La Biblia

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Desafortunadamente, en español hay poco material gráfico sobre asuntos relacionados con la Biblia, Dios u otro tema cristiano y de sana doctrina, pero en inglés hay muchisimo, de ahí han salido varias ideas que próximamente estaremos compartiendo con ustedes. Una de ellas es esta serie que empieza hoy.

Se trata de una gama de infográficos que ilustrarán la historia y estructura de la Biblia. Esta es la primer entrega. La verdad, para que conste, la idea la tome de una publicación canadiense en inglés,  la diferencia está en que enriquecimos aquel esbozo con temas referentes a las escrituras en español.

Gracias a Dios, por fin, después de tanto pensar y darle vueltas al asunto, pudimos concretar un material para compartir con ustedes. La serie de Jerusalén sigue en pie, solo que es más complicada y tardaremos un poco en sacarla a la luz. Agradeceremos sus comentarios, dudas y sugerencias.

Dios les bendiga a todos.

Esta pieza ha visto la luz con el fin de que el Nombre del Señor Jesucristo sea glorificado, por tanto se permite libremente su copia, reproducción o difusión por cualquier medio físico o virtual. Es permitida asimismo su modificación, utilización total o parcial, siempre y cuando tenga idéntico fin, y el resultado final esté sujeto a una licencia Copycristian. En todos los casos se agradecerá sea citado el autor y procedencia hasta donde llegue su conocimiento. No esta permitido su uso con fines comerciales, o que implique desembolsos o retribuciones de cualquier tipo, sin el consentimiento expreso del autor.

Escatologia

¿QUÉ ES LA ESCATOLOGÍA?
I. DEFINICIÓN
La escatología es el estudio sistemático de los eventos futuros. La palabra se deriva del adjetivo griego éscatos, que significa el último. La palabra éscatos puede ser usada para referirse a la última cosa en una serie, pero la implicación de la palabra escatología no está limitada a una sola cosa, sino que se refiere a todos los eventos futuros que significan el fin del cosmos. Los escritores bíblicos frecuentemente hablan de un conjunto de eventos escatológicos como el clímax de la historia mundial, la resolución y la consumación del programa cósmico de Dios.
II. EJEMPLOS NEOTESTAMENTARIOS
La palabra éscatos apunta al fin del cosmos en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento.
A. El evangelio de Juan
En los discursos de Jesús anotados en el evangelio de Juan, la frase el día postrero ocurre seis veces. En el capítulo 6, versículos 39 y 40, dice que es la voluntad del Padre «Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». Otra vez en el versículo 44 Jesús dice «ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero». El mismo pensamiento se expresa en el versículo 54 en una metáfora más fuerte: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». En Juan 11:2, después de las palabras de Jesús, «Tu hermano resucitará», Marta contesta: «Yo sé que resucitará en el día de la resurrección, en el día postrero». Finalmente, en el capítulo 12:48, Jesús dice: «El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero».
B. Otros usos neotestamentarios
Pablo usa una expresión semejante en 2 Timoteo 3:1: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos». Santiago claramente tiene en mente eventualidades cósmicas cuando se refiere a hombres egoístas que acumulan riquezas en «los días postreros». (Santiago 5:3). Pedro menciona a «burladores» que niegan el advenimiento de Cristo «en los postreros días» (2 Pedro 3:3). Judas también habla (Judas 18) de «burladores» en «el postrer tiempo», aunque no especifica que la segunda venida de Cristo sea el objeto de sus burlas.
El lector estará consciente ahora de que mucha de la literatura teológica contemporánea de las escuelas existencialista y neortodoxa niega o ignora el concepto neotestamentario de un conjunto de eventos futuros escatológicos. No obstante, en todas estas referencias recién citadas, está claro el hecho de que los autores del Nuevo Testamento creían específicamente en un conjunto de eventos que constituirían una culminación y que pondrían fin a la historia de la raza humana en este mundo. Desde su perspectiva en sus días, el complejo escatológico era futuro. No sabían cuánto tiempo transcurriría antes del «postrer día», ya que eso no iba a ser conocido por los hombres, pero era claro que los eventos eran futuros.
C. La perspectiva del lente doble
Sin embargo, los escritores del Nuevo Testamento eran muy capaces de ajustar su perspectiva de la profecía. Reconocían el hecho de que, desde un punto de vista cósmico más amplio, ya estaban en el complejo escatológico. El fin de la historia humana terrenal ya había comenzado. Esta perspectiva del lente doble es más clara en 1 Juan 2:18 que en cualquier otro pasaje: «Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo». Juan no hace borrosa la distinción entre el presente y el futuro, sino que la marca claramente. Tal como ahora hay muchos anticristos, así vendrá ese Anticristo particular en el futuro.
Probablemente deben ser clasificados juntos con estas palabras de Juan los pasajes 1 Pedro 1:20 y Hebreos 1:2. Pedro se refiere a Cristo como el cordero sacrificatorio «destinado antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos». El autor de la carta a los Hebreos escribe de una manera semejante. Dios, habiendo hablado a los padres en los profetas, «en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo». Los dos pasajes revelan el hecho de que una época de la historia había terminado, o que estaba en proceso de terminar, y que una nueva época había comenzado. Como dice Pablo (1 Corintios 10:11), nosotros, los herederos del pasado, somos también las personas «a quienes han alcanzado los fines de los siglos».
Es verdad que los últimos tres pasajes podrían interpretarse simplemente como referencias al fin de una época y el principio de otra, pero armonizan bien con la idea de que los eventos del Nuevo Testamento estaban, desde una perspectiva cósmica amplia, incluidos en el complejo escatológico; y creo que estos tres pasajes pertenecen a tal contexto.
En su grandioso mensaje el día de Pentecostés, Pedro (Hechos 2:16, 17) dijo: «Mas esto es lo dicho por el profeta Joel, y en los postreros días…» Debe ser perfectamente claro que Pedro no declara que todo lo que fue predicho en Joel 3:1–5, los versículos que él cita, haya sucedido en el día de Pentecostés. Al contrario, indica (v. 21) que la profecía de Joel, cuyo cumplimiento se inició el día de Pentecostés, contempla un período extendido de tiempo durante el cual los hombres pueden «invocar el nombre del Señor» y ser salvos.
Aún más claras son las palabras de Cristo en la discusión en el capítulo cinco de Juan,1 empezando con el versículo 17. Me refiero a las palabras «viene la hora, y ahora es», en el versículo 25.
En el contexto Jesús había recién sanado a un hombre paralítico al lado del estanque de Betesda, durante el día de reposo. En la discusión que siguió, Jesús llama a Dios Su propio Padre «haciéndose igual a Dios» (v. 18). Jesús insistió, «como el padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida» (v. 21). Jesús reclama deidad absoluta en los términos más fuertes: «para que todos honren al Hijo como honran al Padre» (v. 23). Asevera que el Padre había entregado todo juicio al Hijo, y anuncia que todos los que escuchan Sus palabras y que creen en el que envió el Padre, no vendrán a condenación, sino que ya han pasado de la muerte a la vida (v. 24). Como culminación de estas afirmaciones, Jesús anuncia: «De cierto, de cierto os digo; viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán» (v. 25).
Las opiniones están divididas con respecto a si estas palabras recién citadas se refieren a la vida espiritual o a la resurrección del cuerpo. A favor de la interpretación espiritual, se cita Juan 8:51: «De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte». Compare también con Juan 6:50: «Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera». Note también las palabras de Jesús a Marta: «el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente» (Juan 11:25, 26).
La primera cláusula del último texto, no obstante, habla claramente de la muerte física y de la resurrección, y en mi opinión, la frase «todo aquel que vive», que introduce la segunda cláusula, significa «todos los que experimentan la resurrección». Ciertamente no podemos cerrar la puerta a una interpretación espiritual de Juan 5:25, pero es igualmente cierto que no podemos cerrar la puerta a una interpretación literal. Las palabras, «y ahora es», serían interpretadas naturalmente como una referencia a Lázaro, que prueba que Jesús en ese tiempo tenía el poder para resucitar a los muertos.
Pero aunque puede haber diferentes opiniones acerca de si Juan 5:25 se refiere a una resurrección literal, no es posible dudar acerca de los versículos 28 y 29. El versículo 27 aclara que, ya que Cristo tiene el oficio del Hijo del Hombre, se le entregó el poder del juicio. Después de esta introducción, Jesús continúa: «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación».
Es el uso de la palabra hora en Juan 5:25–29 lo que quiero destacar en la discusión del significado de la escatología. Ha sido necesario ahondar en detalles en la exégesis y en el trasfondo para entender el uso del término hora de parte de Jesús en este contexto. Note, entonces, que en el versículo 25 Él usa la expresión para referirse a los muertos que resucitan: «la hora ha llegado y ahora es». Pero en el versículo 28, donde la única referencia es a eventos futuros, simplemente dice: «vendrá hora». Esto ilustra lo que he llamado la «perspectiva del lente doble».
Parece exactamente el mismo uso que encontramos en 1 Juan 2:18: «ya es el último tiempo». En los dos pasajes, Juan muestra la perspectiva del lente doble de la escatología del Nuevo Testamento. Desde el enfoque general cósmico, la escatología comenzó con la vida terrenal de Jesús. En el tiempo de Juan, aunque él reconocía claramente el estado futuro de la «resurrección de vida», y de la «resurrección de condenación», Jesús tenía, y había ejercido, su poder para resucitar a los muertos. En el tiempo de Juan, aunque el espíritu del anticristo ya se había manifestado, y había muchos anticristos en el mundo, Juan reconoce claramente la venida futura de un Anticristo particular, como se había profetizado en las Escrituras.
Gerhardus Vos, en Pauline Eschatology [Escatología Paulina], destaca el hecho de que, desde el punto de vista del Antiguo Testamento, la historia estaba dividida en «esta edad», y «la edad venidera», y que los escritores del Nuevo Testamento «tenían que reconocer que el proceso escatológico ya había comenzado».2 Vos continúa, «…no obstante, el esquema de continuidad no había sido… descartada; … la aparición mesiánica … se había desplegado en dos períodos sucesivos, para que, aun después de la primera aparición, y después de esperar su efecto asombroso, la segunda época había comenzado a formar un nuevo complejo de esperanza hacia el futuro, como la multiplicación de células…. La edad venidera fue percibida como una que llevaba en su vientre otra edad venidera más…».
No debe sorprendernos el hecho de que el fin, o la resolución de la historia del mundo, en cuanto a lo que concierne al hombre, resulte ser un proceso extenso. El hombre ha estado en la tierra por mucho, mucho tiempo. La escatología comenzó con la encarnación, y los eventos irrepetibles relacionados con ella, la obediencia activa de Cristo durante Su vida terrenal, Su sufrimiento en la cruz, Su muerte y Su resurrección, todos estos son eventos de la escatología cósmica. No se nos indica el tiempo que podría transcurrir antes de la segunda venida de Cristo, pero, el tiempo que sea, será corto comparado con el lapso total de tiempo del hombre en la tierra. Desde la perspectiva cósmica, es «la última hora».
Pero este enfoque no contradice el hecho de que los escritores del Nuevo Testamento definitivamente anticipaban el conjunto de eventos escatológicos que aún estaban en el futuro, relacionados con la segunda venida de Cristo.
III. EJEMPLOS VETEROTESTAMENTARIOS
A. Lo postrero de los tiempos, Acharith Hayyamamim
El Antiguo Testamento presenta una variedad de expresiones para la escatología cósmica. En cada caso, como en el uso de eschatos en el Nuevo Testamento, no son las palabras o las frases solas las que apuntan a la escatología cósmica. Cada una de estas frases podría indicar la conclusión de un programa muy limitado o de una serie de eventos. Son las palabras en su contexto que deben ser examinadas. No es mi propósito examinar todos los pasajes, sino dar suficientes ejemplos para indicar el concepto veterotestamentario de un fin futuro de la historia del mundo.
Correspondiendo a una frase en el Nuevo Testamento, «los postreros días», los profetas contemporáneos, Isaías y Miqueas, usan la palabra que sin duda dio origen a la expresión neotestamentaria. Isaías predice: «Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones» (Isaías 2:2). Miqueas (4:1) posiblemente está citando a Isaías, porque usa casi exactamente las mismas palabras al hacer la misma predicción. Es difícil dudar que en estas palabras proféticas, haya una intención de indicar una culminación cósmica futura en el programa divino de redención.
Las palabras de Joel, citadas por Pedro en el día de Pentecostés (Hechos 2:17 y siguientes; Joel 3:1–5) contienen una expresión semejante. Joel dice acharey-chen, y Pedro traduce: «en los postreros días».
En Génesis 49:1, en la bendición de Jacob sobre sus hijos, bajo el tema general de «lo que os ha de acontecer en los días venideros», Jacob incluye la predicción mesiánica, «No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Silo, y a él se congregarán los pueblos» (v. 10). Otros usos notables de acharith hayyamim se encuentran en Jeremías 48:47; 49:39; Daniel 2:28 (la forma aramea de las mismas palabras); Daniel 10:14; Joel 3:5. No se sostiene que estas frases siempre sean escatológicas, pero que en estos casos sí lo son.
B. El día del Señor, Yom Yahwe
Un término escatológico importante que ocurre frecuentemente es «el día del Señor», pero esta frase, como otras que hemos visto, no siempre apunta a eventos escatológicos. Literalmente se refiere a cualquier momento en que Yahwe realiza una acción sobresaliente y decisiva. Tales pasajes como Isaías 2:12 y 13:6 parecen claramente escatológicos. Vea también Amós 5:18 y Malaquías 4:5. Los escritores del Nuevo Testamento adoptan la frase en su significado especialmente escatológico. Vea 1 Corintios 5:5; 2 Corintios 1:14; 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10.
C. Aquel día, Yom Hahou
A veces el antecedente del pronombre demostrativo no se da explícitamente en el contexto, pero se deduce del tema general. Vea pasajes como Isaías 29:18; Oseas 2:18; y en los escritos de Pablo, 2 Timoteo 1:12, 18 y 4:8. La falta de un antecedente expresado es generalmente característica del uso de la frase «aquel día».
IV. TÉRMINOS NO TÉCNICOS
Algunos estudiosos de la profecía han tratado de distinguir entre las varias frases y palabras relacionadas con el complejo escatológico, y de mostrar que algunos términos designan frases particulares de ese complejo. El lector puede comprobar por sí mismo que es un esfuerzo es inútil. Repito, cualquier palabra o frase que se refiere al complejo escatológico puede designar cualquier parte o fase de ese complejo. Más aún, no hay ninguna palabra o frase técnica que siempre sea escatológica, o que no pueda ser usada para referirse a un evento o actividad en un contexto no–escatológico. Siempre es el contexto el que determina a qué eventos se refiere. Estos hechos serán cada vez más obvios al progresar en el estudio.
V. EL RECHAZO DEL ASPECTO FUTURO
Creo que se ha presentado suficientes pasajes para probar que tanto los escritores del Antiguo Testamento, como los escritores del Nuevo Testamento, creían en una culminación futura específica y definida de eventos en que el programa cósmico redentor llegaría a un fin. Ya sugerí que, en contraste con esta clara enseñanza bíblica, la teología filosófica a veces ha sido nublada por nociones vagas acerca de la naturaleza del tiempo mismo y del significado del aspecto futuro. En general, se puede decir que el hecho de rechazar el aspecto futuro en la escatología bíblica siempre involucra confusión filosófica en la definición del tiempo. Me gustaría sugerir un repaso de la categoría de tiempo discutido en Being and Knowing [Ser y Conocer], por Oscar Cullman, páginas 37–48.
La confusión es peor que nunca, creo. El profesor John Sanderson, en un artículo para la revista His (Marzo, 1962), ha hecho un resumen breve del problema. Carlos Barth, en su Dogmatics in Outline [Dogmática en bosquejo] , p. 133, dice: «El retorno de Cristo ya sucedió…Ya lo realizó». El profesor Oscar Cullmann, de Basel, y de la Sorbonne, presenta un enfoque más de acuerdo con el sentido común; objeta el punto de vista de Barth de que «con Cristo el tiempo del calendario fue abolido».3 Cullmann reconoce el hecho de que Jesús esperaba un intervalo literal de tiempo entre su muerte y la segunda venida, pero Cullmann todavía no deja lugar para una escatología genuina.
VI. LOS PUNTOS PRINCIPALES EN LA ESCATOLOGÍA EVANGÉLICA
Habiendo aclarado la definición de la escatología bíblica en su connotación máxima, será provechoso preguntarnos: ¿Cuáles son los puntos principales que forman el contenido de la escatología en la mente de los cristianos evangélicos? Me refiero a los que no han estudiado la escatología en forma especial, pero sí tienen fe en Jesucristo como su Salvador personal, y en la Biblia como la palabra revelada de Dios. Al enumerar los puntos siguientes, estoy tratando de seguir el orden que está comúnmente en la mente de los cristianos. Sin embargo, no es el orden que propongo seguir cuando lleguemos al estudio en detalle.
A. La inmortalidad personal
En el sentido normal de la palabra, creo que la inmortalidad es un elemento prominente en la mente de los evangélicos, cuando hablan del futuro. El ser no–material continúa después de la muerte. Debemos notar que la palabra inmortalidad, como ocurre en la Biblia en español, no tiene el mismo significado que en la filosofía secular, o en la conversación popular. Inmortalidad en el Nuevo Testamento es una traducción de la palabra griega aphtharsia, que significa literalmente incorrupción, y que es usada por los escritores bíblicos para designar el estado futuro de los redimidos solamente.4 Algunos estudiosos de la Biblia han insistido en que los cristianos no debemos usar la palabra inmortalidad, excepto en su sentido bíblico. Yo cambiaría esta recomendación, y sugeriría que, mientras usamos el lenguaje de nuestros días, con el sentido actual de las palabras, debemos siempre tener en mente que el uso bíblico es diferente. Creo que es correcto decir entonces, en lenguaje moderno, que los cristianos evangélicos creen que los hombres son todos personalmente inmortales.
B. El gran «abismo» entre el cielo y el infierno
Aunque el pensamiento de muchos evangélicos devotos puede ser confuso acerca de los detalles, es razonable decir que los evangélicos creen, no solamente en lo que los deístas llamaban «premios y castigos futuros», sino también en un cielo futuro de felicidad para los que son salvos en Jesucristo, y en un infierno de tormento para los que han rechazado la gracia de Dios en Cristo. Probablemente la información acerca del cielo, en la mente de los que no han estudiado el asunto cuidadosamente, está limitado a lo que es enseñado en los primeros versículos del capítulo 14 de Juan. Juan 14: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (2–3).
Supongo que el pensamiento común acerca del estado futuro de los que han rechazado a Cristo, está limitado a los dichos de Jesús acerca de gehenna, más las referencias al lago de fuego en los últimos capítulos del Apocalipsis.5
C. La segunda venida de Cristo
Pienso que muchos evangélicos tienen una noción vaga del significado del retorno de Cristo. Probablemente muchos de ellos piensan solamente acerca del hecho de que van a estar con el Señor al morir. Es muy común, sin embargo, que aun los más instruidos tengan la idea de que en algún momento futuro remoto, Cristo volverá a instituir el juicio, lo cual decidirá el estado eterno de los salvos y de los condenados. Pocos tienen claro el asunto del reino milenial de Cristo.
D. El estado intermedio y la resurrección
Aunque existe mucha confusión en la mente de cristianos devotos que no han estudiado el tema, creo que la mayoría de los evangélicos entiende que hay una distinción entre el estado de los muertos ahora en el cielo, y su estado cuando Cristo venga a resucitar a los muertos. En forma semejante, se entiende en forma vaga el hecho de que los perdidos ahora están en el Hades, y que llegarán a su estado final y eterno solamente después de una resurrección y un juicio futuros.
E. Resumen
Mi propósito en enumerar los cuatro puntos de arriba ha sido el de enfocar nuestras mentes en los grandes asuntos esenciales, que son los siguientes: (1) la inmortalidad personal, (2) el gran abismo entre el cielo y el infierno en el estado futuro, (3) el retorno personal del Señor, (4) la distinción entre el estado intermedio y el estado final después de la resurrección. Estos puntos son, según pienso, sostenidos entre todos los cristianos que creen en la Biblia, a través de los siglos de la historia de la iglesia.6 Esto, creo, es el consenso de las mentes cristianas devotas, y estos puntos, considerados juntos, constituyen el contenido mínimo esencial de la escatología bíblica.

1 Las referencias de Juan a la resurrección serán analizadas, con algo de repetición inevitable, en el capítulo 3 acerca del cuerpo resucitado.
2 Gerhadus Vos, Pauline Eschatology, publicado por el autor en 1930, republicado por Eerdmans, 1952, p. 36 y siguiente.
3 Christ and Time, Oscar Cullmann, p. 149. Ver abajo acerca de la «escatología realizada» de Bultmann.
4 La palabra se encuentra en Romanos 2:7; 1 Corintios 15:42, 50, 53, 54; Efesios 6:24; 2 Timoteo 1:10. El adjetivo correspondiente se encuentra en Romanos 1:23; 1 Corintios 9:25; 1 Corintios 15:52; 1 Timoteo 1:17; 1 Pedro 1:4, 23; 3:4.
5 Jesús usó la palabra gehenna en los siguientes pasajes: Mateo 5:22, 29, 30; 10:28 (paralelo con Lucas 12:5); Mateo 18:9; 23:15; 23:33; Marcos 9:43, 45, 47. Santiago usa la palabra en forma figurada en 3:6. El lago de fuego es mencionado en Apocalipsis 19:20; 20:10, 14, 15; 21:8.
6 No niego que hayan existido individuos y movimientos menores dentro de la iglesia visible que han negado algunos de estos puntos esenciales.
Buswell, J. O. (2005). Teología sistemática, tomo 4, Escatología : Buswell, J. Oliver. (735). Miami, Florida, EE. UU. de A.: LOGOI, Inc.

Cristo y su nacimiento

LOS PROFETAS
DIOS ENVIÓ MENSAJEROS PARA QUE
PROCLAMARAN SU VOLUNTAD
Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos,
como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Deuteronomio 18:18
Los profetas canónicos, cuyos libros constituyen la cuarta parte del Antiguo Testamento, fueron llamados por Dios para ser órganos y canales de la revelación. Eran hombres de Dios que estaban en su secreto (Jeremías 23:22), conocían sus pensamientos y fueron capacitados por Él para manifestarlos. Dios Espíritu Santo hablaba en ellos y a través de ellos (2 Pedro 1:19–21; Isaías 61:1; Miqueas 3:8; Hechos 28:25–27; 1 Pedro 1:10–12). Sabían que eso era lo que Él estaba haciendo, y por eso se atrevían a comenzar sus mensajes con un “esto es lo que dice Jehová” o un “profecía de Jehová”, y presentar al propio Yahwé como el que dice lo que ellos recogen.
La profecía comprendía predicción, pero esto se solía hacer dentro de un contexto en el que se le declaraban las advertencias y exhortaciones de Dios al pueblo de su pacto para aquellos momentos (proclamación). Las predicciones se referían a la venida del rey y el reino de Dios después de los juicios purificadores; la preocupación principal de los profetas era la exhortación al arrepentimiento, en la esperanza de que se pudieran evitar los juicios por el momento presente. Primor-dialmente, eran reformadores que exigían el cumplimiento de la ley de Dios y llamaban a su pueblo a regresar a la fidelidad al pacto de la que nunca habrían debido caer.
A su predicación dirigida a la nación iba acompañada la oración por la nación: le hablaban a Dios acerca del pueblo con tanta vehemencia como le hablaban al pueblo acerca de Dios, y cumplían un ministerio propio suyo como intercesores (Éxodo 32:30–32 [Moisés]; 1 Samuel 7:5–9; 12:19–23 [Samuel]; 2 Reyes 19:4 [Isaías]; cf. Jeremías 7:16; 11:14; 14:11).
Los falsos profetas fueron la perdición de Israel. Relacionados profesionalmente con el culto organizado del pueblo, decían lo que éste quería escuchar, y declaraban sus propios sueños y opiniones, en lugar de presentar palabra de Dios (1 Reyes 22:1–28; Jeremías 23:9–40; Ezequiel 13).
En el Nuevo Testamento, un libro, el Apocalipsis, se anuncia a sí mismo como profecía verdadera y digna de crédito, recibida directamente de Dios (en realidad, de Dios Padre a través de Jesucristo: Apocalipsis 1:1–3; 22:12–20). El ministerio de los apóstoles contenía instrucción directa de Dios a su pueblo, tal como la había contenido el ministerio profético del Antiguo Testamento, aunque la manera de presentarla fuera diferente. Los profetas del período del Nuevo Testamento estaban relacionados con los apóstoles en la fundación de la Iglesia (Efesios 2:20; 3:5) como expositores del cumplimiento en Cristo de las esperanzas del Antiguo Testamento (Romanos 16:25–27). La epístola a los Hebreos podría muy bien servir de ejemplo con respecto a este tipo de ministerio profético.
LA ENCARNACIÓN
DIOS ENVIÓ A SU HIJO PARA SALVARNOS
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan 1:14
La Trinidad y la Encarnación van a la par. La doctrina de la Trinidad afirma que el hombre llamado Jesús es verdaderamente divino; la de la Encarnación afirma que el Jesús divino es verdaderamente humano. Juntas, proclaman la realidad plena del Salvador que presenta el Nuevo Testamento, que vino desde junto al Padre, cumpliendo la voluntad de éste, para convertirse en el sustituto de los pecadores en la cruz (Mateo 20:28; 26:36–46; Juan 1:29; 3:13–17; Romanos 5:8; 8:32; 2 Corintios 5:19–21; 8:9; Filipenses 2:5–8).
El momento de la verdad con respecto a la doctrina de la Trinidad llegó en el Concilio de Nicea (año 325), cuando la Iglesia se opuso a la idea arriana de que Jesús era la primera y más noble de las criaturas de Dios, al afirmar que Él era de la misma “sustancia” o “esencia” (es decir, el mismo ente existente) que el Padre. Así es como hay un solo Dios, no dos; la distinción entre Padre e Hijo se produce dentro de la unidad divina, y el Hijo es Dios en el mismo sentido en que lo es el Padre. Al decir que Padre e Hijo son “de una misma sustancia”, y que el Hijo es “engendrado” (eco del “unigénito” de Juan 1:14, 18; 3:16, 18), “no creado”, el Credo Niceno reconocía de manera inequívoca la divinidad del hombre de Galilea.
Un acontecimiento decisivo para la confesión de la doctrina de la Encarnación por parte de la Iglesia tuvo lugar en el Concilio de Calcedonia (año 451), cuando la Iglesia se opuso tanto a la idea nestoriana de que Jesús tenía dos personalidades—el hijo de Dios y un hombre—bajo la misma piel, como a la idea eutiquiana de que la divinidad de Jesús había absorbido por completo su humanidad. Al rechazar ambas ideas, el Concilio afirmó que Jesús es una persona di vino-humana en dos naturalezas (esto es, con dos conjuntos de capacidades para la experiencia, la expresión, la reacción y la acción), y que las dos naturalezas están unidas en su ser personal sin mezcla, confusión, separación ni división, y que cada una de las dos naturalezas retuvo sus propios atributos. En otras palabras, todas las cualidades y los poderes que hay en nosotros, al mismo tiempo que todas las cualidades y los poderes que hay en Dios estaban, están y estarán por siempre presentes de manera real y distinta en la persona del hombre de Galilea. Así es como la fórmula de Calcedonia reafirma la humanidad plena del Señor de los cielos en términos categóricos.
La Encarnación, el misterioso milagro que se halla en el corazón mismo del cristianismo histórico, es central en el testimonio del Nuevo Testamento. Es asombrosos que los judíos hayan llegado a una creencia así. Ocho de los nueve escritores del Nuevo Testamento, discípulos originales de Jesús, eran judíos, instruidos en el axioma judío de que sólo hay un Dios, y de que ningún ser humano es divino. Sin embargo, todos enseñan que Jesús es el Mesías de Dios, el hijo de David ungido por el Espíritu que había prometido el Antiguo Testamento (por ejemplo, Isaías 11:1–5; Jristós, “Cristo”, es el equivalente griego a la palabra “Mesías”). Todos lo presentan en el triple papel de maestro, encargado de llevar el pecado del mundo, y soberano: profeta, sacerdote y rey. Y en otras palabras, todos insisten en que se debe adorar a Jesús el Mesías y confiar personalmente en Él, lo cual equivale a decir que es tan Dios como hombre. Observe la los cuatro teólogos más magistrales del Nuevo Testamento (Juan, Pablo, el escritor de Hebreos y Pedro) hablan de esto.
El evangelio de Juan enmarca sus narraciones de testigo presencial (Juan 1:14; 19:35; 21:24) con las declaraciones de su prólogo (1:1–18): que Jesús es el Logos divino eterno (la Palabra, el Verbo), agente de la Creación y fuente de toda vida y toda luz (vv. 1–5, 9), que al hacerse “carne” se reveló como Hijo, de Dios y fuente de gracia y de verdad; ciertamente, como “Dios el unigénito” (cf. vv. 14, 18). Esparcidas por todo este evangelio aparecen una serie de declaraciones del tipo “Yo soy” que tienen una importancia especial, porque Yo soy (en griego, egó eimí) es una expresión utilizada para presentar el nombre de Dios en la traducción griega de Éxodo 3:14; cada vez que Juan informa que Jesús está diciendo egó eimí, hay implícita una proclamación de divinidad. Tenemos ejemplos de esto en Juan 8:28, 58 y en las siete declaraciones acerca de su gracia como (a) el Pan de vida, que da alimento espiritual (6:35, 48, 51); (b) la Luz del mundo, que disipa las tinieblas (8:12; 9:5); (c) la puerta de las ovejas, que da acceso a Dios (10:7, 9); (d) el Buen pastor, que protege del peligro (10:11, 14); (e) la Resurrección y la Vida, que vence a nuestra propia muerte (11:25); (f) el Camino, la Verdad y la Vida, que guía a la intimidad con el Padre (14:6); (g) la Vid verdadera, que nos fortalece para que demos fruto (15:1, 5). En un momento culminante, Tomás adora a Jesús, llamándolo “Señor mío y Dios mío” (20:28). Entonces Jesús pronuncia una bendición sobre todos aquellos que compartan la fe de Tomás, y Juan exhorta a sus lectores a unírseles (20:29–31).
Pablo cita algo que parece ser un himno dedicado a proclamar la divinidad personal de Jesús (Filipenses 2:6); afirma que “en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9; cf. 1:19); aclama a Jesús, el Hijo, como la imagen del Padre, además de ser agente suyo en la creación y el sostenimiento de todo (Colosenses 1:15–17); declara que es “Señor” (un título de realeza con matices de divinidad), al que se debe orar para pedir salvación, según el requisito de clamar a Yahwé que aparece en Joel 2:32 (Romanos 10:9–13); lo llama “Dios sobre todas las cosas” (Romanos 9:5), así como “Dios y Salvador” (Tito 2:13), y dirige su oración a Él personalmente (2 Corintios 12:8–9), considerándolo como fuente de la gracia divina (2 Corintios 13:14). El testimonio es explícito: la fe en la divinidad de Jesús es básica dentro de la teología y la religión de Pablo.
El escritor de la epístola a los Hebreos, al proponerse hacer una exposición sobre la perfección del sumo sacerdocio de Cristo, comienza haciendo una declaración sobre la divinidad plena del Hijo de Dios y, por consiguiente, su dignidad exclusiva (Hebreos 1:3, 6, 8–12), para celebrar después su humanidad plena en el capítulo 2. La perfección, e incluso la posibilidad misma, del sumo sacerdocio cuyo cumplimiento por Cristo describe, depende de la conjunción de una vida divina inagotable y sin final con una experiencia humana plena en cuanto a las tentaciones, las presiones y el dolor (Hebreos 2:14–17; 4:14–5:2; 7:13–28; 12:2–3).
No es menos significativo el uso que hace Pedro de Isaías 8:12–13 (1 Pedro 3:14). Cita la versión griega (la Septuaginta), y exhorta a las iglesias a no temer lo que temen los demás, sino poner al Señor en lugar aparte, porque es santo. Ahora bien, donde el texto de Isaías dice en la Septuaginta: “Santificad a Dios el Señor”, Pedro escribe: “Santificad a Cristo como Señor” (1 Pedro 3:15; traducción del texto griego Nestlé-Aland del Nuevo Testamento). Pedro estaba dispuesto a, dar a Jesús de Nazaret, su Maestro y Señor, el temor y la adoración debidos al Todopoderoso.
El Nuevo Testamento prohíbe adorar a los ángeles (Colosenses 2:18; Apocalipsis 22:8–9); en cambio, ordena que se adore a Jesús y se centra continuamente en el Salvador y Señor divino-humano, como el objeto adecuado de la fe, la esperanza y el amor aquí y ahora. Una religión a la que le falten estos énfasis no es cristianismo. No nos equivoquemos al respecto.
DOS NATURALEZAS
JESUCRISTO ES TOTALMENTE HUMANO
Porque muchos engañadores han salido por el mundo,
que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne.
Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
2 Juan 7
Jesús fue un hombre que convenció a los que se hallaban más cercanos a El de que también era Dios; por consiguiente, su humanidad no está en tela de juicio. La condenación de Juan contra quienes negaran que “Jesucristo había venido en carne” (1 Juan 4:2–3; 2 Juan 7) iba dirigida a los docetistas, quienes reemplazaban la Encarnación con la idea de que Jesús era un visitante sobrenatural (no Dios) que parecía humano, pero que en realidad era una especie de fantasma; un maestro que no había muerto realmente por los pecados.
Los evangelios presentan a Jesús experimentando limitaciones humanas (hambre, Mateo 4:2; agotamiento, Juan 4:6; ignorancia de los hechos, Lucas 8:45–47) y dolores humanos (llora ante la tumba de Lázaro, Juan 11:35, 38; pasa por la agonía de Getsemaní, Marcos 14:32–42; cf. Lucas 12:50; Hebreos 5:7–10, y sufre en la cruz). La epístola a los Hebreos destaca el hecho de que si no hubiera experimentado las presiones humanas—debilidad, tentación, dolor—no habría reunido los requisitos necesarios para ayudarnos a pasar por estas mismas cosas (Hebreos 2:17–18; 4:15–16; 5:2, 7–9). Tal como es, su experiencia humana es tal, que garantiza que en todos los momentos de exigencias y presiones dentro de nuestras relaciones y nuestro caminar con Dios, podemos acudir a Él, seguros de que, en algún sentido, ya ha pasado por ello antes que nosotros, y por consiguiente, nos puede dar la ayuda que necesitamos.
Los cristianos, al centrarse en la divinidad de Jesús, algunas veces han pensado que honra a Jesús el que se disminuya al mínimo su humanidad. La herejía temprana del monofisicismo (la idea de que Jesús sólo tenía una naturaleza) expresaba esta suposición, como lo hacen las sugerencias modernas de que Él sólo fingía ignorar los hechos (en la suposición de que Él siempre se dio cuenta de su omnisciencia y, por consiguiente, estaba consciente de todo), y que también fingía tener hambre o cansancio (en la suposición de que su divinidad le daba todo el tiempo una energía sobrenatural a su humanidad, alzándola por encima de las exigencias de la existencia común y corriente). No obstante, la Encarnación lo que significa es que el Hijo de Dios vivió su vida divino-humana en su mente y su cuerpo humanos y por medio de ellos en toda circunstancia, elevando al máximo su identificación y empatia con aquéllos a quienes Él había venido a salvar, y acudiendo a recursos divinos que trascendían los límites humanos del conocimiento y la energía únicamente cuando así lo dictaban unas exigencias particulares de la voluntad del Padre.
La idea de que las dos naturalezas de Jesús eran algo así como circuitos eléctricos que se alternaban entre sí, de manera que a veces actuaba en su humanidad, y a veces en su divinidad, también es errónea. Todo cuando hizo y soportó, incluso sus sufrimientos en la cruz, lo hizo en la unidad de su persona divino-humana (esto es, como el Hijo de Dios que había tomado para sí todos los poderes humanos para actuar, reaccionar y experimentar, en su forma no caída). Decir esto no equivale a contradecir la impasibilidad divina, puesto que la impasibilidad no significa que Dios nunca experimente dolor, sino que cuanto Él experimenta, incluso el dolor, lo experimenta por voluntad propia, y debido a una decisión propia suya que así lo ha dispuesto de antemano.
Jesús, al ser divino, era impecable (no podía pecar), pero esto no significa que no pudiera ser tentado. Satanás lo tentó para que desobedeciera al Padre al darse satisfacción a sí mismo, al exhibirse y al buscar su propia grandeza (Mateo 4:1–11), y la tentación de apartarse de la cruz fue algo constante (Lucas 22:28, donde la palabra traducida como “pruebas” se puede traducir también como “tentaciones”; Mateo 16:23; y la oración de Jesús en Getsemaní). Por ser humano, Jesús no pudo vencer ninguna tentación sin batallar, pero por ser divino, su naturaleza era hacer la voluntad de su Padre (Juan 5:19, 30) y por consiguiente, resistirse a la tentación y combatirla hasta vencerla. A partir de lo sucedido en Getsemaní podemos deducir que algunas veces, sus batallas fueron más agudas y dolorosas de lo que jamás conoceremos nosotros. El final feliz es que “en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18).
EL NACIMIENTO VIRGINAL
EL NACIMIENTO DE JESUCRISTO
FUE MILAGROSO
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es:
Dios con nosotros.
Mateo 1:22–23
Mateo 1:18–25 y Lucas 1:26–56; 2:4–7, dos relatos armoniosos y complementarios entre sí, aunque obviamente independientes, se unen para testificar que el nacimiento de Jesús fue consecuencia de una concepción milagrosa. María quedó encinta debido a la acción creadora del Espíritu Santo, sin haber tenido relación sexual alguna (Mateo 1:20; Lucas 1:35).
La mayoría de los cristianos aceptaban sin vacilar el Nacimiento Virginal de Cristo, hasta que la teología liberal se dedicó a poner en tela de juicio los milagros en el siglo XIX. Entonces, se convirtió en punto esencial dentro del debate acerca del sobrenaturalismo cristiano y la divinidad de Jesús. El liberalismo, en un intento por quitarle su aspecto sobrenatural a la fe y reinterpretar a Jesús como alguien que no era más que un maestro incomparablemente santo y profundo, rodeó el Nacimiento Virginal con un espíritu de considerarlo innecesario, y con un escepticismo nada razonable.
En realidad, el Nacimiento Virginal se engrana de manera armoniosa con el resto del mensaje neotestamentario acerca de Jesús. Él mismo obró milagros, y se levantó milagrosamente de entre los muertos, o sea, que no constituye ningún problema nuevo afirmar que entró en este mundo de una forma también milagrosa. Se marchó del mundo de manera sobrenatural, por medio de su resurrección y su ascensión, por lo que era totalmente adecuado que hubiera llegado a El de forma sobrenatural. El relieve que se les da a la dignidad y la gloria del Jesús preencarnado (Juan 1:1–9; 17:5; 2 Corintios 8:9; Filipenses 2:5–11; Colosenses 1:15–17; Hebreos 1:1–3; 1 Juan 1:1) hacía más natural que ninguna otra alternativa, un modo de entrar en la vida encarnada que comprendiera la proclamación del glorioso papel que Él había venido a cumplir (Mateo 1:21–23; Lucas 1:31–35).
Vale la pena tener en cuenta que Mateo y Lucas se manifiestan mucho más interesados en el cumplimiento del propósito redentor de Dios, que en la concepción virginal de Cristo como prodigio físico, arma apologética o dato que señalara hacia una cristología de dos naturalezas.
Aunque no podamos afirmar que una Persona divina no habría podido entrar en este mundo de otra forma más que por medio del nacimiento virginal, lo cierto es que el nacimiento milagroso de Jesús apunta hacia su divinidad, y también hacia la realidad del poder creador que actúa en nosotros cuando nacemos de nuevo (Juan 1:13). Además, aunque no podemos afirmar que, de no haber utilizado el nacimiento virginal, Dios no habría podido producir un ser humano sin pecado, la humanidad de Jesús no tenía pecado alguno, y las circunstancias que rodean a su nacimiento llaman la atención hacia el milagro que se produjo cuando María, una persona con pecado (Lucas 1:47), dio a luz a alguien que no estaba “en Adán” como ella, y por consiguiente, no necesitaba un Salvador, como lo necesitaba ella. En lugar de esto, Jesús estaba destinado, a través del mantenimiento sin pecado de su impecable naturaleza humana, a convertirse en el sacrificio perfecto por los pecados humanos, y de esta forma, ser el Salvador de su propia madre, y del resto de la Iglesia junto con ella.

Packer, J. I. (1998). Teologı́a concisa: Una guı́a a las creencias del Cristianismo histórico (112). Miami, FL: Editorial Unilit.

Dia de Jehova y Dia del Señor

DÍA DE JEHOVÁ (“día del Señor”, °vp). Esta expresión forma parte de la *escatología de la Biblia. Tiene varios equivalentes, como ser “el día”, “en aquel día”.
En este artículo tratamos los usos de la frase en sí. Am. 5.18–20, el uso más antiguo, demuestra que esta frase ya era corriente en la fraseología popular. Para el pueblo significaba el día en que Yahvéh intervendría para colocar a Israel a la cabeza de las naciones, sin tener en cuenta su fidelidad hacia él. Amós declara que “el día” significa juicio para Israel. Así también en Is. 2.12s; Ez. 13.5; Jl. 1.15; 2.1, 11; Sof. 1.7, 14; Zac. 14.1.
Otros profetas, conscientes de los pecados de otras naciones además de los de Israel, declaran que el día llegará para distintas naciones individualmente, como castigo por sus brutalidades, p. ej. Babilonia, Is. 13.6, 9; Egipto, Jer. 46.10; Edom, Abd. 15; muchas naciones, Jl. 2.31; 3.14; Abd. 15.
El día de Jehová constituye, pues, el momento en que Yahvéh interviene activamente para castigar el pecado, que ha llegado a su culminación. El castigo puede llegar mediante una invasión (Am. 5–6; Is. 13; Ez. 13.5), o por medio de algún desastre natural, tal como una invasión de langostas (Jl. 1–2). Todas las intervenciones menores hacen crisis con la venida del Señor mismo. Ese día hay verdaderos creyentes arrepentidos que se salvan (Jl. 2.28–32), mientras que aquellos que siguen siendo enemigos del Señor, sean judíos o gentiles, son castigados. Hay también efectos físicos en el mundo de la naturaleza (Is. 2).
En el NT el día del Señor se refiere a la segunda venida de Cristo (como en 2 Ts. 2.2), y la frase “día de nuestro Señor Jesucristo”, u otra equivalente, aparece en 1 Co. 1.8; 5.5; Fil. 1.6, 10; 2.16; 2 Ts. 2.2. La venida es inesperada (1 Ts. 5.2; 2 P. 3.10) ; sin embargo, ciertas señales deben ocurrir primeramente, y estas deberían ser discernidas por los creyentes (2 Ts. 2.2s). También habrá efectos de orden físico en el mundo de la naturaleza en ese día (2 P. 3.12s).
Bibliografía. H. Gross, “Día del Señor”, °DTB, col. 271–273; J. Goitia, “Indicaciones temporales en la escatología”, Verdad y vida, 15, 1957, pp. 257–290.
 
DÍA DEL SEÑOR Esta expresión se encuentra una sola vez en las Escrituras. En Ap. 1.10 Juan revela que la visión del apocalipsis le vino mientras estaba “en el Espíritu en el día del Señor”. Esta es la primera vez que en la literatura cristiana aparece hē kyriakē hēmera. La construcción adjetivada sugiere que se trata de una designación formal del día de adoración en la iglesia. Como tal aparece evidentemente ya a principios del ss. II (Ignacio, Epístola a los Magnesianos, l, 67).
Poco apoyo encontramos para la teoría de que la frase se refiere al día de la pascua, excepto, naturalmente, en el sentido de que cada día del Señor es una recapitulación pascual. Pero se debe tener en cuenta que eruditos de la reputación de J. J. Wettstein, G. A. Deissmann y F. J. A. Hort, entre otros, prefieren interpretar el versículo como que Juan fue transportado, en su éxtasis espiritual, al gran día del juicio final (cf. Ap. 6.17; 16.14). J. B. Lightfoot piensa que hay “razones muy buenas, si no concluyentes”, que abonan este parecer (The Apostolic Fathers, 2, sección I, parte II, pp. 129). La opinión mayoritaria, sin embargo, se inclina a favorecer el parecer de H. B. Swete de que esta interpretación es extraña al contexto inmediato y contraria al uso lingüístico (la LXX siempre tiene hē hēmera tou kyriou para el “día del Señor” profético; kyriakos no aparece). Parecería razonablemente prudente, por lo tanto, afirmar que así como la ubicación real de la visión de Juan se registra en el vv. 9, la ocasión real se registra en el vv. 10.
Aun si aceptamos para Apocalipsis una fecha tardía (ca. 96 d.C.), no es necesario suponer, como lo hace Harnack, que hē kyriukē hemera no se usaba antes de fines del ss. I. Incluso puede haber aparecido ya en el año 57 d.C., época en que Pablo escribió 1 Corintios. En 11.20 el apóstol habla de kyriakon deipnon (“la Cena del Señor”). Resulta interesante consignar que la Pes. tiene “el día del Señor” en este caso. Pero parecería poco probable que el término haya sido de uso corriente, porque más adelante en la epístola Pablo emplea kata mian sabbatou (16.2).
Deissrnann ha aportado nueva luz en torno al título al demostrar que en Asia Menor y Egipto, aun antes de la era cristiana, se llamaba al primer día de cada mes día del emperador o Sebastē. Esto puede haber sido transferido posteriormente a un día de la semana, probablemente el jueves (dies Iovis). “Si estas conclusiones son válidas”, comenta R. H. Charles, “podemos comprender con qué naturalidad surgió la expresión ‘día del Señor’; porque así como se llamaba al primer día de cada mes, o a un cierto día, de cada semana, ‘día del emperador’, también resultaría natural que los cristianos llamaran al primer día de cada semana, relacionado como lo estaba con la resurrección del Señor y la costumbre de los cristianos de reunirse para el culto, ‘día del Señor’. Puede haber surgido primeramente en círculos apocalípticos, cuando la cristiandad adoptó una actitud hostil al imperio” (R. H. Charles, The Revelation of St. John, 1, 1920, pp. 23; cf. Deissmann, Bible Studies, pp. 218ss).
“Señor” aquí claramente significa Cristo y no Dios Padre. Es el día que pertenece a Cristo. Le pertenece por su resurrección, cuando “fue declarado Hijo de Dios con poder” (Ro. 1.4). Indudablemente McArthur está en lo cierto cuando afirma que este título se deriva en última instancia del señorío de Jesucristo, que se hizo manifiesto en la resurrección “el primer día de la semana” (Mr. 16.2; véase A. A. McArthur, The Evolution of the Christian Year, 1953, pp. 21). El culto cristiano es esencialmente una anamnēsis (recordación) del hecho pascual que sirvió para revelar el triunfo del propósito redentor de Dios. De aquí la nota de gozo y alabanza que predomina. También resultaba apropiado el primer día, ya que traía a la memoria el día inicial de la creación, cuando Dios hizo la luz, y el hecho de que el Pentecostés cristiano cayó en domingo. Además, bien puede haber formado parte de la esperanza de los cristianos primitivos el que el retorno de nuestro Señor se produjera en ese su día.
La prueba más antigua relacionada con la observancia cristiana del primer día de la semana se encuentra en 1 Co. 16.1–2, pero no hay referencia explícita a la realización de una asamblea. Hch. 20.7 es más específico, y probablemente refleja el uso cristiano del calendario judío, bajo el cual el día del Señor comenzaba a la puesta del sol del sábado. Alford interpreta la facilidad con que los gentiles aceptaron este sistema judío como “la mejor prueba de que así se observaba este día” (Henry Alford, The New Testament for English Readers6, 1871, pp. 788). Por otra parte, en el NT no encontramos indicio alguno de controversia sobre el sábado. Se observaba el día del Señor, porque satisfacía todos los benéficos propósitos de Dios en la institución del sábado para la humanidad, pero “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Ro. 7.6).
Bibliografía. E. Shweizer, A. Díez Macho, La iglesia primitiva, 1974; D. Fernández, ¿Por qué guardamos el domingo?, 1971; S. W. Gamble, Domingo, el verdadero sabar, s/f; W. Maer, Ley = El sábado = El domingo, 1956.
H. P. Porter, The Day of Light: the Biblical and Liturgical Meaning of Sunday, 1960; W. Rordorf, Sunday: the History of the Day of Rest and Worship in the Earliest Centuries of the Church, trad. ing., 1968; R. T. Beckwith y W. Stott, This is the Day, 1978 (réplica a Rordorf) ; S. Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday: A Historical Investigation of the Rise of Sunday Observance in Early Christianity, 1977.

°vp Dios habla hoy, “versión popular”, 2ª eds. 1983
p. ej. por ejemplo
NT Nuevo Testamento
°DTB J. B. Bauer, Diccionario de teología bíblica, trad. del alemán (título original Bibeltheologisches Wörterbuch, 1962) por Daniel Ruiz Bueno y revisado por Luis Arnaldich, 1967
pp. página(s)
J.S.W. J. S. Wright, M.A., ex Director de Tyndale Hall, Bristol; Canónigo de la catedral de Bristol, Inglaterra.
ss. siglo(s)
cf. confer (lat.), compárese
LXX Septuaginta (vs. gr. del AT)
vv. versículo(s)
ca. circa (lat.), aproximadamente, alrededor de
d.C. después de Cristo
Pes. Peshitta (versión siriaca)
trad. traductor, traducción, traducido
ing. inglés, inglesa
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.