Cristo ofrece un alimento asombroso.

Juan 6.1-15.

Juan 6 nos revela a Jesús haciendo maravillas y expresando enseñanzas que provocaban conflicto. La verdad siempre produce ese efecto. Cristo se presenta a sí mismo como el Pan de Vida (Salmo 19:1-4; Juan 1:3-4). Este milagro fue un punto de inflexión en el ministerio de Jesús (es el único registrado en los cuatro Evangelios además de la resurrección de Jesús): 1. Había un valor probatorio en este milagro que superaba al de todos los demás, realizado al aire libre ante una multitud. 2. La naturaleza del milagro de creación de alimento en un llamado a la existencia de lo que antes no existía. 3. La importancia del milagro es que hablaba directamente de la persona de Cristo. 4. Tiene una aplicación universal; Mateo prefigura a Cristo, en un día venidero alimentando a los pobres de Israel (Salmos 132:15). Marcos nos enseña el deber principal de los siervos de Dios de partir el Pan de Vida a los hambrientos. Lucas anuncia la suficiencia de Cristo para satisfacer las necesidades de todos los hombres. Juan nos dice que Cristo es el alimento del pueblo de Dios. Se ve una conexión entre Pascua (6:4) y Jesús porque la Pascua simboliza la provisión de Dios para la vida y la salvación (1 Corintios 5:7).

La alimentación milagrosa fue un acto de compasión en nombre de las personas que habrían pasado hambre, demostró su poder creativo de manera clara e impresionante. Es la cuarta señal que Juan registró para probar que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios (2:11; 4:54; 5:1-17). A pesar de la sencillez y la excesiva brevedad de la narración, es evidente que este incidente fue un ejemplo señalado del poder todopoderoso de Cristo. El efecto inmediato del milagro fue que hizo popular al Señor Jesús de la manera equivocada, hizo que se exacerbaran las expectativas mesiánicas de la gente. Muchos querían hacerlo rey (Juan 6:15) porque veían que Él podía resolver sus problemas económicos, no porque lo aceptaran como Salvador y Señor. El resultado final fue que muchos de sus seguidores lo abandonaron (v. 66).

Jesús dio gracias antes de distribuir la comida (11), todos quedaron satisfechos (12), se trató de verdadera comida y no acto simbólico. Es una prueba de la desbordante provisión de Dios ¿Era capaz Jesús de alimentar a una multitud? ¿Podía proveer para las necesidades físicas de tantos? En Cana había transformado el agua en vino; aquí pan por más pan. Cristo no sólo era benevolente, dispuesto a hacer el bien, sino beneficioso siempre haciendo el bien. Aquel jovencito entrego todo lo que tenía, así nosotros debemos entregar todo lo que tenemos hoy, por pequeño e insignificante que sea al Salvador para que Él pueda multiplicarlo para Su propia gloria.

1. La atracción en su carácter (v.1-4). El escenario es el Mar de Galilea (Números 34:11; Josué 13:27) o Lago de Genesaret (Lucas 5:1). En las laderas al este del lago más remota y menos poblada que el oeste. Las multitudes quedaban impresionadas por las señales que realizaba y estaban dispuestas a seguirlo incluso a zonas remotas. La difusión de su fama explica la multitud que se había reunido. La multitud pudo haber consistido en parte por peregrinos a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. La multitud no estaba motivada por la fe, el arrepentimiento o el amor genuino por Él. Buscaban los beneficios de Su poder en sus vidas físicas, pero no en sus vidas espirituales. Todos sus milagros fueron obras de amor. Y esto, en su carácter es el gran imán moral que un día atraerá a todos los hombres hacia él (Job 29.8-25).

a. Lugar y tiempo en que fue llevado a cabo este milagro (v. 1, 2). Cristo fue seguido a Galilea por una gran multitud. Los discípulos han vuelto de la gira por Galilea e informan a Jesús, y necesitaban descansar y estar a solas con Jesús, para ello cruzaron el lago. Al llegar Jesús subió a una montaña (el Mar de Galilea está rodeado de colinas) y se sentó con sus discípulos, para un tiempo de enseñanza. Entonces alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él. La gente estaba anhelante por oír de nuevo a Jesús (Lucas 9:11) y recibir los beneficios de sus poderes de curación. Se convencieron de que era un gran profeta y que había sido enviado por Dios. El propósito de Juan es el de presentar la majestad de Cristo (20:30, 31), el tierno amor del Salvador resalta nítidamente contra el trasfondo de la ingratitud humana. Los judíos esperaban un Mesías que realizaría grandes hazañas, y en Jesús veían cosas asombrosas que hacían que sus corazones se aceleraran mientras viajaban a Jerusalén.

b. El contexto del milagro (v.3-4). La expresión fiesta de los judíos podría también significar que Dios ya no la reconocía como una de Sus propias fiestas porque la nación judía la celebraba como un mero ritual, sin ningún interés de corazón. Había perdido su verdadero sentido y ya no era una fiesta de Jehová, era solo una condición vacía del judaísmo. La Pascua recuerda la noche en que los hijos de Israel se dieron un festín con el cordero; aquí vemos hambre. Su estado físico era el signo externo de lo vacío de su alma. Jesús trataba de alejarse para estar a solas con sus discípulos.

2. La razón y las reacciones (v.5-13). Las pruebas de parte de Dios vienen para refinar la fe de su gente, no para inducirla a pecar. Cristo sabia la importancia que la señal tendría para sus discípulos. Quería hacer crecer la fe de sus seguidores para que realizaran la gran responsabilidad que les quedaría. La multitud tuvo una reacción contraria al plan de Cristo. La gente no entendió que, aunque en efecto iba a ser un gran rey, antes tenía que ser un gran sacerdote, y ofrecerse a sí mismo en sacrificio por el pecado. Lo que aquí se ve es el rechazo del verdadero Mesías por el concepto equivocado de uno que respondía a sus anhelos políticos. Esta es una actitud de incredulidad (Marcos 6:45).

a. Su tierna compasión (v. 5-7). La compasión significa sufrir con, junto con. Jesús decide dar de comer a la gente. El Señor conocía el motivo superficial de la multitud para seguirlo (v. 26), pero Su abundante misericordia suplió sus necesidades. Al pedir una solución humana (sabiendo que no la había), Jesús destacó el acto poderoso y milagroso que estaba a punto de realizar. Jesucristo utiliza la situación para fortalecer la fe de Felipe, de los demás discípulos y de la multitud (Santiago 1:2-4, 1 Pedro 1:6-7).La respuesta de Andrés mostró que él, al igual que Felipe y el resto de los Doce, no pasó la prueba de la fe. Nadie respondió afirmando el poder de Jesús para proveer. A pesar de las promesas divinas no aprendemos las lecciones hasta que pasamos por crisis.

Dios prueba a las personas para refinar su fe, nunca para incitarlas al mal (Genesis 22:1-18; Santiago 1:2, 13-15; 1 Pedro 1:7). Felipe respondió se necesitarían más de 200 denarios, equivalente a ocho meses de trabajo de un jornalero. Él estaba mirando las cosas que se ven, el tamaño de la multitud, y tal mirada es una barrera en el camino de la fe. El discípulo sabio siempre mantiene la puerta abierta para que Dios obre. Esta incredulidad en los discípulos se registra para nuestro aprendizaje, humildad y vigilancia. La renuencia escéptica de los discípulos contrasta con la disposición del joven a compartir lo que tenía: cinco panes pequeños de cebada y dos peces pequeños (los panes de cebada y el pescado eran alimento para los pobres).

b. Trasciende las necesidades de los hombres (v. 8-9). Cristo siempre da más de lo que se necesita. Los fragmentos que quedan son mayores que el stock que se ha utilizado. Sus recursos son inagotables, sus bendiciones cuanto más se usan, más parecen multiplicarse y crecer. Esto nos enseña a tener fe en la providencia del Señor y socorrer a los necesitados (1 Reyes 17:8-16). Las palabras del verso 9 señalan la necesidad de compartir cuanto tengamos. Es una actitud que redunda en bendición y beneficios, tanto para nosotros mismos como también para los de nuestro alrededor (Lucas 10:27b). Al Señor le agrada usar a niños, a pobres y a débiles. ¿Han sido ya probados nuestro carácter y fe?

c. El milagro incontestable (v.10-11). Jesús les dijo a sus apóstoles que prepararan a los hombres/personas para una comida. Su fe pudo haber fallado, pero su obediencia no, y a pesar de sus dudas siguieron las instrucciones del Señor. Si la fe es débil, la obediencia es la mejor manera de fortalecerla. Todas las bendiciones llegan a nosotros por medio del conducto de la obediencia. La obediencia y la bendición están inseparablemente conectadas en la Palabra de Dios. La alimentación de los cinco mil tuvo lugar en la primavera (la Pascua fue en marzo o abril). La muchedumbre fue testigo de la obra del Dios Creador (1 Corintios 1:27). El Señor no hace nada a medias. Los apóstoles recibían el pan de manos de su Maestro, y luego lo «distribuían» a la multitud. ¿Se multiplicó el pan en las mismas manos del Salvador? ¿En qué momento ocurrió el milagro exactamente? El punto teológico de Juan es que no hay escasez cuando Jesús está proveyendo (Éxodo 16:12, 18). Este acto milagroso no fue suficiente para los incrédulos y muchos no quisieron creer (Salmos 37:25). Este milagro nos recuerda el milagro que se produce cuando compartimos la Palabra de Dios, ya sea predicando, enseñando o de uno en uno. Dios imparte poder a su Palabra, y el Espíritu Santo multiplica, bendice, da vida y alimenta al oyente. El Señor hace milagros hoy, interviniendo con su poder sobrenatural.

d. Cristo no permite alentar el despilfarro (v.12, 13). No recogen migajas o trocitos en el suelo, sino trozos partidos por Jesús (Marcos 6:41) y no consumidos (Proverbios 25:16). Los judíos tenían la costumbre de dejar algo a aquellos que servían. A los discípulos les quedaba más que al principio, recibieron una amplia provisión para su propio uso. La recolección que hicieron los discípulos fue parte de su entrenamiento, para mostrarles que Jesús es más que suficiente para llenar las necesidades físicas (Marcos 8:17-21). Los discípulos también padecían de ceguera espiritual (Marcos 6:52). Toda plenitud habita en Cristo, y esa plenitud es inagotable. Si damos el primer paso para ponernos a disposición de Dios, él nos mostrará cuán mucho podemos ser usados para hacer avanzar la obra de su reino. La mayoría de nosotros queremos ver una gran obra de Dios, pero ¿podemos dar el primer paso de sacrificio? Nunca nos empobrecen, sino que siempre nos enriquecemos dando a los demás. Es el alma liberal la que robustece (Proverbios 11:25). Dios nunca permite que un dador generoso sea el frustrado, es la avaricia la que empobrece. El despilfarro es pecaminosidad, nos enseña a no malgastar ninguna cosa que Dios provea para nuestro sustento y cobijo (Lucas 15:13-14).

3. Un testimonio indiscutible de su mesianismo (v. 14-15). Confesión y transición. El pueblo reconoció la(s) señal(es), y concluyeron que Jesús era el Profeta que ha de venir al mundo. Esta declaración tiene todas las características de una confesión de que Jesús era el esperado (el que vendría) que iba a ser como el profeta Moisés (Deuteronimio18:15). La gente saco conclusiones equivocadas en cuanto a lo que significaba esa identificación. No hay duda de que la provisión milagrosa de alimentos de Jesús le recordó a la multitud a Moisés y el maná que Dios proveyó para Israel en el desierto.

a. Necesidad de un líder (v. 14). Querían un libertador terrenal, que satisficiera todas sus necesidades físicas, y los liberara del odiado yugo de la opresión romana. Tenían la intención de hacerlo rey. Con Él como su proveedor, nunca les faltaría comida y tendrían el potencial de ser sanados de toda enfermedad. Podían marchar a Jerusalén, derrocar a los romanos y establecer el estado de bienestar social definitivo. Moisés había alimentado a la gente y los había sacado de la esclavitud. Jesús había alimentado a la gente y podría liberar al pueblo de la odiada dominación romana. La gente vio su señal, pero no percibió su significado. Muchos reconocen en Cristo a un gran profeta pero no están dispuestos a reconocerle como el Salvador necesario y suficiente (Hechos. 4:12), ni a poner por obra sus enseñanzas. Pero la fe de ellos no era genuina. No estaban dispuestos a admitir que Jesús fuese el Hijo de Dios ni a confesar sus pecados y aceptarlo a Él como Salvador. Jesús se negó a ser nombrado rey por la fuerza en sus términos egoístas. Por lo tanto envió a los discípulos en una barca (Mateo 14:22; Marcos 6:45), dispersó a la multitud (Mateo 14:23; Marcos 6:45-46), y se retiró de nuevo a la montaña solo.

b. La misión de Jesucristo y del cristiano (v. 15). Jesús no consiente caprichos ni fantasías. El pueblo tenía en mente un reino físico y un rey físico (asociando «Hijo del Hombre» con la figura escatológica de Daniel 7:13, 14), pero Jesús tenía en mente un rey y un reino puramente espirituales. Esto marca el momento de mayor popularidad de Jesús así como de mayor tentación para él. ¿Sería posible que obtuviera el reino sin la cruz? No. El Padre era el que le daría el reino a Jesús (Salmos 2:7-12; Daniel 7:13-14), este no procedería de este mundo (Juan 18:36); el camino que marcaba la voluntad del Padre estaba en dirección opuesta. Antes de que pudiera ser el león de Juda reinante, debía ser el Cordero que quita el pecado del mundo (1:29). Jesús ama misericordiosamente a los creyentes y les concede un rico legado de gozo (Juan 15:11), paz (Juan 14:27) y consuelo (2 Corintios 1:3-7). Él llama a los pecadores a llorar por su pecado (Mateo 5:4), arrepentirse (Mateo 4:17) y reconocerlo como el Señor soberano (Romanos 10:9; Filipenses 2:9-11), a quien deben obediencia completa (Juan 14:15, 21; 1 Juan 5:3). Él continúa alejándose de aquellos que lo buscan para sus propios fines, tal como lo hizo de la multitud que buscaba hacerlo rey en sus términos. Mas adelante Él aleja a otros con las duras demandas del evangelio (v. 66). La controversia de si Jesús es o no el Profeta/Mesías llega a un punto crítico de nuevo en 7:40-52.

Jesús sabía que la oportunidad inmediata no era nada comparada con lo que Dios había planeado (Daniel 7:13-14). Él no necesitaba ser hecho «rey», porque Él nació como tal (Mateo 2:2); No iba a ascender al trono hasta que hubiese ascendido primero al altar del sacrificio. Había de sufrir, derramar Su sangre y morir, antes de ser exaltado. Jesús despidió también a las multitudes y subió solo al monte. Allí estuvo solo en todos los sentidos, porque nadie excepto el Padre lo comprendía en esta etapa, ni siquiera sus discípulos. Subió a orar (Marcos 6:46 = Mateo 14:23). Su retiro a la soledad nos ha dejado un ejemplo, porque necesitamos la soledad así como la sociedad, para entrenar nuestra naturaleza en la bondad de Cristo. La soledad es el mejor escenario para la autocomunión, la comunión con el Eterno y la formación de resoluciones sagradas.

Cuando una persona acepta a Cristo tiene un efecto positivo, se torna honesta en su manera de conducirse y su vida empieza a transformarse (Efesios 4:24). Adquiere un propósito en la vida, una vida justa y de amor por el bien de los demás, su familia y de él mismo (Colosenses 3:1-3). Tiene una nueva motivación, su vida se llena de amor (Colosenses 3:5-14). Adquiere un sentido de responsabilidad y trabaja con ahincó y entusiasmo (Proverbios 22:29; Eclesiastés 5:19). Se manifiesta en la unidad (Colosenses 2:2), ya que crece, se edifica y camina hacia la madurez espiritual y emocional (1 Corintios 1:10). Vive con libertad porque está libre de vicios, temores y egoísmo (Gálatas 5:1)

Conclusión.

Lo que Jesús hizo fue extraordinario en todo aspecto. El resultado total fue fe: la multitud llegó a la conclusión (Juan 6.14) de que Jesús debía ser el profeta prometido por Moisés (Deuteronomio 18.15). La duda y el rechazo iban a llegar muy pronto. Los detractores señalaron que la comida de Jesús fue impresionante, pero fue solamente una. Moisés había alimentado a Israel en el desierto por 40 años (Juan 6.30, 31). No entendieron el objetivo de la señal: Jesús no era simplemente un repartidor; era el mismo pan de vida (6.32-58).

Este hermoso incidente está cargado de gloriosas sugerencias, y palpita con el corazón compasivo de Cristo. El tema principal es el interés benévolo de Cristo en la humanidad. Aprendemos que su compasión se extiende a las necesidades físicas del hombre: En la provisión que ha hecho para ellos en la constitución de la naturaleza. Su compasión está conectada con una amplia capacidad de suplir, todo viene de la mano liberal de Cristo. Su compasión se ejerce en conexión con un espíritu devoto. Su compasión se ejerce siempre con fines morales. Cristo bendijo los cuerpos de los hombres para bendecir sus almas. Nosotros también deberíamos hacerlo. Mostró más favores de los que ellos podían apreciar a fin de prepararlos para recibir de sus manos la bendición superior de la vida eterna. Aceptemos el pan de vida, aceptemos el banquete que Dios nos da y obtendremos vida eterna.

Oremos.

9 de junio del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Los testigos de Jesucristo como el Hijo de Dios.

Juan 5.30-47.

Jesús convocó a testigos de su divinidad que proporcionaron un testimonio convincente de las afirmaciones de Jesús. Los que escucharon a Jesús fueron ejemplos de cómo un corazón duro puede anular incluso el argumento más poderoso. Habla aquí de como un individuo puede conocer a Dios. Es cuestión epistemológica de dos partes, la primera parte trata de los medios ¿Por qué medios podemos conocer a Dios? ¿Cuál es el canal por el cual Dios se revela? Jesús mismo es el canal por el cual podemos conocer a Dios y que esto es verdad porque él es Dios. La segunda parte se ocupa de la verificación ¿cómo podemos saber que se puede confiar en este medio de conocer a Dios? En el contexto del discurso de Cristo: ¿Por qué los oyentes de Cristo, y los judíos, han de creer tal testimonio? ¿Por qué deberían considerar a Jesús confiable?

En cuidado al procedimiento de la ley judía se requería dos o tres testigos para establecer cualquier hecho, Jesús cita testimonios independientes que refuerzan y corroboran el suyo. Los lideres judíos han determinado ponerse en contra de Cristo a pesar del testimonio que reciben de testigos, aun hasta de Dios Padre. Un tema singularmente trágico en las Escrituras es el amor no correspondido de Dios por el descarriado Israel. Su pueblo, a quien Él escogió por su gracia para Sí mismo (Deuteronomio 7:7-8), repetidamente demostró ser ingrato e infiel a Él. El catálogo de testigos no es múltiple sino único. Es Dios quien habla en nombre de Jesús en una variedad de formas. Jesús viene a dar testimonio de Dios (vv. 41-43). La certeza de sinceridad de Jesús es que está totalmente desprovisto de la búsqueda de la gloria humana (v. 41), su única preocupación es que Dios sea glorificado (v. 46).

1. Cristo testifico de sí mismo (v.30-31). Unidad con el Padre. Jesús apela al testimonio del Padre que se hace en su favor, el «otro testigo» es Dios el Padre. Dios el Padre no solo ha enviado a Dios el Hijo, ha suministrado testigos extras para que la gente sepa que ha hablado en Cristo y no tenga excusa para dejar de confiar en él (4:34; 8:29). Actuaba en perfecta obediencia a Su Padre y siempre en la más plena comunión y armonía con El. Sus opiniones o juicios no estaban influidos en Su propio favor. Carecía de prejuicios. El mismo daba testimonio de sí mismo, pero las autoridades judías no lo aceptarían. Ellos tomarían su dicho como una declaración arrogante de autoexaltación. Jesús se conformaba con someterse a la voluntad del Padre y dejar que él lo acreditara.

2. El Padre da testimonio de Cristo (v.32). En el derecho no se recibe el testimonio de un testigo acerca de su propia causa (ni en la jurisprudencia judía, ni en la griega, ni en la romana). De acuerdo con la ley judía, la verdad o validez tenía que ser establecida por dos o tres testigos (Deuteronomio 17:6; 19:15). El testimonio de Jesús no podía validar por sí solo sus afirmaciones, aunque fueran verdaderas. Los líderes judíos necesitaba el testimonio de otro, ofreció más testimonio como evidencia. A estos testigos los considerarían de absoluta confianza. Jesús pasa a dar no dos o tres, sino múltiples testimonios de Su deidad, prefiere renunciar a su derecho para convencer a sus enemigos con la autoridad de Dios. El testimonio del Padre es evidente, ya que el Padre, al enviar al Hijo al mundo, le puso el sello (6:27) que le acreditaba como Enviado suyo. El que no cree en Jesús, hace a Dios mentiroso (1 Juan 5:9-12)

3. El testimonio de Juan el Bautista (vv. 33-35). Juan fue el primer testigo que dio fe de que Jesús era Dios. Citó el testimonio de Juan el Bautista como profeta de Dios de la verdad concerniente a sí mismo. Lo hizo por el bien de sus oyentes, para que pudieran ser salvos a causa del fiel testimonio de Juan (1:35-37), su mensaje era el mensaje ardiente del corazón encendido, señaló el camino hacia el arrepentimiento y hacia Dios. El testimonio de Juan apoyó las afirmaciones de Jesús de ser el Mesías (Mateo 21:26; Lucas 20:6) La forma del testimonio de Juan es racional; es decir, no toma la forma de ningún milagro ni la de ninguna manifestación milagrosa. Los testimonios de Jesús son de tipo verbal, no solo de sentimientos o sueños. El Señor terminó su tributo a Juan con una reprimenda a los líderes judíos, señalando que estaban dispuestos a regocijarse solo por un tiempo en su luz. Como polillas a una lámpara, la gente acudió en masa emocionada para escuchar a Juan. Su emoción alcanzó su punto máximo cuando proclamó la inminente llegada del tan esperado Mesías (Marcos 1:7-8). Pero su severo llamado al arrepentimiento personal (Mateo 3:1-2), su punzante denuncia de la hipocresía de la nación (Mateo 3:7; Lucas 3:7), y su escandalosa práctica de bautizar a los judíos (los judíos bautizaban a los prosélitos gentiles, pero consideraban a sus compañeros judíos como parte del pueblo del reino de Dios y, por lo tanto, no necesitaban el bautismo) alienó a muchas de las personas. Fueron atraídos superficialmente hacia Juan pero carecían de arrepentimiento genuino. Al final, se apartaron de la luz de la verdad que Juan reflejaba, porque amaban las malas obras de las tinieblas (3:19).

4. Los milagros de Jesús dan testimonio (v.36).Jesús cita sus obras, no para señalarse a sí mismo, sino para señalar el poder de Dios obrando en él y a través de él. Su testigo supremo es Dios. Un signo es un símbolo. Es un indicador de algo significado. Es obvio que un milagro puede convertirse en una señal al señalar la habilidad o el carácter inusual de quien lo realiza. En todos los casos en los evangelios, el signo llama la atención sobre Jesús mismo y, en particular, sobre su naturaleza divina revelada en sus obras. Los signos son también más que meros símbolos. En algunos casos, sobre todo en los milagros registrados por Juan, contienen a Cristo, son parte de él, así como sus palabras son parte de sí mismo. Esto significa que en realidad son parte de la revelación. Además, las palabras y las obras de Cristo van juntas. Las obras de Cristo son señales, no solo sus milagros, y también lo son sus palabras. Todo lo que hace lo hace para revelar a Dios y su divinidad, el testimonio de las obras de Jesús es mayor que el testimonio de las palabras de Juan. Pero ese testimonio había caído en tierra improductiva.

Es evidente que un milagro puede ser una señal al señalar la presencia de Dios o una figura profética que ha sido autorizada por Dios, los milagros de curación muestran que Jesús es el Señor y dador de vida. La multiplicación de los panes muestra que él es el sustentador de la vida. La curación del ciego muestra que concede la vista física y espiritual, los milagros que el Señor Jesús obro fueron únicos por su carácter, alcance y número. El testimonio de Dios es siempre superior (infinitamente superior) al de cualquier hombre (v. 1 Juan 5:9). La vida entera de Jesús fue un canal purísimo a través del cual Dios mostro Su naturaleza a los hombres (1:14; 14:9; 1 Ti. 3:16; 1 Juan 4:2). A través de Jesús podemos ver, no solo el poder, sino también la sabiduría y el inmenso amor del Padre. Los milagros en Juan apuntan a la gloria de Cristo, revelan su valor o carácter divino: a. Le fueron dadas por el Padre; del Padre les venía el designio y el poder; b. le fueron dadas para que las llevase a cabo, lo cual hizo El con toda perfección, con sumo agrado y arrostrando terribles fatigas, persecuciones y padecimientos; c. esas obras daban testimonio de Jesús, solo un Enviado de Dios podía hacerlas; un Hijo enviado por el Padre. Dios no envió un ángel a morir por nosotros, sino que vino El mismo en la persona del Hijo.

5. Dios el Padre da testimonio (37-38, 43a). Dios es su testigo. El Padre da testimonio de las obras del Hijo de una manera que no lo hace con ningún otro: a. Envió a los ángeles para avisar a los pastores que había nacido su Hijo (Lucas 2: 10-14). b. En su bautismo se oyó una voz del cielo (Lucas 3:22). c. Se oyó una voz del cielo en contestación a la oración del Hijo, confirmando que él era en verdad el Hijo de Dios (Juan 12:28-30). d. Estando Jesús en el monte de la transfiguración, una nube los cubrió y se oyó una voz: «Este es mi Hijo amado; a el oíd» (Marcos 9:7). Dios Padre dio testimonio de que Jesús era Dios hecho hombre. e. El Padre siguió testificando de la deidad de Jesús cuando lo resucito de los muertos (Hechos 2:32; He. 13:20).

Los judíos, al desconocer este testimonio mostraban: a. Ignorancia de Dios, ignorancia de lo que la Biblia nos dice acerca de Dios. b. rebeldía contra Dios, no permitían que la Palabra penetrase de veras dentro de ellos (v. Santiago 1:22-25). Solo convirtiéndose al Señor, se quita el velo que oculta la fuerza de este testimonio (v. 2 Corintios 3:14-16), porque el Espíritu Santo guía hacia la verdad (14:26; 15:26; 16:13), descubre las cosas de Dios (1 Corintios 2:10-16) y calienta el corazón (Lucas 24:32) para escucharlas y ponerlas por obra. El morar de la Palabra y del Espíritu en nosotros se muestra por sus efectos, especialmente por el recibimiento que se hace al Enviado de Dios. El judío habría insistido en que ningún hombre puede ver a Dios (Deuteronomio 4:12). Jesús se estaba refiriendo aquí a la obra interna de Dios, en la que el imprime en la conciencia de las personas el hecho de que Jesús es la verdad (6:45; 1 Juan 5:9-12), los que creyeron en Cristo vieron la forma de Dios. La voz de Dios es, naturalmente, el mismo Cristo (5:19; 14:19, 24); el aspecto de Dios, también es el Cristo (2 Corintios 4:4). Los judíos no reconocieron en Jesús la voz y la forma de Dios. Y no lo reconocieron a causa de la incredulidad. Los incrédulos le vieron meramente como otro hombre como ellos mismos (2 Corintios 3:14). El Padre había testificado abundantemente del Mesías en los siglos pasados, pero ellos habían fracasado voluntariamente en reconocer en las palabras de Jesús la voz de Dios, y en las obras y la conducta toda de Jesús el aspecto de Dios, es decir, la forma externa (gr. eidos) en que el Dios esencialmente invisible (1 Ti. 6:16) se manifestaba a través de Cristo (1:18; 14:9).  Jesús la Palabra es la expresión visible de Dios a la gente. Esta es la verdadera forma de obtener ganancias, cuando la palabra de Dios echa raíces en nosotros, de modo que, estando impresa en nuestros corazones, tiene allí su morada fija.

6. El testimonio de las Escrituras (39). El testimonio del Bautista es el de un profeta y, por lo tanto, el de la palabra profética. El testimonio de los signos es el de la palabra actuada. El testimonio de las Escrituras son la palabra escrita. Los tres testigos involucran la actividad directa y sobrenatural de Dios y pueden describirse como aspectos del propio testimonio del Padre sobre la persona y la enseñanza del Hijo. Para el judío las Escrituras lo eran todo. El judío escudriñó la Ley y, sin embargo, no reconoció a Cristo cuando vino. Escudriñar no es leer superficialmente. Es meditar, profundizar, traer a relación, comparar e investigar en profundidad (7:52; Romanos 8:27; 1 Corintios 2:10; 1Pedro 1:11). Conocer más acerca de Cristo y su plenitud, amor y deidad. Jesucristo señala que los judíos no podían creer en el testimonio de las Escrituras porque recibían gloria los unos de los otros y no buscaban la gloria de Dios. Leían con la mente cerrada, para encontrar argumentos que apoyen sus propias posiciones. No amaban a Dios; Amaban sus propias ideas sobre él. Adoraban las palabras de la Biblia. Sólo hay una manera apropiada de leer la Biblia: leerla como si todo apuntara a Jesucristo, quien es la revelación suprema y por cuya luz todas las demás revelaciones deben ser probadas. Los judíos adoraban a un Dios que escribía en lugar de a un Dios que actuaba y cuando Cristo vino, no lo reconocieron.

¿Podemos mirar a estos testigos de Jesucristo y luego simplemente ignorarlos? si los testigos son lo que Jesús declara que son, entonces deben ser escuchados y debemos comprometer nuestras vidas a Jesús. ¿Qué le dirás a Dios en ese día cuando estés delante de él? ¿Lo dirás? no me convencían las pruebas. Todos los cristianos reconocen que la Biblia es una autoridad divina que exige a todos los hombres y que contiene verdades objetivas que trascienden el entendimiento humano. El propósito de la Biblia (una Biblia dada por Dios) es señalar a Jesucristo. Jesús se convierte en el sujeto del Antiguo Testamento de dos maneras: 1. encajando con sus temas generales y 2. cumpliendo las profecías específicas que se encuentran allí. Se convierte en el tema del Nuevo Testamento de una manera mucho más obvia, porque el Nuevo Testamento cuenta su historia y trata casi de él.

No es raro en nuestros días que hombres y mujeres tengan una mala opinión de la Biblia. Cristo, enfatizo el origen divino de la Biblia y sus características sobrenaturales. En cuanto al origen divino de las Escrituras ciertamente los hombres escribían, pero Dios estaba detrás de la escritura. Los hombres usaban su propio vocabulario y estilo literario, pero Dios los guiaba en la elección de las palabras y garantizaba el resultado (2 Pedro 1:21). Los escritores de la Biblia fueron llevados en sus escritos para producir las palabras que Dios quería que fueran registradas. Todos sus escritos llevan las marcas de la personalidad humana. Difieren en estilo. Al mismo tiempo, la fuente última es divina, y el toque de lo humano no los marcó con debilidad o error. Escribieron como hombres, pero como hombres movidos por el Espíritu Santo. El resultado fue la revelación de Dios. La doctrina de la inerrancia, limitada a los manuscritos originales, se ha aplicado a veces a una traducción hecha por hombres. Por buena que sea, no es la Palabra infalible. No es tener la Biblia correcta lo que te salva; es saber y creer lo que la Biblia dice acerca de Jesús lo que te salva. La verdad de nuestro pecado y necesidad se expone en la Biblia no sólo por el hecho de exponer una verdad, sino más bien porque al mismo tiempo es capaz de señalar a Cristo como la solución al dilema. El mero hecho de conocer los hechos de las Escrituras, sin abrazarlos plenamente en el corazón (Josué 1:8; Salmo 1:2; 119:11, 15, 97) y actuar de acuerdo con ellos, no traerá las bendiciones de la salvación.

7. El melancólico testimonio de Jesucristo (40-42, 43b-44). La queja contra el Señor era que había quebrantado la ley. En estos últimos versículos del capitulo, Cristo responde a sus adversarios usando la ley y a Moisés mismo. Les hizo ver que si hubieran aceptado lo dicho por el líder, hubieron aceptado la persona y el mensaje de Cristo. El Señor señaló la razón por la que había tantos hombres perdidos tanto en aquel día como el día de hoy: » … no queréis venir a mi para que tengáis vida» (5:40), eran incrédulos que: 1. No le dan gloria a Jesús (41). 2. No aprecian el amor de Dios ni muestran amor por Dios (42). 3. Reciben a cualquiera que viene con arrogancia pero no a Cristo (43b). 4. En forma altanera se atribuyen y reciben gloria unos de otros, pero no están interesados en la gloria del único Dios verdadero (44). Jesús vino como representante personal del Padre (14:7-11), pero muchos de los judíos no podían aceptar sus afirmaciones de ser el enviado del Padre. La verdadera razón reside en la propia voluntad del hombre. El hombre ama sus pecados más que al Salvador. Negarse a venir a Jesús es rechazar la vida porque Cristo es el dador de la vida eterna (1:4; 5:25; 14:6). El estudio de la Biblia y la acumulación de conocimiento bíblico nos sirven de poco si no nos enfrentamos cara a cara con nuestra propia necesidad de salvación. La vida eterna está en juego en la elección. Jesús afirmó ser: el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, el Mesías/el Cristo, Maestro, con autoridad para perdonar, Señor y Salvador.

Jesús les declara las razones por las que no quieren recibirle como a Enviado de Dios: a. Falta de amor a Dios porque no le conocen de veras ni desean conocerle. Los judíos mostraban un celo de Dios que no correspondía a un correcto conocimiento de Él (v. Romanos 10:2). Hay muchos que profesan amar a Dios, pero no lo muestran en su conducta al no seguir la santidad (Hebreos 12:14). Los judíos elevaban sus peticiones dos veces al día, y las ofrecían al Dios Único basándose en Deuteronomio 6:4, 5. La falta de amor siempre produce ceguera. No fue falta de evidencia, sino falta de amor lo que hizo que estos hombres rechazaran a Cristo. En efecto esto quiere decir que estaban espiritualmente muertos; así cuando el amor de Dios no prevalece, no puede haber deseo de obedecerle. b. Aceptaban a falsos maestros o profetas: Jesús no aceptaba ni testimonio ni alabanza humanos (41). No dependía de sus alabanzas, sino que buscaba la alabanza de Su Padre. Es diferente de los judíos (5:44; 12:43; Mt. 6:1ss.) y no busca su propia gloria, sino comunión con el Padre (1:14; 2:11; 7:18). Estaban más interesados en la aprobación de sus semejantes que en la de Dios. Tenían miedo de lo que dirían sus amigos si abandonaban el judaísmo. No estaban dispuestos a soportar el vituperio y el sufrimiento que les vendría encima si se convertían en seguidores de Jesús. Para creer en el Señor, uno ha de desear la aprobación de Dios más que la de ningún otro. Ha de buscar la gloria que viene del Dios único.

Era imposible entonces, que tuvieran fe verdadera, porque estaban buscando el objeto equivocado: al hombre y no a Dios (1 Juan 2:18) ¿Por qué los hombres siguen a los impostores? son hombres cuyas pretensiones corresponden a los propios deseos de los hombres. Los impostores llegaron prometiendo imperios, victorias y prosperidad material; Jesús vino ofreciendo una cruz. La característica del impostor es la oferta del camino fácil; Jesús ofreció a los hombres el camino difícil de Dios. Los impostores perecieron y Cristo sigue viviendo. Desde aquellos días ha habido muchos más. El último será el mismo anticristo (2 Tesalonicenses 2:8-10). Todos estos se presentan sin las credenciales adecuadas: vienen en su propio nombre. Y aun así la gente se lo entrega todo; y ellos guían a muchos al error.

8. Moisés da testimonio (45-47). La acusación de las Escrituras. Jesús fue directamente al grano al decirles que no creían lo que Moisés había escrito. Con toda su devoción al estudio de la Escritura, no creían realmente lo que decía.

Se negaban rotundamente a creer en Jesús. La respuesta de Jesús era: Si no creéis en sus escritos de Moisés, ¿cómo creeréis a mis palabras? Es un fuertísimo argumento que utilizo Jesús, y son palabras que se repiten hoy. Estos individuos que se oponían a Jesucristo, pero creían en Moisés y leían sus libros. Si creyeran en él, tendrían vida eterna; pero como no creían en Moisés, tampoco creían en Jesucristo. El que los juzgará delante del Padre será Moisés, en quien alegan creer y cuyos libros afirman leer. Tenían la ley de Moisés, y confiaban en su conocimiento de ella. Estos judíos se enorgullecían mucho del AT, y especialmente de los cinco libros escritos por Moisés, la Tora. Estaban orgullosos de que estas Escrituras habían sido dadas a Israel. Pero el problema era que no obedecían las palabras de Moisés.

La ley era útil, pero en sí misma no podía salvar; Era impotente. De hecho, dijo Jesús, la ley condenará a los que confían en ella, pasaron por alto el punto principal de la ley, porque la ley no fue dada para ayudarlos a hacer mejor que los demás, sino para mostrarles que no importa lo bien que lo hicieran, no podían hacerlo lo suficientemente bien como para satisfacer a Dios. Los Diez Mandamientos son el corazón de la ley del Antiguo Testamento, y Deuteronomio 6:5 es el resumen de los Diez Mandamientos. ¿Vivirá un hombre según la ley? Entonces la ley lo condenará. Pero justo aquí Dios entra con su mensaje de salvación gratuita. Jesús viene. Él es el Hijo de Dios, nuestro Salvador. Él es la encarnación de esa perfección total, interna y externa de mente, alma y cuerpo de la que la ley ha estado hablando, él viene y es condenado a muerte por nuestros pecados. Puesto que Jesús es el Dios infinito, su muerte es suficiente para cualquier número de criaturas finitas.

La pregunta ¿Cómo creeréis a mis palabras? no se podía contestar. Si se niegan los escritos sagrados, todo se ha perdido. Los judíos necesitaban esta lección; y también nosotros en este tiempo. No es suficiente poseer la Biblia. No basta con leer la Biblia. Ni siquiera es suficiente estudiar la Biblia o memorizar la Biblia. Debes obedecer la Biblia. Y es la Biblia la que te aleja de tus propios esfuerzos por ganar la salvación, lo cual nunca puedes hacer, y en su lugar te dirige hacia el Señor Jesucristo, quien es nuestro Salvador. Creer en la Biblia siempre resulta en la aceptación de Cristo. Cristo afirma que la Biblia da testimonio de él, pero si después de leer honesta y atentamente el hombre no quiere creer a Dios, no creerá aunque vea el milagro más grande de la historia. Cuando Jesús mismo hacia milagros, la gente no creía, aunque estuvieran ocurriendo cosas maravillosas (Mateo 12:39).

Conclusión.

El Hijo de Dios rechazado en Judea a consecuencia de la curación en día de reposo del hombre de Betzatá, y por afirmar que es igual a Dios, ahora expone las afirmaciones acerca de sus testigos: 1) El testimonio del propio Jesús (5:31; 8:14). Es cierto, pero los judíos niegan su valor. 2) El testimonio de Juan el Bautista (5:33-35). Dio testimonio de la verdad concerniente a Cristo, llamándolo el Cordero de Dios, el Hijo de Dios, etc. Este testimonio se debe aceptar por fe, para salvación. 3) El testimonio de sus obras (5:36) Estas tienen un valor evidente, demostrando que el Padre envió a Jesús para realizar su obra mediadora. 4) El testimonio del Padre (5:37, 38). Su testimonio fue por medio de la voz del cielo, pero especialmente por medio de: 5) El testimonio de la Escritura (5:39-47). La falta de amor a Dios había cegado a los judíos, de modo que no podían leer estos escritos como era necesario. En consecuencia, Moisés, en quien ellos se gloriaban, testificara contra ellos. 6) El testimonio de los creyentes individuales (15:27). 7) El testimonio del Espíritu Santo (14:16, 26; 15:26). En esto, sin embargo, hemos de ir con precaución. Tal como hemos mostrado en la exegesis, estos siete no se pueden realmente considerar como testigos aislados. Es el Padre quien testifica a través de todos ellos.

Aceptemos el testimonio del Padre, aceptemos al hijo para ser salvos.

Oremos.

26 de mayo del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Jesucristo es igual a Dios.

Juan 5.18-30.

La atención se enfoca aquí en la persona de Jesucristo y su autoridad como el Hijo de Dios. Estos pensamientos y expresiones son afirmaciones de ser el Mesías prometido. El Antiguo Testamento incluía señales para reconocer la venida del Mesías. Estas señales apuntan a Dios mismo, Juan muestra cómo Jesús cumplió estas señales. Justo su declaración de identidad y misión de parte de Jesús es lo que enfureció a los judíos. Ya que el hombre que escuchaba estas palabras sólo podía aceptar a Jesús como el Hijo de Dios u odiarlo como blasfemo y procurar su muerte. La afirmación más clara es la declaración de que Jesús es el Hijo del Hombre, titulo nacido en Daniel 7:1-14 donde habla que al mundo va a venir un poder tan gentil y bondadoso que será humano y no bestial.

Cuando Jesús se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre, se estaba llamando a sí mismo el Mesías. El milagro al paralítico era una señal de que Jesús era el Mesías (Isaías 35:6, Jeremías 31:8, 9). Solo Dios puede resucitar a los muertos y solo Él tiene el derecho de juzgar (Deuteronomio 32:39, 1 Samuel 2:6). La función de matar y dar vida pertenece inalienablemente solo a Dios (Deuteronomio 1:17, 2 Reyes 5:6). Jesús aquí hace una declaración formal, sistemática, ordenada y regular de su propia unidad con el Padre, su comisión y autoridad divinas, y las pruebas de su mesiazgo. Hoy como en todas las edades el error no radica en no comprender las palabras de Jesús sino en negarse a aceptar que lo que Jesús dice es verdad. Los cristianos creen que Dios ha hablado, que ha hablado claro y que lo que ha dicho es verdad. Jesús enseña que un hombre puede conocer a Dios porque Dios el Padre se revela en Dios el Hijo. Conozcamos hoy más del Padre y del Hijo.

a. Padre e Hijo iguales en su hacer (v.18-23). El Hijo realiza las tareas que el Padre quiere que se hagan porque son de un solo espíritu, el Hijo sabe lo que el Padre está haciendo y trabaja en armonía con él. Jesús es igual en naturaleza a Dios; sus metas, idénticas a las metas de Dios; su voluntad, sólo subordinada para que las personas a través de él pudieran ver al Padre. Jesús establece las características de su relación con Dios: (i) Su identificación con Dios: su mente, palabras y acciones de Jesús son las de Dios. (ii) Su identidad se basa en la obediencia completa. Su voluntad estaba completamente sometida a la voluntad de Dios. (iii) Su obediencia se basa en el amor, tienen un solo pensamiento y dos corazones que laten como uno solo. Hay una identidad tan completa de mente, voluntad y corazón que el Padre y el Hijo son uno. Nos habla de su completa confianza, de su completa intrepidez. Para él era mucho más importante ser fiel a Dios que temer a los hombres.

1. Igual en honor al Padre (18). El Señor Jesús usó el milagro como base para la enseñanza de Su deidad. Cristo hizo saber a sus enemigos que él era igual a Dios, que Dios era su propio Padre (no como el padre de toda la humanidad sino Padre de manera muy especial). Comprendieron que estaba declarando ser igual a Dios, lo que para ellos era blasfemia (10:33). Para ser igual a Dios había que ser Dios: (i) Él es dador de vida. Para el hombre que ha aceptado a Jesucristo se abre una vida aún más plena y aún más maravillosa. (ii) Él es quien dicta juicio. Dios encomendó todo el proceso de juicio a Jesucristo. (iii) Es el receptor de honor. En medio de la persecución y el desprecio, la pequeñez numérica y la pobreza de influencias, ante el fracaso y la deslealtad, el Nuevo Testamento y la iglesia primitiva nunca dudaron del triunfo final de Cristo.

2. Igual en personalidad al Padre (v.19). Jesús es el Hijo del Padre en una relación personal, íntima y única. Jesús es uno con el Padre en todas las acciones del Padre. Jesús señala que su identidad con el Padre también implica obediencia. Es un asunto de la voluntad, lo que significa que la mente del Padre y la mente del Hijo están unidas. Cristo es una persona, tiene personalidad que incluye intelecto y sentimientos. Se enfrentó a tentaciones reales, desaliento. En nada desobedeció a su Padre, todo lo que hacía lo hacía por amor a Dios y por obediencia a él. Jesús es a la vez coeterno y subordinado al Padre. El propósito de Jesús es convencer a los judíos de que sus obras estaban en perfecto acuerdo con las de Dios y su voluntad eterna. Esta relación íntima establece la autoridad de Jesús para sus enseñanzas y obras. Para Jesús esa dependencia de Dios es precisamente el verdadero fundamento de su libertad y determinación (v.10,17s). Todo lo que el Padre puede hacer el Hijo también puede hacerlo.

3. Iguales en amor y conocimiento (v.20).Jesús agrega dos elementos: el amor del Padre y la revelación de todas las cosas (15:15b; Mateo 11:27). La intimidad entre Padre e Hijo es plena, a pesar de que en ese momento Cristo era hombre y se había despojado de su divinidad para manifestarse en su humanidad, su Padre le mostraba todo lo que hacía, de manera que Jesucristo conocía todo lo que el Padre conocía y sabia (1 Corintios 2:11). El termino ama (fileo) se refiere al afecto natural, sentimental y espontaneo (1 Juan 4:8, 16). Dios es amor solo por la naturaleza y las acciones del Señor Jesucristo, quien es tanto Dios como amor. El amor tiene que ver con una personalidad. Jesucristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros. Él personalmente es la salvación que comunica (4:34; 5:24, 30)

4. Iguales en el poder sobre la muerte (21, 28-29). Esta obra del Padre incluye la resurrección de alma y cuerpo, el tiempo presente indica tanto el poder para hacerlo como también la continuación de tal operación. La entrega de la vida, ya sea la vida en el nacimiento físico, la vida espiritual o la vida de la resurrección, es una prerrogativa de Dios, así también el Hijo da vida a los que quiere. Cristo nos da la vida; nos halló a todos muertos, y por lo tanto era necesario comenzar con una resurrección. El Hijo ciertamente quiere dar vida espiritual a todos los que creen en él; su voluntad es negársela a los que rechazan su oferta y se rehúsan a creer en el cómo el Hijo de Dios y Salvador del mundo (11:41-44). Dar vida incluye tanto la vida espiritual (eterna), como el cuerpo resucitado. En el día de la resurrección, todo ser humano resucitara, ya sea que haya muerto creyendo en Cristo o negándolo. La resurrección será para vida eterna o bien para eterna condenación.

5. Iguales en autoridad para juzgar y en dignidad (v.22-23). Cristo es la imagen viva del Dios invisible. Jesucristo es el juez, el único juez en el universo y para ello debe ser Dios, debe ser creador supremo (3:35; 17:2). El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio lo ha dado al Hijo, el Padre nunca actúa solo (separado del Hijo) al pronunciar juicio, sino que ha encomendado todo el juicio al Hijo (tanto para el presente; como para el futuro). El Padre siempre obra a través del Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. Las personas no deben decir que creen en Dios mientras ignoran el poder y la autoridad de su Hijo. ¿Cómo honrar al Hijo?, reconociendo que es quien dice ser y sometiéndose a él y a su enseñanza (Marcos 10:45, Juan 14:6). La Biblia está llena de sus enseñanzas. No es solo nuestro deber como cristiano seguirlas; es el camino sensato. Honrar es respetar a una persona, enaltecerla, darle gloria y reconocer que es digna de honor. Nuestro deber es buscar a Dios el Padre en Cristo, contemplar su poder en Cristo, y adorarlo en Cristo. Él es el único camino, hacia el Padre (8:49; 12:26; 15:23; 1 Juan 2:23). Quien niega que Jesucristo es Dios, está condenado para toda la eternidad.

b. Poseedor de la eternidad en el tiempo (v. 24-27). Dios actúa primero al colocar la vida espiritual dentro del individuo a quien está atrayendo hacia sí. Después de convertidos en cristianos, Dios da abundancia de vida por medio de Cristo Jesús. Es la palabra de Jesús la que comunica la vida, en cuanto produce y otorga la fe. La palabra de Jesús es por su íntima esencia una palabra vital y una palabra que confiere la vida. En el encuentro con la palabra de Jesús se trata siempre del encuentro con la persona de Jesús y el encuentro con Dios en su revelador, testigo y representante. Oír la palabra de Jesús, y oír a Dios Padre, que le ha enviado, compromete a creer; y es eso lo que fundamenta la plena comunicación vital con Jesús, la participación real en la vida eterna.

La primera resurrección se refiere al alma, sucede cuando se acepta la palabra de Cristo por fe el hombre tiene vida eterna (1:4; 3:16) y ha pasado de muerte a vida. El que ha recibido a Cristo con una fe viva no tiene por qué temer el día del juicio. La segunda resurrección es de carácter físico, y pertenece al gran día de la consumación de todas las cosas. Es universal: todos resucitarán, tanto creyentes como incrédulos. Tiene dos fases, como se enseña en el cuarto Evangelio y Apocalipsis: La resurrección de vida (esta resurrección concuerda con el carácter de la vida eterna, y por ello es gloriosa, etc.). y una resurrección de condenación (esta resurrección concuerda con la idea de condenación, y por ello es de vergüenza y escarnio). Los creyentes resucitarán para reinar por toda la eternidad con Cristo, en cuerpo y alma (hasta entonces solo había sido en alma); mientras los incrédulos serán arrojados en el lago de fuego.

1. Tiene poder para impartir vida eterna (v. 24-25). El Hijo realiza su obra en el presente en la esfera espiritual; La afirmación de Jesús de que los creyentes «tienen» vida eterna aquí y ahora, habiendo «pasado de muerte a vida» ya en el pasado (5:24; 1 Juan 3:14), iba en contra del judaísmo contemporáneo, que consideraba el logro de la vida eterna como un evento futuro. Jesús afirma que cualquiera que oiga la palabra y crea al que envió al Hijo no será condenado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Creer que Dios es como Jesús dice que es: que es amor: y así entrar en una nueva relación con él en la que el temor es desterrado. Aceptar el camino de vida que Jesús nos ofrece. Aceptarlo es el camino definitivo hacia la paz y la felicidad, y rechazarlo es el camino definitivo hacia la muerte y el juicio. Aceptar la ayuda que Cristo resucitado da y la guía que el Espíritu Santo ofrece, y así encontrar el impulso para todo lo que implica el camino de Cristo. La salvación es un hecho que debe ser reconocido por la fe, no como un mero deseo o probabilidad. El avivamiento espiritual no tiene lugar sin la palabra. El objeto de esta fe debe ser Jesús como el Hijo de Dios. Tal persona «tiene vida eterna». La regeneración y la conversión son cambios básicos, transformaciones radicales, no son reformas morales. Como es natural, cuando la personalidad es regenerada toda la moral cambia también. Jesús sostiene que el oír su palabra y el creer en el Padre quien le envió son conceptos inseparables, casi sinónimos, y conducen a la vida eterna.

El poder de Jesús para dar vida indica que puede levantar a una persona del sepulcro (11:43), a todo el mundo de la tumba (5:28-29), o a cualquier persona muerta espiritualmente (v. 24), para darle vida eterna. El creyente tiene la vida eterna como una posesión presente, garantizando una vida eterna con Dios (1 Juan 5:12). (i) En una nueva relación con Dios. El juez se convierte en el padre; lo lejano se convierte en lo cercano; La extrañeza se convierte en intimidad y el miedo en amor. (ii) En una nueva relación con nuestros semejantes. El odio se convierte en amor; el egoísmo se convierte en servicio; y la amargura se convierte en perdón. (iii) En una nueva relación con nosotros mismos. La debilidad se convierte en fortaleza; la frustración se convierte en logro; y la tensión se convierte en paz. Aceptar la oferta de Jesucristo es encontrar la vida. Comenzamos a vivir la vida eterna aquí, con su energía infinita y desinteresada, más vasta de lo que sentimos y más segura de lo que creemos.

2. Tiene vida abundante (v. 25). Uno ha de enfrentarse a la muerte física, pero cuando Cristo vuelva, nuestro cuerpo resucitará para vivir por siempre (1 Corintios 15). La salvación es un hecho consumado y una posición asegurada. Los espiritualmente muertos, muertos en delitos y pecados oirán la voz del Hijo de Dios. Cristo muestra que todos estamos muertos antes de que Él nos vivifique. Estar muerto equivale a no existir en la comunión con Dios (Efesios 2:12). Juan usa la palabra muerto, para los que están espiritualmente muertos; Jesús les traerá nueva vida a los que: (a) han dejado de intentar, considerar todas las faltas como arraigadas y todas las virtudes como inalcanzables. (b) Han dejado de sentir. Miran el mal y no sienten indignación; miran la tristeza y el sufrimiento y no sienten que la espada del dolor y la piedad atraviesan su corazón. (c) Han dejado de pensar, no pueden aceptar ninguna verdad nueva, y está mental y espiritualmente muerto. (d) Han dejado de arrepentirse. Juan también usa la palabra muerto literalmente. La terrible importancia de esta vida es que determina la eternidad. Elegimos el camino que conduce a la vida o el camino que conduce a la muerte. La muerte es una esfera de poder contrario a Dios y a la vida, es el campo de la desgracia y de la aniquilación, que amenaza a la existencia humana y sobre el que proyecta sus sombras la muerte. Sólo desde ese trasfondo resulta también comprensible que la muerte pueda designar la condenación en toda su profundidad. El que Jesús hable, o el que se le anuncie y proclame, señala la hora escatológica, porque el propio acontecimiento cristológico representa un cambio de los períodos. Es posible ser cristiano y echar de menos la vida abundante. Es un privilegio entrar en ella cada vez más a medida que permites que Jesús cambie tu vida diariamente.

3. Tiene capacidad de dar vida (v. 26-27). El discurso de Jesús retoma las dos prerrogativas principales de Dios: la vida (vv. 21, 24-26) y el juicio (vv. 22, 24-25, 27). El Hijo no solo tiene vida, sino que da vida, puede cumplir esta doble tarea en el presente y en el futuro. Tiene derecho a ejecutar sentencia. Cristo por sí mismo, siendo el Logos, tiene vida como un regalo eterno del Padre (1:4), pero en la Encarnación, la autoridad de hacer juicio fue delegada a Jesús. Como Hijo del Hombre le es dada autoridad (Daniel 7:13), las dos ideas: juzgar e Hijo del Hombre siempre van juntas en las Escrituras (v. 12:34). Él vino la primera vez como el Salvador y no para juzgar, pero Él vendrá la próxima vez como el Juez.

4. Tiene vida eterna en sí mismo (v. 26). La vida en nosotros es un don que viene de Dios (Deuteronomio 30.20; Salmo 36.9, 1 Juan 5.11). Dios es la fuente de toda vida (Salmos 36:9) y quien infundio el aliento de vida a los hombres (Genesis 2:7). Jesus sostenía que el Padre había compartido con él la misma naturaleza de su ser (v. 14:6), una naturaleza que Jesús compartiría con los que creyeran en Él (1 Juan 5:11). Este concepto escandalizo a los judíos. Dios tiene la vida como propiedad interna de su naturaleza divina. El ser mismo de Dios es vida en su pura y total plenitud, sin sombra alguna de muerte. Cristo es igual a Dios Padre porque el también es eterno (Deuteronomio 7:9). La palabra dada en este contexto se refiere al permiso, al privilegio y al poder. Durante su tiempo en la tierra, Cristo renunció al ejercicio independiente de sus atributos y se colocó bajo la voluntad directa del Padre. Al tomar sobre sí la posición de un ser humano, Jesús buscó en el Padre la autoridad para dar vida.

5. Tiene autoridad de juicio (v.27). Jesús no vino a juzgar, pero su venida llevó a juicio porque su venida forzó una decisión, y la decisión resulta en juicio para aquellos que rechazan a Jesús (Daniel 7:13-14, Filipenses 2:5-11). Jesús siempre mantuvo ante su audiencia, en palabras y hechos, su singular naturaleza dual como Dios-hombre (Génesis 18:25; Jueces 11:27). Jesús es la figura celestial de Daniel 7:14 a quien se le da dominio, y gloria, y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan. Esa autoridad fue dada a él por ser Hijo del Hombre, porque teniendo la naturaleza humana, además de la divina, estaría mejor equipado para juzgar a los hombres. Él es el Hijo del hombre y significa que viene a los hombres, adornado con tal magnificencia de poder, que puede impartirles lo que ha recibido del Padre. Lo que había estado oculto en Dios se nos revela en Cristo como hombre, y la vida, que antes era inaccesible, ahora se pone ante nuestros ojos.

c. Creer en Cristo es asunto de vida o muerte (v.28-30). Estos versículos tratan de una vida divina que Dios da gratuitamente, y enseñan que es posible vivir esa vida ahora. Estos versículos nos dicen que 1. la muerte no es el fin de la existencia, y el tipo particular de existencia que se ha de tener depende de la relación del individuo con el Señor Jesucristo. Según Jesús el sepulcro no es el fin para nadie. El Señor Jesucristo una vez pasó por el estrecho de la muerte y regresó, trayendo abundante evidencia de que la esperanza del Antiguo Testamento estaba bien cimentada. 2. Mostro que iba a haber una resurrección, para vida para los creyentes y una resurrección para condenación para los incrédulos, y que estas resurrecciones establecerían los diferentes destinos de estos dos grupos. Cuando Dios salva a un hombre, le da a la persona un nuevo espíritu, forma una nueva alma. Dios crea un nuevo cuerpo que se unirá al alma y al espíritu en la resurrección. 3. Nos habla de condenación. Condenados a una eternidad sin Dios. Dios es la fuente de todo bien. Debemos decidir, las decisiones de esta vida afectan los asuntos de la eternidad.

1. Da resurrección (v. 28, 29). Jesús no solo reivindica el poder de la vida (espiritual) y del juicio, sino el poder de vivificar a los muertos, físicamente, en el día de la Resurrección. Todos los que están en los sepulcros oirán su voz, parece indicar que la segunda venida, lejos de ser silenciosa o secreta, va a ser pública y audible (además de visible, 1 Corintios 15:52). Cada persona resucitará cuando el Señor regrese, con uno de dos resultados: uno será la vida, el otro será la condenación. Dios concede la vida eterna a aquellos que han venido a la Luz y han creído en Jesucristo. Dios juzgará y condenará a aquellos que se rebelaron contra Cristo al negarse a venir a la Luz (v. 3:18-21). La vida que se da en el momento de la regeneración espiritual tendrá su verdadero fin solo en la entrada total a la vida a través de la resurrección (2 Pedro 1:4). Esa vida es tan eterna e indestructible como Dios mismo, continuará para siempre; y no será una existencia eternamente miserable y envilecida, como lo sería nuestra vida si se nos dejara solos, sino más bien vida que posee todas las cualidades de Dios. Podemos estar seguros de que nos llevará directamente al momento de nuestra propia resurrección física… y aún más allá.

2. Da resurrección exterior y visible (v.28). Cristo ostenta su poder sobre los condenados, para legitimar que el Padre le ha confiado la plena restauración de todas las cosas. Cuando Cristo vivifica las almas que habían sido hundidas en la perdición, es una preparación para la última resurrección. Esto incluye todo lo que les había dicho hasta el momento: su igualdad con el Padre, la autoridad para juzgar al mundo y compartir vida a los que creen en él. Es como si Jesús dijera: «Lo más asombroso esta aun en el futuro. La hora marcada es la de la resurrección de los muertos del sepulcro, no solo la experiencia de salvación. Es una hora futura, indicando una resurrección literal; no dice «y ahora es» como en el v. 25.

       3. Da resurrección de condenación (v. 29). Las palabras de Jesús no dan lugar a que se perciba la muerte como el fin de todo. Hay un juicio que los incrédulos deberán enfrentar (Mateo 7:16; Lucas 6:44). Este pasaje no ensena la salvación por buenas obras; los que hicieron el bien se refiere a los que confiaron en Jesús y recibieron vida eterna, la cual resulto en el hacer el bien. El hacer el bien es la prueba de la integridad de los creyentes y llega a ser una consideración esencial en el juicio final cuando las ovejas serán separadas de los cabritos (Mateo 25:31-46; Apocalipsis 20:11-15). Esta apreciación depende de la bondad paternal de Dios, que por gracia gratuita aprueba lo que merecía ser rechazado.

La primera resurrección es la resurrección de todos los salvos (Apocalipsis 20:4-6), la primera fase de la cual es la siguiente actividad en la agenda de Dios. Lo llamamos el rapto de la iglesia (Rapto – harpazo, 1 Tesalonicenses 4:17). El Rapto se lleva en algún momento en el futuro. No está fechado y no se dan señales. Podría suceder en cualquier momento. Él va a llamar a los suyos fuera de este mundo, tanto a los vivos como a los muertos. Entonces durante el período de la Tribulación, un gran número de creyentes se convertirán en mártires. Serán resucitados al final del período de la Gran Tribulación junto con los santos del Antiguo Testamento. Eso también es parte de la primera resurrección, es la resurrección de la vida. La resurrección del juicio es el juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15), cuando todos los inconversos de todas las edades serán resucitados. Estarán delante de Dios, que es justo y recto; tendrán la oportunidad de comparecer ante un Dios Santo y defender su caso. Pero Dios ya les ha advertido; No hay nadie salvo en ese juicio. Solo los perdidos son llevados allí, y serán juzgados de acuerdo con sus obras (Lucas 12:47-48).

4. Tiene perfecta unidad con el Padre (v.30).Los judíos necesitaban saber que al criticar al Hijo de Dios se oponían al mismo Dios. El Hijo ha recibido instrucciones definidas (referentes a las normas de juicio) del Padre. Su relación filial descansa sobre su filiación eterna, esta claro que el mismo desea hacer la absolutamente justa voluntad del Padre, con el cual esta unido en esencia (1:6 y 3:34). Su autolimitación cuando Cristo bajó a esta tierra y tomó sobre Sí nuestra humanidad no fue para hacer su propia voluntad, sino la voluntad del Padre. Jesús actúa por encargo de Dios, por tanto, el juicio es justo y conforme a verdad. La tarea del Hijo como Juez es simple: cumplir la voluntad del Padre que El conoce (v. 20). Al aceptar su misión (enviado) como juez, Jesús es retratado como colocándose a sí mismo en el bloque de escrutinio para que todos lo examinen.

5. Da testimonio de sí mismo (v.30). Jesús ha reclamado el derecho de juicio, su juicio era verdadero y definitivo porque no tenía ningún deseo de hacer otra cosa que no fuera la voluntad de Dios. Su afirmación era que su juicio era el juicio de Dios, el juicio de Dios es perfecto. Dios es santo y conoce las normas por las cuales todos los hombres deben ser juzgados. Dios es perfectamente amoroso y sólo su juicio es pronunciado en la caridad en la que todo juicio verdadero debe ser dado. Dios tiene pleno conocimiento y el juicio sólo puede ser perfecto cuando tiene en cuenta todas las circunstancias. El derecho de Jesús de juzgar se basa en la pretensión de que en él está la mente perfecta de Dios: Juzga sin mezcla de motivos humanos; juzga en perfecta santidad, perfecto amor y perfecta simpatía de Dios. Él es el portavoz perfecto del Padre y su agente eficaz. Nunca ha estado ni estará fuera del Padre. Las tres personas de la Trinidad todo lo hacen de común acuerdo y en total armonía (Juan 17:11). Dios es tres personas en una (2 Corintios 13:14; 1 Juan 5:7) en el pensar, el juzgar, el obrar, el conocer, el amar (Juan 17:23).

Conclusión.

El Hijo de Dios es rechazado en Judea a consecuencia de la curación del hombre de Bethzatha en día de reposo, y por afirmar que es igual a Dios. Jesús presenta sus derechos con respecto a su relación al Padre. Hace esto en contestación a la incredulidad y el odio de los judíos que están resueltos a matarlo. Les dice: 1. Al atacar al Hijo, atacan al mismo Padre. 2. Seguirán aun obras mayores: dar vida a los que están muertos (tanto a los que están espiritualmente muertos, como, en el último día, a los que están muertos físicamente) y juzgara a todos los hombres (ahora y en su venida en gloria). 3. Pronuncia y ejecuta juicio. El Padre le ha dado el tener vida en mí mismo (del mismo modo que Él tiene vida en sí mismo); y lo segundo en calidad de Hijo del Hombre. 4. La reacción correcta a sus palabras y obras es la fe que honra al Hijo como honra al Padre. 5. Los que ejercen esta fe han pasado de muerte a vida. Y aunque todos resucitarán, habrá una gran diferencia en la calidad o el carácter de su resurrección (20:30, 31).

Cristo es igual a Dios, son iguales en el conocimiento (20). Iguales en el hacer: Él es Dios y puede hacer lo mismo que Dios hace, v. 20. Iguales en el poder sobre la muerte, El da vida a los que él quiere v. 21. Iguales en autoridad para juzgar, v. 22. Iguales en dignidad, El merece el mismo honor que el Padre, v. 23. Iguales en poder para impartir vida eterna: El libra de la condenación, v. 24. Iguales en ser vida eterna en sí mismos: Él es la fuente de vida espiritual, v. 25. Él es quien resucitará a los creyentes, vv. 28-29. El Hijo ve las obras del Padre y hace lo mismo. Más grande que lo que el Padre ha hecho por el Hijo por amor es lo que él hará todavía (v. 20; 1:50b). Dios, el único dador de vida en el pensamiento judío, da poder al Hijo para dar vida a quien quiera. El Padre ha encomendado todo el juicio al Hijo, lo ha convertido en el sustituto completo. Escuchar la palabra de Jesús y creer en el que lo envió trae vida eterna. Rechazarle nos significa muerte eterna, una separación de Dios. Así que confiemos en Cristo, en sus palabras, en su obra y aceptemos la dadiva perfecta que es la salvación en Cristo Jesús. Aceptemos al Hijo, aceptemos al Padre.

Oremos.

12 mayo de 2024, Acatic, Jalisco, México.

Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

¿Quieres ser sano?

Juan 5.1-18.

Dios siempre ayuda a aquellos que son incapaces de ayudarse a sí mismos. Dios nos da la salvación gratuitamente a través de Jesucristo. Pero para recibir la salvación, una persona debe primero creer. El hombre tiene que querer ser sanado. Dios nos hace el ofrecimiento y Dios realiza el milagro, pero nosotros debemos responder a su oferta y aceptarla. En el ministerio terrenal del Señor Jesucristo en su compasión y gracia, con frecuencia eligió hacer milagros que aliviaban el sufrimiento de las personas, y las multitudes le seguían por la emoción, las curaciones y la comida gratuita que Él les proporcionaba (6:26). En este capítulo el énfasis es Cristo, la autoridad de vida, y la autoridad divina de Jesús. Así el milagro se convierte en un signo (7, 21-24), ya que Jesús realiza esta curación en un día de reposo.

a. Una autoridad asombrosa (v.1-5). La condición de desamparo del hombre. La salvación viene por medio de una fe sincera y completa en el Salvador. Jesús subió a Jerusalén para una fiesta. En Jerusalén junto a la puerta de las ovejas, hay un estanque llamado en hebreo Bethesda (casa de efusiones o casa de misericordia) o Bethzatha (Casa del Olivo) que tiene cinco marquesinas (pórticos). En los pórticos cubiertos cerca del estanque, donde recibirían cierta protección contra los elementos, yacía una multitud de enfermos, incluidos los ciegos, cojos y marchitos (paralíticos). El estanque se alimentaba de un manantial intermitente que de vez en cuando burbujeaba y agitaba las aguas, y la gente imaginaba que sus aguas tenían poderes curativos (las fuentes antiguas indican que el agua del estanque tenía un tinte rojizo debido a los minerales que contenía). Entre los reunidos en el estanque había un hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años, este hombre da a Jesús la oportunidad de mostrar su poder divino. Los años de no haber podido entrar primero en el agua lo habían dejado amargado y sin esperanza.

Jesús pregunto al hombre si quería ser curado. Hay inválidos para quienes la invalidez no es desagradable. Jesús le dice al hombre que se levante. El poder de Dios nunca prescinde del esfuerzo del hombre, los milagros ocurren cuando nuestra voluntad coopera con el poder de Dios. Jesús le estaba ordenando al hombre que intentara lo imposible. El camino hacia el logro implica también tener intensidad de deseo y determinación para hacer el esfuerzo. El pecado inmoviliza el alma, por más que el hombre sea culto o muy preparado profesionalmente, es impotente a nivel espiritual. En lo profundo de su ser esta vacío, arruinado, fracasado y es incapaz de mover un solo dedo con acciones que lo lleven a Dios. Este paralitico es un símbolo de la impotencia espiritual del hombre de hoy. El estanque se parecía a lo que tendríamos que hacer según la ley para ser salvos, pero somos incapaces de cumplir, no podemos llegar. Solo Cristo nos salva.

1. El escenario (v.1-3). El tiempo en que fue realizado el milagro fue en una fiesta de los judíos sin nombre identificado (v. 1). Para Jesús era una oportunidad de hacer el bien pues se reunían grandes multitudes de todo el país. El lugar en que se llevó a cabo el milagro fue en el estanque llamado Bethesda (v. 2). Ahí la caridad de los hombres se conjugaba con la misericordia de Dios para alivio de los afligidos. El estanque consistía de dos estanques uno al lado del otro. Quiénes se hallaban allí era una multitud de impotente (gente sin fuerzas). La descripción es una de total desesperación, esperando un milagro de Dios. La multitud de enfermos es una descripción grafica que muestra la triste condición espiritual del mundo. El paralitico había estado allí treinta y ocho años, era un hombre bien conocido por el tiempo que había estado mendigando allí, el problema de este hombre se había convertido en una forma de vida. Nadie le había ayudado nunca. No tenía ninguna esperanza de ser sanado alguna vez y ningún deseo de ayudarse a sí mismo. Su situación parecía desesperada; entre todos los que trataban de ser sanados, Jesús encontró al que no podía evitarlo. No importa cuales sean las debilidades, Dios puede ministrar las necesidades más profundas. No dejemos que un problema o una dificultad nos hagan perder la esperanza. Dios puede hacer una obra especial a pesar de nuestra condición, o incluso a causa de ella.

2. La triste condición del enfermo (v.4-5). Dios podría haberlos curado a todos de inmediato, en un solo momento, pero, así como sus milagros tienen su designio, también tienen su límite; el Señor consideró suficiente para dar una demostración de su presencia en el caso de unas pocas personas enfermas. La creencia era que un ángel agitaba el agua en cierta estación es la explicación de por qué estaban allí. Jesús lo escogió y lo eligió solo por la gracia soberana de Dios. En el tiempo del Padre, este era el tiempo, el lugar y la forma en que sanaría a este hombre. Tal vez Jesús escogió intencionalmente al veterano inválido de Bethesda para probar su gracia divina. Cuanto más tiempo haya vivido una persona en pecado, menos probable es que esa persona venga a Cristo. El milagro que aquí tiene lugar cuando este hombre enfermo recobra la salud, no se atribuye a ninguna virtud medicinal del estanque, ni a la actividad angelica, sino al poder y al amor de Jesús. El Señor Jesucristo sana hoy tal como lo hizo en el estanque de Bethesda, aprendamos venir directamente a Cristo, para que, por su guía, protección y mandato, podamos tener su asistencia y salvación. Con este milagro, Dios ofrecía una prueba de Su buena voluntad, e indicaba que aun cuando había estado por largo tiempo sin profetas ni milagros, Él no los había desheredado; era un indicio del Mesías que había de venir con curación en sus alas (Malaquías 4:2).

b. Las circunstancias de la sanación (vv. 6-9). La pregunta de Jesús nos muestra que no se impondrá a nadie. Pide permiso antes de intervenir en la vida de esa persona. La pregunta del Señor parece extraña; el hombre quería curarse, o no habría estado en la piscina en primer lugar. Su pregunta sirvió para varios propósitos: aseguró toda la atención del hombre, se centró en su necesidad, le ofreció curación y le comunicó la profundidad del amor y la preocupación de Cristo. Pero el hombre no comprendió el peso de la oferta de Jesús. En lugar de pedirle a Jesús que lo sanara, el hombre respondió expresando su creencia en los poderes curativos del estanque. Tenía un rasgo importante: sabía que necesitaba ayuda. No solo no podía ayudarse a sí mismo, sino que tampoco había podido persuadir a nadie más para que lo ayudara. Jesús ofreció ayuda, pero no el tipo de ayuda que el hombre esperaba. Jesús dijo: «Levántate, toma tu lecho y anda». Y el hombre respondió de inmediato. Debemos reconocer nuestra dependencia y decidir si queremos que Cristo nos sane. Jesús ofrece una transformación radical (2 Corintios 5:17).

1. Una solución a la desesperanza (v.6-7). El Señor le hizo la pregunta por dos razones: engendrar esperanza en el hombre, y apartar los ojos del hombre del estanque. Jesús quería que lo mirara a Él. Nuestro Señor lo sorprendió con la pregunta: «¿Deseas fervientemente ser sanado?» Su respuesta fue: «Por supuesto, quiero ser sanado. Pero ese no es mi problema. Lo que necesito es que alguien me meta en el agua». El texto no dice nada de la respuesta del hombre sanado: conmoción, alegría, incredulidad, gratitud o una combinación de varias de ellas (5:14). La condición de tantas personas hoy en día es como la de ese hombre que estaba mirando esa piscina, esperando que algo suceda. En el terreno espiritual, el problema más grande del hombre es que no reconoce que está enfermo (Isaías 1:5-6; Lucas 5:31) o que no quiere ser curado. Las personas muchas veces están felices en sus pecados, al menos durante algún tiempo.

Hoy hay millones que con desesperación buscan su sanidad, buscan escapar de su dilema personal, de los problemas y vacío de su alma, y sin embargo se niegan a ser sanados moral y espiritualmente. Por ello Jesús le pregunto al paralitico si deseaba ser sano. Es la misma pregunta que le hace hoy al hombre: ¿Quieres ser sano? ¿Quieres que tu alma y tu mente sean sanadas? ¿Quieres que tu mente y todo tu ser sea regenerado de una vez por todas? La parálisis de este enfermo es un símbolo de la pasividad del ser humano. Cristo aprovecha esta ocasión (curando en sábado) para poner de relieve posteriormente que ni el Padre ni El mismo guardan descansos, en la obra de la salvación, ni en día de reposo.

2. La maravillosa sanidad (v.8-9). Jesús le había dicho al lisiado mucho más de lo que podría haber esperado, ordenándole con autoridad: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Marcos 2:11). Tres verbos imperativos expresan la plenitud de la curación: el hombre debía ponerse de pie, cargar la estera de paja sobre la que estaba acostado y alejarse. Una estera (κράβαττος, krabattos) era la ropa de cama de los pobres. Normalmente hecha de paja, era liviana y podía ser enrollada y transportada por cualquier persona sana. Jesús no es acusado de violar la ley él mismo, sino de incitar a otra persona a pecar al emitir una orden que habría causado que esa persona quebrantara la ley. En este caso, el hombre que fue sanado estaba en peligro de perder la vida.

«El propósito del Shabat (el sábado) no ha sido solo recuperar las fuerzas físicas, sino también refrescar el alma. Para Cristo la relación de la persona con Dios era lo más importante, no un legalismo exagerado que quería la observación de la Ley al pie de la letra, y según interpretaciones humanas. Él había venido para darles vida. Librarlos del legalismo del sábado constituyó parte esencial de su ministerio. El sábado, por supuesto, siempre fue el séptimo día (y lo es hoy) nunca el primero, aunque a veces nos referimos incorrectamente al domingo de esta manera. Ciertamente, Jesús sabía que la curación en sábado molestaría a los líderes religiosos. Sabía que al ordenarle al hombre que sacara su estera de un lugar público, los enojaría aún más. Entonces, ¿por qué lo hizo? El diálogo se prolonga a lo largo de los siguientes capítulos, pero la idea central tiene que ver con la autoridad de Jesús como el Hijo de Dios. Jesús realizó este milagro en el día de reposo y eso se convirtió en el punto de discusión en los siguientes cuatro capítulos. ¿Por qué tanto alboroto durante un día? Porque la gente quiere reglas, no gracia. Quieren jactarse de lo que hicieron para ganarse el mérito de Dios. Esta actitud se opone al evangelio.

Este incidente ilustra perfectamente la gracia soberana de Dios en acción (v. 21). Hay que conceder que su respuesta inmediata a la orden de caminar que le dio Jesús fue sorprendentemente rápida. Esta curación fue muy parecida a la anterior del hijo del noble en Caná (4:43-54): en ambos casos, la persona principal involucrada simplemente tomó la palabra de Jesús y actuó de acuerdo con su mandato, sin cuestionar ni vacilar. Para los judíos el problema no era la curación, sino el hecho de que hubiera tenido lugar en sábado. Transportar la cama era considerado un trabajo. De acuerdo con la Mishna, solo podía trasladarse si tenía a alguien encima. De entre todos los enfermos en el estanque, Jesús escogió sanar a este hombre. No había nada en él que lo hiciera más merecedor que los demás, ni buscó a Jesús; Jesús se acercó a él. Lo mismo sucede en la salvación. Jesús siempre toma la iniciativa. De la multitud espiritualmente muerta de la raza caída de Adán, Dios escogió y redimió a Sus elegidos, no por algo que hicieran para merecerlo, o por su fe prevista, sino por Su elección soberana (6:37; Romanos 8:29-30; 9:16; Efesios 1:4-5; 2:4-5; 2 Tesalonicenses 2:13; Tito 3:5). Cuando las personas obedecen su mandamiento de creer, Dios obra en y a través de su palabra. Era un caso de necesidad por parte del enfermo; de misericordia, por parte de Jesús; y de piedad por parte del mismo enfermo al obedecer el mandato del Señor. Este versículo nos pone ante los ojos el egoísmo propio al hombre (Filipenses 2:21). Aun entre creyentes. Si la caridad nace del seno del cristianismo, y aun así hay tanto egoísmo, ¿qué podría esperarse en este caso? (Jeremías 17:5-8)

c. El maestro perseguido (v.10-18). Ofendidos por un milagro. El Señor eligió deliberadamente sanar a este hombre en el día de reposo para confrontar el legalismo judío superficial y en bancarrota. El Señor no solo quiso mostrar misericordia; también llamar a la nación al arrepentimiento al confrontar las normas antibíblicas que los llevaron a su ofuscación de vida espiritual, ya que se habían convertido en expertos en sustituir los mandamientos de Dios por sus tradiciones (Mateo 15:9). Las reglas de los rabinos eran un malentendido del diseño de Dios para el sábado (Jeremías 17:19-27 Éxodo 20:10; Nehemías 13:15-19). El sábado no era simplemente una regla para los humanos, sino un regalo para los humanos (Marcos 2:27). Debía ser usado para honrar a Dios y beneficiar a su pueblo. Jesús no nos libró de guardar el sábado; nos desafió a mantenerlo en el camino correcto dejando nuestro trabajo, tomándonos un tiempo consciente para descansar y entendiendo que Dios tiene un lugar en nuestro trabajo y nuestro descanso, lo que los hace santos a ambos. 

Las prohibiciones estaban dirigidos a las personas que llevaban a cabo sus negocios ordinarios, su sustento u ocupación, en sábado. Por tanto no se aplicaban al hombre curado, ya que no se ganaba la vida cargando su camilla de trabajo. Por la violación de la ley rabínica (pero no bíblica) que los judíos (las autoridades religiosas) se enfrentaron al hombre que había sido curado. Atrapado en el acto de violar las regulaciones tradicionales del sábado, el hombre intentó defenderse trasladando la responsabilidad a Jesús. Siempre ha habido quienes han usado el amor, el perdón y la gracia de Dios como excusa para pecar. Pero pensemos lo que costó el perdón de Dios, miremos la Cruz del Calvario, para saber que siempre debemos odiar el pecado porque cada pecado rompe de nuevo el corazón de Dios.

1. La confusión en el hombre sanado (v.10-15). Los líderes religiosos habían creado una ley que establecía que la gente no podía sanar en sábado porque la «curación» era «trabajo». Siete veces Jesús sanó a la gente en sábado, desafiando a los líderes religiosos a mirar más allá del mandato de Dios con respecto al sábado a su verdadero propósito: honrar a Dios ayudando a las personas necesitadas. En lugar de alegrarse por el milagro, sacaron a relucir su legalismo e hipocresía. En nuestros días, hay quienes habiendo experimentado la regeneración, habiendo sido sanados físicamente, permanecen ignorantes de Cristo, de Dios y de la Biblia. El cristiano no debe conformarse con experimentar la nueva vida que Dios le ofrece, sino que debe estar dispuesto a conocer a su Salvador en calidad de Señor (9:35-38 y 2 Pedro 3:18). Los «judíos» estaban tan tomados en su misión de imponer las prohibiciones del sábado que no se fijaron en que este pobre hombre había experimentado una completa sanidad divina (Lucas 8:37), no les interesaba. La preocupación de ellos era descubrir al culpable y sentenciarlo. Más tarde Jesús lo encontró en el templo, le dijo: «No peques más, para que no te suceda nada peor». El hombre necesitaba dejar de pecar y llegar a la salvación en Cristo. Había sido cojo, pero ahora podía caminar. Esto fue un gran milagro. Pero necesitaba un milagro aún mayor: que se le perdonaran sus pecados.

¿Cuál es el significado de «su pecado» y «algo peor que le está sucediendo»? (1) Jesús está aquí conectando la enfermedad y el sufrimiento con el pecado; o por lo menos que la enfermedad de este hombre era el resultado de su propio pecado. (2) La enfermedad era para la gloria de Dios. (3) Por el pecado de convertirse en un delator de los judíos, podía ser severamente castigado. (4) El pecado adicional y su castigo relacionado pueden referirse al día del juicio final y al castigo impartido allí, este sería el «algo peor» que «podría sucederle». Los diversos beneficios de la gracia de Dios, incluyendo la sanidad física, deben ser seguidos por el arrepentimiento y un creciente compromiso con él. Muchas personas se enfocan en su bienestar físico mientras descuidan por completo la salud de sus almas.

2. Autoridad Divina (v.16-18). La sanidad en el día de reposo trajo persecución, pero también le dio a Jesús la oportunidad de mostrar y explicar su autoridad. La atención del pasaje se centra en la identidad de Jesús y su relación con el sábado. Jesús se defiende de las acusaciones de que es (1) un quebrantador del sábado y (2) un blasfemo que afirma ser igual a Dios. En respuesta, Jesús sostiene que todo lo que él, el Hijo, hace es capaz de hacerlo porque ha visto al Padre hacerlo primero. Es evidente la obra constante de Dios en el mundo (doctrina de la providencia). Dios continúa obrando en el día de reposo o el mundo se derrumbaría: (a) Dios continúa obrando en la creación en el día de reposo y no descansar totalmente, y (b) reconocer que las obras de Jesús son las obras de Dios. Jesús como el Único Hijo de Dios (1:14, 18), afirmó era ser enviado por Dios, en misión para Dios, haciendo las obras de Dios, obediente a Dios y dando gloria a Dios. Las autoridades judías hostiles entendieron claramente que el uso del título de Hijo de Dios por parte de Jesús era una reivindicación de la deidad. De lo contrario, no lo habrían acusado de blasfemia (10:36). Fue la afirmación de Jesús de ser el Hijo de Dios lo que llevó a los judíos a exigir su muerte (19:7). Ser igual a Dios sugería, según ellos, que existían dos dioses, y por lo tanto, esto era politeísmo. Hacerse «igual a Dios» era una declaración de independencia arrogante. Aquellos que niegan que Jesús afirmó ser Dios deben negar la exactitud histórica y la veracidad de los registros de los evangelios y, por lo tanto, establecerse como fuentes superiores de verdad. El error de los judíos no radicaba en no comprender las palabras de Jesús sino en negarse a aceptar que lo que Jesús decía era verdad.

Él respondió de una manera mucho más radical: sostuvo que Él era igual a Dios y por lo tanto tenía el derecho de hacer lo que quisiera en el sábado. Jesús llamó a los líderes religiosos contemporáneos a aceptar la vida a través de la autoridad del Padre, a través de la fe en el Padre y por el poder que el Padre da. Tanto el Padre como el Hijo tienen autoridad aun sobre el sábado. Ambos han trabajado juntos en perfecta unidad y armonía. Sería imposible que el Hijo quebrantara la ley del Padre, una ley que nunca tuvo la intención de prohibir las obras de gracia y misericordia en el día de reposo. En los versículos 17-24 Jesús hace cinco afirmaciones inequívocas de plena igualdad con Dios: Él es igual al Padre en Su persona, en Sus obras, en Su poder soberano, en Su juicio y en el honor que se le debe.

Conclusión.

No todas las enfermedades son fruto del pecado personal del enfermo. Por lo general la enfermedad es resultado de ser parte de una raza caída. Es por ello que hasta criaturas inocentes se enferman, a veces gravemente. Ciertos casos de enfermedad (solo Dios sabe cuáles y no nos corresponde juzgar) son consecuencia de rebelión contra la Palabra de Dios (1 Corintios 11:29-30). La actitud del cristiano debe ser no pasar juicio sobre los enfermos sino tener compasión y orar por ellos (Santiago 5:10) y no tratar de explicar por qué tal cosa le aconteció a tal persona y no a otra. En el caso del paralitico da la impresión de que su enfermedad fue castigo por su proceder (5:14). Tal vez se había rebelado contra Dios y como resultado quedo paralitico (Lucas 12:47-48). La prueba de la sanidad espiritual es que nos levantamos y caminamos. Si Cristo ha sanado nuestras dolencias espirituales, vamos donde nos mande y llevemos lo que Él nos imponga, y andemos delante de Él.

Los aliviados del castigo del pecado corren el peligro de volver a pecar cuando se terminan el terror y la restricción, a menos que la gracia divina seque la fuente de su pecado. La miseria desde la cual son hechos íntegros los creyentes, nos advierte que no pequemos más, habiendo sentido el aguijón del pecado. Esta es la voz de cada providencia: Vete y no peques más. Cristo vio que era necesario dar esta advertencia, porque es frecuente que la gente prometa mucho cuando está enferma; y cuando están recién sanados, cumplen solo algo, pero después de un tiempo, olvidan todo. Cristo nos habla de la ira venidera, la cual supera la comparación con las muchas horas, si, con las semanas y años de dolor que tienen que sufrir algunos hombres impíos, como consecuencia de sus indulgencias ilícitas, y si tales aflicciones son severas, cuan temible será el castigo eterno del impío. ¿Quieres ser sano? Acude a Cristo hoy. Hoy es el día de sanidad. Hoy es el día de salvación.

Oremos.

28 de abril del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Cristo es nuestra verdadera Pascua.

Mateo 26.17-30

Jesús, en medio de la traición inminente, demuestra dignidad humilde pero regia. Se desarrolla la cena pascual y cómo Jesús transforma este evento en la institución de la Cena del Señor. Mateo presenta a Jesús como Rey, el Señor soberano del universo venido a la tierra en carne humana. Lejos de disminuir su majestad y gloria, esos acontecimientos retratan la expresión poderosa y culminante de su gracia y poder soberanos. A través del último acto de depravación pecaminosa del hombre, Dios llevó a cabo su último acto de redención justa. Esta era una cena pascual, con todo el simbolismo histórico y teológico que incluía. Con esto se le daba un nuevo significado por medio de la muerte de Jesús, que desde este momento haría de esta cena el modelo para el acto central de la adoración cristiana. Mateo presenta dos elementos de la propia preparación de Jesús para Su muerte sacrificial: experimentar la Pascua final (26:17-25), estableciendo la Cena del Señor (vv. 26–30).

a. Preparación para la Pascua (v.17–19). Había dos fiestas fundidas en una, la de la pascua y la de los panes sin levadura. Se usaban ambos nombres. Aquí se hace referencia a la comida de la pascua, este era el primer día de los siete que duraba la fiesta de los panes sin levadura. En el primer día de la pascua se sacrificaban corderos (Marcos 14:12). La fiesta de los panes sin levadura seguía inmediatamente después de la pascua; el evento completo que duraba ocho días era a veces llamado la semana de la pascua (Lucas 2:41; 22:1, 7; Hechos 12:3–4). Los discípulos que fueron enviados a hacer los preparativos para la pascua eran Pedro y Juan (Lucas 22:8). El lugar de celebración de la pascua no se designa en ninguno de los evangelios, aunque tuvo lugar en la ciudad (Mateo 26:18), esto es, Jerusalén, probablemente en la casa de uno que aceptaba a Jesús como Mesías. Además de encontrar el lugar, los dos discípulos… prepararon la pascua, esto es, compraron y prepararon la comida, lo cual probablemente les tomó la mayor parte del día.

1. Lo necesario para la celebración de la Pascua. Esto era particularmente apropiado porque dentro de pocas horas Él se entregaría a Sí mismo como el Cordero Pascual en sacrificio por los pecados de todos los hombres. El tiempo en que Cristo celebró la Pascua fue el tiempo normal que Dios había fijado, y así la celebraban los judíos (v. 17): El primer día de la fiesta de los panes sin levadura; los discípulos sabían que nada le apartaría del deber, ni por amenazas de fuera ni por temores de dentro. El Señor Jesús conocía Su tiempo y, por eso, podía comunicar que Su tiempo estaba cerca. El tiempo de Jesús fue también, por supuesto, el tiempo del Padre, el tiempo divinamente designado cuando el Hijo se ofrecería a sí mismo como el sacrificio por los pecados del mundo (1 Juan 2:2). Hasta ahora, ese tiempo monumental no había llegado y no podía haber llegado (Juan 7:6), pero en esta Pascua en particular no podía dejar de venir, porque estaba divinamente ordenado y fijado. Esa última cena de Pascua pondría en marcha la cuenta atrás final e irreversible, para la crucifixión.

2. La hora establecida. Una vez más vemos cómo la soberanía de Dios y maravillosamente provee para el cumplimiento preciso de Su plan redentor. Jesús era cualquier cosa menos una víctima de los planes malvados de los hombres, mucho menos de circunstancias ciegas. Cada palabra que él habló y cada acción que tomó fueron divinamente dirigidas y aseguradas. Incluso las palabras y acciones de otros contra Él fueron divinamente controladas (Juan 11:49–52; 19:11). La fiesta de los panes sin levadura (v. 17) era un festival que celebraba la liberación de los hebreos de la esclavitud en Egipto. El nombre dado a la fiesta proviene de la práctica de no usar levadura para hacer el pan durante esa semana. El primer día era la pascua, que se comía esa noche. La costumbre era que la familia matara el cordero alrededor de las tres de la tarde, y luego preparara la comida que se comía entre las seis de la tarde y la medianoche. La fiesta debía tener lugar en la ciudad de Jerusalén misma, aunque los peregrinos debían ir a las aldeas cercanas para hallar alojamiento porque por lo general cerca de tres millones de personas se juntarían para la celebración. Debían obtener un cordero y matarlo; debían quitar todo rastro de levadura (en parte como recordatorio de la rápida huida de Egipto, que no les dio tiempo a llevar levadura, y en parte porque la levadura era símbolo de lo malo); debían preparar las hierbas amargas (en memoria de la amarga esclavitud). El agua con sal también era parte del ritual (lágrimas durante la esclavitud, y agua salada del mar Rojo por donde habían cruzado). Además una pasta hecha con manzanas, dátiles, granadas y nueces (símbolo de la arcilla de Egipto que habían tenido que transformar en ladrillos), y ramas de canela en la pasta (para simbolizar la paja utilizada en la fabricación de ladrillos). En esta mezcla se sumergirían y comerían las hierbas amargas, como una reminiscencia de la amargura de la esclavitud junto con la dulzura de la liberación. Todo esto y cuatro copas de vino, para recordar las cuatro promesas de Éxodo 6:6, 7.

b. La realización de la última cena (v.20–25). Comieron la Pascua conforme a la Ley (v. 20): se sentó a la mesa. Su sentarse denota la compostura de Su mente al iniciar esta solemnidad. Se sentó a la mesa con los doce, sin exceptuar a Judas. La mesa era baja y en forma de “V.” El anfitrión se reclinaba donde se unían las dos líneas de sillas. Jesús ocupó el puesto del anfitrión. Juan estaba a su derecha y Judas a su izquierda, que eran los lugares de los invitados principales. Jesús estaba reclinado, recostado sobre su costado izquierdo, quedándole libre la mano derecha. Jesús y los Doce se reclinaron. El cordero pascual tenía que ser comido totalmente (Éxodo 12:4, 43). Comer pan juntos era un acto de amistad, especialmente pan que había sido mojado en la salsa de hierbas. También era un honor cuando el anfitrión le diera un bocado de pan. La soberanía divina y la responsabilidad humana no están en conflicto, aun cuando no siempre podamos comprender cómo trabajan juntas para cumplir la voluntad de Dios. Después de que Judas tomó el bocado, Satanás entró en él (Juan 13:27).

1. La realización de la Cena del Señor. El comer de la comida de Pascua implicaba una secuencia estrictamente definida. Primero, se sirvió la taza inicial de vino tinto mezclado con agua. El vino siempre se mezclaba con agua antes de beberlo, pero durante la Pascua se diluía con una cantidad doble de agua, para que nadie desecara la ocasión más sagrada bebiendo. La participación de la primera copa fue antecedida por el dar gracias a Dios (Lucas 22:17). En segundo el lavado ceremonial de manos precedió a la parte principal de la comida, lo que significa la necesidad de limpieza moral y espiritual y la santidad del corazón, era importante que los celebrantes vinieran a la mesa limpios. Después de haberse limpiado las manos, era obvio que sus corazones seguían siendo tan orgullosos, egoístas y ambiciosos como siempre (Marcos 9:34). Lavar los pies de otra persona normalmente era hecho por un sirviente y era considerado por la mayoría de los judíos como la más degradante de las tareas. El ejemplo de servicio humilde y desinteresado de Jesús fue una reprimenda punzante del orgullo de los discípulos y una profunda lección de amor condescendiente. La tercera parte de la comida de Pascua fue el consumo de hierbas amargas, estas hierbas y trozos de pan sin levadura se sumergieron en el charoseth, la mezcla espesa de fruta molida y nueces. La cuarta parte fue la toma de la segunda copa de vino. Cuando el jefe de la familia, el Señor en el presente caso, tomaba esa segunda copa, explicaba el significado de la Pascua. Después de eso estaría el canto del Hallel, que significa alabanza y es el término del que se deriva el aleluya. El Hallel consistía en los Salmos 113-118, y en este punto los dos primeros eran normalmente cantados. Después del canto, el cordero asado sería sacado. El jefe de la casa se lavaba de nuevo las manos y luego rompía trozos del pan sin levadura y los reparte para que los coman con el cordero. Según la Ley, habían de tomar un cordero por familia, los discípulos de Cristo eran Su familia. Aquellos a quienes Dios ha encomendado una familia, deben servir a Dios con ella. El tema corriente de la Pascua era la liberación de Israel de Egipto (Éxodo 12:26–27). Pero ahora estaba a punto de celebrarse la Gran Pascua, y la conversación sobre ella comportaba la omisión del relato de la otra.

2. La comunicación la traición al Señor. Mientras comían, Jesús hizo el asombroso anuncio de que uno de los doce le iba a entregar. Los discípulos se llenaron de dolor, disgusto y propia desconfianza. Uno por uno le preguntaron, ¿Acaso soy yo, Señor? Cuando todos menos Judas hubieron preguntado, Jesús les dijo que era aquel que mete la mano conmigo en el plato. El Señor tomó entonces un trozo de pan, lo mojó en la salsa de la carne, y lo dio a Judas (Juan 13:26); esto constituía una prenda de especial afecto y amistad. Les recordó igualmente que había una cierta determinación en lo que iba a sucederle a Él; pero esto no eximía de su responsabilidad al traidor. Judas decidió deliberadamente vender al Salvador, y por ello era personalmente responsable. La soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre pueden verse en la traición de Judas. De acuerdo al plan soberano de Dios, Cristo tenía que sufrir en la cruz y expiar el pecado del hombre (Salmo 22; Isaías 53); sin embargo, Judas fue responsable de traicionar al Salvador. Las almas piadosas se apenan por los pecados de otros, especialmente de quienes han hecho profesión de ser creyentes. Y lo que más les afligía era la incertidumbre de quién de ellos iba a cometer tal acción. Por otra parte, mientras el Señor instruía a sus discípulos en el profundo significado de esta nueva ordenanza, Judas se ausentó para negociar la entrega.

Con sus palabras, Cristo dio una oportunidad para que los discípulos se examinasen a sí mismos. Al dar la respuesta que se presenta en Mateo 26:23 Jesús no identificó al traidor y exactamente por no haberlo identificado, el Señor estaba haciendo un favor a todos. Sabía que el autoexamen sería el mejor ejercicio para hombres como estos (Lucas 22:24). Estos hombres necesitaban tiempo para auto examinarse. Judas era quizás uno de los menos sospechosos, porque su ser el tesorero del grupo indica que se pensaba que su integridad era irreprochable. Fue sin duda porque Jesús acababa de reprenderlos por su egoísmo y su ambición que ahora mostraban signos de humildad genuina y desconfianza en sí mismos. Fueron llevados cara a cara con la pecaminosidad de sus propios corazones. Debido a que sus pecados de orgullo habían sido tan claramente expuestos, estaban abiertos incluso a la posibilidad de que de alguna manera hubieran dicho o hecho involuntariamente algo que pusiera en peligro a su Señor.

c. La institución de la Cena del Señor (v.26–30). Después de que Judas salió del aposento, Jesús instituyó algo nuevo: la Cena del Señor (1 Corintios 11:23–34). Tomó dos elementos de la comida pascual, el pan sin levadura y la copa y los usó para ilustrar su muerte. El pan partido simboliza su cuerpo entregado por los pecados del mundo. El fruto de la vid (v. 29) es un cuadro de su sangre, derramada por la remisión de los pecados. Comunicaron un significado profundo: el cuerpo y la sangre de Jesucristo. La Cena del Señor nos ayuda a mirar hacia el futuro, al retorno de Cristo (1 Corintios 11:26). La Pascua señalaba hacia el futuro al Cordero de Dios que quitaría los pecados del mundo (Juan 1:29). La Cena del Señor anuncia que esta gran obra ya se ha cumplido. Había cuatro copas tradicionales tomadas en la fiesta de la Pascua, cada una relacionada con una de las cuatro promesas que encontramos en Éxodo 6:6–7. La tercera copa (“os redimiré”) fue la que Jesús usó en la cena, cuadro de la redención que lograría. La cuarta copa no se cumplirá sino cuando el reino sea establecido. Él les instruyó: Bebed de ella todos. El griego dice claramente: “Bebed de ella todos vosotros”. Hay un sentido en el cual Cristo participa con los creyentes en el servicio de comunión.

Mientras comemos el pan y tomamos el vino, al mismo tiempo, de manera sobrenatural que no podemos comprender, también comemos y bebemos el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Jesús, ¿qué beneficio da el comer y beber el cuerpo y la sangre de Cristo? Jesús finalmente explica que su sangre será derramada para remisión de los pecados, ¿qué beneficio da esto? El símbolo no sólo conecta el derramamiento de sangre con el perdón de los pecados, también hace la conexión entre el Salvador y el pecador. La salvación que Jesús compró con su santa y preciosa sangre, su sufrimiento y su muerte inocente, se distribuye a cada pecador. Como la Pascua, la Santa Cena dirige nuestra atención al pasado y al futuro. Miramos hacia atrás al Gólgota y hacia adelante al cielo.

1. Establecimiento de la disposición futura. La Santa Cena es una pequeña prueba del cielo que ya disfrutamos aquí en la tierra. Él transformó la Pascua del Antiguo Pacto en la Cena del Señor del Nuevo Pacto. La Pascua fue la más antigua de las fiestas judías, más antigua incluso que el pacto con Moisés en el Sinaí. Se estableció antes del sacerdocio, el Tabernáculo o la ley. Fue ordenado por Dios mientras Israel todavía estaba esclavizado en Egipto, y había sido celebrado por Su pueblo durante unos 1.500 años. Pero la Pascua que Jesús estaba concluyendo con los discípulos fue la última Pascua divinamente sancionada en ser observada. Ninguna Pascua celebrada después de eso ha sido autorizada o reconocida por Dios. Por significativo que fuera bajo el Antiguo Pacto, se convirtió en un remanente de una economía pasada, una dispensa extinta, un pacto expirado. Su observancia desde entonces no ha sido más que una reliquia religiosa que no sirve a ningún propósito divinamente reconocido y no tiene un significado divinamente bendecido. Celebrar la Pascua es celebrar la sombra, después de que la realidad ya ha llegado. Celebrar la liberación de Egipto es un sustituto débil para celebrar la liberación del pecado. Cristo terminó la Pascua e instituyó un nuevo monumento a Sí mismo. No miraría hacia atrás a un cordero en Egipto como el símbolo del amor y poder redentor de Dios, sino al mismo Cordero de Dios, quien, por el derramamiento sacrificial de Su propia sangre, quitó los pecados de todo el mundo. En esa única comida Jesús terminó lo viejo e inauguró lo nuevo.

Cada nombre que damos a este símbolo expresa una dimensión diferente. Es la cena del Señor porque conmemora la cena que tuvo Jesús con sus discípulos; es acción de gracias porque en ella agradecemos a Dios por la obra de Cristo realizada a nuestro favor; es Comunión porque por medio de ella comulgamos con Dios y con otros creyentes. Al comer el pan y beber el vino, con toda seriedad recordamos la muerte de Jesús y su promesa de regresar; damos gracias por el maravilloso regalo de Dios, y nos regocijamos al reunirnos con Cristo y su cuerpo de creyentes. Era deseo del Señor, por lo tanto, que por medio de la cena la iglesia recordara su sacrificio y le amara, reflexionara sobre ese sacrificio y lo abrazara por fe y mirara al futuro con una viva esperanza hacia su glorioso regreso. En esta genuina fiesta, Jesús está muy ciertamente presente y muy activo por medio de su Espíritu. Sus seguidores “toman” y “comen”. Ellos se apropian de Cristo por medio de una fe viva y son fortalecidos en esta fe. El nuevo pacto, obtenido y ratificado mediante la sangre de Cristo, es un documento de perdón, un acta de indemnidad, a fin de alcanzar la reconciliación entre Dios y los hombres. El perdón de los pecados es la gran bendición que, en la Cena del Señor, vemos impartido a todos los verdaderos creyentes, y es fuente de perpetuo consuelo (9:2–3). Cristo mismo participará del gozo de los Suyos; precisamente, por el gozo puesto delante de Él, soportó la Cruz (Hebreos 12:2). De ese gozo quiere hacer partícipes a sus fieles amigos y seguidores.

2. La riqueza de la celebración. Finalmente, la solemnidad se cierra con himnos: Cuando hubieron cantado el himno (v. 30). Sabemos por el Talmud que los judíos acostumbraban, en conexión con la cena de la Pascua, cantar los Salmos 113 hasta 118, los cuales llamaron “el gran Hallel” (alabanza). Como todos pueden darse cuenta al leerlos, éstos son cantos de alabanza, de acción de gracias y de confianza en Dios. No sólo constituían una conclusión adecuada a las bendiciones disfrutadas, sino también un preparativo muy especial para los duros sufrimientos que iban a comenzar. Cantar salmos es una ordenanza del Evangelio (Efesios 5:19). Leamos estos salmos a la luz de la muerte y resurrección de Cristo y veamos cómo cobran un nuevo significado, imaginemos a nuestro Señor pudiendo cantar alabanzas a Dios frente al rechazo, el sufrimiento y la muerte, pensemos en cómo concuerdan con la Pascua, con la Santa Cena y con los acontecimientos del Viernes Santo. Es muy apropiado, después de la Cena del Señor y como expresión de nuestro gozo en Dios por medio de Jesucristo, y como un reconocimiento agradecido de aquel gran amor con que Dios nos amó en Él. Por tanto, no está fuera de sazón en tiempo de pena y dolor. Nuestro íntimo gozo espiritual no debería ser turbado por aflicciones exteriores.

La pascua se debía comer en Jerusalén, y el resto de la noche debía pasarse dentro de un área determinada. El monte de los Olivos estaba dentro de esa área prescrita. Hecho todo esto, salieron hacia el monte de los Olivos. Específicamente, cruzaron el Cedrón y entraron en el Getsemaní, localizado al pie del monte. Jesús salió hacia Getsemaní, el huerto de la agonía, fuera de Jerusalén, hacia el monte de los Olivos. No iba a quedarse en la casa para que lo arrestaran allí, pues ello podía perjudicar al dueño de la casa, sino que se retiró al cercano monte de los Olivos. Para este paseo podían beneficiarse de la luz de la Luna, ya que la Pascua siempre se celebraba en Luna llena. Después de participar de la Cena del Señor, nos conviene retirarnos para orar y meditar, y estar a solas con Dios.

Conclusión.         

La ordenanza de la cena del Señor es para nosotros la cena de la pascua, por la cual conmemoramos una liberación mucho mayor que la de Israel desde Egipto. “Tomad, comed”; aceptemos a Cristo como nos es ofrecido; recibamos la expiación, afirmémonos, sometámonos a su gracia y mando. La carne que sólo se mira, por muy bien presentada que esté el plato, no alimenta; debe comerse: así debe pasar con la doctrina de Cristo. “Esto es mi cuerpo” esto es, que significa y representa espiritualmente su cuerpo. La sangre de Cristo está significada y representada por el vino. Él dio gracias, para enseñarnos a mirar a Dios en cada aspecto de la ordenanza. Esta copa la dio a los discípulos con el mandamiento: “Bebed de ella todos”. Él Señor Jesucristo aprovecha la comunión para asegurarles la feliz reunión de nuevo al final: lo que puede entenderse como las delicias y las glorias del estado futuro, del cual participarán los santos con el Señor Jesús. Ese será el reino de su Padre; el vino del consuelo será siempre nuevo allí. Mientras miramos las señales externas del cuerpo de Cristo partido y su sangre derramada por la remisión de nuestros pecados, recordemos que la fiesta le costó tanto que tuvo que dar, literalmente, su carne como comida y su sangre como nuestra bebida.

Los que desean tener la presencia de Cristo en la pascua del evangelio, deben hacer lo que Él dice. El examen que escudriña el corazón y la oración ferviente son especialmente apropiadas antes de la cena del Señor, para que, puesto que Cristo, nuestra pascua, es ahora sacrificado por nosotros, podemos guardar esta fiesta, y renovar nuestro arrepentimiento, nuestra fe en su sangre y rendirnos a su servicio. Dejemos el pasaje haciendo un serio examen de nuestras conciencias sobre nuestra propia conducta respecto a la Cena del Señor. ¿Entendemos lo que estamos haciendo? ¿Somos de veras conscientes de nuestro pecado y de nuestra necesidad de Cristo? ¿Deseamos de veras vivir una vida cristiana, además de profesar la fe cristiana? Que dichoso es aquel que puede dar una respuesta afirmativa a estas preguntas. El Apóstol Pablo escribiendo a la iglesia de Corinto les dice. “Desháganse de la vieja levadura para que sean masa nueva, panes sin levadura, como lo son en realidad. Porque Cristo, nuestro Cordero de la Pascua, ya ha sido sacrificado. Así que celebremos nuestra Pascua no con la vieja levadura, que es la malicia y la perversidad, sino con pan sin levadura, que es la sinceridad y la verdad” (1ª. De Corintios 5.7-8)

Oremos.

31 de mazo del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

La respuesta de Cristo a la fe de un funcionario público.

 Juan 4.43- 54.

Es una realidad que tarde o temprano experimentaremos penas o incluso tragedias en la vida. Ya siendo rico, pobre, hombre, mujer, anciano o niño. La tragedia inevitablemente se convertirá en parte de nuestra experiencia personal y no habrá nada que podamos hacer para evitarla. En esta historia el enfoque está en creer, una creencia sin la inmediatez de ver. En Cristo tenemos la promesa de compañía en la tribulación, ser restablecidos, ser sanados y alcanzar salvación por medio de la fe. El evangelio de Juan es preeminentemente el evangelio de la fe. Escribió para que sus lectores «crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida en su nombre» (20:31). El creer es un mandato de Dios, sin embargo la incredulidad es un rechazo de la verdad salvadora de Dios contenida en las Escrituras. La incredulidad en los evangelios se debe a la falta de exposición, que requiere del conocimiento de la majestad de la persona de Cristo. Incredulidad debido a la falta de información, y a la falta de evidencia observada, que desea evidencia de que las afirmaciones son verdaderas. Y incredulidad debida a la dureza deliberada de corazón que nunca dará paso al arrepentimiento y a la fe salvadora (Mateo 12:31-32; Hebreos 6:4-8). En Galilea, Jesús se encontró personas que les faltaba información. Jesús llevo a uno de estos galileos de incredulidad a la fe salvadora. Cuesta convencernos de que la distancia de tiempo y lugar no obstaculizan el conocimiento, la misericordia ni el poder del Señor Jesús.

Este es la segunda de las siete señales en Juan. La primera señal mostro que la salvación es por la Palabra. La curación del hijo muestra que la salvación es por fe. En el versículo 48 Jesús da la razón básica por la cual las personas no creen: quieren ver señales y experimentar maravillas. Satanás es capaz de realizar señales y milagros para engañar (2 Tesalonicenses 2.9, 10). Es la fe en la sola Palabra de Dios que nos da la seguridad de la vida eterna (1 Juan 5.9-13). Jesús dijo una palabra (4.50) que produjo resultados a treinta y dos km de allí. El incidente produjo fe (4.53) que concedió la curación física al niño y también le impartió sanidad espiritual al padre, cuya fe se transformó: 1) de una mera creencia en el poder de Cristo para obrar milagros (4:47, 48); 2) a la fe en la palabra de Jesús (4:50); y 3) a la fe en la persona de Cristo, a cuya fe se le unió toda su casa. Toda la familia creyó igualmente.

1. Incredulidad contemplada (v.43-45). El rechazo de Jerusalén hizo que viajara hacia el norte, a Galilea (1:11) donde pasó su vida desde la infancia hasta la edad adulta. Ellos habían visto todas las cosas que hizo en Jerusalén en la fiesta (2:23), y lo acogieron simplemente como un hacedor de milagros; la recepción de los galileos no fue genuina, sino superficial. Aunque era el Hijo de Dios, a los ojos de muchos hombres era solo un humilde carpintero. Los profetas reciben honor más fácilmente en cualquier otro lugar que entre sus propios compatriotas (Tito 1:12). Lo que Jesús decía y hacía eran credenciales a las que no se podía oponer nada.

  •        a. Rechazo y aceptación. (v.43-44). Fue a Galilea porque estaba decidido a hacer la voluntad de Dios sin importar las consecuencias. Aprendamos que cuando hemos hecho lo mejor que hemos podido y no hemos tenido éxito en nuestro testimonio, debemos seguir intentándolo, nuestro trabajo es poner en contacto con el Evangelio a tantos como sea posible. Jesús fue motivado por un agudo sentido de la necesidad del hombre del Evangelio. Fue motivado por las declaraciones específicas de las Escrituras (Mateo 4:13-16). La única prueba convincente del Evangelio es la experiencia cristiana, ya que nadie es probable que quiera hacer la prueba a menos que vean su eficacia en nuestra vida. No servirá de mucho el hablar a los demás que Cristo puede traer a su vida gozo y paz y poder, cuando nuestra vida es lúgubre, angustiada y derrotada.
  • b. Los galileos le recibieron (45). Habiendo visto los milagros de Jesús en Pascua provocaron una conmoción en los galileos y estaban por ello predispuestos en su favor. Si este honor fue o no de larga duración, no tenemos los medios para determinarlo; porque no hay nada a lo que los hombres sean más propensos que el olvido de los dones de Dios. Los milagros preparan el camino para la doctrina; porque hacen que se rinda reverencia a Cristo. Los galileos estaban dispuestos a tenerlo en medio de ellos en Galilea, no porque le reconociesen como el Hijo de Dios, sino porque tenían un interés nacido de la curiosidad en Aquel que estaba suscitando tantos comentarios allá adonde iba. Jesús no buscaba la gloria de los hombres (5:44), pero es necesario estimar y apreciar a Cristo para poder creer en El.

2. La incredulidad enfrentada (46-49). La fe de un diplomático. Jesús vuelve para segar donde había sembrado. Un segundo milagro en Galilea sucedió gracias a la fe del cortesano que pasa por alto rangos sociales, desesperado porque su hijo se encontraba al borde de la muerte. Jesús había decidido hacer la voluntad de Dios para su vida sin importar las consecuencias, sin importar el éxito o el fracaso aparentes. La presencia de este funcionario real en Cafarnaúm por la situación de que esta es una ciudad aduanera. Debía ser un alto oficial de palacio (v.51), administrativo o militar, adscrito a la corte de Herodes Antipas. El diplomático acudió al humilde carpintero. Se negó a darse por vencido para recibir la ayuda de Cristo. Tenía fe suficiente para ir a casa no llevando nada más que la palabra de Jesús para confortarle el corazón, el cree como el náufrago que se aferra a lo que sea que le pueda salvar. Se entregó; y también todos los suyos creyeron. El acercamiento había empezado por un sentimiento de necesidad desesperada, y su sentimiento de necesidad había dejado paso a otro de agradecimiento y amor desbordante. Que es la historia de cualquier vida cristiana.

Hay similitudes entre el primer y segundo milagro. Ambos milagros contienen una reprimenda inicial a quien la solicitó. En el primer caso fue a María, el segundo para el noble (4:48). Jesús realiza el milagro a distancia, sin nada más que hablar una palabra (2:7, 8; 4:50). Cada relato concluye con una declaración que ciertas personas que sabían del milagro creyeron. Primero sus discípulos pusieron su fe en él (2:11), mientras en la segunda el padre y toda su casa creyeron (4:53). En la primera escena hay la alegría, fiesta y felicidad de una boda. En la segunda hay enfermedad, desesperación, ansiedad y la sombra de la muerte.

  •        a. Sanidad más allá de señales y prodigios (v.46-47). La curación del hijo del diplomático. Ante la fe temerosa, débil e imperfecta del funcionario real y la incredulidad de los galileos en general, Jesús lanzó una severa reprimenda. Cristo no censura el valor apologético del milagro, que El utiliza en ocasiones precisamente para probar su misión. Lo que censura Cristo aquí es “la avidez de los milagros propia de los galileos y su fe débil y flaca, la cual rehúsa recibir el Evangelio si no ve de continuo nuevos signos”. Cristo quiere que se atienda también a él, a sus palabras (Juan 8:46). La sanidad del hijo de un noble no sólo demuestra el poder de Jesús para sanar, sino también subraya el principio de que él no considera las señales y milagros como un fin en sí mismos (Mateo 13:55; Marcos 6:3).

       La fe del funcionario era poco más que una esperanza desesperada que lo llevó a pedir la intervención de Jesús, su creencia en Jesús aún no estaba impulsada por un deseo de salvación para su propia alma, sino por la desesperación por su hijo. La debilidad de su fe en la capacidad de Jesús para sanar es subrayada por dos suposiciones erróneas que hizo acerca de Él, asumió que Jesús tenía que estar físicamente presente para sanar a su hijo, y esperaba que Jesús tuviera el poder de sanar la enfermedad de su hijo, pero no tenía esperanza de que pudiera resucitarlo de entre los muertos. Esas dos conjeturas estaban detrás de su insistencia en que Jesús viniera de inmediato antes de que fuera demasiado tarde.

  • b. Conversación con el funcionario (v.48, 49). El funcionario mostro: el amor que tenía a su hijo, y se humillo, a pesar de su alto rango; el gran respeto que tenía al Señor Jesús, fue el mismo personalmente, con fe suficiente para creer que Jesús tenía poder para curar. Jesús accede a realizar el milagro. El rango de este personaje hizo más ilustre el milagro. La respuesta milagrosa conduce a creer, el milagro se hace para producir la fe. Cuanto más grande es el milagro mayor es su efecto en el fomento de la fe. No sabemos si en otra ocasión este oficial hubiera tenido el deseo o la oportunidad de buscar a Jesús, pero muchas personas hacen peticiones al Señor solamente en los momentos de mucha aflicción. Si su hijo no hubiera enfermado, ¿habría buscado a Jesús? ¿Tendría interés en oír “la palabra de él” (v. 41)? Jesús quería que pasara de los milagros a la fe en Jesús y en Su Palabra. Necesitaba ver que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios. Las señales son milagros que tienen un profundo sentido o significado. Los prodigios son milagros que llevan a los hombres a quedar atónitos ante sus cualidades sobrenaturales. Este milagro era más que un favor a aquel oficial: era una señal para todo el mundo. El Evangelio de Juan está dirigido a toda la humanidad para que crean en el Señor Jesucristo. La actitud de este oficial del rey es una invitación a aferrarnos a las promesas divinas. Debemos aferrarnos a Cristo. El promete ayudarnos, levantarnos, salvarnos y estar con nosotros siempre (Mateo 28:20b; Hebreos 13:5b).

3. La incredulidad vencida (v.50-54). Las palabras del Señor para él lo habían movido de la incredulidad que necesita milagros a creer en la palabra de Cristo. Sin ninguna prueba tangible de que su hijo había sido sanado, tomó la palabra de Jesús y partió hacia su casa. Es posible que la palabra que Jesús le dirigió aliviara su ansiedad por su hijo, permitiéndole permanecer en Caná, tal vez para escuchar y ver más del Señor y entender Su mensaje. Fue el momento de la recuperación de su hijo lo que le confirmó al padre que había ocurrido un milagro. Cuando escuchó la noticia, el oficial real mismo creyó, junto con cada miembro de toda su casa. Esta fue la segunda de ocho señales que Juan registra como prueba de que Jesús era el Mesías (20:30-31).

  • a. La fe del oficial se mostró en su obediencia (v.50). Habiendo venido con la convicción de que Cristo era un profeta de Dios. El noble no se apartó decepcionado, sino que se entregó a la misericordia de Cristo. El poder de sanar está en la persona de Jesucristo. No dice, ni hace ni ordena que se haga cosa alguna para que se realice la curación. Simplemente afirma lo que su voluntad divina ha determinado que suceda. Es un asunto de Su voluntad y Su palabra. El hombre creyó en la palabra de Jesús. Creyó sin pruebas visibles ni tangibles y regresó a su casa. En realidad, no tuvo que esperar hasta llegar a casa para recibir las buenas noticias sobre su hijo. Los sirvientes le dieron la noticia de que su hijo había sido sanado en la misma hora en que Jesús había pronunciado las palabras. Creyó la palabra, tuvo fe instantánea, confió en la palabra. La bendición que recibiría era mayor que la que pedía, porque en lugar de esperar hasta llegar a su casa, en ese instante, al creer en Jesús, tendría la plena seguridad de que su hijo estaba fuera de peligro. Así es la preciosa recompensa de la fe. La fe que salva no consiste esencialmente en un asentimiento del intelecto, sino en una entrega personal, de corazón.

Se destaca la fe de un gentil por encima de la de los judíos, una breve promesa despertó de repente una nueva confianza en su mente. Y tal es la prontitud con que debemos recibir la palabra de Dios, pero está muy lejos de producir siempre un efecto tan inmediato en los oyentes. ¿A cuántos les aprovecho los muchos sermones como a este hombre, que era medio pagano, se aprovechó al oír una sola palabra? Tanto más debemos trabajar con celo para despertar nuestra pereza, y, sobre todo, orar para que Dios toque nuestros corazones de tal manera, que no estemos menos dispuestos a creer de lo que Él está dispuesto y misericordioso a prometer. Es digno de notarse que Cristo, aunque no cumple con su deseo, concede mucho más de lo que había pedido. Así, sucede con frecuencia que nuestro Padre celestial, aunque no cumple con nuestros deseos en todos los detalles, procede a aliviarnos por métodos inesperados, para que aprendamos a no finiquitar nada.

  • b. El cortesano ve premiada su fe (v.51-54). Con la llegada de la salud física a este hogar, nace la vida espiritual. Cuando iba llegando a su casa, sus siervos le salieron al encuentro para contarle que su hijo ya estaba sano. La respuesta de ellos revelo que su curación no había sido gradual; había tenido lugar de manera instantánea. Los siervos del palaciego notaron la súbita mejoría del enfermo y no tuvieron paciencia para aguardar la llegada del padre, sino que le salieron al encuentro. La frase de los criados: le dejo la fiebre indica que la curación fue instantánea y total; que la sincronización fue exactísima a la hora séptima; que la fiebre le dejo y se marchó como un esclavo que obedece fiel y ciegamente las ordenes de su amo (Lucas 7:7-8). El Señor es dueño del espacio y del tiempo. La curación del hijo del oficial del rey no fue el segundo milagro en todo el ministerio del Señor hasta este punto. Fue una segunda señal que hizo Jesús en Galilea después que hubo vuelto de Judea.

Notemos cómo se desarrolló la fe del oficial. Primero, creyó lo suficiente para ir a pedirle ayuda al Señor. Segundo, creyó en la seguridad de las palabras de Jesús de que su hijo sanaría y actuó en correspondencia. Tercero, él y toda su casa creyeron en Jesús. Literalmente toda su casa, es el primer ejemplo de toda una familia creyendo en Jesús (Hechos 18:8). La fe es un regalo que se desarrolla en la medida que lo usamos. El día anterior, el hombre creyó la palabra de Jesús; ahora, creyó en la persona de Jesús, abrazando la doctrina de Cristo, profesó abiertamente ser uno de sus discípulos. No sólo cree ahora que su hijo será curado por la bondad de Cristo, sino que reconoce que Cristo es el Hijo de Dios, y hace una profesión de fe en su Evangelio (Habacuc 2:3). Nunca podremos poner demasiada distancia entre nosotros y Cristo al grado que no pueda ayudarnos. Jesús sanó cuerpos físicos para que creamos que también puede sanar (salvar) el alma. Jesús sana el espíritu del hombre cuando le perdona. De esta manera el alma es purificada, y durante el resto de la vida se está transformando a la imagen de Cristo. Esta transformación es efectuada por medio de oír, creer y obedecer la palabra revelada por el Espíritu Santo.

Conclusión.

       Cristo al transformar el agua en vino, mostro su control absoluto sobre el universo físico. Y en la segunda hace ver que la distancia no representa un verdadero obstáculo para la manifestación de su amor y poder. En ambos casos el Salvador se revela como el Hijo de Dios (20:31). El Señor uso estos dos milagros (unidos a sus palabras) para poner fe en los corazones de sus hijos. Hay cuatro lecciones aquí: 1. a los ricos sobrevienen aflicciones lo mismo que a los pobres. Un noble habría agotado todos los medios que el dinero puede proporcionar. El dinero no es todopoderoso, pueden librar de deudas y andrajos, pero no de enfermedades, afanes y muerte. 2. las enfermedades y la muerte sobrevienen a los jóvenes, así como también a los viejos. Lo más recomendable es estar siempre listos para comparecer ante Dios, no rezagando nada de lo que se relacione con la eternidad y conduciéndose como no sabiendo en qué momento exhalarán el último suspiro. 3. los beneficios que acarrean las aflicciones al alma. La ansiedad lo impulsó a recurrir a Jesucristo a fin de obtener auxilio, aprendió una lección de un valor inapreciable que hizo que él y toda su casa creyeran. El dolor es con mucha frecuencia provechoso. Todos deseamos naturalmente las comodidades y la prosperidad; pero preferibles son las adversidades y el infortunio si nos conducen a Cristo (Salmo 119.71). 4. la palabra de Jesús vale tanto como su presencia. Sus palabras fueron acompañadas de un poder infinito. Jesucristo hablo, y la curación fue efectuada, mando y la enfermedad mortal desapareció. Este hecho es muy consolador, puesto que aumenta a nuestros ojos el valor de cada promesa de misericordia, gracia y paz que haya procedido de los labios del Salvador. Recordemos que desgracias como las del cortesano son muy comunes; y que algún día, probablemente se presentarán ante nuestras puertas. ¿Podemos sobrellevarlas? ¿Queremos saber a donde hemos de acudir para que se nos socorra y se nos consuele? Traigamos a la memoria las palabras de Cristo, que no son las de un mero hombre, sino las de Dios. Las palabras que él dice espíritu y vida son. Son ayuda y consuelo al espíritu, son verdad y vida, salvación y libertad.

Oremos.

17 de marzo del 2024, Ajijic, Jalisco, México

Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

El verdadero alimento.

  Juan 4.27-42.

La forma en que Jesús le habló a la mujer samaritana es un ejemplo del testimonio personal a las personas. Con la confesión de pecado de la mujer, Jesús la llevó a una confesión de fe. Aunque los discípulos estaban asombrados, no cuestionaron la acción de la mujer ni la de su Maestro. La mujer había ido al pozo a sacar agua, pero en su alegría de encontrar a Cristo, dejó su cántaro y regresó a la aldea e invitó a otros a venir y encontrarse con Jesús. Su noticia trajo respuesta, y muchos vinieron de la aldea para hablar con Cristo. Nuestra lección de hoy comienza con Jesús y sus discípulos en el mismo pozo. Dos cosas afectaron a la mujer: El alcance de su conocimiento. Cristo conoce todos los pensamientos, palabras y acciones de todos los hijos de los hombres. Y el poder de su palabra. Le contó sus pecados secretos con poder. El conocimiento de Cristo, al cual somos guiados por la convicción de pecado, es más probable que sea sano y salvador.

Nuestro Maestro nos ha dejado un ejemplo, para que aprendamos a hacer la voluntad de Dios con diligencia. Cristo compara su obra con la cosecha. La cosecha está señalada y esperada antes de que llegue; así es el Evangelio. El tiempo de cosecha es un tiempo de mucho trabajo; Todo debe estar entonces en el trabajo. El tiempo de la cosecha es un tiempo corto, y el trabajo de la cosecha debe hacerse entonces, o no hacerse en absoluto. Nuestro Salvador, enseñando a una mujer pobre, difundió el conocimiento a todo un pueblo. Su fe creció. Los samaritanos creyeron que él era el Salvador, no solo de los judíos, sino del mundo. En la certeza de ello: sabemos que este es realmente el Cristo. Y en el fondo de ella, porque nosotros mismos lo hemos oído.

a. Reacción al testimonio de Jesús (27-30). Jesús habló a sus discípulos sobre la importancia de poder mirar el mundo desde la perspectiva de Dios, viendo a las personas como una cosecha espiritual que debe ser cosechada para Dios. Jesús les recordó a sus discípulos su misión de hacer la voluntad de Dios y llevar a cabo su obra. El hecho de que la mujer dejara su cántaro de agua mostraba dos cosas, demostró que tenía prisa por compartir esta extraordinaria experiencia, y que quería volver: i) Su experiencia había comenzado cuando se vio obligada a enfrentarse a sí misma y a verse a sí misma tal como era (Lucas 5:8). ii) estaba asombrada por la capacidad de Cristo para ver en lo más íntimo de su ser (Salmo 139:1-4) en las profundidades del corazón. iii) compartió su descubrimiento. La vida cristiana verdadera se basa en los dos pilares del descubrimiento y la comunicación. iv) su deseo de contar a otros elimino su vergüenza, mostro evidencia que el aliento de Dios ha entrado en la persona. Ahora era capaz de amar con la misma medida del amor con que Cristo la había amado. Este fue un amor divino y la cambió por completo (Mateo 10:32-33, Romanos 10:9-10, Juan 4:29). Jesús se le había revelado como el Mesías. Ella creyó y la afirmación de que el Mesías había venido se convirtió en el núcleo de su testimonio. Así como Jesús había captado su atención despertando su curiosidad, ella hizo lo mismo con la gente. Sus conciudadanos decidieron investigar el asunto. Es la invitación más grande del universo. ¿No vendrás?, si ya has venido, ¿no compartirás la invitación con otro?

1. El asombro que produce Cristo (v.27). Maravillosa en extremo es a los ojos de los hombres la manera como Cristo procede con las almas. Los discípulos regresaron debían aprender que la gracia salvadora de Dios no se limitó a Israel, sino que también se extendió a los pecadores de los gentiles. Esto es una manifestación e ilustración gloriosa de la operación de la providencia de Dios para la extensión de su reino. El comportamiento de Jesús asombró a sus discípulos; no le preguntaron acerca de sus motivos 1) por temor a ser reprendidos por Jesús por sus propios prejuicios masculinos, 2) porque ya conocían el carácter de Jesús lo suficientemente bien como para no dudar de sus «normas morales personales y compromiso» en cada situación ética.

2. Cambio sus prioridades (v.28-30). Junto al pozo su corazón fue renovado, y nuevos objetos e ideas empezaron a ocupar su atención. Con el corazón rebosando de júbilo dejó el cántaro y se apresuró a ir a comunicar a los demás sus sentimientos. La persona que se convierte no desea lo que antes deseaba: el mundo le parece distinto, todas las cosas asumen para ella un aspecto nuevo. Su mente estaba ahora fija en Cristo, y no pensaba en el pozo, ni en el agua, ni en el cántaro de agua. La gloria del Mesías era ahora su fin y su objetivo. La seriedad y la prontitud de la mujer son dignas de atención (Salmo 116:10). El amor de Cristo la constriñó. Ahora tenía Su naturaleza dentro de ella, y por lo tanto tiene un corazón de compasión por los perdidos.

El mismo día de su conversión se hizo especie de misionera. No hizo uso de argumentos profundos para probar que nuestro Señor tenía derecho de titularse el Mesías. Solo dijo: «Venid y ved.» Venid fue la palabra de invitación que esta alma recién nacida extendió a aquellos hombres. Un testimonio genuino consiste en tres cosas: i) el testigo debe darse cuenta de que no tiene ninguna importancia independiente en sí mismo, saber que él no es la respuesta a los problemas del hombre. ii) debe saber que Jesús es la respuesta y debe dirigir a los hombres y mujeres hacia él. iii) el testigo debe dirigir a otros a Cristo con la intención expresa de que crean en él. En el testimonio de Cristo vemos cinco puntos aquí: i) ser amigo del pecador: formas prácticas de mostrar amistad con los incrédulos con los que nos ponemos en contacto. ii) Hacer preguntas: Jesús estableció un punto de contacto inmediato y genuino, despertó su interés. iii) Algo para dar, ofrecer algo relevante. Jesús le ofreció a la mujer algo relacionado directamente con su necesidad. iv) Enfatice las buenas noticias. Muestre que el evangelio de Jesucristo ofrece consuelo. v) Señale a Jesús, debemos terminar confrontando al individuo con su responsabilidad de decidir a favor o en contra de Jesucristo.

b. Jesús y el testimonio de sus discípulos (v.31-38) Los campos blancos para la siega. El autor interrumpe el resultado del testimonio de la mujer para registrar la conversación entre los discípulos y Jesús. Jesús aprovecha la ocasión para ensenarles dos lecciones: cuales eran sus prioridades y cual la misión urgente que les esperaba. La conversación con la mujer samaritana le había dado tanta satisfacción interior como si hubiera comido un banquete suculento, esto lleno su alma, y lo elevo por encima del sentido del hambre natural (Mateo 4:4). El obedecer la voluntad divina fue la prioridad número uno para Jesús. Los discípulos estarían pensando que Samaria si necesitaba el evangelio, pero los habitantes aun no estaban prontos para recibirlo. Para ellos, no había apuro ni para sembrar, ni para segar. Esta fue una dura lección para estos discípulos judíos, pero con infinita paciencia el Señor soportó su torpeza espiritual.

1. La única comida que satisface (v.31-34). Jesús estaba diciendo que estaba espiritualmente satisfecho por haber compartido las Buenas Nuevas con la mujer samaritana (17:4). Satisfacer al Padre le dio a Jesús verdadera satisfacción. Debe ser la obra de Dios, no la nuestra, y la motivación para hacerla vendrá cuando estemos correctamente relacionados con el Padre. Ciertamente nos nutrimos del estudio de la Biblia, la oración y la asistencia a la iglesia. Nos nutrimos no solo de lo que recibimos, sino también de lo que damos para Dios. Jesús siempre hizo lo que Dios quería. Era la esencia misma y el ser, el resorte principal y el núcleo, la dinámica y el poder motriz de su vida. Su gran deseo es que seamos como él era, ya que hacer la voluntad de Dios es el único camino hacia la paz, es el único camino a la felicidad, cuando no nos oponemos a la sabiduría divina de Dios, es el único camino hacia el poder, y por lo tanto la victoria es segura. Si aún no eres cristiano, la voluntad de Dios para ti es que creas en Jesús como tu Salvador. Lo primero es recibir a Cristo, pero luego debe haber un propósito, un objetivo en la vida: hacer la voluntad de Dios y acabar la obra que él nos ha encomendado (Juan 17:4, 5:36).

Jesús les enseña prioridades. Los discípulos aún no habían aprendido la profundidad de tal gozo. Estaban siguiendo a su Maestro que había cambiado sus vidas, pero aún no habían experimentado el gozo de llevar a otros a Cristo. Hacer bien era para Jesucristo no solo un deber y una delicia: era su sustento, su alimento y su bebida. El tema principal es el servicio. El principio básico y más importante es la obediencia absoluta a la voluntad de Dios. El verdadero antídoto contra el desaliento cuando trabajemos por la causa divina es recordar las promesas, en el último día recibirán un galardón que excederá en valor a todos sus servicios.

2. La cosecha de Dios está lista (v.35-38). El sembrador, la mies y los segadores. La cosecha era tiempo de la alegría (Salmo 136:5, 6). El tiempo de Dios está aquí; el tiempo en que se pronuncia la palabra y se siembra la semilla y se espera la cosecha. Dijo a sus discípulos que cosecharían una cosecha que no había sido producida por su trabajo, llegaría el día en que ellos sembrarían y otros cosecharían. El proverbio decía que después de sembrar la semilla, un agricultor debe esperar cuatro meses para la cosecha. Jesús argumentó que en el presente caso eso no era así, los campos están maduros para la cosecha (vv. 35-36). Esto era ciertamente cierto metafóricamente. Las colinas de Samaria estaban espiritualmente maduras, porque muchos de los samaritanos creían (vv. 39, 41). Esta no iba a ser la única motivación para su gran asignación de llevar a otros hombres y mujeres al Señor. La primera motivación es que los seguidores de Jesucristo no tienen la libertad de establecer sus propias prioridades. La cuestión no es si debes ir, sino a dónde debes ir. Dondequiera que te envíe, allí debes ser misionero y evangelista. La segunda motivación es que los hombres y las mujeres están perdidos sin Jesucristo, perdidos en esta vida, así como por la eternidad. La tercera motivación son las necesidades físicas y sociales de grandes porciones de la raza humana. Nada en su necesidad, ya sea espiritual, moral, social o física, debe dejar de impulsar hacia adelante. La cuarta motivación es el amor del Señor Jesucristo que nos impulsa (2 Corintios 5:14-15).

Un segundo proverbio (Juan 4:37-38) nos dice que si obedeces al Señor no hay garantía de que en todos los casos verás los resultados de las labores. La pregunta para nosotros es: «¿Sembramos la semilla?» Ese es nuestro trabajo. Miremos alrededor. Hallaremos gente lista a oír la Palabra de Dios. Todo lo que se requiere es visión y percepción espiritual. Los campos están blancos para la siega. El gozo, por lo tanto, de la gran fiesta de la cosecha será el gozo común de todos los que han tomado parte en el trabajo desde la primera operación hasta la última (Deuteronomio 16:11, 14; Salmos 126:6; Isaías 9,3). Nuestras vidas deben ser un esfuerzo para sembrar donde sea y cosechar cuando sea. Jesucristo envía tanto a labrar como a sembrar y a cosechar (38). A menudo solo tenemos una ligera idea de cómo otros han contribuido a lo que Dios logró en una persona. Pero nuestro testimonio, amabilidad, aliento, paciencia o enseñanza del Evangelio pueden ser el punto de inflexión en la vida de alguien. Aprovechemos al máximo todas nuestras oportunidades.

c. La cosecha de la siembra del Señor (v. 39-42) Como lo ha hecho antes, Juan señala que «creer en él» es la respuesta requerida cuando una persona se encuentra con Jesús. Como resultado de la conversación de Jesús con la samaritana, de su testimonio audaz en la ciudad y de la curiosidad de la gente, muchos se hicieron creyentes. La elección es un desafío significativo para toda la persona: mente, voluntad, emociones, experiencia. La respuesta es profunda, pero no complicada. En el surgimiento de la creencia entre los samaritanos hubo tres etapas: i) Hubo una introducción con la fuerza del testimonio personal, fueron presentados a Cristo por la mujer. No era a una teoría a la que llamaba a sus vecinos; era a un poder dinámico y cambiante. ii) Había una intimidad más cercana y un conocimiento creciente, nosotros mismos debemos reclamar y disfrutar de esa amistad. iii) Vino el descubrimiento y la rendición. No hay un título adecuado para describir a Jesús, excepto Salvador del Mundo.

Estos versículos enuncian e ilustran principios del servicio, ya que Dios se complace en usar mensajeros débiles para lograr fines poderosos. El gran objetivo del servicio es llevar las almas a la presencia de Cristo mismo. Ella no pudo frenar el testimonio que brotaba de su corazón al experimentar por primera vez la profunda satisfacción del agua viva que Jesús le dio a beber. Hay una verdadera transformación, un cambio de corazón, un nuevo comienzo. La segunda referencia importante a la relación de Jesucristo con el mundo de los hombres es que él vino a ser el Salvador del mundo. Estos samaritanos fueron el fundamento de la iglesia después establecida allí.

1. Los samaritanos creyeron (v.39, 40). Se convirtió en la primera mujer misionera. Mostró su fe proclamando a Cristo, contó de inmediato su experiencia a otros.  Los samaritanos instaron a Jesús a que se quedara con ellos, y él les enseñó durante dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él. Su mensaje fue la razón de la fe de ellos. El testimonio personal acompañado del mensaje de Jesús, todavía es el medio que Dios utiliza para que la gente obtenga la salvación. Tal vez haya pecado en nuestro pasado del que estamos avergonzados, pero Cristo nos cambia. Cuando la gente ve estos cambios, la mueve la curiosidad. Usemos estas oportunidades para presentarles a Cristo.

2. La confesión de fe de los samaritanos (v.41, 42). El hecho de que Jesús se quedara en Samaria y enseñara a la gente sin atarlos a Jerusalén y al templo implica que Él enseñó la universalidad de la gracia y la salvación de Dios. Más tarde, Jesús instruyó a sus discípulos para que fueran por todo el mundo y predicaran el evangelio a todos. La cosecha en Samaria fue solo un episodio en la vida de nuestro Señor, y fue rica en resultados inmediatos y promesas futuras. Sus siervos también suelen lograr más en los momentos y lugares donde menos lo esperan. Ningún trabajo para el Señor es en vano; si no da el fruto propio en este mundo, lo hará en la cosecha final de la historia.

Conclusión.

Todo el pasaje tiene que ver con el servicio, y los principios fundamentales del servicio se enuncian e ilustran aquí: 1. Conocimiento personal del Salvador y un corazón rebosante por Él. 2. Encontrar satisfacción no en los resultados, sino en el conocimiento de que la voluntad de Dios ha sido hecha por nosotros. 3. La urgencia del servicio. 4. El aliento para el servicio porque estamos recogiendo «fruto para vida eterna». 5. La interdependencia de los siervos: dependencia mutua el uno del otro. 6. La advertencia para los siervos de no envanecerse por su éxito.

El Señor indica claramente que ante Dios el alma de una mujer no es menos preciosa que la de un hombre. Al acercarse los samaritanos, Jesús exhorta a sus discípulos a que consideren a este grupo como una cosecha espiritual. La simiente se había sembrado hacia tan solo unos momentos, primero Jesús en el corazón de la mujer, y luego ella en los corazones de su pueblo, y ahora el momento de la cosecha ya había llegado. Al aceptar a Jesús por la fe, los samaritanos forman un sorprendente y agradable contraste con la mayoría de los judíos. Si se considera todo el relato (4:1-42) en conjunto, se puede apreciar un claro progreso en la fe; de manera que primero se mira a Jesús como judío, luego como profeta, después como Mesías, y finalmente como Salvador del mundo. La omnisciencia que el Señor revela lo distingue como lo que realmente es, el Cristo, el Hijo de Dios.

No había cabida en la vida de Jesús para los prejuicios, el fanatismo, el odio, para nada que pudiera impedirle llegar a otros con el don de la salvación de su Padre. Tampoco permitía que ninguno de estos factores estorbaran a sus discípulos. ¿Y usted? ¿Se retrae ante oportunidades de ministrar, de relacionarse con otros, o de hacer planes de viajar, etc., simplemente por prejuicio, fanatismo, odio, por algún tipo de rivalidad, o cualquier otra razón inapropiada para los discípulos de Dios? Analícelo aquí, ahora, ante el Señor de la cosecha. Él tiene mucho que llevar a cabo, y quiere que usted se le una y coseche los beneficios. No permita que las paredes lo encierren y lo alejen de todo lo que Dios le tiene preparado y de lo que desea hacer a través de usted. Pídale al Espíritu Santo que descubra las áreas inconscientes de prejuicio o racismo, resentimiento o falta de sensibilidad hacia otros. Llevemos a cabo la cosecha de los campos que ya están listos para cosechar.

3 de marzo del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Buenas noticias para el sediento.

Juan 4.1-26.

La esperanza del Mesías es el corazón del Antiguo Testamento, las Escrituras le proclaman. La Ley, los Salmos y los Profetas hacen predicciones precisas y de Su ministerio (Lucas 24:25-27, 44-45). El Mesías vino, e Israel lo rechazó. Mas de trescientas referencias se cumplieron en Jesucristo confirmándole como el Mesías. Israel entregó a su Mesías en manos de hombres impíos (Hechos 2:23). El apóstol Juan entendió la evidencia que confirmaba la autenticidad de Jesús (Juan 20:31). La verdad central de esta sección se encuentra en la revelación de Jesús de sí mismo como el Mesías. ¿Por qué elegir revelar esa verdad monumental a una mujer samaritana oscura, despreciada e inmoral? la salvación no hace acepción de personas (Hechos 10:34; Deuteronomio 10:17; Romanos 2:11; 10:12).

La revelación de Jesús a esta mujer demostró que el amor salvador de Dios no conoce límites; trasciende las barreras de raza, género, etnia y tradición religiosa. A diferencia del amor humano, el amor divino es indiscriminado y omnicomprensivo (3, 16). El relato de un simple pedido de algo para beber, culmina en el descubrimiento de Jesús como el Mesías. Hay buenas noticias para las personas sedientas, ya que cada corazón contiene una sed inducida por Dios para la cual la única saciedad adecuada es el Agua de Vida provista por Jesús a través del Espíritu Santo. El vacío de la vida de la mujer samaritana no podía ser llenado con el agua física de un pozo; después de cada bebida, su sed regresaba. Pero los que han confiado en Jesús tienen dentro de sí un manantial burbujeante, una corriente vigorosa que garantiza que no haya sed espiritual continua.

1. Buscando al sediento (1–9). Rompiendo las barreras. El Señor tenía que pasar por Samaria pues era la ruta más corta para ir desde Judea a Galilea (pero no la más popular). En la bifurcación del camino se encuentra hasta el día de hoy el conocido como el pozo de Jacob. El pozo en sí tenía más de 100 pies de profundidad. Era evidente que nadie podía obtener agua de él a menos que tuviera algo con qué sacar el agua. Sus discípulos se adelantaron para comprar algo de comida en la ciudad samaritana, y aparece en escena una mujer perdida, cuya vida moral era condenada aun en la sociedad de su tiempo. ¿Cómo dar el mensaje a quien era casi una alienada social? Jesús hallaría un punto de contacto para llenar la necesidad espiritual de la mujer. Ese encuentro la transformó y la revolucionó moral, espiritual y socialmente. Este pasaje nos muestra el carácter de Jesús: (i) La realidad de su humanidad. (ii) La calidez de su simpatía. (iii) Derribo barreras. (iv) Rompió barreras de la nacionalidad y costumbre judía ortodoxa. Aquí está el comienzo de la universalidad del evangelio; aquí está Dios amando al mundo, no en teoría, sino en acción.

a. Cristo nos busca en todas las circunstancias (v.1-6). El Señor se vio obligado a pasar por Samaria. Es la enseñanza de las Escrituras que nadie será excluido de Cristo. Esta sencillez es la gloria de la gracia de Dios. Tenemos aquí la dramatización de este principio. Nicodemo y la mujer tienen mucho en común con la mayoría de los que viven en nuestra era autocomplaciente (1 Corintios 2:14). Todos los hombres y mujeres, están vacíos espiritualmente y, necesitados de Dios, aunque su perspectiva de la vida y sus convicciones intelectuales lo nieguen, están perdidos y apartados (Romanos 3:23). ¿Qué significa estar perdido? arruinado, destruido, habiéndose desviado del camino, absorbido, desperdiciado, endurecido más allá de la sensibilidad o la recuperación, insensible, además de pensamientos de rebeldía y rebelión deliberada (Romanos 3:12). Apartado significa perdido como resultado de un alejamiento activo y deliberado del camino de Dios (Romanos 3:22). Jesús dio a esta mujer un mensaje extraordinario acerca del agua pura y fresca que puede satisfacer la sed espiritual para siempre.

b. Cada oportunidad aprovechada (v.7–9). El contacto con los pecadores. Jesús viene a nosotros primero. Hace la primera pregunta. Él inicia la conversación. Él usa todos los recursos para abrirse paso en nuestros corazones. Cansado y sediento, Cristo pidió agua a la samaritana. Era un acercamiento a la vez normal y fuera de lo común, y la mujer lo reconoció así. Ella sabía que por ser un viajero que iba pasando por la árida región, no le podía rehusar el agua. La mujer le recordó que los judíos y los samaritanos no tenían tratos sociales. Cualquier judío se volvería ceremonialmente impuro al usar una vasija manejada por un samaritano. Jesús rompió prejuicios. La persona con la que habló no solo era un samaritano, sino una mujer, tenía una mala reputación, y estaba en un lugar público. Debemos estar preparados para extender su Reino en todo tiempo y en cualquier lugar.

2. Despertando sed por el agua de vida (10–15). La oferta. Esta conversación sigue exactamente el mismo patrón que la conversación con Nicodemo. Jesús hace una declaración. La afirmación se toma en el sentido equivocado. Jesús rehace la declaración de una manera aún más vívida. Todavía se malinterpreta; y luego Jesús obliga a la persona con la que está hablando a descubrir y enfrentar la verdad por sí misma. Una frase llamó poderosamente la atención de la mujer, le señaló su ignorancia: “Si conocieras el don de Dios”. La mujer demostró su perspectiva materialista y agregó con algo de ironía. Todavía pensando en la sed física, y en la posibilidad de ahorrarse los cansados viajes al pozo, ella pidió el agua. Jesús declaro que él era el Ungido de Dios que iba a traer la nueva era. Nunca estamos a salvo del anhelo de eternidad que Dios ha puesto en el alma del hombre. Hay una sed que sólo Jesucristo puede saciar.

a. Mostrando su grandeza 10–12. Jesús sabía que la mujer era sensible y sincera. Cuando ella confiesa su necesidad, en forma inmediata Jesús le ofrece el agua de vida. Jesús fue directo a lo básico y ofreció agua viva. Esto confundió a la mujer, ya que no tenía contexto para pasar del agua física al espiritual. Su orgullo de samaritana se resiente con que un judío pudiera producir agua donde el mismo Jacob había tenido que cavar un pozo. Jesús comienza a despertar en el alma de esta mujer pecadora, una tremenda sed por el agua de vida, el agua que llena y refresca el corazón. El tema del agua de vida cautivó el interés de esta mujer necesitada. Vemos aquí el método de enseñanza que va de lo conocido a lo desconocido. Cuando comenzó la conversación, Él era el sediento y ella la que tenía el agua. Ahora Él hablaba como si ella fuera la sedienta y Él el del agua. La respuesta de la mujer reflejó su confusión. El agua viva que Él le ofreció fue la salvación en toda su plenitud, incluyendo el perdón de los pecados y la capacidad y el deseo de vivir una vida obediente que glorifique a Dios (Ezequiel 36:25-27; Isaías 44:3)

El don de Dios es agua viva, el agua de la vida, la vida misma a través del Espíritu Santo. Jesús ofrece satisfacer la sed de su conciencia: Satisfaré la sed de tu corazón y perdonaré tus pecados. Hay similitudes entre la samaritana y Nicodemo: pensaban que estaban espiritualmente seguros, fueron crudamente literales o materialistas en su reacción a la enseñanza espiritual de Jesús, estaban espiritualmente vacíos y sentían la necesidad de Dios, estaban espiritualmente perdidos, y esa era la raíz de todos sus otros problemas. La sed se sacia bebiendo. De la misma manera, saber del nuevo nacimiento, o de la salvación que Cristo ofrece, no es suficiente. Uno tiene que apropiarse del agua viva. ¿Lo hemos hecho ya?

b. Fuente de agua (v.13–15). Las personas que dependen solo del agua física tendrán sed continuamente. Ya sea ignorantes o resentidos por su necesidad implantada por Dios de agua espiritual, siempre buscarán satisfacción en la dirección equivocada (Jeremías 2:13). Al igual que con cualquier pecador perdido, esta mujer necesitaba entender dos cuestiones cruciales antes de que pudiera recibir el agua viva de la vida eterna, a saber, la realidad de su pecado y la identidad de Él como Salvador. Predicar el evangelio no siempre significa obtener resultados inmediatos. Cuando invitemos a la gente a que permita que Jesús cambie su vida, concedamos tiempo para que valoren el asunto. Tal vez podamos ver mejor aquí una apelación sincera pero confusa de alguien cuya vida debe haber estado llena de sufrimiento social.

Muchas cosas espirituales tienen su paralelo en las físicas. Así como nuestro cuerpo padece de hambre y sed, también nuestras almas. Pero nuestras almas necesitan agua y alimento espirituales. La mujer confundió las dos clases de agua porque es muy posible que nadie le hubiera hablado antes del hambre y la sed espirituales. No privamos a nuestros cuerpos de comida y agua cuando los requieren. ¿Por qué lo hacemos con nuestras almas? La Palabra viviente, Jesucristo, y la Palabra escrita, la Biblia, pueden satisfacer el hambre y la sed del alma. La mujer creía erróneamente que si recibía el agua que Jesús le ofrecía, no tendría que volver al pozo cada día. Estaba interesada en el mensaje de Jesús porque pensaba que le brindaba una vida fácil. Pero si ese fuera siempre el caso, la gente aceptaría el mensaje de Cristo por razones impropias. Cristo no vino a quitar las dificultades, sino a cambiar nuestro interior y a darnos poder para enfrentarlos desde la perspectiva de Dios. La mujer había llegado a un pozo. Jesús la ha invitado a un manantial. Está prometiendo poner un manantial en la vida de cualquiera que venga a él. ¿Nos rendiremos ante él? Si lo hacemos, él satisfará cualquier anhelo que podamos haber tenido.

3. Revelando pecado y remedio (16–26). La conciencia sacudida. Cristo sacó a la luz la triste historia de su vida, indicándole la gran necesidad que tenía del “agua viva”, revela su pecado y el remedio para su pecado. Jesús no encubrió el pecado ni simuló desconocer el mal que ella había hecho. Jesús toca la llaga en el corazón de esta mujer, y cómo a pesar de ser directo, su método es suave y compasivo. Le mostró amor y paciencia. El conocía su pasado, tal como conoce el nuestro. Comienza a vislumbrar que su interlocutor era más que un hombre, y este hombre no la señalaba a ella sino que señalaba el camino. No es fácil reconocer el pecado; no nos gusta admitir el fracaso o la vergüenza. Con sus palabras (v. 23) Jesús indica que cuando uno recibe a Cristo, la salvación provoca adoración, alabanza y oración a Dios. El corazón de Dios se deleita cuando recibe adoración sincera. La adoración en espíritu es el Espíritu Santo. La adoración en verdad es de acuerdo a y con la Palabra de Dios, no como un concepto lejano y abstracto (v. 24). La mujer samaritana comienza a descubrir que el hombre con el que está hablando es el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le revela que allí está la solución para los problemas de su vida, el remedio para la depresión, el vacío, el aburrimiento, la sed espiritual.

a. Enfrentando la verdad (v.16–19). La condena. Jesús trasladó la conversación a su necesidad de arrepentimiento y salvación del pecado. El primer requisito para ser elegible para recibir agua viva es un reconocimiento del pecado por lo que es. La mujer se vio obligada a enfrentarse a sí misma y a la laxitud, la inmoralidad y la total insuficiencia de su vida. El cristianismo comienza llevando a las personas a la verdad acerca de su propia condición depravada, pero lo hace para convencerlos de su necesidad de Jesucristo y prepararlos para entender quién es Él y lo que ha logrado para ellos con su muerte y resurrección (Marcos 2:17). En este punto, todas las pretensiones de la mujer se desvanecieron por completo, y, aunque intentó dos veces cambiar de tema, supo que todos sus pensamientos y acciones estaban expuestos ante este hombre que era capaz de contarle todo lo que había hecho. Jesús realmente vio en el corazón de la mujer samaritana. También ve dentro de cada corazón (Hebreos 4:13). ¿Reconoceremos nuestro pecado delante de él? Si es así, entonces Dios ya ha dado el primer paso necesario para llevarte a Él.

b. La verdadera adoración (v.20–26). Jesús continúa hablándole de la verdadera adoración en la que nuestras almas pueden encontrarse con Dios. Para ella la única cura para el pecado era el sacrificio. Su problema era, ¿dónde se iba a hacer ese sacrificio? quiere saber es: ¿Dónde puedo encontrar a Dios? El lugar apropiado de adoración se convirtió ahora en el tema. La respuesta de Jesús a la mujer fue que no necesitaba ir a ningún lugar especial para encontrar a Dios; la verdadera adoración encuentra a Dios en todo lugar, la ubicación del adorador no es ni remotamente más importante que la actitud del adorador. Dios es Espíritu significa que el espacio físico no lo limita. El camino de la salvación es una religión verdadera basada en la gracia de Dios. La salvación es siempre por la gracia de Dios. La conversación de Jesús con la mujer ilustra tres verdades no negociables acerca de la salvación: 1. la salvación viene solo a aquellos que reconocen su desesperada necesidad de vida espiritual que no tienen. 2. la salvación viene solo a aquellos que confiesan y se arrepienten de su pecado y desean el perdón. 3. la salvación viene solo a aquellos que abrazan a Jesucristo como su Mesías y portador de pecados, la salvación no se encuentra en nadie más (14,6; Hechos 4:12). Dios prometió que a través de la raza judía todas las naciones serían bendecidas (Génesis 12.3). La mujer que estaba junto al pozo sabía estas cosas, por eso esperaba la venida del Mesías.

¿Qué es la adoración? asignar su verdadero valor, alabar a Dios o glorificar su nombre. En espíritu y en verdad, es hacerlo «en verdad» porque la verdad tiene que ver con lo que es su naturaleza, y deben hacerlo «en espíritu» porque solo pueden aprehenderla espiritualmente. Jesús está diciendo que nada es verdadera adoración a Dios excepto lo que tiene lugar en el espíritu del hombre. ¿Qué significa adorar a Dios «en verdad»? 1. Con sinceridad, con honestidad o de todo corazón. 2. Adorar sobre la base de la revelación bíblica. 3. Acercarnos a Dios cristocéntricamente, significa «en Cristo», Él es la verdad. Debes venir en el camino de Dios y no en cualquier forma de invención humana. La adoración falsa: (i) es una adoración selectiva. Es muy fácil para un hombre aceptar y retener las partes de la verdad de Dios que le convienen y hacer caso omiso del resto. (ii) es una adoración ignorante. Un hombre tiene una mente y tiene el deber de ejercerla. La religión es esperanza, pero es esperanza con razón detrás de ella (1 Pedro 3:15). (iii) es una adoración supersticiosa, no por un sentido de necesidad ni por un deseo real, sino básicamente porque un hombre siente que podría ser peligroso no darla.

Los samaritanos esperaban al Mesías, al igual que los judíos, mashíaj (Mesías), el ungido, Cristo. El ungido, ya fuera profeta, sacerdote o rey, era una persona apartada por Dios para una tarea especial. Un libertador que encarnaría todo lo que la unción anterior sólo podía simbolizar débilmente. Un gran profeta, porque cumpliría las palabras de Dios a Moisés (Deuteronomio 18:18). Un gran sacerdote, porque presentaría el sacrificio perfecto por el pecado del hombre. Un gran rey, porque reinaría para siempre en el trono del rey David (2 Samuel 7:11-16). Afirmó que todas las promesas concernientes a un libertador de Israel y de las naciones se cumplieron en él. Él era Aquel a quien la raza humana había estado esperando. ¿Es Jesús tu Mesías? Él es el único Mesías que tendrás. Acércate a él. Si lo haces, descubrirás que él es capaz de darte una nueva vida y satisfacerte plenamente.

Conclusión.

Cristo es el Mesías de Dios, con ese título Dios nos enseña a esperar, nos enseña a velar, nos enseña a esperar. Es la prenda de su amor personal mostrado a través de todas las edades. Es la prenda del establecimiento final de su reino, del cual ya están sentados los cimientos seguros. Las falsas esperanzas, las fantasías egoístas, las ambiciones terrenales fueron dispersadas por la primera venida de Cristo. Pero él trajo eso al mundo que da su única realidad a todos los emblemas del poder. La vida, si la miramos en Cristo, se transfigura: la muerte, si la miramos en Cristo, es vencida. Cuando interpretamos lo que él ha hecho a través de la iglesia en preparación para su segunda venida a la luz de lo que hizo a través de Israel en preparación para su primera venida, podemos esperar, vigilar y esperar, seguros de esto en todos los frenos, tormentas y dolores, que él reinará hasta que todos los enemigos sean puestos bajo sus pies. Si confías en el Señor Jesucristo como tu Mesías y Salvador, Él te salvará y te transformará en alguien que no muestra angustia por un futuro desconocido, sino que muestra una tranquila confianza en Dios. Ningún pecado pasado puede impedir que seamos aceptados por Él, si nos humillamos ante Él, creyendo en Él como el Cristo, el Salvador del mundo. La sed espiritual que habita en los sedientos es saciada en Cristo.                                                                           

                                                                                          18 de febrero del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros.

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Creer para ser salvos.

Juan 3.18-36.

Juan nos confronta con el amor y el juicio de Dios. El amor de Dios es el amor por excelencia, no tiene igual. La realidad es que la gran mayoría no disfruta este amor, no existe el amor de Dios en el corazón de los hombres. Dios es amor (1 Juan 4:8,16), pero también es justo. Si así no fuera, no sería Dios; y si Dios no juzgara el pecado y la rebeldía de la humanidad, tampoco sería Dios. El ser humano tiene libertad de decisión y de acción. Dios ha dado libertad y por ello tambien el juicio a sus decisiones y acciones es inevitable. Si el hombre mira a Cristo con amor, incluso con anhelo melancólico, para él hay esperanza; pero si en Cristo no ve nada atractivo, se ha condenado a sí mismo. El que fue enviado en amor se ha convertido en juicio para él.

1. Amor y juicio (18–21). Los resultados de la incredulidad. El centro de la fe salvadora es el unigénito (único) Hijo de Dios. El escape del juicio es la condescendencia misericordiosa de Dios y no logro meritorio nuestro. Perecer no es dejar de existir, sino experimentar el fracaso total, la futilidad y la pérdida: una eternidad sin Dios. La fe en Cristo es el único medio de salvación. Los pecadores no solo viven en la oscuridad, sino que aman la oscuridad y se niegan a venir a la luz donde sus pecados serán expuestos y podrán ser perdonados.

a. Condenación para los que rechazan a Cristo (v.18-20). Confiamos en Dios reconociendo la insuficiencia de nuestros esfuerzos por alcanzar la salvación y pidiéndole que haga su obra en nuestro favor. El hombre está en franca rebeldía contra la ley divina, rechaza a Dios y niega que él pueda ayudarlo. El juicio es visto como merecido debido al pecado de incredulidad. No aceptar la Biblia como Palabra de Dios equivale a rechazar el testimonio que allí encontramos sobre Cristo. El creyente en Cristo, por el contrario, no está bajo “ninguna condenación” (Romanos 8:1) y “no vendrá a condenación” (Juan 5:24). El justo juicio de Dios viene por amar más las tinieblas que la luz, es decir amar más el pecado que al Señor Jesús, quien es la luz del mundo (Juan 8:12). El creyente también es pecador, pero cuando es redimido, confiesa sus pecados y responde a Dios (1 Juan 1:6–7).

b. La maravillosa consecuencia de la salvación (v. 21). Salvación para los que reciben a Cristo. Hay una sola manera de librarnos del juicio: Creer en Jesucristo. Toda la gloria por la salvación y el logro debe ir a Él eternamente (1 Juan 1:5-7, Efesios 2:8-9). Una vida vivida en verdad se identifica con la Luz, y las buenas obras realizadas se acreditan a Dios, quien capacita a los creyentes para llevarlas a cabo. Por medio de la regeneración, seguimos viviendo una nueva vida por fe en Jesús y su palabra. Y el Espíritu Santo, nos da nuevas fuerzas, metas e intereses (2 Corintios 5:17; Efesios 2:10). La presencia del Espíritu Santo en nosotros nos hará especialmente sensibles al pecado y a la necesidad de una limpieza continua (Salmo 119:105). La plena llegada de la luz al mundo indica que Dios ha llevado a cabo su plan para la salvación de su creación, con la venida de Jesús tenemos: (1) una fuente absoluta de verdad; (2) condenación del pecado; (3) orientación para nuestras decisiones diarias; y (4) iluminación para aprender acerca de Dios con mayor claridad.

2. El amigo del esposo (v.22–30).Un hombre sin envidia. Esta sección puede dividirse en dos partes: Juan el Bautista y el fin de las cosas viejas, seguido de Jesús y el comienzo de la nueva era. Juan el Bautista dijo a sus discípulos tres cosas: (i) Había sido enviado como el heraldo, el precursor y el preparador del más grande que vendría. Hacer una tarea secundaria para Dios la convierte en una gran tarea. (ii) Ningún hombre podía recibir más de lo que Dios le daba. (iii) Juan llamó a Jesús el novio y a sí mismo el amigo del novio. Jesús había venido de Dios; él era el Hijo de Dios, Israel era su novia legítima y él era el novio de Israel. Juan reclamó el lugar del amigo del novio, el shoshben, tenía un lugar único en una boda judía. Tenía un deber especial: Sabía que su única tarea había sido reunir a la novia y al novio. Y cuando terminó esa tarea, de buena gana y con gusto se desvaneció del centro de la imagen.

a. Juan se somete a Jesús (v.22-26). Se produce aqui un debate entre los discípulos de Juan con respecto a qué bautismo es válido: los realizados por Juan o Jesús. Jesús estaba con sus discípulos y bautizaba, ¿Qué clase de bautismo era este? Probablemente no el bautismo cristiano, ya que este tuvo lugar antes de la crucifixión, resurrección y venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Los discípulos de Jesús llevaron a cabo el mismo tipo de bautismo que Juan, uno que preparó a las personas para recibir a Cristo y entrar en su reino, era un bautismo que expresaba arrepentimiento. Sus bautismos prefiguraron el bautismo cristiano (Romanos 6:3-4). Ambos grupos bautizaban, haciéndose populares dos núcleos de “reforma”. A pesar de que el ministerio de Jesús estaba ganando impulso, grandes multitudes de personas seguían acudiendo a Juan y siendo bautizadas. Esta competencia no fue alentada ni por Jesús ni por Juan. Jesús también pasaba tiempo con sus discípulos, para ayudarlos a entender y apreciar quién era Él realmente.

b. Los discípulos de Juan le cuestionan (25–26). La respuesta de las multitudes que se arrepintieron y buscaron el perdón fue evidencia de una vida espiritual sin realidad. La gente no necesitaba un sistema religioso tanto como la salvación. El enorme sistema estaba empeñado en la autopreservación en lugar de servir verdaderamente a Dios. Por tanto, para muchos líderes religiosos, la desfachatez de Juan al predicar el simple arrepentimiento y exigir el bautismo público era inaceptable como forma de purificación. Existían las abluciones de los esenios y los lavamientos de los fariseos, ¿por qué debían los judíos someterse a otro lavamiento, es decir, el bautismo de Juan? A Juan le complacía señalarles al Salvador. La gente de hoy sigue teniendo la misma necesidad. Nuestro papel es señalarles a Jesús.

Los discípulos de Juan vieron a Jesús como un competidor, que estaba ganando popularidad a expensas de su maestro, pasaron por alto el propósito del ministerio de Juan, que era señalar a la nación hacia el Mesías (1:19ss.). Los discípulos de Juan el Bautista intentan así crear división entre el profeta y Jesús. Tientan el orgullo y el ego de Juan (Juan 4:1). Juan el Bautista terminó esta discusión teológica hablando de su devoción a Cristo. Es contraproducente forzar a otros a que crean como nosotros. Es mejor hablarles de nuestra decisión de entrega personal a Cristo y nuestro testimonio de lo que Él ha hecho por nosotros. Debemos recordar que nuestra verdadera misión es lograr que las personas sigan a Cristo y no a nosotros. Todos estamos bajo la soberanía de Dios. Las comparaciones envidiosas o amargas nos hacen ineficaces. Nuestra tarea es seguir a Cristo y ver que Él es exaltado. Esto es un llamado de atención al peligro de la división entre hermanos, algo que Dios abomina (Proverbios 6:16–19).

3. Juan da testimonio acerca de la grandeza de Jesús (v.27-36). Juan identificó a Jesús como el Cristo y admitió su inferioridad ante Él. El trabajo de Juan había terminado; él disminuiría y Jesús aumentaría en importancia. El testimonio de Juan fue hecho bajo la influencia del Espíritu, porque fue notablemente perceptivo y profundamente teológico. Este testimonio era muy creíble, porque todo el pueblo reverenciaba a Juan como profeta, incluso después de su muerte (Marcos 11:32). Así que a la nación se le dio un aviso claro por cuarta vez antes de que Jesús comenzara a predicar que Él es el Mesías (v.39, 43, 45), la nación judía fue deliberadamente obstinada en rechazar a Jesús como su Mesías. El bautismo de Juan simbolizaba una fe arrepentida que no confía en nada más que en la gracia de Dios para el perdón de los pecados. En esta etapa encontramos significado en las acciones de Jesús, usó acciones en lugar de palabras, porque éstas son invariablemente más concluyentes que las palabras; No recurría a las palabras cuando las acciones eran más apropiadas.

a. Juan reconoce la grandeza de Jesús (v. 27–30). Juan era como el amigo de un novio que hizo los preparativos necesarios para una boda, pero se retiró una vez que el novio llegó. ¿Qué mantuvo a este popular profeta tan humilde? su conciencia de la soberanía de Dios, de su propia indignidad y de la preeminencia de Cristo en el mundo. Lo que podemos imitar nosotros hoy.

i. Lo que Jesús tiene viene de Dios (27). Juan replico a sus seguidoresante sus cuestionamientos, su respuesta fue objetiva y lógica. Sabía que Jesús por ser el Hijo de Dios, era superior. Y que nadie puede recibir nada a menos que Dios en Su soberanía lo permita (6:65; 19:11; 1 Corintios 4:7). Reconoció que Dios había asignado diferentes ministerios a Jesús y a sí mismo y que estaba mal que él y sus discípulos desearan que las cosas fueran de otra manera (1 Corintios 3:1-9;4:1-7;12:12-31). Dios nos llama a ser fieles donde estamos, con su plan para nosotros (12:19).

ii. Yo no soy el Cristo (28). Dios lo envió para realizar un trabajo preparatorio. Les recordó que ya les había dicho que no era el Cristo sino sólo el que anunciaba al Mesías (Lucas 3:15–18). Juan vio la creciente popularidad de Jesús no como una preocupación, sino como el cumplimiento de su ministerio. Lejos de molestarle, le trajo una gran alegría.

iii. Ilustración bíblica (29). Juan el Bautista menciono la costumbre judía del mejor amigo del esposo (o del novio), quien tenía a su cargo la organización de la boda, además de ser quien le llevaba la esposa al esposo. Era una figura muy conocida y respetada: a. Cristo es el esposo; b. todos los que creen en Cristo y han experimentado nueva vida, son la esposa; c. Juan el Bautista declara que a él sólo le corresponde ser amigo del esposo,  razón por la cual se goza en todo lo que el esposo hace y en su grandeza. El gozo de Juan era completo o pleno (pleroun) porque sabía que estaba cumpliendo fielmente su papel, traer al remanente fiel de Israel a Cristo. Cuando un cristiano tiene el privilegio de guiar a otros a Cristo, en un sentido se coloca en la posición de Juan el Bautista, al presentar al esposo y a la esposa. 

iv. Crecer y menguar (30). Juan no deseaba tratar de quitarle a Jesús la gloria que le correspondía por ser Hijo de Dios. Él vio esto como la voluntad de Dios y por lo tanto dijo que «debe» ser así, que era “necesario”. El modelo de respuesta de Juan destacó principios estratégicos: 1. Cada ministerio es un privilegio dado por Dios. 2. La función de un siervo es presentar al Salvador a los demás. 3. El gozo de cumplir con el servicio viene a través del servicio al Maestro. 4. Un siervo siempre debe llamar la atención hacia el Señor y no hacia sí mismo. 5. Los siervos del Señor deben reconocer humildemente al Señor.

b. Jesús y el comienzo de la Nueva Era (v.31–36). La explicación de la preeminencia de Jesús.El que viene de arriba está por encima de todo; solo Jesús conoce a Dios, solo él puede darnos los hechos acerca de Dios, y estos hechos son el Evangelio. Podemos creer lo que Jesús dice, porque sobre él Dios derramó el Espíritu en toda su extensión, sin guardarse nada. Los judíos decían que los profetas recibían de Dios una cierta medida del Espíritu. La medida completa del Espíritu estaba reservada para el propio escogido de Dios. El Espíritu de Dios tenía dos funciones: primero, el Espíritu revelaba la verdad de Dios a los hombres; y, en segundo lugar, el Espíritu capacitó a los hombres para reconocer y entender esa verdad cuando se trataba de ellos. Al decir que el Espíritu estaba sobre Jesús de manera completa era decir que él conocía perfectamente y entendía perfectamente la verdad de Dios. Escuchar a Jesús es escuchar la voz misma de Dios.

Juan vuelve a poner ante los hombres la eterna elección: la vida o la muerte (Deuteronomio 30:15-20, Josué 24:15). Lo que importa es la reacción de un hombre a Cristo. Cuando entendemos quién es Jesús, nos sentimos exigidos a creer lo que dijo. Juan podía llamar a la gente al arrepentimiento, pero no podía revelar consejos divinos, como podía hacerlo Jesús, ni podía proporcionar nueva vida desde lo alto. El don ilimitado del Espíritu es lo que distingue la era del Nuevo Testamento de la Antigua, la era de la Ley de la era de la gracia. La morada permanente del Espíritu no ocurrió hasta después de que Jesús fue glorificado a través de Su muerte, resurrección y ascensión (7:39).

i. Origen divino (31). Desde arriba enfatiza la naturaleza divina de Jesús, mientras que desde el cielo indica su preexistencia. El que estaba «por encima de todo» dejó a un lado todo lo que le pertenecía por derecho a cambio del único privilegio de ser nuestro Salvador (Filipenses 2:6-7). ¿En verdad queremos comprender la altura de Dios? Primero comprendamos la humildad de Dios. Puesto que Jesús ha venido del cielo, sus palabras superan a las de cualquier maestro religioso. El Logos, que viene del cielo, es sobre todos (Colosenses 1:18).

ii. Testimonio divino (32–34). Juan esperaba una avalancha de fe de la nación de Israel. Habían esperado cuatrocientos años por una revelación de Dios y muchos más siglos por la venida del Profeta prometido. Juan el Bautista enfatizó que el mundo en general rechaza a Jesús y su enseñanza. El testimonio de Cristo siempre estuvo de acuerdo con Dios(3:33). Jesús reveló tan exactamente las palabras de Dios que creer en Jesús es creer en Dios y no creer en Jesús es no creer en Dios (1 Juan 5:10). Aquel que lo recibe atestigua o hace constar que Dios es veraz (v. 21). Rechazar este testimonio es llamar a Dios mentiroso (1 Juan 5:10). El evangelio es la invitación de Dios a sumarnos a aquellos que han confiado sus vidas en Cristo, la Verdad. La Biblia es la Palabra inscrita; Jesús es el Verbo encarnado. Podemos confiar en las palabras de Jesús.

iii. Autoridad divina (35–36). Cristo recibió toda autoridad del Padre (5:19–29 y Mateo 28:18). No dice que quien cree en el Hijo “tendrá” sino “tiene” la vida. Quien cree ahora, tiene vida eterna ahora mismo. Y esta vida no tiene fin, es para siempre. La vida eterna comienza en el momento del renacimiento espiritual. La yuxtaposición de creencia y desobediencia es un recordatorio de que el Nuevo Testamento describe la creencia en el evangelio como obediencia a Dios, un elemento esencial de la fe salvadora. El hombre sólo tiene dos opciones: confiar en el Hijo o rechazarlo (vv. 16, 18). Cuando entendemos quién es Jesús, nos vemos obligados a creer lo que dijo. El juicio final no será para decidir si una persona es salva o no. El que desobedece al Hijo, el que rehúsa creer, ya ha sido condenado y nunca verá la vida. La pregunta para los creyentes individuales, entonces, es: ¿Cómo demuestra nuestra manera de vivir el hecho de que esperamos vivir eternamente?

¿Qué es la ira de Dios? Por su propia naturaleza, que es perfecta, Dios se opone a la desobediencia y a la rebelión que provienen de la incredulidad. La terrible realidad es que la ira de Dios (Su firme y santo desagrado contra el pecado) mora continuamente sobre los pecadores desobedientes que se niegan a creer en Jesucristo, la condenación es la condición presente de los incrédulos. Los incrédulos experimentarán la ira de Dios principalmente en el futuro (5:28-29), pero también presente. El pecado y la desobediencia continuos se convertirán en un castigo eterno (Mateo 25:46). A menos que nos salvemos de un peligro real, la salvación no tiene sentido. Nuestra respuesta al Hijo de Dios determina nuestro destino (v. 36).

Conclusión.

Cuando hemos ‘nacido de nuevo’, hemos ‘nacido de arriba’; somos ‘un hijo de Dios’ (uno nacido de arriba). El Espíritu Santo es nuestro Padre espiritual; hemos nacido espiritualmente además de físicamente, y por lo tanto somos verdaderamente ‘hijos de Dios’. Así nacer de nuevo es una frase que necesita ser interpretada; Nacido de arriba es una frase que solo necesita ser entendida. El mensaje es profundamente simple, pero aún oscuro para millones de personas dos mil años después de que Juan presentara a Jesús al mundo. Las personas rechazan el evangelio porque aman las tinieblas. La fe es el mandamiento de Dios, no su petición.

Aceptemos y proclamemos el evangelio, certificando así que Dios es la verdad. El Espíritu Santo usa el mensaje de Dios para señalar al Hijo de Dios y atraer a los creyentes hacia él. Jesús es el único acceso que ha provisto. Aquí es evidente un contraste entre creyentes e incrédulos: 1. Los creyentes tienen vida eterna, los incrédulos no la tienen (3:16). 2. Los creyentes no son condenados, los incrédulos ya están condenados (3:17-18). 3. Los creyentes viven en la luz, los incrédulos viven en las tinieblas (3:19-21).

4 de febrero del 2024, Acatic, Jalisco, Mexico.

Primera iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros.

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

La Necesidad del Nuevo Nacimiento.

 Juan 3.1-17.

Nuestra respuesta al llamamiento del Hijo de Dios Cristo Jesús determina nuestro destino eterno. En este pasaje vemos una entrevista de Jesús con un miembro del Sanedrín (el cuerpo gobernante judío), que precipita la enseñanza más completa acerca de nacer de nuevo. A Cristo no le interesaban las respuestas superficiales ni las pseudo-conversiones rápidas. Se negó a comprometer la verdad o a dar falsas esperanzas a nadie. En lugar de facilitar que la gente creyera, Jesús rechazó más perspectivas de las que recibió (Mateo 19:16). El énfasis de abandonarse a sí mismo y someterse a Él impregnó el enfoque evangelístico de Jesús, tanto en Su ministerio público como en Sus conversaciones privadas.

Jesús se encuentra con Nicodemo y le dice que para ser salvos, todas las personas deben nacer de nuevo. Jesús se negó a suavizar la verdad simplemente para obtener la aprobación de este influyente líder religioso. Habló con claridad y precisión, confrontando los conceptos erróneos de Nicodemo y diciéndole exactamente lo que necesitaba escuchar. La invitación a la transformación hoy sigue abierta. Cuando llegue la invitación, confiemos en Jesús y sigámosle.

I. La Necesidad del nuevo nacimiento (v.1-3). La filosofía y la religión pueden ser complicadas, pero el evangelio es simple, pero lo suficientemente profundo como para aturdir incluso el intelecto de un fariseo erudito. Nicodemo era un creyente superficial, vino a Jesús de noche, no queriendo que su venida implicara la aprobación de todo el Sanedrín, ni provocar inconveniencia en sus compañeros. El punto importante no es cuándo vino Nicodemo, sino a que vino. Venir a Jesús no siempre garantiza la salvación (Lucas 18:18-23), pero es un comienzo necesario. El encuentro entre Nicodemo y Jesús no fue casual, no tropezó con Jesús, lo buscó.

a. La Indagación (vv. 1, 2). Nicodemo estaba en son de búsqueda; tenía en su alma un gran interrogante y deseaba encontrar algo para llenar el vacío de su corazón. Viene con cumplidos, se enfoca en lo que Jesús está haciendo, señales (milagros). Expresa que nadie es capaz de hacer tales cosas a menos que Dios esté con él. Nicodemo estaba bien entrenado en la legislación y en la teología judías; y cuando llamó a Jesús rabino, se colocó en el papel de aprendiz. La conversación que se desarrolló le llevó a la vida eterna. Jesús «sabía lo que había en todos», y nutrió a los que tenían una fe débil. Su conocimiento de nosotros es igual de íntimo. Nicodemo estaba en tinieblas espirituales e intelectuales, como en tinieblas naturales, cuando vino a Jesús (v. 10). No sabemos exactamente qué preguntas planeaba hacerle Nicodemo a Jesús, pero sí sabemos que fue a la fuente correcta. Él ha provisto su Palabra, su presencia y la libertad de oración para plantear cualquier pregunta ante él. Jesús quiere ser algo más que un tema de discusión. Él tiene respuestas para el corazón y el alma. Un corazón escudriñador está marcado por varios elementos: Humildad en la búsqueda y admisión de la necesidad personal. Perseverancia en el avance de los obstáculos que nos impiden encontrar y seguir a Cristo. Perspicacia para reconocer que el mensaje del Evangelio se relaciona con nuestras vidas. Disposición a someterse al señorío de Cristo. Obediencia al ir más allá de una aprobación mental y dependencia activa de las promesas y la guía de Dios.

b. El dilema del visitante (v.3). Este hombre quería saber cómo entrar al reino de Dios. Jesús, sin embargo, le respondió a su alma y no a lo que sus labios habían expresado. Dios señala la necesidad real. El reino de Dios no se refiere a un reino material, sino a un reino espiritual, de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17). El reino de Dios no depende de posición social, raza, educación ni trasfondo religioso, depende de la gracia que Dios ofrece a través de su Hijo (Efesios 2:8–9; Colosenses 1:13–14). ¿Qué debo hacer para ser salvo?, la palabra griega de nuevo, puede también entenderse como de arriba. Nicodemo la entendió literalmente, según la primera acepción, mientras Jesús tenía ambos significados en mente. Para entrar al Reino de Dios uno tiene que nacer de nuevo, no experimentando un segundo nacimiento biológico, sino uno espiritual desde arriba.

¿Qué sabía Nicodemo acerca del Reino? Dios lo regiría, lo restauraría y pertenecería al pueblo de Dios. Jesús reveló que el Reino sería para todo el mundo (3.16), no solo para judíos. Este era un concepto revolucionario: el Reino es algo personal, no nacional ni étnico, y para entrar en él se requiere arrepentimiento y renacimiento espiritual (Lucas 17.21), ya ha comenzado en los corazones de los creyentes (Lucas 17:2). Su pleno cumplimiento será cuando Jesús regrese a juzgar al mundo y destruya para siempre al maligno (Apocalipsis 21; 22). El nuevo nacimiento, o regeneración, es el acto de Dios por el cual Él imparte vida eterna a aquellos que están muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1; 2 Corintios 5:17), convirtiéndolos así en Sus hijos (Juan 1:12-13). Así como nuestros esfuerzos no tuvieron nada que ver con nuestra concepción y nacimiento naturales, la regeneración no es una obra nuestra.

II. Recibir el nuevo nacimiento (4-11). El agua y el espíritu: Nicodemo solo vio complicaciones e imposibilidades en el desafío de Jesús (Marcos 10:27). La única manera en que una persona realmente puede comenzar de nuevo en la vida es naciendo de arriba, «nacer de nuevo» al recibir la vida eterna de Dios y el Espíritu Santo regenerador. Empezar de nuevo puede ser naturalmente imposible; pero Jesús lo convierte en una posibilidad sobrenatural.

a. Volver a empezar (4–8). La confusión de Nicodemo es que confunde el nacimiento espiritual con el nacimiento físico. La imposibilidad se presenta: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? El mundo físico es a menudo inexplicable al igual que el mundo espiritual. Una persona no puede responder a la verdad espiritual de manera natural. Jesús le estaba diciendo que la entrada a la salvación de Dios no era una cuestión de añadir algo a todos sus esfuerzos, sino de cancelar todo y empezar de nuevo. Al llamarlo a nacer de nuevo, Jesús desafió a este judío a admitir su bancarrota espiritual y abandonar todo en lo que confiaba para la salvación (Filipenses 3:8-9). Dios puede dar y dará un renacimiento espiritual (Ezequiel 36:25–27; Jeremías 31:31–34; Joel 2:28–32). Su incapacidad para comprender es evidente al no entender que una persona debe nacer del agua y del Espíritu para poder entrar en el reino de Dios. El agua y el Espíritu a menudo se refieren simbólicamente en el Antiguo Testamento a la renovación espiritual y la limpieza (Números 19:17-19; Isaías 4:4; 32:15; 44:3; 55:1; Joel 2:28–29; Zacarías 13:1). Entendemos que nacer del Espíritu es la regeneración que él provee en el momento de la fe en Cristo, un cambio producido por el Espíritu Santo de Dios. En Ezequiel 36:25-27 Dios haría tres cosas para satisfacer las necesidades espirituales: dar el Espíritu, dar un corazón nuevo y dar la limpieza representada por el agua. El Espíritu Santo que da un nuevo nacimiento provee el nuevo corazón y la limpieza de la vida (Tito 3:5). El nuevo nacimiento no fue solo para Nicodemo. El paso de la carne al espíritu, del mundo al reino, de la muerte a la vida es una necesidad para todo ser humano. Lo que es natural, nacido por propiedades de la carne, es carne, esa clase de nacimiento solamente; lo que es sobrenatural, nacido del Espíritu, es del reino espiritual y sus posibilidades. El hombre en ese estado natural está muerto (Efesios 2:4–6), ajeno a la vida de Dios, por lo cual necesita la vida espiritual.

El Espíritu es estratégico en el nuevo nacimiento. Jesús usa una analogía del viento que susurra donde sopla, y el hombre escucha sus efectos, pero no tiene ningún control de dónde viene o hacia dónde va. La obra del Espíritu está bajo el misterioso control, movimiento, poder y explicación del Espíritu. Cuando Cristo ascendió al cielo, envió al mundo al Espíritu Santo para convencer a los hombres de pecado, guiarlos a Cristo y morar en sus corazones (Juan 16:7–13). El Espíritu Santo nos da la naturaleza divina (Efesios 1:13; Romanos 8:9) y nos regenera. Regeneración habla de una experiencia radical, desde lo profundo del alma. Dios, a través de su Espíritu Santo, puede alcanzar a cualquiera, y debemos orar diligentemente por quien traiga a nuestra mente. Seamos testigos y ejemplo para todos aquellos con los que tengamos contacto.

b. Preguntas y respuestas (v. 9–11). A Jesús le pareció imperdonable que este prominente erudito no estuviera familiarizado con la enseñanza fundamental del nuevo pacto del Antiguo Testamento con respecto al único camino de salvación (2 Timoteo 3:15). Su ignorancia también ejemplificaba la bancarrota espiritual de Israel (Romanos 10:2-3). Su estudio de las Escrituras debería haberlo hecho consciente de que nadie puede venir a Dios con sus propias fuerzas o justicia sin la necesidad de la limpieza espiritual de Dios. Jesús le da una explicación de los detalles, le da certeza. Nicodemo no aceptó la verdad de la que Jesús dio testimonio, porque se negó a creerla. Humillarse a sí mismo para admitir que estaba en tinieblas espirituales y que necesitaba venir a la luz de la verdadera salvación y justicia (3:19-21) habría sido confesar su pecaminosidad y falta de justicia. Nicodemo se negó a comprometerse con Cristo como Señor y Salvador.

III. Entendiendo el Nuevo Nacimiento (v.12-17). Solo alguien que ha estado en el cielo puede saber realmente cómo es. Jesús dijo que nadie ha subido al cielo (Proverbios 30:4) porque es humanamente imposible hacerlo. Muy a menudo Jesús no hablaba de estas cosas directamente porque sus oyentes no podían entenderlas. En cambio, Jesús usó parábolas para ayudar a aquellos cuyos oídos y corazones estaban abiertos para captar la revelación de Dios.

a. Eligiendo vida, no muerte (vv. 12–15). Las cosas terrenales pueden ser «sentidas» y escuchadas. Jesús había hablado en una analogía «terrenal», y si Nicodemo no podía entender eso, ¿cómo iba a entender o creer cuando Jesús le hablara de las cosas celestiales? Jesús estaba excepcionalmente calificado para hablar sobre asuntos celestiales. Su mensaje autoritario sobre el cielo se basaba en su experiencia personal, descendió del cielo en el plan de Dios de hacerse hombre (Isaías 7:14; 9:6-7; Miqueas 5:2). Él estaba en la tierra, mientras que al mismo tiempo era uno con el Padre en el cielo.

Jesús hizo referencia a un incidente relatado en el Antiguo Testamento (Números 21:4–9): El pueblo de Israel había pecado, murmuraron contra el Señor (Romanos 3:23), El juicio divino llegó después del pecado (Romanos 6:23.). Cuando el pueblo reconoció su pecado, la confesó y buscó perdón. Dios reveló aquí también el camino de salvación. Cristo debía ser levantado en la cruz para dar salvación a la humanidad del pecado. Pero Dios impuso una condición: poner la mirada de fe en Cristo. Cuando un pecador cree que Cristo murió por sus pecados y lo acepta como salvador, recibe vida espiritual, nace otra vez y ya no sufre la condenación, sino que tiene vida eterna. Tres veces en este contexto, la idea de «creer en él» se usa para describir la respuesta requerida por una persona a Cristo. La palabra traducida «creer» viene de pisteo que significa «fe» o «creencia». La importancia de la creencia de un cristiano no está en el creyente, sino en el que cree. Los creyentes anclan su confianza en Jesucristo, quien se identificó a sí mismo como verdad (14:6). ¿Depende nuestra fe de nuestra capacidad de confiar o se basa en la confiabilidad de Jesús?

b. Salvación, no condenación (vv. 16, 17). El desenlace para Nicodemo. Jesús resume los temas de la salvación como los de la condenación. Hay tres cosas en esta declaración relacionadas con el nuevo nacimiento: la creencia, la posesión de la vida eterna y la explicación. La explicación de la forma de creer para tener tal vida está en el amor de Dios, Su don y Su propósito, es decir, Su propia voluntad. El tema de este resumen del Evangelio es el amor de Dios manifestado de una manera infinitamente gloriosa. El amor de Dios no es estático ni egoísta, sino que se extiende y atrae a otros a sí. Es un amor incondicional, amor por elección y por un acto de la voluntad. La palabra denota benevolencia inconquistable y buena voluntad invencible. Agapao (el verbo) y agape (el sustantivo) es el amor incondicional de Dios.

El versículo más famoso (3:16) es el corazón mismo del glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo. El mundo debe oírlo, proclamarlo y explicarlo. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no en el sentido de la salvación universal, sino en el sentido de que el mundo no tiene otro reconciliador. El amor fue lo que motivó a Dios a dar. Vemos a Dios como el más grande dador. El motivo de Dios para dar «Su don indescriptible» de Jesucristo (2 Corintios 9:15) fue que Él amaba al mundo malvado y pecaminoso de la humanidad caída. Dios dio sacrificialmente: el regalo más grande fue que envió a su hijo unigénito (único; único en su clase), Dios da la salvación, por eso dice que nos ha dado a su Hijo (1 Juan 3:1). La oferta más grande es para que todo aquel que en él cree. Ninguno está excluido de la oferta divina, de su regalo (2 Pedro 3:9). A pesar de nuestra rebelión contra él, Dios nos ama. Nos ama con amor eterno (Jeremías 31:3; Juan 13:1). Dios dio por una razón específica: Para recuperar al ser humano del poder de Satanás. Nuestra salvación le costó a Jesús su vida (Juan 12.24). A nosotros también nos cuesta: completo arrepentimiento y entrega de nuestra vida a Dios. Hay una crucial decisión que debe tomar el ser humano. Es lo único que no puede hacer Dios por el hombre. Todo lo demás lo hizo; la decisión es de cada uno.

La única condición es creer. La salvación que Dios ofrece se recibe como un regalo y se recibe por una sencilla decisión de fe (Juan 20:31; Ef. 2:8). El propósito de Dios es que todo aquel que cree no se pierda (Romanos 8:1). El Hijo de Dios clasificó a toda la raza humana en dos grupos: los que creen y no son condenados, y los que no creen y ya están condenados. La oferta gratuita del evangelio es lo suficientemente amplia como para abarcar al pecador más vil (1 Timoteo 1:15), pero lo suficientemente estrecha como para excluir a todos los que rechazan a Cristo (Juan 3:18). La garantía dada a los que poseen la vida eterna es que nunca perecerán. La salvación genuina nunca se puede perder; los verdaderos creyentes serán preservados divinamente y perseverarán fielmente (Mateo 10:22) porque son guardados por el poder de Dios (Juan 5:24). El propósito no es condenar a los pecadores, Él envió al Hijo al mundo, no para juzgar al mundo (ese no era el propósito principal), sino para proporcionar un camino de salvación para el mundo (Lucas 19:10). Convertir a los pecadores (3:17b) el que cree en él se salva del juicio de Dios (2 Pedro 3:9). La oferta de salvación de Dios se extendió más allá de Israel a toda la humanidad. La salvación de los gentiles siempre fue el propósito de Dios (Isaías 42:6-8; 55:1). Cuando consideramos maneras de comunicar el evangelio, debemos seguir el ejemplo de Jesús. No necesitamos condenar a los incrédulos; ya están condenados. Debemos hablarles de esta condenación, y luego ofrecerles el camino de la salvación: la fe en Jesucristo.

Conclusión.

La vida eterna no es una extensión de la vida terrenal de una persona; La vida eterna es la vida de Dios encarnada en Cristo dada a todos los creyentes ahora como una garantía de que vivirán para siempre. No solo seremos cambiados, sino que casi todo lo demás también será cambiado (Apocalipsis 21:1-4). En la vida eterna no hay muerte, enfermedad, enemigo, maldad o pecado. El evangelio es realmente una buena noticia. Tratamos inútilmente de protegernos de nuestros miedos poniendo nuestra fe en algo que hacemos o tenemos: buenas acciones, habilidad, inteligencia, dinero, posesiones. Dado que la perfección está fuera de nuestro alcance, estamos tentados a conformarnos con el esfuerzo. Terminamos viviendo apenas un paso por delante de la desesperación. Para aquellos que pueden ver su situación, el evangelio es bienvenido como una buena noticia. Solo Dios puede salvarnos de lo único que realmente debemos temer: la condenación eterna. Creemos en Dios reconociendo la insuficiencia de nuestros propios esfuerzos para encontrar la salvación y pidiéndole que haga su obra en nosotros. Alabemos a Dios porque nos ofrece la oportunidad de vida eterna por medio del nuevo nacimiento por medio de Cristo Jesús y su obra a favor nuestro.                          

Oremos.

21 enero del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera iglesia cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz