y los hechos deben ser sinónimos (1 Corintios 11:1; Filipenses 3:17). Muchos de los abusos en la Cristiandad quedarían eliminados por la simple obediencia a las tres instrucciones dadas en los vv. 2 y 3. La primera aboliría toda desgana. La segunda pondría fin al comercialismo y mercantilismo. La tercera sería la muerte del oficialismo en la iglesia.

  • e. La recompensa para los ministros que sigan estas recomendaciones (4). Cristo, el príncipe de los pastores (arj̱ipoimenos) es “el pastor verdadero” (Ezequiel 34:11–16), “el buen pastor” (Juan 10:11, 14) y “el gran pastor” (Hebreos 13:20). Cuando Cristo regrese, los pastores fieles compartirán su gloria (1 Pedro 5:1) y recibirán coronas inmarcesibles (1:4). Esta es una corona de Gloria que nunca se desvanece (Mateo 25:23; Efesios 6:8; Apocalipsis 3:11). Que le será otorgada debido al deseo de agradar sólo a Cristo. La recompensa al buen servidor es eterna. La meta es seguir su ejemplo y obedecer el llamamiento que recibimos de él.

La obra de un anciano involucra un enorme dispendio de energía física y emocional. Ha de simpatizar, aconsejar, reprender, amonestar, enseñar, disciplinar y advertir. En ocasiones puede parecer una tarea ingrata. Pero al anciano fiel se le promete una recompensa especial. Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibirá la corona incorruptible de gloria (ton amarantinon tës doxës stephanon). Amarantos es inmarcesible. Amarantinos procede de esta palabra, lo mismo que el nombre de la flor de amaranto (que recibe este nombre porque nunca se marchita, y es avivada si se humedece con agua, empleándose por ello como símbolo de inmortalidad). La que Pedro menciona aquí no es corona de oro (Apocalipsis 4:4, 10), sino de amaranto (amarántinon), la flor que no se marchita (1:4), y es, por tanto, una corona de gloria inmortal (1 Corintios 9:25). Había varios tipos de coronas en esos días. Pedro utilizó una metáfora deportiva (1 Corintios 9:23) junto a una floral. La que Pedro menciona era la corona del atleta, que por lo general era una guirnalda de hojas y flores que pronto se secaban. La corona del pastor es una corona de gloria, una recompensa perfecta para una herencia que nunca se desvanece (1 Pedro 1:4). Es un símbolo de la victoria de los creyentes en la batalla contra el pecado y el egoísmo, y también de su paciencia y fidelidad ante el sufrimiento en nombre de Cristo.

No sabemos demasiado acerca de las coronas prometidas en las Escrituras: la corona de gozo (1 Tesalonicenses 2:19), la corona de justicia (2 Timoteo 4:8), la corona de la vida (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10), y la corona de gloria. No sabemos si serán coronas literales que podremos echar a los pies del Salvador; si sencillamente indican el alcance de la responsabilidad que nos será dada durante el reinado de Cristo (Lucas 19:17–19); o si son facetas del carácter cristiano que llevaremos en la eternidad. Pero sí sabemos que serán amplia recompensa por toda lágrima, prueba y sufrimiento que hayamos experimentado aquí abajo. Puesto que ésta es la epístola de la esperanza, Pedro trae a colación de nuevo la promesa del regreso del Señor. Su venida es un estímulo en el sufrimiento (1 Pedro 1:7–8) y una motivación para el servicio fiel. Si un pastor ministra para agradarse a sí mismo, o para agradar a la gente, tendrá un ministerio desalentador y difícil.

Conclusión.

Pedro les habla a los hombres que tienen posiciones de liderazgo en la congregación. No hay palabras más grandiosas e inspiradoras en toda las Escrituras para preparar a los pastores para los papeles que van a desempeñar. El pueblo de Dios prospera cuando quienes los dirigen tienen estas prácticas en sus ministerios:

  1. Cuando sirven por voluntad propia, no por obligación. A diferencia de los sacerdotes aarónicos, ser pastor no es algo que se hereda. Nadie debe ser presionado ni forzado a entrar en el ministerio por un sentimiento de culpa.
  2. Cuando no están en él por dinero. Las congregaciones tienen la obligación solemne de proporcionarles una vida decente a sus obreros y sus familias. Los obreros tienen una solemne obligación de que el dinero no los motive.
  3. Cuando se ven ellos mismos como siervos, no señores. Así como los esposos tienen a Cristo como modelo para usar su autoridad y responsabilidad en sus hogares, Dios quiere que su iglesia sea dirigida por hombres que usen su autoridad para llevarle bendiciones a su rebaño, no para obtener ellos ganancias egoístas.
  4. Cuando reprimen su deseo de ser adulados y permiten que el Señor se encargue de los premios y de la gloria. Las personas que dirigen tienen la promesa estupenda del Pastor Principal, que les promete coronas apropiadas de gloria cuando él regrese. Eso nos debe bastar.

En la actualidad el obrero cristiano tal vez trabaje por muchos tipos diferentes de recompensas. Algunos trabajan para establecer imperios personales; otros buscan el aplauso de los hombres; otros más buscan un ascenso en su denominación. Todas estas cosas un día se desvanecerán. La única recompensa que debemos procurar es el “¡Bien hecho!” del Salvador y la corona inmarcesible de gloria que la acompaña. Qué gozo será colocar la corona a los pies de Cristo (Apocalipsis 4:10) y reconocer que todo lo que hicimos se debió a su gracia y poder (1 Corintios 15:10; 1 Pedro 4:11). No tendremos deseo de gloria personal cuando veamos a Jesús cara a cara.

Todo en la iglesia local tiene éxito o fracasa según el liderazgo. Por grande o pequeña que sea, los líderes deben ser creyentes, cada uno con una relación personal con Cristo, un interés de amor por su gente, y un deseo real de agradar a Jesucristo. Dirigimos al servir, y servimos mediante el sufrimiento. Así fue como Jesús lo hizo, y es la única manera que verdaderamente le glorifica. Es el modelo que nuestro maestro y pastor nos ha dejado a cada uno de sus copastores.

Amén.

4 de julio del 2022, Ocotlán, Jalisco, Mexico.

Alianza ministerial de la Convención Emmanuel

Primera Iglesia Bautista de Ocotlán «Árbol de Vida»

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

La conversión de un férreo perseguidor de la iglesia de Cristo.

Hechos 9.1-9

Saulo ha sido mencionado dos o tres veces en el relato de Esteban. Su nombre en hebreo era Shaúl que significa pedido (a Dios); su nombre romano era Paulus (Pablo) que significa poco. Había nacido en Tarso, ciudad de Cilicia y había heredado de su padre la ciudadanía romana. Su padre y madre eran hebreos de raza (hebreo de hebreos), de la tribu de Benjamín. Tarso era una ciudad importante y allí es probable que Saulo aprendiese las primeras letras, su educación rabínica fue obtenida en Jerusalén a los pies de Gamaliel. Era persona de amplia cultura, tanto hebrea como griega, y había aprendido también el oficio de fabricar lonas para tiendas de campaña, cosa frecuente entre judíos letrados.

Saulo de Tarso estaba en plena campaña contra los cristianos, tratando de detener la marcha vigorosa de los del Camino. Y fue en camino a Damasco a donde iba a apresar a los cristianos para traerlos a la cárcel de Jerusalén, que tuvo un encuentro personal con Cristo, volviéndose de las tinieblas de su error a la luz gloriosa de la fe en Cristo. La historia de cómo este hombre llegó a unirse a los cristianos se relata al menos tres veces (capítulos 9, 22 y 26). La historia probablemente fue repetida por la importancia que Lucas atribuye al hecho. Sin embargo, cada reiteración agrega algo más del cuadro completo. Vemos en Pablo la conversión de un perseguidor de Cristo.

  • a. El carácter de Saulo (9:1–3). Cuán perverso era antes de su conversión, pues era quizás el más desagradable enemigo del cristianismo, aunque en cuanto a la justicia que es en la ley era irreprensible (Filipenses 3:6). Si preguntamos qué fue lo que ocasionó la conversión de Saulo, hay una sola respuesta posible. Lo que se destaca de la narración es la soberana gracia de Dios a través de Jesucristo. Saulo no ‘se decidió por Cristo’, como podríamos decir. Por el contrario, estaba persiguiendo a Cristo. Más bien fue Cristo quien se decidió por él e intervino en su vida.

1. La persona que era (v.1). Lucas trata de dejar bien claro que Saulo es un feroz oponente, por lo cual utiliza un lenguaje que deje en las mentes de sus lectores la confirmación del carácter feroz de Saulo (lymainomai, asolar en 8:3, es la base de nuestro vocablo castellano “eliminar”). En contraste con los líderes religiosos del pueblo, quienes no se interesaban en conocer la verdad, Saulo quería obedecer a Dios de todo corazón y participar en el avance de Su obra. Creía que al eliminar esta secta, estaría sirviéndole, lo hizo respirando todavía amenazas y muerte (enpneön apeilës kai phonou) bufaba de enojo. No «resoplando» (afuera), sino «respirando adentro» (inhalando), como un caballo de guerra que respira el olor de la batalla. El olor de la sangre en la muerte de Esteban fue placentero para el joven Saulo (8:1) y ahora se gozaba en la destrucción de los santos, tanto hombres como mujeres. Su búsqueda genuina provocó el encuentro con el Señor. No estaba satisfecho con asolar a los creyentes en Jerusalén (8:3, 4); estaba resuelto a destruir la iglesia donde quiera que ésta se encontrara. Consiguió cartas oficiales de presentación autorizándolo para ir a las sinagogas de Damasco y apresar a los judíos que se habían identificado con Cristo. La pureza de la fe judía estaba a salvo en sus manos. Ese era el motivo de su viaje. Damasco estaba bajo el rey Aretas, que no mantiene relaciones cordiales con el imperio. Damasco está cerca de 240 km al norte de Jerusalén, tenía una gran población judía y se podía considerar como un lugar adecuado donde los judíos creyentes en Jesús que eran perseguidos podían encontrar refugio.

La religión de Moisés, la cual había seguido asiduamente desde su juventud, no había sido capaz de satisfacer su alma. Le hacía sentirse pecador, pero no le ofrecía un sentimiento real de perdón; le hacía consciente de su naturaleza pecadora, pero no le ofrecía poder para resistir la tentación. Como resultado, a pesar de todos sus esmerados esfuerzos por guardar la ley de Dios, nunca había disfrutado de alivio en su conciencia o sentido una verdadera victoria moral. Era constantemente acosado por la introspección y los sentimientos de culpa, y se acusaba a sí mismo. A pesar de ser un judío impecable, reconocía en su interior que estaba corrompido y sucio ante los ojos de Dios. A pesar de sus oraciones, realmente no conocía a Dios; y por mucho que se esforzara moralmente, esto no le otorgaba el calor y la espontaneidad que él deseaba en su relación con Dios. La suya era una religión muy fría, llena de autojustificación y orgullo que dejaba vacío su corazón, anhelando tener la seguridad de que este Dios al que servía le aceptaba, le valoraba, le necesitaba y le amaba. No gozaba de paz ni de alegría; y cuanto mayor era su celo por su religión, más frustrado se sentía espiritualmente. Saulo no fue el primero, ni tampoco el último, que levantó una barrera de antagonismo frente al cristianismo, al tiempo que en su interior se sentía conducido de una manera irresistible hacia él, estaba atrapado en ese camino por su orgullo intelectual. Saulo por dentro estaba en lucha consigo mismo, intentando desesperadamente silenciar los ataques secretos de su conciencia, lo que le convertía en un militante tan agresivo. Sólo Dios lo sabía y podía ver lo duro que para él resultaba el resistir el aguijón. Saulo de Tarso aguantaba deliberadamente las punzadas de su convicción interior. Su seguridad externa encubría un corazón asediado y dividido. La obra de la conversión no está limitada a los locales de la iglesia. Algunos son llamados en el camino o en la calle; allí puede el Espíritu encajar con nosotros, pues sopla donde quiere. El que había de ser apóstol de los gentiles, fue convertido a la fe de Cristo en un país pagano. A veces, la gracia de Dios obra en los pecadores cuando están en su peor estado, pues así resplandece mejor la gloria del poder y de la gracia de Dios.

2. Su enemistad especial contra los cristianos de Damasco. Pidió cartas para las sinagogas de Damasco. En lenguaje moderno, el sumo sacerdote le proveyó de una orden de extradición para los cristianos judíos que habían huido de Jerusalén ante la persecución judía (9:14, 21; 22:5; 26:10). Dice que estos discípulos se encuentran en Damasco (vv. 10, 19), Jerusalén (v. 26), Jope (v. 36) y Lida (v. 38). Estaba a punto de poner por obra el edicto cruel contra los cristianos, pero fue impedido ahora de ejecutarlo, esto fue: (a) un gran favor para los pobres santos de Damasco, quienes tenían noticias de su venida (vv. 13, 14). Cristo tiene muchas maneras de librar de la tentación a los suyos; a veces, lo hace al cambiar el corazón de sus perseguidores. (b) Fue, sobre todo, un gran favor al propio Saulo. Hemos de estimar como una señal especial del favor de Dios el que nos impida llevar a cabo un mal propósito.

El gobierno romano había dado limitada autoridad al Sanedrín para conducir y controlar acontecimientos en las sinagogas o relacionados con la vida judía dentro del Imperio (1 Macabeos 15:16–21 o Josefo, Antigüedades, 14:10.2). Al parecer, estas eran cartas de extradición Damasco era un centro comercial adonde llegaban caravanas de todos los lugares del antiguo mundo, y donde empezaba a florecer la fe cristiana, ¿qué jurisdicción podría tener el sumo sacerdote sobre las sinagogas de Damasco? El judaísmo era una religión legal reconocida en el mundo grecorromano. Roma reconocía el derecho de extradición cuando el sumo sacerdote de Jerusalén lo invocaba. Damasco estaba bajo la jurisdicción de Areto IV, rey nabateo (2 Corintios 11:32–33). Puesto que odiaba a los romanos, ese monarca tal vez concedió ese favor al sumo sacerdote con el fin de ganarse el favor de los judíos antiimperialistas. ¿Por qué los judíos en Jerusalén querían perseguir a los cristianos en lugares tan distantes como Damasco?: (1) apresar a los cristianos que huyeron, (2) contener y prevenir la difusión del cristianismo a otras ciudades importantes, (3) evitar que los cristianos siguieran suscitándole problemas a Roma, (4) promover la carrera de Saulo y fortalecer su reputación como un verdadero fariseo celoso de la Ley, (5) unificar las facciones del judaísmo dándoles un enemigo común.

3. La luz como emblema de la presencia de Dios. Repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo (v. 3b), pero después se nos declara (v. 17) que el Señor Jesús estaba en aquella luz. Es una luz singular de origen divino y le demuestra que el Señor está más cerca de él que lo que él pensaba. No es una guía para el camino de Saulo sino una iluminación para su corazón. Aparece para detenerlo en su loca carrera, cobijado bajo la violencia de una tradición de orgullo (Filipenses 3:3–6). La luz le rodeó repentinamente, porque las manifestaciones de Cristo a las pobres almas son a menudo repentinas y sorprendentes, alcanzándolas con las bendiciones de su bondad. Era una luz del cielo, superior en brillo a la del sol (26:13), pues fue visible al mediodía. No le dio sólo en el rostro, sino que le rodeó por todas partes. El diablo se acerca en la oscuridad y así se apodera de las almas, pero Cristo viene al alma con luz, pues Él mismo es la luz del mundo (Juan 8:12). La primera cosa de esta nueva creación, como en la primera, es luz. Es muy posible que esta sea una luz que se relaciona física y teológicamente con la gloria Shekinah, la presencia de Yahvé con Israel durante el período errante en el desierto. El concepto hebreo de gloria toma el aspecto de luz brillante en este acontecimiento histórico.

¿Podría compararse aquella experiencia con un ataque de epilepsia o una insolación? El Nuevo Testamento nunca hace referencia a males de este tipo que haya padecido Pablo. El Señor personalmente llamó a Pablo para que fuera uno de sus apóstoles y lo hizo fuera de los límites de Jerusalén, como queriéndolo separar del judaísmo. Jesús tomó a Pablo con todo su conocimiento de las Escrituras, con todo su deseo de promover el judaísmo, y con todo su celo por la tradición (Gálatas 1:13–14). Entonces Jesús le dio vuelta para que Pablo con sus talentos, capacidades y entusiasmo, se hizo un instrumento puesto a servir la causa de Cristo. Las variaciones que aparecen en los tres relatos no vician la historia cuando se entiende rectamente, el primer relato es un recuento histórico; el segundo corresponde a las palabras que Pablo pronunciara ante una turba enfurecida de judíos en Jerusalén; y la tercera es el discurso en el cual Pablo buscaba persuadir a Agripa para que adhiriera a la fe cristiana.

  • b. Una iniciativa divina (vv.4–6). El encuentro. En primer lugar, la conversión siempre tiene que ver con una iniciativa divina. Pablo no estaba buscando conscientemente esta experiencia. Todo lo contrario. Estaba tan ansioso por llegar a Damasco para poner en marcha su programa de represión del cristianismo, que viajaba bajo el calor del sol del mediodía cuando cualquier viajero oriental experto habría interrumpido el viaje hasta la tarde. Cristo entró en su vida y le convirtió. Como testificaría después en una de sus cartas, «agradó a Dios revelar a su Hijo en mí» (Gálatas 1:15–16). Siempre es así. Ninguna verdadera conversión lleva a felicitarse a uno mismo. La conversión es un acto de iluminación divina tan soberano y unilateral como el de la misma creación (2 Corintios 4:6), queda claro que la luz que Pablo vio era real, visible y externa, puesto que sus compañeros también la vieron. De hecho, también oyeron la voz, aunque al parecer no pudieron distinguir las palabras que decía. No fue un sueño, fue una manifestación física del cuerpo glorificado de Cristo Resucitado (1 Corintios 15). Pablo reconoció así a Jesús como Señor, reconoció su propio pecado, rindió su vida a Él y decidió obedecerle. La verdadera conversión es el resultado de un encuentro personal con Jesús, que guía a una nueva vida en relación con Él. Lo que tenemos aquí no es tan sólo la historia de una conversión, sino el llamamiento a una misión especial de apostolado. Y ésa es la razón de que fuera un suceso tan sobrenatural. Todo su orgullo se vino abajo cuando escuchó la voz de Cristo: ¿Quién eres, Señor? La interrogante ¿por qué me persigues? está cargada de significado porque muestra la unión de Cristo con su iglesia. El Señor no preguntó “¿por qué persigues a mi iglesia?” La referencia a “me” le dio a Saulo el primer atisbo de la gran doctrina de que los cristianos están en Cristo.

1. Un encuentro personal (v.4). Saulo de repente se halló en el suelo. No fue insolación o un ataque de epilepsia lo que lo puso allí, sino un encuentro personal con Jesucristo. Saulo de Tarso hizo varios descubrimientos ese día, descubrió que Jesús de Nazaret estaba vivo (Hechos 2:32; 3:15; 5:30–32). Si Jesús estaba vivo, entonces Saulo tenía que cambiar de parecer en cuanto a Jesús y su mensaje. Tenía que arrepentirse, cosa difícil para un fariseo. Jesús se dirige a él en lengua aramea (26:14) y pronuncia dos veces su nombre, en lengua hebrea: Saulo, Saulo [Lucas mantiene el original arameo Saoul]. Pablo sabe que la repetición significa que una voz divina está llamándole. Las manifestaciones de Dios nunca son alardes mudos, pues Él enaltece su palabra, especialmente su nombre. Dios le habla en el idioma del pueblo. Como si hubiera sido herido por un rayo, cayó en tierra. Probablemente no estaba montado a caballo sino que iba a pie. Los judíos estrictos se oponían a andar a caballo, un modo de viajar popular entre los romanos. No se trata de un debate académico particular en el que Pablo está inmerso, sino de una conversación de persona a persona entre él y Jesús. Ya conocía mucho sobre Jesús, pero por primera vez comenzaba a haber una relación entre ellos. Tenemos aquí a dos personas que se encuentran y comienzan a hablarse. La conversión no es una mera aceptación de una colección de proposiciones teológicas. Va mucho más allá de lo meramente cerebral. Incluye la comunicación con Jesús cara a cara.

La pregunta de Cristo destila tristeza, mansedumbre, afecto y compasión: ¿Por qué me persigues precisamente tú, el versado en las Escrituras que hablan de mí, y me persigues a mí, que no hace mucho fui crucificado por ti? ¿Qué motivos tienes para portarte de este modo? ¿Qué mal te he hecho? Saulo pensaba que perseguía a un grupo de personas pobres, débiles y estúpidas, sin percatarse de que era a Alguien del cielo a quien estaba persiguiendo en ellos. Tiene efecto inmediato pues lo lleva a contacto consciente con Cristo, sometiéndolo a la voluntad de quien llama, una conversión total como la que vivió Saulo, una conversión de la voluntad, el intelecto y la emoción, que determinó el propósito perdurable y la dirección de su vida y actividad subsecuentes.

2. Una rendición espiritual (v. 5). La pregunta de Saulo ante la requisitoria y la respuesta que recibió. ¿Qué implica el uso de Pablo de la palabra Señor? Un título de respeto (Juan 4:11). Yahvé, traducido como Señor en el AT (Genesis 2:4). Es cierto que el título «Señor» no necesariamente indica divinidad; pero en el contexto de esta experiencia sobrenatural tan extraordinaria, pronuncia la palabra Señor en un tono de reverencia y temor. No puede haber conversión sin que se dé este momento de reconocimiento. Un cristiano convertido no es alguien que tan sólo cree que Jesús fue una persona histórica o un gran líder espiritual, porque esto también lo creen los hinduistas o los musulmanes. Un cristiano es alguien que reconoce a Jesús como «el Señor». Ningún otro título es adecuado. La conversión no consiste en echarle piropos al Señor, sino en ofrecerle nuestras vidas. Quizás alguno se pregunte si realmente se ha convertido, pero si nos hemos convertido, es porque Dios ha entrado en nuestra vida de una manera que no merecíamos, y que posiblemente no buscábamos. Si nos hemos convertido, ha sido como resultado de la iniciativa divina, porque Cristo ha hablado de una manera personal al corazón y respondido personalmente a su palabra. Ha sido porque, en la intimidad de la experiencia con Dios, nos ha llamado por nombre, como con Saulo, y le hemos respondido. La raíz de la conversión no es una decisión ni un compromiso, sino un acto de rendición ante la suprema autoridad de Jesús. Un acto de rendición que va más allá de la mera profesión verbal y que se expresa en la transformación de la vida y de la manera de pensar.

El Señor reprueba su actitud como dando “coces contra el aguijón (o aguijones)” (frase ausente en algunos originales más antiguos). Es una figura tomada de la picana utilizada para dirigir o detener los bueyes. Mediante este proverbio (que parece haber sido bastante común tanto en la literatura griega como en la latina) Jesús asemejó a Saulo a un buey inquieto y recalcitrante, y a sí mismo con un granjero empleando la aguijada para domarlo. Lo que se deduce es que Jesús estaba persiguiendo a Saulo, aguijoneándolo e hincándolo, y que a este le resultaba ‘duro’ (doloroso, incluso inútil) resistir. Pero los aguijones de Jesús eran morales tanto como intelectuales. La mala conciencia de Saulo probablemente le ocasionaba más tormento interior que sus persistentes dudas. Su conversión en el camino a Damasco fue, por lo tanto, la repentina culminación de un largo proceso en el que ‘el Sabueso del cielo’ lo venía persiguiendo. El rígido cuello de este fariseo que se justificaba a sí mismo se inclinó. El buey había sido domado. El Señor tenía una obra especial para Saulo (Hechos 26:16–18). El hebreo de hebreos se convertiría en apóstol a los gentiles; el perseguidor se convertiría en predicador; y el fariseo legalista llegaría a ser el gran heraldo de la gracia de Dios, ahora sería un instrumento de honor, herramienta del Señor para predicar el evangelio a las regiones más distantes.

3. El Señor le da una instrucción general sobre lo que debe hacer de inmediato (v. 6). El Señor mismo le enseñó a Pablo la verdad acerca de la justificación por la fe en el camino a Damasco; Hechos 26:18 es claro en este punto (Gálatas 1:11–12). El mandamiento que lo conduce: levántate. A esa primera pregunta de: “¿Quién eres, Señor?”, él agrega una segunda: “¿Qué quieres que yo haga?” Una sola cosa puede hacer: obedecer. Pero la pregunta manifiesta un completo cambio de mente. Los antecedentes como la muerte de Esteban y la extensión del mensaje comenzaron su obra. La luz, la voz y la ceguera la completan.

A Saulo se le caen las cartas y las autorizaciones humanas después de tener un encuentro con el Señor. Ahora necesita ser conducido y comenzar una vida de relación con Dios en meditación y oración. Dios quiere que cambie de visión y lo deja ciego. Quiere que tenga tres días de privacidad y lo pone solo para pensar. Más tarde tendrá más soledad en Arabia. Ahora necesita tranquilidad y soledad. La entrada de Saulo a Damasco es humillante, y está ciego como cautivo de Jesucristo. Nadie puede dudar lo que ha sucedido; ha tenido un encuentro cara a cara con Jesucristo resucitado (vv. 17, 27). El Señor mismo lo toma y lo detiene como si él lo tuviera a su cuidado desde ese momento. Lo hace llevar de la mano (13:11; 22:11) al lugar de disciplina. Jesús le da instrucciones y le dice, “Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer”. Al obedecer el mandato recibiría nueva luz. En este momento, Jesús no dice nada acerca del papel de Pablo como apóstol a los gentiles. Primero Pablo tendrá que ser aceptado por los cristianos de Damasco y llegar a ser uno de los discípulos de Cristo. Luego, tendrá que aceptar que Jesús lo ha comisionado para proclamar el nombre de Cristo a los gentiles, a los reyes, y a la nación israelita (v. 15). Y por último, deberá ser preparado para sufrir en el nombre de Jesús (v. 16).

  • c. El efecto vv.7–9.  Para resumir, la causa de la conversión de Saulo fue la gracia, la soberana gracia de Dios. La gracia soberana es gracia progresiva y gracia benévola. La gracia divina no pisotea al ser humano. Más bien es a la inversa, porque permite que los seres humanos sean verdaderamente humanos. Es el pecado lo que nos aprisiona; la gracia nos libera. La gracia de Dios nos libera hasta tal punto de la esclavitud de nuestro orgullo, prejuicio y egocentrismo, que nos permite arrepentirnos y creer. No podemos menos que enaltecer la gracia de Dios por el hecho de que haya tenido misericordia de un fanático violento como Saulo de Tarso, y por cierto de seres tan orgullosos, rebeldes y descarriados como nosotros. Ahora está listo para ser el más grande misionero de su tiempo.

 1. El impacto que todo el incidente produjo en sus compañeros de viaje (v. 7). Los hombres que iban con él… Probablemente esto se refiera a: la policía del templo que acompañaba a Pablo, otros judíos zelotes, posiblemente de las sinagogas helenísticas, otros estudiantes de teología de Jerusalén. No se aclara si los compañeros de Saulo eran personas que simplemente viajaban en la misma caravana, o si habían salido con él para ayudarlo en su misión. Dado que estaba comisionado para llevar a los refugiados engrillados a Jerusalén, naturalmente requeriría la colaboración de otros (quizá miembros de la policía del templo) para reunirlos y llevarlos de vuelta. Se pararon atónitos, como confusos y aturdidos, pero eso fue todo. Esto no indica un conflicto con la declaración de Pablo en 26:14 de que todos “habían caído en tierra”. No se necesitaba mucho tiempo para que los hombres se pusieran de pie nuevamente. Se pararon podría primordialmente significar, “se detuvieron”, sugiere que permanecieron fijos, azotados por el pánico, dominados por lo que oyeron y vieron”. En cualquiera de los casos, el jefe de la partida quedó ciego y postrado en el suelo. Escucharon el sonido de una voz, pero no veían a nadie (7), ni entendían las palabras del interlocutor invisible, no entendieron lo que dijo Jesús, no pudieron entender que Jesús se había aparecido a Pablo para traerle a la conversión, al arrepentimiento, y a la fe. El término mudos implica que ellos estaban terriblemente asustados. No hallamos que ninguno de ellos se convirtiese, aunque habían visto la luz. Los medios externos no son suficientes para efectuar un cambio de corazón, sin el Espíritu y la gracia de Dios. Así fue como los que eran cómplices con Saulo en la rabia que tenía contra los discípulos de Cristo, sirvieron de testigos del poder que Dios ejerció sobre él para convertirle a la fe cristiana. Aunque Lucas no dice nada sobre el regreso a Jerusalén de los acompañantes de Pablo, quienes posiblemente eran miembros de la guardia del templo (4:1; 5:22, 26) podemos suponer que regresaron con las manos vacías e informaron al sumo sacerdote que Saulo se había quedado en la casa de un judío llamado Judas, que vivía en la calle llamada Derecha, en Damasco.

2. La condición en que quedó Saulo después de esto (v. 8). El tercer elemento de prueba que atribuye la conversión de Saulo a la gracia de Dios lo constituyen las referencias posteriores del propio apóstol al acontecimiento. Jamás mencionaba su conversión sin dejar en claro el hecho. Dios ‘tuvo a bien’, escribió Pablo más tarde, ‘revelarme a su Hijo.’ Dios tuvo la iniciativa según su propia voluntad y beneplácito. Y a esta verdad Pablo procedió a ilustrarla con no menos de tres imágenes dramáticas. Primero, Cristo Jesús lo ‘alcanzó’, o ‘atrapó’; katalambanō sugiere que Cristo lo ‘arrestó’ Segundo, comparó su iluminación interior al mandato creador. Y tercero, escribió que la misericordia de Dios ‘se derramó sobre [él] con abundancia’, como un río crecido, que inundaba su corazón de fe y de amor. La gracia de Dios lo había ‘arrestado’, había penetrado su corazón y lo había arrasado como una creciente. Con todo, es posible que atribuir la conversión de Saulo a la iniciativa de Dios sea fácilmente mal entendido, y requiere aclaración en dos sentidos, a saber, que la soberana gracia que capturó a Saulo no fue repentina (en el sentido de que no hubiera habido preparación previa) ni compulsiva (en el sentido de que él no necesitara dar una respuesta).

Se levantó del suelo, cuando Cristo se lo mandó, y aunque tenía abiertos los ojos, no veía a nadie. Al parecer Pablo tuvo problemas de la vista a partir de este momento (Gálatas 4:13–15; 6:11), el «aguijón en la carne» (2 Corintios 12:7–10; Gálatas 4:13–15; 6:11) de Pablo era posible una inflamación oriental causada por esta experiencia. Hay aquí cierta ironía, Pablo experimenta una reorientación. Él pensaba que podía ver (física y espiritualmente, Juan 9), pero descubrió que estaba ciego. Después de este encuentro con Cristo fue cegado físicamente por un período, pero sus ojos espirituales fueron abiertos. Sus ojos espirituales habían sido abiertos, pero sus ojos físicos quedaron cerrados. Dios estaba humillando por completo a Saulo y preparándolo para el ministerio de Ananías. Saulo ayunó y oró (Hechos 9:11) por tres días, tiempo durante el cual sin duda empezó a cernir lo que creía. Había sido salvo por gracia, no por la ley, por medio de la fe en el Cristo vivo. Dios empezó a instruir a Saulo y a mostrarle la relación entre el evangelio de la gracia de Dios y la tradicional religión mosaica que había practicado toda su vida. La gracia de Dios a menudo se manifiesta en actos llenos de poder y en aparentes catástrofes.

3. El tiempo de espera (v.9). Fueron tres días de ceguera, ayuno y oración. Una reorientación estaba dándose en la mente (teología) y corazón (deseo) de Pablo. El ayuno que aquí se nos menciona, pudo ser porque no sintió necesidad, por efecto del éxtasis que había tenido, o también por darse más a la oración acompañada de penitencia. Aislado de la sociedad debido a su ceguera, Pablo tiene tiempo para enfrentarse con la más grande crisis de su vida: la conversión. En arrepentimiento y fe busca reconciliarse con Dios y en tal sentido ora. Acostumbrado a decir oraciones rutinarias, ahora en su condición de convertido, ora con el corazón. El simbolismo de los tres días pasados como si estuviera en encarcelamiento solitario. Notemos el contraste entre la oscuridad y la luz en este relato. Sumido en la ceguera espiritual, Pablo ve a Jesús en la gloria de una brillante luz. Físicamente ciego, Pablo ora y empieza a ver espiritualmente. En un sentido, la conversión de Pablo ocurrió de repente, cuando Jesús lo detiene en el camino a Damasco y se le presenta personalmente. Pero si observamos el contexto más amplio (vv. 10–19) vemos un desarrollo gradual de su conversión y llamado. En su soledad, nadie le habla del evangelio hasta que Ananías, enviado por Jesús, le da la bienvenida a la comunidad cristiana.

Conclusión: Saulo creía que hacía bien al perseguir a la iglesia. Fue necesario un encuentro personal con Jesús para volverse de su error. Su encuentro personal con Cristo lo convirtió en defensor y promotor incansable de la fe que antes perseguía. La conversión no siempre va acompañada de una inundación de alegría inmediata. Para Pablo, fue una experiencia profundamente humillante. Aquella pregunta que la aparición celestial le había hecho le acosó durante días. «¿Por qué me persigues?» Pablo podría haber respondido: «Pero si no te persigo a ti, Maestro. Persigo a los cristianos». Pero, reflexionando en su experiencia, Pablo se dio cuenta, para desesperación suya, de que ambos crímenes eran idénticos. No era una coincidencia que él hubiera visto una similitud entre la muerte de Esteban y la crucifixión de su Maestro. Cristo Resucitado estaba realmente dentro de aquellos seguidores suyos (1 Corintios 12:27). El Espíritu de Cristo se había encarnado de nuevo en sus seguidores, de manera que quien hacía daño a la iglesia se lo hacía a Él.

El horror del espantoso sacrilegio del cual era culpable nunca abandonó a Pablo. Años después todavía hablaba de sí mismo como «el más pequeño de los apóstoles… porque perseguí a la iglesia de Dios» (1 Corintios 15:9). Con el corazón destrozado por su locura, esperaba en Damasco orando y ayunando, sin saber si la ceguera que le había golpeado sería un juicio permanente de Dios contra su pecado, o si quizás había algún propósito más esperanzador detrás de la extraordinaria revelación que había recibido. Es algo significativo el que la respuesta a esta incertidumbre procediera no de otra visión celestial, sino de un pastor cristiano, un representante de ese cuerpo sufriente de Cristo al que él había estado persiguiendo con virulencia. Atendamos a las palabras de Cristo, sigamos sus órdenes, reconozcámosle como Señor y busquemos su guía para llevar su mensaje a aquellos que se encuentran cegados en odios, rencores, abatidos sin esperanzas o invadidos por ideologías y filosofías que les extravían y devoran. En un estilo de vida que les va distanciando sistemáticamente de la luz de Dios.

Oremos.

3 de julio del 2022, Guadalajara, Jalisco, Mexico.

Misión el Calvario

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz