La profecía del Nuevo Testamento sobre la restauración.

Hechos 3.17-21.

Después de la punzante acusación de asesinato en el 15, ahora Pedro adopta un tono bondadoso, y de súplica. Llamando hermanos a sus oyentes, reconoce que cometieron aquel crimen por ignorancia. Si habían cometido este acto por equivocación, ¿qué debían hacer ahora? Aunque hubiera sido por ignorancia, todavía podían corregir el mal cometido. Debían cambiar su opinión acerca de quién era Jesús y regresar a Dios. Esta conversión era un requisito indispensable para que diera comienzo el reino. Pedro les exhortó a responder positivamente a la invitación de Dios; si lo hacían, el plan de Dios para Israel empezaría a avanzar de nuevo. Este paso sigue siendo el siguiente que debe dar Israel, aun en la actualidad (Mateo 23:37–39). Sin embargo, nunca lo darán, hasta que Dios los transforme (Romanos 11:25–27). El Señor les invita de nuevo pacientemente a que se arrepientan y den la vuelta para volverse a Él. Si aceptaban estos dos requisitos, gozarían de los tiempos de bendición que Dios les había prometido. Esta porción contiene la profecía neotestamentaria de la restauración (Job 42.10–12)

Dios sigue siendo perdonador (Salmos 103:3; Jeremías 31:34) aun del asesinato cometido contra Cristo, Cristo pagó el precio de la remisión (Mateo 12:31–32). Pese a estar relacionados con las Escrituras, Pedro les recuerda la ignorancia que tenían de ellas (1 Corintios 2:8), por cuya razón perdieron la noción de los propósitos de Dios (Romanos 10:3). La ignorancia como sistema propio de conducta aísla de la realidad porque crea miedos y falsos celos (Hechos 17:23–30) que pueden finalizar destruyendo la verdad en todas sus formas (1 Timoteo 1:13). Pedro no sólo denuncia sino que además barre la ignorancia y les confirma que Dios “ha cumplido” es decir completado su designio (Lucas 1:20; 4:24; 21:22, 24; 24:44). Al decirles “sé que por ignorancia lo habéis hecho”, Pedro les recuerda la provisión que había en la ley para expiar los pecados de ignorancia que ahora habían sido cargados sobre Cristo (Números 15:27). No estaban exentos de culpabilidad, pero tenían abierta la puerta de la salvación. Habiendo probado que se hallaban mal con Dios, Pedro comienza el desafío con sus correspondientes resultados.

1. Los anima con la esperanza de hallar gracia y perdón (v. 17-18). Pedro pone en la balanza la responsabilidad humana de judíos y romanos con el plan eterno de Dios. Pedro hace todo lo posible para convencerles de pecado, pero tiene sumo cuidado en no conducirles a la desesperación. En estos versículos dice que obraron por ignorancia y con su acción, sin darse cuenta, contribuyeron a que se cumplieran las profecías que hablan de un Mesías sufriente (Isaías 53:1–12). Esta ignorancia no bastaba para excusarles de todo pecado, pues en mayor o menor grado, según los casos, eran pecadores. Era una ignorancia culpable, habiendo Jesús probado suficientemente su misión divina (Juan 15:22–24; 19:11). Se observa en los Hechos que después de los discursos (la proclamación del evangelio) se espera siempre una respuesta personal. Se exhorta a sus oyentes al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo como Salvador y Señor.

a. A hallar perdón de su ignorancia. Comienza mitigando la enormidad del crimen con la circunstancia atenuante que implicaba la ignorancia. Les llama «hermanos» (v. 17) y bien podía llamarles así, pues también él, Pedro, había negado al Santo y al Justo, y jurado que no le conocía. Con toda caridad y comprensión añade: «Ya sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes». Este lenguaje es parecido al del mismo Señor en la Cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Fueron los líderes los que obraron con peor voluntad; el pueblo llano se dejó arrastrar por la corriente (1 Timoteo 1:13). Pedro admitió que el tratamiento que el pueblo de Jerusalén le dio a su Mesías era el resultado de la ignorancia. No se dieron cuenta de que Jesús de Nazaret era su Salvador enviado divinamente. Pedro hacía eco a la distinción del Antiguo Testamento entre pecados de ‘ignorancia’ y pecados de ‘presunción’.  Así en tono gentil les pregunta: “¿Qué haremos con su pecado?” Dado que la gente mira a Pedro en busca de ayuda, tiene en sus manos una magnífica oportunidad para guiarles al arrepentimiento y fe en Jesucristo. Como un pastor admite que sus oyentes, a quienes ha tratado de “hermanos”, cometieron su crimen por ignorancia. Pecaron sin intención, siendo arrastrados por un espíritu de chusma desaforada que les hizo gritar: “¡Crucifícale!” Si ellos hubieran pecado con soberbia, habrían cometido blasfemia. Dios dice que él no perdona al hombre que peca con soberbia (Números 15:30–31). Alguien que peque con soberbia está, en realidad, cometiendo pecado contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31–32). El pueblo judío, sin embargo, pecó ingenuamente debido a su ceguera espiritual.

b. A hallar gozo por el cumplimiento de la Palabra de Dios. Dios no les ordenó que actuaran como lo hicieron, ni lo dispuso; tampoco motivó la ignorancia en ellos, sino que mediante sus actos necios Dios llevó a cabo lo que tenía que ocurrir porque su Palabra así lo había profetizado. La creencia popular judía no pensaba en un Mesías sufriente, ni lo piensa hoy en día. El sufrimiento del Mesías de Dios no fue un accidente o un error trágico, fue la forma que Dios dispuso para liberar a todos los pecadores del sufrimiento eterno.

Cristo es el término griego para la palabra hebrea Mesías, que significa el Ungido. Se refiere al enviado especial de Dios, con cuya vida y muerte se inaugurará la nueva era de justicia, la nueva era del Espíritu. La afirmación de que Jesús era/es el Cristo/Mesías prometido por Yahvé se convierte en un tema constante de la predicación de Hechos. Él se ofrecía a ellos como Señor y Salvador. Por medio de Él, podrían recibir el perdón de sus pecados (Lucas 24:26–27, 45–46). Aquí tenemos la proclamación de una amnistía divina, que ofrece amplio perdón a todos los que tomaron parte en la muerte de Jesús, si solamente reconocen su error, confiesan sus pecados y se vuelven a Dios en arrepentimiento. Pedro también les muestra el camino del arrepentimiento, el volverse a Dios, la remisión de pecados y una vida renovada y refrescante. Hay varios aspectos del kerigma (es decir, los principales aspectos teológicos de los sermones en Hechos), evidenciados en estos versículos: 1. la fe en Jesús es esencial 2. la persona y obra de Jesús fueron anunciadas por los profetas del AT 3. el Mesías debía sufrir 4. deben arrepentirse 5. Jesús vendrá otra vez.

2. Les dice que deben arrepentirse y cambiar de actitud (v.19) Les dice lo que han de hacer. Deben arrepentirse (v. 19), cambiar de mentalidad, y convertirse, darse media vuelta de cara a Dios (1 Tesalonicenses 1:9), y aceptar como Mesías, Ungido de Dios, al que ellos habían matado. Arrepentíos y convertíos. Las dos palabras están estrechamente unidas. Arrepentirse podría significar simplemente cambiar la manera de pensar; y es más fácil cambiar de idea que cambiar de modo de vida. Pero este cambio de mentalidad ha de dar por resultado el rechazo del viejo camino y el lanzarse a andar por uno nuevo (este cambio afecta el hombre íntegro). Los resultados de este cambio de mentalidad y de dirección de vida serían dos: el perdón de sus pecados que termina con un nuevo estado de reconciliación con Dios (Jesús como Salvador), y el establecimiento del reino (soberanía) de Dios (Jesús como Señor) que produce un estilo renovado de vida que comienza aquí en este mundo y es consumado a través de la eternidad. El propósito y la paciencia de Dios demandan un cambio instantáneo de actitud por parte de ellos. La culpa de ellos no les cierra el camino si se vuelven. Todo lo que tenían que hacer para obtener esa salvación era cambiar su actitud anterior hacia Jesús y acomodarla a la actitud de Dios. El mensaje de salvación de los apóstoles también llamaba al arrepentimiento, reconociendo el pecado y alejándose de él. Muchas personas quieren los beneficios de estar identificados con Cristo, sin apartarse de su pecado y sin admitir su propia desobediencia(2.38).

a. Para que lleguen a arrepentimiento y perdón. El arrepentimiento comienza por “cambiar la mente”, y esto conduce a un cambio de proceder. El poder para el cambio viene de la obra del Espíritu (Juan 16:9), y la ocasión para hacerlo es una gracia divina. El primer paso en el arrepentimiento es abrir nuestros ojos para ver las cosas tal como Dios nos las muestra (Ezequías 22:2; 43:10). El arrepentimiento es el paso previo a “volverse a Dios”. Para renunciar al error tenían que saber el camino hacia la verdad y Pedro se encarga de hacérselos saber (2 Reyes 23:25; 2 Crónicas 7:14). Dice Nehemías 1:9: “si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, … os recogeré y os traeré al lugar que escogí…” El arrepentimiento no es únicamente llanto por el error, sino convicción para volver a Dios. De modo que prácticamente está unido a la conversión (Oseas 12:6; 14:2) como si fuera parte de ella. Pedro les dijo: “arrepentíos y convertíos” como un paso previo a ser perdonados (9:35; 11:21; 14:15). Los pecados son una cuenta que no podemos pagar, y en el caso de ellos agravada por la persistencia contra el Señor Jesús. La conversión no es un cambio externo ni una reforma del andar; es volver a Dios (1 Tesalonicenses 1:9). No es un cambio de doctrina o de religión; es un retorno a la palabra de Dios (Hechos 2:37–42). No es optar por un camino mejor en circunstancias de apremio; es obedecer el llamado divino (Jeremías 3:12, 14, 22; Oseas 14:1–4). No es superficial o liviana, sino que es el camino al nuevo nacimiento (Hechos 11:21). Para que sean borrados sus pecados (19b), incluso el pecado de llevar a la muerte al autor de la vida.

b. Para que lleguen a alivio y refrigerio. Es el primer resultado del perdón. La vida espiritual depende de la intervención de Dios y de su suministro constante. Es como una lluvia que alivia el calor y enfría la temperatura (Isaías 35:1; 44:3; Ezequiel 34:26), o como la peña en cuya sombra se pueden pasar las horas de mayor calor del día. Es además tiempo de reposo porque el alma renovada tiene ansias de vivir cerca de Dios y en paz (Isaías 25:6). Es tiempo cuando se ponen en claro las culpas y se comienza a vivir la satisfacción. La segunda bendición prometida es que vengan tiempos de descanso (19c). La palabra griega anapsyxis puede significar descanso, alivio, respiro o refrigerio. Esta parecería ser la faz positiva del perdón, porque además de limpiar nuestros pecados Dios agrega lo que alegra nuestro espíritu. La palabra griega traducida refrigerio está solamente aquí en el Nuevo Testamento y solamente en una ocasión en la Septuaginta (Éxodo 8:11). Arndt y Gingrich dicen que está usada figurativamente para denotar la edad mesiánica, e interpretan aquí la frase, “tiempos de descanso”. Alford dice que significa “el gran tiempo de gozo y descanso que era lo que se creía que vendría cuando el Mesías llegara en su gloria”. Una vez perdonados los pecados, es consoladora la esperanza de ser bendecidos con el refrigerio que traerá consigo la Segunda Venida del Señor (vv. 20, 21). Ahora andamos por fe, la cual es evidencia de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Y cuando Él venga a juzgar al mundo, nosotros no seremos condenados con el mundo (1 Corintios 11:32).

Dios propone un período de restauración y ampliación de la actividad espiritual. Esta actividad mesiánica llegó con el evangelio. Los «tiempos de refrigerio» llegaron con Jesús de Nazaret. Sin embargo, la próxima consumación traerá la nueva era del Espíritu. En este contexto específico, Pedro se refiere a la segunda venida. Esta frase parece ser un paralelo de «el día de la restauración» (v. 21). Pedro sabe que Dios tiene el propósito de “restaurar”, es decir, devolver al universo la fisonomía perdida por el pecado. Pedro encuentra un paralelo interesante con este pasaje cuando habla de los “cielos nuevos y tierra nueva” de los que escribe a los esparcidos (2 Pedro 3:10–14). ¿Siente la necesidad de descanso para su alma?los tiempos de consuelo son sencillamente el día de la salvación, cuando el pecador es llevado a la fe en el Salvador. Los tiempos de descanso son “la era de la salvación, la cual es prometida a la nación de Israel si se arrepiente”. La frase tiempos de fortaleza espiritual “se refiere al futuro y al regreso de Jesús”. A la luz del contexto, algunos comentaristas piensan que la frase describe el inminente regreso de Cristo. Debido a que la frase tiempos de descanso está directamente relacionada con el arrepentimiento y la vuelta a Dios, se refiere a tiempos que están en el futuro inmediato, no remoto.

En verdad son varias las esferas a restaurar: (1) La naturaleza, que ahora gime en su descomposición. Sabemos que a causa del pecado aparecieron los espinos y los cardos que terminaron con la vista placentera de la primera civilización (Romanos 8:20–22). (2) La sociedad: muchos problemas se nos presentan para aclarar el modo en que Dios hará la sociedad del futuro. Tampoco en este caso ingresaremos en las varias interpretaciones existentes porque no aportan luz al texto que estudiamos. Nos atrevemos a asegurar que, siendo el alma de las personas el elemento esencial de perturbación, Dios anuncia ahora a todos los hombres que se arrepientan (17:30–31). Partiendo de este principio, la nueva comunidad crece obedeciendo los propósitos de Dios para todos los tiempos.

3. La venida de Cristo y la restauración.  La tercera bendición prometida es que podrá enviarles el Mesías que ya había sido preparado para ustedes (20). Aunque durante el presente período intermedio continuamente nos proporciona su perdón y su consuelo, no obstante en cuanto a él mismo es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas (21). Esta perfección final espera el regreso de Cristo. Por su resurrección, Jesús ya ha sido “designado” o llamado Mesías, en el sentido de la afirmación de Pablo (quizás haciendo eco de una confesión primitiva de fe) en Romanos 1:4, de que ha sido “declarado Hijo de Dios con poder … por la resurrección de entre los muertos”. Investido así de dignidad mesiánica (dice Pedro), Jesús ha sido recibido en la presencia divina, y permanecerá allí hasta la consumación de todo lo que los profetas, desde los tiempos antiguos, han predicho. Con todo, en el contexto general de Hechos, las palabras de Pedro significan lo siguiente: las bendiciones del evangelio destinadas a brotar de la muerte y resurrección de Jesús deben extenderse por todo el mundo; entonces, y no antes, él volverá desde la diestra del poder.

a. El Mesías es Jesucristo designado. La yuxtaposición de Jesús con el Cristo/el Mesías parece significar que Pedro afirmaba específicamente el mesianismo de Jesús de Nazaret. Posteriormente en el NT, Señor, Jesús y Cristo aparecen con frecuencia, más para referirse a Jesús de manera combinada (el Señor Jesucristo) que como un énfasis sobre el título de Mesías. Pedro corrobora este pensamiento en su epístola, cuando dice: “¡Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios!” (2 Pedro 3:11–12). Nos explicamos así la misión actual del Señor Jesús, que vive siempre para interceder. Pero el propósito no está terminado, es necesario que vuelva (Juan 16:16–22). Dios enviará al Mesías, Jesús. Como ya se ha mencionado antes, esto se refiere a la Segunda Venida de Cristo para que establezca Su reinado de mil años sobre la tierra (Mateo 24:14). Por lo que respecta a la nación de Israel, Jesús quedará en el cielo hasta que venga al final a reinar al término de la Tribulación. Pero los judíos individuales que crean en Él durante esta Era de la Iglesia tendrán parte con los creyentes gentiles en el arrebatamiento de la iglesia, que podría tener lugar en cualquier momento. Además, en el Arrebatamiento el Señor no deja el cielo: nosotros vamos a reunirnos con Él en el aire.

b. La restauración de las cosas prometido. ¿Qué quiere decir Pedro con estas palabras? En el contexto del pasaje, se dirige al pueblo judío que mira hacia adelante hacia el tiempo de la restauración de todas las cosas, tal como los profetas del Antiguo Testamento escribieron. Los tiempos de descanso que vienen como el resultado del arrepentimiento y la fe son presagios del tiempo de la completa restauración. Aunque los tiempos de refrigerio son periódicos y subjetivos, el tiempo de la restauración es permanente y objetivo. Según Pablo, la restauración será completada cuando todas las cosas queden sujetas a Cristo Jesús y cuando él entregue el reino a su Padre (1 Corintios 15:24). Esto se refiere a la nueva creación (Mateo 17:11; y Romanos 8:13–23). La maldad de la rebelión humana de Génesis 3 es anulada y la creación es restaurada, la comunión con Dios queda restablecida. Se logra finalmente el propósito inicial de la creación.

Pedro da veracidad a su declaración recurriendo nuevamente a las profecías del Antiguo Testamento (1 Pedro 1:10–12; 2 Pedro 1:19–21). El Evangelio de Marcos comienza con una cita de Malaquías 3:1. Mateo 1:22–23 hace referencia a la profecía de Isaías 7:14. Lucas usa esta misma frase en Lucas 1:70. Un aspecto del kerigma (esto es, las verdades que se repiten en los sermones de Hechos) es que con el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús se cumple la profecía del AT (Mateo 5:17–19). El ministerio de Jesús no fue algo improvisado o un plan B, sino que era el propósito predeterminado de Dios (2:23; 3:18; 4:28; 13:29). Todo estaba determinado para el cumplimiento de la total restauración de la voluntad de Dios para la creación.

Conclusión.

Pedro les dice ahora que su ignorancia no los ponía más allá de la necesidad del arrepentimiento, pero tampoco su participación directa en la condena de Jesús los colocaba más allá del alcance de la salvación. Muchos judíos modernos siguen esperando la venida del Mesías como un tiempo de paz y prosperidad en toda la tierra. Si, como parece probable, muchos judíos del primer siglo pensaban de la misma manera, entonces hubiera sido importante que Pedro clarificara que aunque el Mesías judío había venido, la edad mesiánica en su plenitud habría aún de llegar cuando él volviera (20). La participación del auditorio en esos tiempos de refrigerio (19) cuando los tiempos de la restauración de todas las cosas viniesen (21), dependería de su actitud hacia Jesús.

La absoluta necesidad del arrepentimiento debe cargarse solemnemente en la conciencia de todos los que desean que sus pecados sean borrados y que puedan tener parte en el refrigerio que nada puede dar, sino el sentido del amor perdonador de Cristo. Bienaventurados los que han sentido esto. No era necesario que el Espíritu Santo diera a conocer los tiempos y las sazones de esta dispensación. Estos temas aún quedan oscuros, pero cuando los pecadores tengan convicción de sus pecados, clamarán perdón al Señor; y al penitente convertido y creyente le llegarán tiempos de refrigerio de la presencia del Señor. En un estado de tribulación y prueba el glorioso Redentor estará fuera de la vista, porque debemos vivir por fe en Él. Vivamos por fe, oremos con fe, dependamos en fe; porque la confianza en las palabras de Dios ha quedado demostrada y su misericordia esta sobre nosotros.

Oremos.

19 de diciembre del 2021, Guadalajara, Jalisco, Mexico.

Misión El Calvario

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Acción de gracias por la vida de Ismael Rangel García

Resultados del rechazo de la resurrección.

1 Corintios 15:12–19

Pablo nos muestra en este capítulo que tanto las Escrituras como el testimonio personal de creyentes dignos de confianza apoyan la realidad de la resurrección de Cristo. Ahora utilizando el razonamiento de reducción al absurdo, muestra que sin la doctrina de la resurrección de Cristo la fe cristiana se derrumba. Pablo razona: Aunque sea una sola persona la que ha resucitado de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? (12). Cuestionar este hecho fundamental es desatar una reacción en cadena que de hecho anula todo el evangelio. No habría justificación ni salvación si Cristo no hubiera resucitado. Si Cristo estuviera aún entre los muertos, ¿no debería la fe en Cristo ser vana e inútil? Todos los que creen en Cristo tienen esperanza en Él, como Redentor; esperanza de redención y salvación por Él, pero si no hubiera resurrección, o recompensa futura, la esperanza de ellos en Él sería sólo para esta vida. Pablo explica aquí los resultados lógicos si no se hubiera comprobado que en efecto se realizó la resurrección de Cristo:

a. Niegan la resurrección de Cristo (15:13). Los corintios habían aceptado la predicación de Pablo sobre la resurrección de Cristo, pero había algunos que por la influencia de la filosofía griega negaban la resurrección del cuerpo físico. En las Escrituras, al contrario, el cuerpo y el alma se unificarán después de la resurrección. La iglesia en Corinto se hallaba en el corazón de la cultura griega. Por eso muchos creyentes tuvieron dificultad para creer en la resurrección corporal. Pablo está dispuesto a basar su argumento sobre el hecho simple de que Cristo… resucitó de los muertos, afirmando así la realidad de la resurrección misma, incluyendo el hecho implícito de que ésta es corporal. Tal vez los corintios hubieran aceptado la resurrección de Cristo como un acontecimiento único debido a su naturaleza divina. Pero sentían que no era posible o probable una resurrección similar de todos los creyentes. La respuesta de Pablo es enfática: Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Una conclusión así lanzaría a los corintios a una negra desesperanza. En esencia: “Si Cristo ha resucitado, debe admitirse que otros pueden resucitar, y viceversa, la negación de que otros resucitarán implica la negación de que Cristo ha resucitado”, negar la resurrección corporal, equivale a negar la de Cristo.

b. Invalida la predicación apostólica (15:14). La resurrección de Cristo era un punto capital. No sólo la predicación de Pablo, sino también la de los otros apóstoles hacían de la resurrección un elemento esencial del evangelio. Si la resurrección no es una realidad, entonces tanto la predicación de Pablo como la de los otros apóstoles era una ficción y una farsa, por consiguiente la predicación del evangelio es vana (14), la fe del creyente es vana (14), negar la resurrección destruye la médula del evangelio y lo deja sin propósito.

c. Hace irreal la fe cristiana (15:14). El apóstol afirma que nuestra predicación resultaría vana porque todo terminaría con la muerte. No importaría entonces haber vivido o confiar en Cristo, porque todo concluiría al momento de fallecer (15:14a). El cristianismo se levanta o cae con la resurrección de Cristo. Como escribe el apóstol, sin la resurrección vuestra fe es vana (kene). La palabra denota una referencia o testimonio de un acontecimiento irreal o imaginario. Si la resurrección es ficticia, también lo es la fe de los corintios. ¿Por qué era vana? Primero de todo, porque el Señor Jesús había prometido que resucitaría de los muertos al tercer día. Si no resucitó entonces, en tal caso o bien era un impostor, o estaba hundido en el error. En cualquiera de los dos casos, no sería digno de confianza. Segundo, aparte de la resurrección de Cristo, no puede haber salvación. Si el Señor Jesús no resucitó de los muertos, entonces no habría modo de saber que Su muerte había tenido ningún mayor valor que la de cualquier otra persona. Pero al resucitarlo de los muertos, Dios testificó del hecho de que estaba totalmente satisfecho con la obra redentora de Cristo. Evidentemente, si el mensaje apostólico era falso, entonces la fe sería también vana. No habría valor alguno en confiar en un mensaje que fuese falso o vacío. La resurrección de Jesús implica vida. Cristo resucitó para resucitar al perdido. La resurrección es la esperanza del pueblo cristiano. Es el testimonio del gozo y del triunfo de la muerte como un misterio para el ser viviente, recordándonos que se muere para vivir. Vivir eternamente en el gozo de la presencia de Dios.

d. Hace a los apóstoles testigos falsos (15:15–16). Todos los apóstoles habían declarado repetidamente que Cristo había resucitado. Se congregaban el primer día de la semana para celebrar la resurrección de Cristo. Sin la resurrección, todos serían hallados falsos testigos de Dios (15). La expresión somos hallados significa “somos capturados” o “somos detectados”. Estos hombres habían depositado sus vidas a la realidad de la resurrección. Habían testificado de Dios que él resucitó a Cristo. No estaban expresando opiniones personales, dando buenos consejos, o hilando fantásticas historias. Si Cristo verdaderamente no había resucitado, todos los apóstoles habían presentado falsas pretensiones acerca de Dios, y de hecho habían hablado contra El, su testimonio por tanto falso (15), un testimonio inexacto de un mensaje inventado. Proclamaron que habían visto al Señor resucitado, pero si no fue así, su afirmación tendría que ser imaginaria y su mensaje inválido (15:15–16).

e. El hombre estaría aún en pecado (15:17–18). Sin la realidad de la resurrección, la fe de ellos es vana (mataia); es estéril, fútil y desprovista de resultados. Peor aún que una fe fútil es su estado espiritual, pues sin la resurrección, les dice Pablo, aún estáis en vuestros pecados (17). Era la fe en un Cristo viviente lo que los había transformado. Si no hay resurrección, el estado de los cristianos que mueren creyendo en ella es trágico. En lugar de ser santos redimidos perecieron (18, apolonto). La palabra significa “pérdida total como consecuencia de morir en pecado”. Esos santos habían muerto con la esperanza de que simplemente se dormían. Se suponía que Cristo había vencido la muerte, quitándole su aguijón. Si Cristo no resucito todavía vivimos dominados por el pecado. Los que han partido antes, ya no viven. Todo lo soñado y sufrido ha sido en vano y merecemos que se nos tenga lástima. Pero tenemos la confianza: ¡Cristo ha resucitado de los muertos!

La insignificancia de la «fe» de ellos tiene que ver tanto con los vivos como con los muertos. Primero, por lo que respecta a ellos (los vivos), aún estáis en vuestros pecados. Si Cristo no ha resucitado, entonces ya no hay posibilidad de decir: «Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, etc.» (6:11). Como en Romanos 4:25 y 5:10, la muerte de Jesús «por nosotros», que incluye tanto la justificación como la santificación, está inextricablemente vinculada con su resurrección. Negar la una es negar la otra. De modo que, como se insinuó en el v. 2, Pablo está insistiendo en que la postura actual de ellos con respecto a la resurrección significa que dejan de ser creyentes del todo. Segundo, Entonces también los que durmieron en Cristo [los que eran creyentes al morir (11:30)] perecieron. Al decir que «perecieron» Pablo quiere decir que para ellos no hay futuro alguno. Por haber, según eso, muerto en sus pecados, perecen junto con el resto de la humanidad caída. De manera que toda la existencia de los corintios, pasada, presente y futura, ha quedado en nada, si es que tienen razón. El alma del creyente parte para estar con Cristo en el momento de la muerte, mientras que el cuerpo es contemplado como durmiendo en el sepulcro. La resurrección de Cristo es el centro de la fe cristiana. Como Cristo resucitó de la muerte, como prometió, sabemos que dijo la verdad: Él es Dios. Como resucitó, su muerte por nuestros pecados fue válida y somos perdonados. Porque resucitó vive e intercede por nosotros. Porque resucitó y venció la muerte, sabemos que también nosotros resucitaremos.

f. Sin la resurrección no hay esperanza (15:19). Si solamente en esta vida tenemos puesta nuestra esperanza (literalmente estamos habiendo esperado) en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres. Si el cristiano tiene esperanza solamente en la vida presente, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Haber renunciado a todos los posibles beneficios de la tierra debido a una fe en el cielo, haber sacrificado los placeres inferiores de esta vida en aras de los goces del cielo, esperar vivir eternamente con Cristo, y luego descubrir que todas estas aspiraciones son un engaño, haría que uno fuera más digno de lástima que el pagano que nunca abrigó tales esperanzas. Si no hay resurrección del cuerpo, deberían abandonar la fe. Si en verdad no existe la resurrección corporal, los paganos después de todo, tendrían razón: “la palabra de la cruz” sería simplemente una “locura” (1:18) y hombres como Pablo y los apóstoles, que habían sufrido tanto por el evangelio (4:9–13) serían dignos de conmiseración. A fin de cuentas, los que se dedican a vivir para disfrutar del placer momentáneo, tendrían la razón, y los cristianos que han sacrificado tanto, quedarían reducidos a ser un grupo de masoquistas y el hazmerreír de la humanidad (15:32).

¿Por qué Pablo dice que seríamos los más miserables si sólo el ser cristianos fuera lo de más valor en esta vida? En los días de Pablo, el cristianismo implicaba con frecuencia persecución para toda persona, ostracismo de la familia, y en muchos casos, pobreza. Había muy pocos beneficios tangibles para el cristiano en esa sociedad.  Pablo está aquí indudablemente pensando en los dolores, padecimientos, pruebas y persecuciones a las que están expuestos los cristianos. Sería desde luego patético sufrir estas aflicciones por una causa falsa. Definitivamente no significaba ascender en la escala social o profesional. Sin embargo, había algo mucho más importante, si Jesús no hubiera resucitado de la muerte, los cristianos no habrían podido obtener el perdón de sus pecados y por lo tanto no tendrían esperanza de vida eterna.

Conclusión.

Parece haber poca esperanza de eludir el argumento de Pablo, según el cual, el negar la resurrección de Cristo es equivalente a una negación de la existencia cristiana en su totalidad. Pero muchos lo hacen … para hacer que la fe resulte más digerible para el «hombre moderno», se nos dice: eso no funciona. Lo que el hombre moderno acepta en su lugar ya no es la fe cristiana, la cual establece que el perdón, obtenido mediante la muerte de Cristo, depende de su resurrección. Ninguna otra cosa es la fe cristiana, y aquellos que rechazan la realidad de la resurrección de Cristo necesitan enfrentar las consecuencias de tal rechazo: que están dando falso testimonio contra el mismo Dios. Como los corintios, habrán creído en vano, ya que la fe depende, a fin de cuentas, de si Pablo tiene o no razón en este asunto.

Por otro lado, el mensaje para quienes aceptan la resurrección de Cristo como una realidad es sin duda lleno de bienaventuranza. No sólo incluye el perdón de los pecados, y por consiguiente la plenitud de vida en el presente, sino que también significa un futuro glorioso, que incluye una resurrección como la de Cristo. Puesto que verdaderamente Cristo ha resucitado de entre los muertos, ni nuestra fe ni nuestra predicación resultan vanas. En realidad sólo existen tres alternativas en cuanto a la resurrección: a) los apóstoles que la proclamaron fueron unos estafadores, b) ellos mismos fueron engañados, o c) es verdad. En cualquiera de los dos primeros casos, no deberíamos prestar oídos a su mensaje. Pero si fue cierta, debemos confiar en Cristo para encontrar la vida eterna que él nos ofrece.

Pablo asume hipotéticamente la falsa premisa de que Cristo no resucitó para mostrar las profundas implicaciones del cuento. El cristianismo depende completamente de la real resurrección del cuerpo de Cristo; de otra forma, el cristianismo sería un engaño. Pablo afirma que si una noticia semejante fuera cierta, nuestra fe en Cristo quedaría sin valor y todavía estaríamos bajo la culpa de nuestro pecado. La resurrección del señor Jesucristo es tan importante como su muerte. Porque el vive, tenemos esperanza, porque el vive nosotros viviremos, si el ha resucitado, nosotros resucitaremos. Si el vive, nosotros vivimos. Todo el que creyere vivirá, sabemos que nuestro hermano Ismael Rangel García confió su vida en Cristo, durmió confiando en su promesa de vida eterna. Y es la misma confianza que nosotros podemos imitar. Imitar su fe y confianza en Cristo. Y disfrutar de la vida plena y abundante en Cristo Jesús.

Oremos.

13 de diciembre del 2021, Guadalajara, Jalisco, Mexico.

Misión El Calvario.

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

El poder del nombre de Jesús.

Hechos 3.11-16.

Pedro toma la palabra con el fin de explicar el milagro, incluyendo también el escenario que la iglesia había comenzado a predicar a toda la nación de Israel. Pedro llevo la atención fuera de sí mismo, negando cualquier poder o piedad en su persona. Pedro les mostro que el hecho sobrenatural de la sanidad había ocurrido para autenticar la persona del Señor Jesucristo, y enfocó su atención en el Dios que ellos ya adoraban y en la aprobación y resurrección de Jesús por Dios. Confirmó que Jesús, a quien ellos habían desechado y crucificado, era en realidad el Mesías. El propósito principal de los primeros predicadores del movimiento cristiano era persuadir a los judíos no convertidos, por la vida y el ministerio de Jesús, de que este mismo Jesucristo que ellos habían crucificado, era de veras el Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Los primeros portavoces de la iglesia primitiva apuntaban directamente al Siervo de Jehovah de Isaías, varón de dolores en favor de los demás (Hechos 8:30–35), evocando el valor y misterio del sufrimiento que se ve en la pasión y muerte de Jesús (5:30, 31; 20:28). Pedro asegura que la única manera de recibir las bendiciones que Dios les había prometido sería confiando en El, teniendo fe en su nombre … que es despertada por Jesús.

Pedro aprovechó la oportunidad para predicarles a Cristo, al ver que la gente estaba impresionada por el milagro, se apresuró a sembrar la semilla del Evangelio en tierra que estaba preparada para recibirla y, con toda humildad, atrajo hacia Jesucristo la atención que la gente estaba prestándoles a ellos. Primero procura ubicar a sus oyentes. Pedro les pregunta a qué se debe el asombro y por qué se muestran confundidos sobre el origen del suceso, siente que antes de ofrecer su explicación el auditorio tiene que estar preparado para oír. Les corrige la suposición generalizada sobre el origen del milagro, ya que suponen que se trata de un poder mágico nacido como recompensa a la piedad de aquellos hombres de oración. Finalmente se asegura de que el camino para oír la verdad este libre de prejuicios ya que si las suposiciones no hubieran sido eliminadas, no hubieran comprendido bien el sentido del verdadero milagro, y la verdad se hubiera mezclado con el error.

a. Pedro les anuncia al verdadero autor del milagro. Dios es la fuente de los milagros. La creación visible e invisible es la evidencia. Pedro menciona al Dios de Abraham, de Isaac y Jacob, así además de hacerles recordar las promesas recibidas (Genesis 26:24; 28:13) también les señala que la redención o éxodo de Egipto fue a causa de ellos (Éxodo 3:6, 15, 16; 6:3; 32:13), como también la restauración del cautiverio de Babilonia. Dios había demostrado su fidelidad con la nación a pesar de la idolatría en la que habían caído (2 Reyes 13:23; 1 Crónicas 29:18; 2 Crónicas 30:6). Él es quien en cumplimiento a su palabra (Isaías 7:14; Miqueas 5:2) envió a su Hijo Jesús, cuya encarnación es el más grande de los milagros de todos los tiempos (Gálatas 4:4).

  • 1. Les habla porque estaban listos para escuchar el mensaje. Pedro tiene un auditorio listo para escuchar su explicación. La gente está asombrada por el milagro que acaba de ocurrir. No hay escepticismo; la mofa que se escuchó el día de Pentecostés ahora está ausente (2:13). Por todo esto, Pedro tiene una oportunidad excepcional de proclamar el evangelio. Pedro vuelve a usar la forma familiar que usó en su sermón de Pentecostés para comenzar su sermón (2:22) porque está hablando a ciudadanos judíos que conocen el Antiguo Testamento y que no ignoran de los milagros realizados por Jesús. Les habla como el pueblo de Dios. Por implicación, les recuerda las obras de Jesús de Nazaret, cuyo poder continúa actuando en sus seguidores inmediatos. Se dirige a ellos como varones israelitas, a quienes pertenecían no sólo la Ley y las promesas, sino también el Evangelio y sus efectos. Pedro se dirige a la multitud, especificando el hombre no camino por algún poder o piedad especial: es obra de Dios.
  •  2. No se atribuye a sí mismo el honor del milagro. Como en Pentecostés, explica las circunstancias en que ha ocurrido el milagro, pone al corriente a sus oyentes con la muerte y resurrección de Jesucristo, y los llama a arrepentirse mediante la fe. Pedro reprueba a su auditorio judío y los amonesta que no miren lo que los hombres hacen sino al poder de Dios. Lucas establece un paralelo con el pueblo de Listra, quienes creyeron que Pablo y Bernabé eran dioses después que sanaron a un paralítico (14:8–18). Por supuesto, la gente de Jerusalén no pretendía adorar a Pedro y a Juan, pero sí creían que ellos tenían un poder en ellos mismos que les había permitido hacer caminar al hombre cojo. Pedro les dice que no deben ver lo que los hombres hacen, sino la gloria de Dios. Les pregunta ¿Por qué os maravilláis de esto? Era algo maravilloso, pero mucho menos que lo que Cristo había hecho unos pocos meses antes, al resucitar a Lázaro de los muertos. ¿Por qué ponéis los ojos en nosotros? no lo habían obtenido por ser más santos que los demás, pues eran también hombres pecadores (10:26). La utilidad de un siervo de Dios está en razón directa de su humildad.

b. Pedro les aclara el propósito de Dios. La dificultad existente en el pueblo hebreo no radicaba en la fidelidad de Dios o en el cumplimiento de sus promesas, sino en la relación para ellos extraña entre él y Jesús de Nazaret. Pedro da un giro a su explicación diciendo que el mismo Dios (7:32) es quien ha glorificado a su Hijo Jesús (Isaías 52:13). Los hebreos sabían que Dios había glorificado a Moisés (Éxodo 24:16; 2 Corintios 3:7, 8) y había dado por terminada la era patriarcal. Pero no podían (o no querían) comprender cómo la ley también había llegado a la culminación. Sin embargo, al haber glorificado a Jesús (7:55; Lucas 24:26; Juan 17:22, 24) Dios mismo trajo la dispensación de la ley a su legítima finalización. Al rechazar a Jesucristo habían descartado la profecía más importante dicha por Moisés: Vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable (v. 22). La convicción de que Jesús es el Mesías le permite a Pedro abrir la puerta para puntualizar la fatalidad de lo que habían protagonizado en el pasado inmediato. Utiliza cuatro verbos claves y muy duros contra la actitud de ellos. Además, describe al Señor con los títulos mesiánicos que ellos bien conocían.

  • 1. Les predica a Cristo. Les muestra primero que Cristo era el Mesías prometido a los padres, a los primeros antepasados del pueblo de Israel (v. 13). Era Jesús, Aquel a quien ellos habían rechazado, negado y dado muerte. Dios lo había resucitado de los muertos y lo había glorificado en el cielo. Ahora, por la fe en su nombre, aquel hombre que ellos conocían había sido consolidado, sanado de su incapacidad. Por tanto el Dios de los patriarcas de Israel había glorificado así a su Siervo Jesús. i. Ellos entregaron a Jesús (a los gentiles para que fuese juzgado). Pedro atribuyó al pueblo hebreo en general la culpa por la muerte de Jesús (v. 13). Pone el peso de la culpa donde corresponde. ii. Lo negaron delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. “Negar”, tal como él mismo lo había hecho delante de los sirvientes del sumo sacerdote, es afirmar lo contrario o rechazar lo que Cristo había afirmado y probado ser (Mateo 20:19; 26:2; 27:22–23). iii. Negaron al Santo y al Justo (utilizando una doble designación que tiene sus raíces en el lenguaje del Antiguo Testamento, Juan 19.1–16), y pidieron que se les concediera de gracia un homicida (Barrabás). Se negaron a reconocerlo como su Rey y Salvador divinamente designado (El papel de Pilato aquí se adecua a la presentación más completa en Lucas 23:1–25). El Santo es uno de los títulos más venerados en la expectativa mesiánica hebrea (Salmos 16:10; 71:22; Isaías 10:20; 47:4; 48:17; Marcos 1:24) que juntamente con el Justo vitalizaron las esperanzas de la nación (Levítico 19:36). Ellos conocían las Escrituras de los profetas que hablaban del que había de venir, pero cuando vino prefirieron un homicida y a Jesús lo hicieron ejecutar (4:27, 30; Lucas 23:18, 19). iv. Mataron al autor de la vida, sorprendente oxímoron, en el que el pionero o dador de la vida (archēgos puede significar cualquiera de los dos) es él mismo privado de la vida. Ellos mataron la única Fuente de vida y eligieron a un peligroso asesino para que quedara suelto entre ellos. En un sentido es lo que hace un pecador obstinado. Rechaza al Autor de vida y elige el pecado, la fuente de muerte. Escogieron su propia muerte, para ellos y sus descendientes (Juan 1:4; 5:26).
  • 2.  Testifica acerca de la resurrección de Cristo (v. 15b), como lo había hecho en el sermón anterior (2:32). Los líderes religiosos pensaron que dieron fin a Jesús al crucificarlo, pero su convicción se vino abajo cuando Pedro les dijo que Jesús resucitó y que esta vez no podrían matarlo. Después de poner al descubierto los pecados e injusticias de estos líderes, Pedro mostró el significado de la resurrección, el triunfo y el poder de Dios sobre la muerte. En el NT es el Padre quien resucita al Hijo de entre los muertos como señal de su aprobación por la vida, enseñanzas y muerte vicaria de Jesús. El NT también afirma que las tres personas de la Trinidad participaron activamente de la resurrección de Jesús: Espíritu Santo (Romanos 8:11), Hijo (Juan 2:19–22; 10:17–18), Padre (Hechos 2:24, 32; 3:15, 26; 4:10, 5:30, 10:40; 13:30, 33–34, 37; 17:31; Romanos 6:4, 9)

Este es un aspecto teológico fundamental del kerigma. Si esto no es verdad, todo lo demás tampoco lo es (1 Corintios 15:12–19). Los apóstoles son testigos de la resurrección de Cristo y proclaman las buenas nuevas de vida y sanidad en su nombre. Los seguidores de Jesús son el fruto prometido en el nuevo pacto de Jeremías 31:31–34 (Gálatas 6:16). Israel no completó su tarea misionera de ser un reino de sacerdotes para el mundo (Éxodo 19:5–6; 1 Pedro 2:5, 9; Apocalipsis 1:6), por tanto la Iglesia ha recibido el mandato de ser la sal y la luz (Mateo 28:18–20; Lucas 24:46–47, Hechos 1:8).

c. Pedro le atribuye el milagro al Señor Jesús. El v. 16 es la clave para comprender este y otros milagros. Los apóstoles que vieron la resurrección del Señor Jesús conocen también el efecto del Espíritu. Tienen que creer en lo que poseían y en las palabras del Señor. Necesitan fe para utilizar tanto poder y no atribuirse para sí los resultados. Es por la fe en el nombre de Jesús (Hechos 14:9–10) que este hombre está sano y que se ha obrado dicho milagro. Pedro se esfuerza en ponerlos a ellos por testigos de todo lo ocurrido tal como lo vieron y oyeron, agregando: “en presencia de todos vosotros”. Fe en el nombre de Jesús es el requisito básico que Pedro pone delante de sus oyentes. Por fe en Jesús resucitado y glorificado los apóstoles pueden operar milagros.

  • 1. Debido a su Nombre. Cuando Pedro dijo al paralítico, “En el nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda” (v. 6), él no se limita a pronunciar una fórmula mágica que causa el milagro. Fe en el nombre de Jesús demanda una reacción de parte del mendigo, quien extiende su mano derecha hacia Pedro y se da cuenta que sus pies y tobillos están fuertes. Con esta evidencia, que puede ser vista por todos los presentes, Pedro está ahora en el punto de pedir a los judíos que pongan su fe en Jesús. Por el contrario, por fe en el nombre de Jesús él confió que el divino poder de Jesús fluiría a través suyo para sanar al paralítico. Los siete hijos de Esceva sin fe invocaron el nombre de Jesús y no lograron nada, pero en cambio recibieron un severo golpe del espíritu inmundo que trataron de echar afuera (19:13–16). Sin embargo, cuando los setenta y dos discípulos comisionados por Jesús volvieron a él, se regocijaron y dijeron: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lucas 10:17).

Es Cristo mismo quien ha dado el poder para esa curación, obtenida por medio de la fe en Él; más aún, esa fe es por medio de Él, como vienen todas las gracias por medio del Mediador universal entre Dios y los hombres. Vemos, pues, que Pedro apela: (a) al testimonio de ellos mismos sobre la verdad del milagro: «a éste, que veis y conocéis» (literalmente, el pronombre personal no figura en el griego). La completa sanidad le ha sido dada en presencia de todos vosotros. (b) El poder ha venido del Autor de la vida, del general en jefe, aunque se ha valido de un subalterno para llevar a cabo el milagro. Se ha hecho por fe en su nombre para que Él se lleve la gloria y el honor. (c) Cristo mismo ha dado la fe necesaria para creer en su nombre; es el Cristo ascendido y glorificado (Juan 6:44) el que da ese poder, lo cual no quita la responsabilidad de venir a Él por fe (v. Juan. 3:16, 36; 5:40; 8:24).

  • 2. Debido a la Fe. Por la fe en su nombre (pistei tou onomatos autou). El término griego pistis se puede traducir como fe, confianza o creer. Es la respuesta condicional de la humanidad a la gracia incondicional de Dios (Efesios 2:8–9). Básicamente se trata de la confianza del creyente en la fidelidad de Dios (es decir, en su carácter, sus promesas y su Mesías), confiar en la confiabilidad de Dios. Es difícil percibir en los relatos de sanación de los Evangelios y Hechos el aspecto espiritual (es decir, el pacto) del suceso. No todos los que fueron curados fueron también «salvados» (Juan 5). La sanidad es por fe en el nombre de Jesús. De acuerdo con el escenario cultural del relato bíblico, el nombre no podía ser separado de la persona a quien pertenecía, y el propio nombre Porque fue el nombre de Jesús (todo lo que es él y todo lo que ha hecho). La pregunta que nos tenemos que hacer es si Pedro habla de la fe de los apóstoles o de la fe del paralítico. La respuesta, por supuesto, es que ambos los apóstoles y el mendigo tuvieron fe. Pedro y Juan efectuaron el milagro sólo porque creían con una fe absoluta que Jesús les daría el poder de sanar. Podemos entender que el mendigo también creyó que el Señor lo sanaría, aun cuando Lucas no nos dice nada acerca de su fe en el momento en que el milagro se produjo (vv. 3–7). Esta fe, como Pedro lo deja claro, viene a través de Jesús. Sólo a través de él es la fe efectiva, como se hace evidente en la sanidad del mendigo: “Y la fe que viene por él ha dado a éste completa sanidad”. Fe y el nombre de Jesús son los dos lados de la misma moneda que representa la sanidad. En resumen, fe es la forma y el nombre de Jesús es la causa de la restauración del hombre.

En esos días el nombre de un hombre representaba su carácter, respaldaba su autoridad y poder. Usando el nombre de Jesús, Pedro mostró quién le dio la autoridad y el poder para sanar. Los apóstoles no enfatizaron lo que ellos podían hacer, sino lo que Dios podía hacer a través de ellos. El nombre de Jesús no debe usarse como mágico, sino por fe. Cuando oramos en el nombre de Jesús, debemos recordar que es el mismo Jesús, no solo el sonido de su nombre, quien da poder a nuestras oraciones. Sanidad en el incomparable nombre de Jesús, la invocación del nombre de «Jesucristo de Nazaret» (v. 6; 4.10) se escucha de los labios de los apóstoles. Las apelaciones al nombre de Jesús como el inequívoco Mesías (Cristo), quien anduvo como un Hombre entre los hombres (de Nazaret), constituye una afirmación de su Persona, su carácter y su oficio real, y el principio de autoridad para extender la gracia sanadora. Al uso del nombre de otra persona para reclamar derechos legales se le llama «poder del abogado». Este es un poder privilegiado que Jesús ha delegado en nosotros, cuando confrontamos las fuerzas en retirada que la enfermedad y Satanás buscan imponer sobre la humanidad.

Conclusión.

Podemos considerar a Jesús como siervo de Dios porque dio su vida como una ofrenda por los pecados de la humanidad. El Padre resucitó a Jesús de la muerte para confirmar la aceptación de ese sacrificio. Pedro señala que la cura del cojo es una señal de la glorificación de Cristo. El pueblo entregó a Jesús a Pilato para que lo crucificara. Pero Dios lo resucitó de la muerte. Es el nombre de este mismo Jesús el que sanó a este lisiado. Al final podemos observar: La paradoja de la elección fatal del hombre; La paradoja de la muerte que parecía haber conquistado sobre la vida del Señor; La paradoja de vida triunfante divina concedida y la muerte vencida por una muerte.

Nuestro Señor siempre habla como teniendo poder omnipotente, sin vacilar jamás para recibir la honra más grande que le fue conferida por sus milagros divinos. Pero los apóstoles referían todo al Señor y se negaban a recibir honra, salvo como sus instrumentos sin méritos. Esto muestra que Jesús era uno con el Padre, e igual con Él; mientras los apóstoles sabían que eran hombres débiles y pecadores, dependientes en todo de Jesús, cuyo poder era el que curaba. Los hombres útiles deben ser muy humildes. No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a tu nombre gloria. Toda corona debe ser puesta a los pies de Cristo. El apóstol muestra a los judíos la enormidad de su delito, pero sin querer enojarlos ni desesperarlos. Con toda seguridad los que rechazan, rehúsan o niegan a Cristo lo hacen por ignorancia, pero eso no se puede presentar como excusa en ningún caso.

Pedro hace énfasis en el rechazo de parte de Israel. Observemos cuántas veces les acusa en estos versículos. Une el pronombre “vosotros” con varios verbos de negación y violencia efectuada contra el Señor Jesucristo. No habían sido los paganos quienes lo habían ignorado, sino Su propio pueblo. El Calvario puede haber sido la última palabra del hombre, pero la tumba vacía fue la última palabra de Dios. Él glorificó a su Hijo al resucitarlo de los muertos y llevarlo de regreso al cielo. El Cristo entronizado había enviado a su Espíritu Santo y estaba obrando mediante su iglesia. El mendigo sanado era prueba de que Jesús estaba vivo. Si alguna vez ha habido un grupo de gente culpable, fue la gente a la que Pedro habló en el templo. Fueron culpables de haber matado a su propio Mesías. Probablemente éste no es el tipo de mensaje que se predicaría en una reunión evangelística hoy, porque fue diseñado especialmente para el público al que Pedro predicaba. Como en el día de Pentecostés, Pedro se dirigía a personas que conocían las escrituras y sabían de los eventos recientes en Jerusalén (Lucas 24:18). No fue un grupo de personas ignorantes sin conocimiento religioso. Además, los líderes judíos de hecho habían cometido una gran injusticia cuando arrestaron y condenaron a Jesús y pidieron a Pilato que lo crucificara. No sabemos cuántos de los ciudadanos estuvieron de acuerdo con su decisión, pero se puede imaginar el remordimiento de la gente cuando supieron que habían traicionado y matado a su propio Mesías.

Aquí aprendemos que debe haber convicción de pecado antes de que el pecador pueda experimentar conversión. A menos que un paciente se convenza de que está enfermo, nunca aceptará el diagnóstico ni seguirá el tratamiento. Pedro convirtió el templo en una corte y expuso toda la evidencia para que todos la vieran. ¿Cómo podían dos pescadores ordinarios realizar un milagro tan grande a menos que Dios estuviera con ellos? Nadie se atrevería a negar el milagro porque el mendigo estaba de pie ante ellos y con completa sanidad (Hechos 3:16; 4:14). Aceptar el milagro es reconocer que Jesucristo en verdad es el Hijo viviente de Dios y que su nombre tiene poder. Reconozcámonos pues como pecadores y aceptemos el don de Dios en Cristo Jesús, confiemos en su promesa y en el sacrificio del Mesías. Seamos fieles testigos y siervos de su Evangelio. Proclamemos a toda persona que el Redentor vive y que nos ofrece vida eterna y un gozo completo junto a Él. Glorifiquemos su nombre.

Oremos.

12 de diciembre del 2021, Guadalajara, Jalisco, Mexico.

Misión el Calvario

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz