Juan 6.16-21.
Es una de las historias que Juan nunca olvidó. Cada vez volvía a sentir la noche, la luz de la luna, el áspero remo, el aleteo de la vela, el viento, el agua agitada, la aparición inesperada de Jesús, su voz a través de las olas y el crujido de la barca al llegar a la rivera de Galilea. El día había transcurrido, llego la segunda noche, el tiempo entre crepúsculo y la oscuridad. Jesús envió sus discípulos adelante (Marcos 6:45), mientras persuadía a las multitudes se fueran a casa. Cristo no quería que se contagiaran con las emociones de la multitud. La prueba que les esperaba marchaba de acuerdo con el conocimiento, voluntad y plan de Dios. Era Pascua, tiempo de luna llena (Juan 6:4). Arriba en la ladera de la colina, Jesús había orado y comulgado con Dios; Y abajo en el lago, vio la barca y a los pescadores que se afanaban a los remos, enfrentando el mal tiempo. Remar una milla es un desafío, pero remar más de tres o tres millas y media, en una tormenta tenía que ser exasperante.
Esta narración nos enseña el dominio del mar por el hecho que Jesús caminó sobre el agua, que era signo de la soberanía y omnipotencia de Dios (Éxodo 15:6-8), se revelo como quien tiene suprema autoridad sobre todo el universo. Las palabras de Jesús son significativas, les dice no tengan miedo, Yo soy (ego eimi) es una afirmación de deidad basada en el Nombre Divino de Dios (Éxodo 3:14, Juan 8:58). Pedro anda sobre el mar (aunque este suceso no se narra en el cuarto Evangelio); Se revela como Señor de la tempestad, pues al entrar en la barca, la tormenta cesa (omitido en Juan); y muestra su dominio sobre las distancias, ya que al entrar en la barca esta se encuentra inmediatamente en la orilla.
El relato ilustra la respuesta que los verdaderos discípulos tienen hacia Cristo, a diferencia de los que abandonan la comunión de los creyentes (1 Juan 2:19), que manifiestan un corazón malo e incrédulo al renunciar al Dios vivo (Hebreos 3:12), que continúan pecando voluntariamente después de recibir el conocimiento de la verdad (Hebreos 10:26) y se apartan de la verdad para destrucción eterna (v. 39). Ser discípulo significa amarle por encima de todo, incluso la propia familia (Mateo 10:34-37; 19:29), amarlo más que a la vida. Solo el verdadero discípulo está dispuesto a someterse al señorío de Cristo en todo, incluso si significa persecución y ejecución. En Lucas 9:23-24 la cruz significaba muerte. Ningún precio es demasiado alto para el regalo de la vida eterna. No todos los discípulos son verdaderos creyentes (v. 66), sino que todos los creyentes son discípulos seguidores devotos de Jesucristo. La Biblia deja claro que todos los cristianos son verdaderos discípulos, y todo cristiano verdadero busca la santificación (1 Corintios 1:30; Efesios 2:10; Santiago 2:14-26; 1 Corintios 6:11).
1. Las tormentas de la vida (16-18). Los discípulos sin Jesús. Probablemente no entendieron por qué Jesús los despidió, le obedecieron y partieron hacia Cafarnaúm. Una tormenta se levantó, soplaba un fuerte viento, era la cuarta vigilia de la noche (Marcos 6:48), entre las tres y las seis de la mañana. Los discípulos habían partido en algún momento entre las 6:00 y las 9:00 p.m. (Juan 6:16). El viento desvió la barca empujándola a gran distancia de tierra (Mateo 14:24) hacia medio del mar (Marcos 6:47). Los discípulos continuaron esforzándose en los remos (Marcos 6:48), tratando de llegar a la seguridad de la costa occidental (incluso si su bote hubiera estado equipado con una vela, les habría servido de poco a los discípulos, ya que se dirigían contra el viento, Mateo 14:24). Sólo habían avanzado unas tres o cuatro millas.
Mientras Jesús estaba solo en la montaña orando (6:15; Mateo 14:23; Marcos 6:46), pero no se había olvidado de los discípulos. En su infinita sabiduría, planeó ayudarlos de acuerdo con su tiempo perfecto. La soberanía divina, la omnipotencia y la omnisciencia nunca tienen prisa. De repente vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca, caminaba sin esfuerzo. Jesús se movía tan rápidamente que a los discípulos les pareció que iba a pasar junto a ellos (Marcos 6:48). No reconocieron la misteriosa figura que venía caminando hacia su bote. Muchos (tal vez hasta siete) de los discípulos eran pescadores de oficio, y estaban acostumbrados a estar en el lago por la noche y con mal tiempo (21:3; Lucas 5:5), pero no estaban acostumbrados a ver figuras humanas caminando sobre el agua. Estaban asustados y gritaron aterrorizados (Mateo 14:26; Marcos 6:49), pensaron era un fantasma, pero no se dice que estuvieran asustados por la tormenta. Al final Jesús se acercó a ellos. Al suspender la ley de la gravedad, dio a sus discípulos una prueba dramática y visible de que Él es el Creador y controlador del universo físico (1:3; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2). Los discípulos podrían haberse llevado los fragmentos que recogieron de la alimentación milagrosa con ellos. La mayoría de nosotros olvidamos rápidamente en la oscuridad lo que parecía tan claro en la luz. Como los discípulos aprendieron continuamente, dependemos de la evidencia tangible más de lo que deberíamos. Nuestros sentidos, aunque dones valiosos, tienen limitaciones. Tan pronto como Jesús dejó a sus discípulos, ellos olvidaron los asombrosos poderes que había mostrado. Antes de reprender su falta de fe, examinemos la nuestra. ¿Cuánto de nuestra vida espiritual es una serie de experiencias cumbre de la cercanía de Dios seguidas de declives? Cuando no podemos sentir la presencia de Dios, ¿asumimos que Él no está allí y que no puede ayudarnos? Es perfecto en la fe el hombre que puede acercarse a Dios y decir: Tú eres mi refugio.
a) Jesús siempre nos observa (v.16-17). Esta historia se describe con viveza, la tormenta los sorprendió cruzando el lago hacia Cafarnaúm. No se indica por qué quieren ir allí. Cuando Cristo se presentó, estaban en el mayor peligro. Juan se dio cuenta que la mirada amorosa de Jesús estaba sobre ellos. Jesús observa, no nos pone las cosas fáciles, nos permite pelear nuestras propias batallas. Como un padre que ve a su hijo hacer un esfuerzo, está orgulloso de nosotros con nuestro avance. La vida se vive con el ojo amoroso de Jesús sobre nosotros. El enfoque de la narración no está en el dilema de los discípulos, sino en la capacidad de Jesús para llegar a ellos. El cruce milagroso tiene la intención de beneficiar a sus discípulos confirmando nuevamente su fe (13:30). Separados de Jesús, estaban expuestos a peligros inminentes que no tardaron en manifestarse. El ser humano siempre se encuentra con noches en su vida. El mar nos habla del mundo, de la vida diaria, y allí descendieron los discípulos. Nos gusta vivir en un mundo de espiritualidad, alejados de tentaciones y los problemas de la vida diaria, pero es imposible. Estamos en el mundo y hemos de descender a la vida cotidiana, los combates de cada día, a la realidad. Tengamos confianza Cristo nos dice que tengamos confianza, ya que ha vencido al mundo.
b. La barca nos ilustra la vida (v.18). El Mar de Galilea sufre a veces el embate de repentinas y violentas tempestades. Esto nos hace pensar en las tormentas de la vida, tormentas que asustan y llenan de zozobra, tormentas de problemas y vientos de oposición (Salmos 61:2-3; Jeremías 16:19). Los discípulos pasaron por ese trance. A menudo nos enfrentamos a tormentas espirituales y emocionales y nos sentimos sacudidos como un pequeño bote en un gran lago. A pesar de las circunstancias, si confiamos nuestras vidas a Cristo para que las proteja, Él nos dará paz en cualquier tormenta. Nuestra barca es nuestro ser, nuestra persona. Sin Cristo en la barca de la vida hay terribles peligros, oscuridad, temor y soledad. Muchas veces, los hijos de Dios se hallan, no solo en apuro, sino también en oscuridad al no saber que camino tomar ni como soportar la aflicción que les sobreviene. Cuando el Señor esconde su rostro y parece está ausente, es la noche oscura del espíritu, es la hora de la gran prueba para los que de veras aman al Señor, no por las dulzuras que su comunión comporta, sino por lo que Él es. Para los discípulos, la ausencia del Señor era su mayor preocupación. En tiempo de tranquilidad espiritual, hemos de prepararnos para la tormenta; la presencia y la presión del enemigo nos recuerda que somos peregrinos y que hemos de estar prestos al combate con las huestes de maldad (Efesios 6:10) y recordar que el relevo vendrá cuando hayamos acabado la defensa (Job 14:14). No pensemos que, por ser hijos del día y de la luz (1 Tesalonicenses 5:5), estamos libres de las tinieblas y de la noche. Lo que importa que las tinieblas estén en derredor nuestro, y no dentro de nosotros (1 Juan 1:5 y ss.).
2. La lucha frustrante (v.19). Jesús vino hasta ellos. El lago en su parte más ancha es de cuarenta estadios, o seis millas (unos diez kilómetros), estaban en medio del lago (Marcos 6:47). Jesús bajó de la ladera de la colina para permitir que los discípulos hicieran el último tirón que llegaría a un lugar seguro. El Señor se acercaba sobre el mar y por encima de la tormenta a fin de ayudar a sus colaboradores que peligraban en la tempestad. Tuvieron miedo, porque no eran plenamente conscientes de quien era esta Persona maravillosa. Se acerco a la barca para infundirles ánimo y prestarles auxilio (Salmos 107:23-32). Serían las 3 de la madrugada, o más tarde (Mateo 14:25: la cuarta vigilia de la noche; es decir, entre 3 y 6 de la madrugada). La violencia del viento los había desviado de su ruta, todavía les quedaba mucho trecho para llegar a su destino. El poder de Cristo se sobrepone al efecto de las leyes de la naturaleza.
a) Jesús nos procura ayuda (v.19ª). Él observa, viene y ayuda. Mirando hacia el este (mientras que su barca se dirigía al oeste), aquellos remeros vieron en la espesa oscuridad la silueta de una figura que andaba sobre las embravecidas olas. Ni los vientos ni las olas parecían preocuparle mucho a esta forma humana. Andaba, pues, en medio de la tempestad, y lo hacía tan rápido que gradualmente se fue acercando a la barca, hasta que pareció que iba a pasar por su lado. Muy asustados los fatigados discípulos gritaron: «¡Un fantasma, un fantasma!» (Marcos 6:48, 49). El temor de los discípulos es relacionado con la visión que contemplaron. Es un temor apropiado para ver lo divino o sobrenatural (Mateo 14,26; Lucas 1:12; 2:9). ¿Quién no tendría temor y no llegaría a esa conclusión en tales situaciones? Siempre podríamos estar haciendo cosas con Jesús y nunca necesitamos prescindir de él.
b. Jesús disipa el miedo (19b). Muchos atraviesan por tormentas, buscan consejo y consuelo de mil personas, y sin embargo por miedo a lo desconocido se resisten a acercarse a Dios, el único que ofrece solución eficaz (1 Samuel 2:2). Es virtualmente imposible no sentirse asaltado por la consternación y el temor, cuando se presenta ante nuestros ojos una aparición; porque concluimos que es alguna patraña de Satanás, o algún mal presagio lo que Dios nos envía. Si se presenta una demostración de su divinidad, caemos en nuestra imaginación, y cada persona se forma una imagen para sí mismo en lugar de la persona de Cristo, esto es seguido por un temblor y un confuso terror del corazón. Pero cuando comienza a hablar, entonces obtenemos de su voz un conocimiento claro y sólido, y el gozo y la paz deliciosa aparecen en nuestra vida.
Se ha dicho que el noventa por ciento de nuestros temores son fruto de nuestra imaginación, sin motivo real. La causa de este miedo era que, al principio, los hombres no entendieron que era Jesús. No esperaban que Jesús se apareciese y no estaban preparados para recibir su ayuda. La fe es la actitud que nos hace esperar que Dios actúe. Cuando actuamos de acuerdo con esta expectativa, podemos vencer los temores. Cuando el ser humano se encuentra ante una tormenta y procura remar su barca sin la ayuda de Dios, le resulta penoso, y se siente frustrado y vencido. Cualquiera puede decir no teman. La valía se encuentra en el «Yo soy» expresado por Cristo Jesús; es lo mismo que decir «el YO SOY está aquí» o «YO, Yahvé, estoy aquí«. Al decir Yo soy, Jesús estaba afirmando su deidad. Este milagro fortaleció grandemente la fe de los discípulos (6:66ss.). Al reconocer a Jesús, los discípulos estaban dispuestos y contentos de recibirlo en la barca. En el momento en que Jesús puso su pie en la barca, le comunicó como acaba de hacerlo con Pedro, la fuerza victoriosa sobre la gravedad y el espacio, llegando inmediatamente a su destino. El caminar sobre el agua constituye una manifestación privada de la gloria mesiánica de Jesús a su círculo íntimo (similar a la transfiguración).
3) El Salvador ideal (v. 20-21). El Señor habla palabras de paz. Audaz e impetuoso como siempre, Pedro no podía esperar a que el Señor subiera a la barca. Estaba tan ansioso por estar cerca de Jesús que saltó por la borda para llegar a Él antes (Mateo 14:28-31). La historia incluye varios milagros: Jesús caminó sobre el agua, también lo hizo Pedro (al menos por unos momentos). Jesús junto con un Pedro empapado y completamente castigado subió a la barca y el viento se detuvo inmediatamente (Mateo 14:32; Marcos 6:51), e inmediatamente la barca llego a la tierra a la que se dirigían (Marcos 4,41, Mateo 14:33). Los discípulos entonces respondieron con adoración y alabanza.
a) La fe confía en que Dios actúe (v.20). Cuando ejercemos de acuerdo con esta expectativa, podemos superar nuestros miedos. Leemos que Jesús caminó sobre el agua y, sin embargo, a menudo nos maravillamos de que sea capaz de obrar en nuestras vidas. No solo debemos creer que estos milagros realmente ocurrieron; debemos trasladar la fe a nuestras propias situaciones diarias. A pesar de las circunstancias espeluznantes, si confiamos nuestras vidas a Cristo para su custodia, Él nos dará paz en cualquier tormenta. Los requisitos para recibir ayuda en su angustia eran bastante simples: reconocer su propia necesidad y llevar a Jesús a la barca. Eso no ha cambiado mucho en nuestros días. El asentimiento intelectual debe ir acompañado de la apropiación espiritual y el compromiso personal para obtener la vida eterna o, como en este caso, para obtener seguridad física. El interviene en los momentos de angustia, y nos conduce a puerto seguro.
El Mesías tiene la capacidad y la voluntad de cuidar a los suyos, pronuncio unas maravillosas palabras de consolación: Yo soy Jesús a quien tú amas (Hechos 9:5). Aprendemos que es solo en la presencia de Cristo que tenemos abundantes motivos de confianza, para estar tranquilos. Los creyentes se animan como si hubieran resucitado de la muerte a la vida, miran con calma al cielo despejado, habitan sosegadamente la tierra, y victoriosos sobre la calamidad, como escudo contra los peligros. No sólo consuela y anima con su palabra, sino también elimina la causa del terror apaciguando la tempestad.
b) La fe confía que Jesús nos lleve a puerto seguro (v.21). Él está con sus discípulos, aunque no lo reconozcan ni lo vean. En la presencia de Jesús, el viaje más largo es más corto y la batalla más dura más fácil (Salmo 107:30). El miedo se convierte en alegría. La inmanencia de Dios significa simplemente que Dios está aquí. Él está aquí, dondequiera que tú o yo estemos (Salmo 139:7-10, 1 Reyes 8:27). Dios no está lejos de nadie, ve lo que hacemos y sabe todo sobre nosotros (Mateo 10:29-31). Él dijo: yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). ¿En verdad nos damos cuenta de que él está con nosotros? Jesús nos observa, Él nos vigila para ayudar en todo momento, particularmente cuando la vida se vuelve demasiado pesada para nosotros y cuando la victoria espiritual parece estar más allá de nuestro alcance. Desastrosamente, a menudo prescindimos de él, porque no esperamos su ayuda ni escuchamos su voz. Jesús también es capaz de llevarte a dónde vas, es capaz de llevarte al lugar al que te ha llamado o al que has sido enviado. Esto es cierto en la vida. Si Él te ha llamado a ser misionero, Él se encargará de que llegues a pesar de las dificultades. A una vida de testimonio te dará fuerza para dar tu testimonio. Él te ayudará en la tienda, en el hogar, en la iglesia o donde sea que estés. Te acompañará a salvo a través de esta vida hasta tu hogar final en el cielo (Salmo 37:5).
Conclusión.
En este pasaje está sucediendo algo único. Tenemos aquí milagros de la naturaleza que nos revelan la identidad de Jesús: Él es Dios presente en medio de nosotros, salvando a su pueblo. Las imágenes poéticas de estos pasajes se recrean a un nivel histórico en el evento que Juan está describiendo. La imagen de caminar sobre la mar mencionada en Job ahora ocurre realmente. Cuando Jesús lleva a sus discípulos a salvo a través del mar, repite el patrón de Dios guiando a su pueblo a través del Mar Rojo de la mano de Moisés y Aarón (Éxodo 13:17-15:21; Salmos 77, 16-20). Juan continúa dando testimonio de la identidad de Jesús y de su actividad llena de gracia. Es capaz de proveer incluso cuando nuestros recursos son muy pequeños. Puede proteger y guiar en medio de la gran adversidad, cuando no tenemos control sobre las fuerzas del caos. El reino físico revela su identidad y su cuidado amoroso. Estas historias también nos preparan para la enseñanza sobre el pan de vida, cuando dice a sus futuros seguidores que deben comer su carne y beber su sangre. Los milagros en este capítulo han presentado un desafío a una visión secular del reino físico. Así como Jesús es muy superior a Moisés, también la salvación que trae es mucho más que la provisión de alimento físico y la protección contra el peligro físico.
Para llegar a ser cristiano hay dos cosas que debes creer y una cosa que debes hacer. 1. Creer en la autoridad de la Palabra de Dios que no puedes ayudarte espiritualmente. Eres un pecador y estás tan indefenso como lo estaban los discípulos en medio de la tormenta. 2. Creer que Jesús es capaz de hacer lo que tú no puedes hacer. Tú no puedes salvarte a ti mismo, pero él puede salvarte. No puedes satisfacer a Dios por medio de su propio carácter, pero Jesús ya lo ha satisfecho y Dios está dispuesto a poner su carácter a su cuenta. Jesús murió por ti para quitar tu pecado. Él resucitó para que sepas que Dios está satisfecho con lo que Jesús ha hecho por ti para siempre. 3. Comprometerte con él. La Biblia habla de esto de diferentes maneras, en cada caso está claro que se trata de un acto de nuestra voluntad. Debemos creer en Jesús, ponernos en sus manos. Recibirlo, invitarlo a nuestras vidas. Al hacerlo aprendemos que él vino para hacerse cargo de tu vida. ¿Por qué no te entregas a él hoy? Di: Señor Jesucristo, me entrego a ti en cuerpo, alma y espíritu. Quiero que tomes las riendas de mi vida». Es una sabia elección, porque él es capaz de guardar y bendecir a todos los que ponen su confianza en él. La presencia de Cristo es toda la seguridad que necesitarás en tu camino en esta tierra.
Si hemos recibido a Cristo Jesús, el Señor, aunque la noche sea oscura y el viento fuerte, aun así, podemos consolarnos que estaremos en la orilla antes que pase mucho tiempo. Los discípulos aprendieron que Jesús conocía sus circunstancias, así como las nuestras. También se dieron cuenta de que el Señor no se quedó mirando, sino que les ayudó en el tiempo de presión, como hace con nosotros. Jesús llevó a los discípulos a donde tenían que ir. A nosotros también nos lleva a donde nos ha llamado.
Hoy problemas aterradores que desafían cualquier solución humana, la ruptura de nuestras relaciones humanas primarias, la violencia y la ira convirtiéndose cada vez más en el desorden del día, mientras que una sensación de desesperanza y desesperación parecen paralizar el espíritu humano. Todo parece estar fuera de control. Es una noche oscura y tormentosa en el mar. Y no parece haber nadie en el barco que pueda salvarnos. Jesús les está da a estos hombres la poderosa seguridad de Su presencia. Así que es debido a quién es, que Jesús puede dar a estos hombres la paz que vence su miedo. La garantía incondicional de la presencia de Jesús hasta el final debe haber provocado la confesión de Simón Pedro más tarde: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (6:68). Confesemos nosotros hoy con confianza esas mismas palabras.
Oremos.
23 de junio del 2024, Acatic, Jalisco, México.
Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros
Ibrahim Mauricio Mateo Cruz