Ayuda segura en tiempos de angustia.

 Juan 6.16-21.

Es una de las historias que Juan nunca olvidó. Cada vez volvía a sentir la noche, la luz de la luna, el áspero remo, el aleteo de la vela, el viento, el agua agitada, la aparición inesperada de Jesús, su voz a través de las olas y el crujido de la barca al llegar a la rivera de Galilea. El día había transcurrido, llego la segunda noche, el tiempo entre crepúsculo y la oscuridad. Jesús envió sus discípulos adelante (Marcos 6:45), mientras persuadía a las multitudes se fueran a casa. Cristo no quería que se contagiaran con las emociones de la multitud. La prueba que les esperaba marchaba de acuerdo con el conocimiento, voluntad y plan de Dios. Era Pascua, tiempo de luna llena (Juan 6:4). Arriba en la ladera de la colina, Jesús había orado y comulgado con Dios; Y abajo en el lago, vio la barca y a los pescadores que se afanaban a los remos, enfrentando el mal tiempo. Remar una milla es un desafío, pero remar más de tres o tres millas y media, en una tormenta tenía que ser exasperante.

Esta narración nos enseña el dominio del mar por el hecho que Jesús caminó sobre el agua, que era signo de la soberanía y omnipotencia de Dios (Éxodo 15:6-8), se revelo como quien tiene suprema autoridad sobre todo el universo. Las palabras de Jesús son significativas, les dice no tengan miedo, Yo soy (ego eimi) es una afirmación de deidad basada en el Nombre Divino de Dios (Éxodo 3:14, Juan 8:58). Pedro anda sobre el mar (aunque este suceso no se narra en el cuarto Evangelio); Se revela como Señor de la tempestad, pues al entrar en la barca, la tormenta cesa (omitido en Juan); y muestra su dominio sobre las distancias, ya que al entrar en la barca esta se encuentra inmediatamente en la orilla.

El relato ilustra la respuesta que los verdaderos discípulos tienen hacia Cristo, a diferencia de los que abandonan la comunión de los creyentes (1 Juan 2:19), que manifiestan un corazón malo e incrédulo al renunciar al Dios vivo (Hebreos 3:12), que continúan pecando voluntariamente después de recibir el conocimiento de la verdad (Hebreos 10:26) y se apartan de la verdad para destrucción eterna (v. 39). Ser discípulo significa amarle por encima de todo, incluso la propia familia (Mateo 10:34-37; 19:29), amarlo más que a la vida. Solo el verdadero discípulo está dispuesto a someterse al señorío de Cristo en todo, incluso si significa persecución y ejecución. En Lucas 9:23-24 la cruz significaba muerte. Ningún precio es demasiado alto para el regalo de la vida eterna. No todos los discípulos son verdaderos creyentes (v. 66), sino que todos los creyentes son discípulos seguidores devotos de Jesucristo. La Biblia deja claro que todos los cristianos son verdaderos discípulos, y todo cristiano verdadero busca la santificación (1 Corintios 1:30; Efesios 2:10; Santiago 2:14-26; 1 Corintios 6:11).

1. Las tormentas de la vida (16-18). Los discípulos sin Jesús. Probablemente no entendieron por qué Jesús los despidió, le obedecieron y partieron hacia Cafarnaúm. Una tormenta se levantó, soplaba un fuerte viento, era la cuarta vigilia de la noche (Marcos 6:48), entre las tres y las seis de la mañana. Los discípulos habían partido en algún momento entre las 6:00 y las 9:00 p.m. (Juan 6:16). El viento desvió la barca empujándola a gran distancia de tierra (Mateo 14:24) hacia medio del mar (Marcos 6:47). Los discípulos continuaron esforzándose en los remos (Marcos 6:48), tratando de llegar a la seguridad de la costa occidental (incluso si su bote hubiera estado equipado con una vela, les habría servido de poco a los discípulos, ya que se dirigían contra el viento, Mateo 14:24). Sólo habían avanzado unas tres o cuatro millas.

Mientras Jesús estaba solo en la montaña orando (6:15; Mateo 14:23; Marcos 6:46), pero no se había olvidado de los discípulos. En su infinita sabiduría, planeó ayudarlos de acuerdo con su tiempo perfecto. La soberanía divina, la omnipotencia y la omnisciencia nunca tienen prisa. De repente vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca, caminaba sin esfuerzo. Jesús se movía tan rápidamente que a los discípulos les pareció que iba a pasar junto a ellos (Marcos 6:48). No reconocieron la misteriosa figura que venía caminando hacia su bote. Muchos (tal vez hasta siete) de los discípulos eran pescadores de oficio, y estaban acostumbrados a estar en el lago por la noche y con mal tiempo (21:3; Lucas 5:5), pero no estaban acostumbrados a ver figuras humanas caminando sobre el agua. Estaban asustados y gritaron aterrorizados (Mateo 14:26; Marcos 6:49), pensaron era un fantasma, pero no se dice que estuvieran asustados por la tormenta. Al final Jesús se acercó a ellos. Al suspender la ley de la gravedad, dio a sus discípulos una prueba dramática y visible de que Él es el Creador y controlador del universo físico (1:3; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2). Los discípulos podrían haberse llevado los fragmentos que recogieron de la alimentación milagrosa con ellos. La mayoría de nosotros olvidamos rápidamente en la oscuridad lo que parecía tan claro en la luz. Como los discípulos aprendieron continuamente, dependemos de la evidencia tangible más de lo que deberíamos. Nuestros sentidos, aunque dones valiosos, tienen limitaciones. Tan pronto como Jesús dejó a sus discípulos, ellos olvidaron los asombrosos poderes que había mostrado. Antes de reprender su falta de fe, examinemos la nuestra. ¿Cuánto de nuestra vida espiritual es una serie de experiencias cumbre de la cercanía de Dios seguidas de declives? Cuando no podemos sentir la presencia de Dios, ¿asumimos que Él no está allí y que no puede ayudarnos? Es perfecto en la fe el hombre que puede acercarse a Dios y decir: Tú eres mi refugio.

a) Jesús siempre nos observa (v.16-17). Esta historia se describe con viveza, la tormenta los sorprendió cruzando el lago hacia Cafarnaúm. No se indica por qué quieren ir allí. Cuando Cristo se presentó, estaban en el mayor peligro. Juan se dio cuenta que la mirada amorosa de Jesús estaba sobre ellos. Jesús observa, no nos pone las cosas fáciles, nos permite pelear nuestras propias batallas. Como un padre que ve a su hijo hacer un esfuerzo, está orgulloso de nosotros con nuestro avance. La vida se vive con el ojo amoroso de Jesús sobre nosotros. El enfoque de la narración no está en el dilema de los discípulos, sino en la capacidad de Jesús para llegar a ellos. El cruce milagroso tiene la intención de beneficiar a sus discípulos confirmando nuevamente su fe (13:30). Separados de Jesús, estaban expuestos a peligros inminentes que no tardaron en manifestarse. El ser humano siempre se encuentra con noches en su vida. El mar nos habla del mundo, de la vida diaria, y allí descendieron los discípulos. Nos gusta vivir en un mundo de espiritualidad, alejados de tentaciones y los problemas de la vida diaria, pero es imposible. Estamos en el mundo y hemos de descender a la vida cotidiana, los combates de cada día, a la realidad. Tengamos confianza Cristo nos dice que tengamos confianza, ya que ha vencido al mundo.

b. La barca nos ilustra la vida (v.18). El Mar de Galilea sufre a veces el embate de repentinas y violentas tempestades. Esto nos hace pensar en las tormentas de la vida, tormentas que asustan y llenan de zozobra, tormentas de problemas y vientos de oposición (Salmos 61:2-3; Jeremías 16:19). Los discípulos pasaron por ese trance. A menudo nos enfrentamos a tormentas espirituales y emocionales y nos sentimos sacudidos como un pequeño bote en un gran lago. A pesar de las circunstancias, si confiamos nuestras vidas a Cristo para que las proteja, Él nos dará paz en cualquier tormenta. Nuestra barca es nuestro ser, nuestra persona. Sin Cristo en la barca de la vida hay terribles peligros, oscuridad, temor y soledad. Muchas veces, los hijos de Dios se hallan, no solo en apuro, sino también en oscuridad al no saber que camino tomar ni como soportar la aflicción que les sobreviene. Cuando el Señor esconde su rostro y parece está ausente, es la noche oscura del espíritu, es la hora de la gran prueba para los que de veras aman al Señor, no por las dulzuras que su comunión comporta, sino por lo que Él es. Para los discípulos, la ausencia del Señor era su mayor preocupación. En tiempo de tranquilidad espiritual, hemos de prepararnos para la tormenta; la presencia y la presión del enemigo nos recuerda que somos peregrinos y que hemos de estar prestos al combate con las huestes de maldad (Efesios 6:10) y recordar que el relevo vendrá cuando hayamos acabado la defensa (Job 14:14). No pensemos que, por ser hijos del día y de la luz (1 Tesalonicenses 5:5), estamos libres de las tinieblas y de la noche. Lo que importa que las tinieblas estén en derredor nuestro, y no dentro de nosotros (1 Juan 1:5 y ss.).

2. La lucha frustrante (v.19). Jesús vino hasta ellos. El lago en su parte más ancha es de cuarenta estadios, o seis millas (unos diez kilómetros), estaban en medio del lago (Marcos 6:47). Jesús bajó de la ladera de la colina para permitir que los discípulos hicieran el último tirón que llegaría a un lugar seguro. El Señor se acercaba sobre el mar y por encima de la tormenta a fin de ayudar a sus colaboradores que peligraban en la tempestad. Tuvieron miedo, porque no eran plenamente conscientes de quien era esta Persona maravillosa. Se acerco a la barca para infundirles ánimo y prestarles auxilio (Salmos 107:23-32). Serían las 3 de la madrugada, o más tarde (Mateo 14:25: la cuarta vigilia de la noche; es decir, entre 3 y 6 de la madrugada). La violencia del viento los había desviado de su ruta, todavía les quedaba mucho trecho para llegar a su destino. El poder de Cristo se sobrepone al efecto de las leyes de la naturaleza.

a) Jesús nos procura ayuda (v.19ª). Él observa, viene y ayuda. Mirando hacia el este (mientras que su barca se dirigía al oeste), aquellos remeros vieron en la espesa oscuridad la silueta de una figura que andaba sobre las embravecidas olas. Ni los vientos ni las olas parecían preocuparle mucho a esta forma humana. Andaba, pues, en medio de la tempestad, y lo hacía tan rápido que gradualmente se fue acercando a la barca, hasta que pareció que iba a pasar por su lado. Muy asustados los fatigados discípulos gritaron: «¡Un fantasma, un fantasma!» (Marcos 6:48, 49). El temor de los discípulos es relacionado con la visión que contemplaron. Es un temor apropiado para ver lo divino o sobrenatural (Mateo 14,26; Lucas 1:12; 2:9). ¿Quién no tendría temor y no llegaría a esa conclusión en tales situaciones? Siempre podríamos estar haciendo cosas con Jesús y nunca necesitamos prescindir de él.

b. Jesús disipa el miedo (19b). Muchos atraviesan por tormentas, buscan consejo y consuelo de mil personas, y sin embargo por miedo a lo desconocido se resisten a acercarse a Dios, el único que ofrece solución eficaz (1 Samuel 2:2). Es virtualmente imposible no sentirse asaltado por la consternación y el temor, cuando se presenta ante nuestros ojos una aparición; porque concluimos que es alguna patraña de Satanás, o algún mal presagio lo que Dios nos envía. Si se presenta una demostración de su divinidad, caemos en nuestra imaginación, y cada persona se forma una imagen para sí mismo en lugar de la persona de Cristo, esto es seguido por un temblor y un confuso terror del corazón. Pero cuando comienza a hablar, entonces obtenemos de su voz un conocimiento claro y sólido, y el gozo y la paz deliciosa aparecen en nuestra vida.

Se ha dicho que el noventa por ciento de nuestros temores son fruto de nuestra imaginación, sin motivo real. La causa de este miedo era que, al principio, los hombres no entendieron que era Jesús. No esperaban que Jesús se apareciese y no estaban preparados para recibir su ayuda. La fe es la actitud que nos hace esperar que Dios actúe. Cuando actuamos de acuerdo con esta expectativa, podemos vencer los temores. Cuando el ser humano se encuentra ante una tormenta y procura remar su barca sin la ayuda de Dios, le resulta penoso, y se siente frustrado y vencido. Cualquiera puede decir no teman. La valía se encuentra en el «Yo soy» expresado por Cristo Jesús; es lo mismo que decir «el YO SOY está aquí» o «YO, Yahvé, estoy aquí«. Al decir Yo soy, Jesús estaba afirmando su deidad. Este milagro fortaleció grandemente la fe de los discípulos (6:66ss.). Al reconocer a Jesús, los discípulos estaban dispuestos y contentos de recibirlo en la barca. En el momento en que Jesús puso su pie en la barca, le comunicó como acaba de hacerlo con Pedro, la fuerza victoriosa sobre la gravedad y el espacio, llegando inmediatamente a su destino. El caminar sobre el agua constituye una manifestación privada de la gloria mesiánica de Jesús a su círculo íntimo (similar a la transfiguración).

3) El Salvador ideal (v. 20-21). El Señor habla palabras de paz. Audaz e impetuoso como siempre, Pedro no podía esperar a que el Señor subiera a la barca. Estaba tan ansioso por estar cerca de Jesús que saltó por la borda para llegar a Él antes (Mateo 14:28-31). La historia incluye varios milagros: Jesús caminó sobre el agua, también lo hizo Pedro (al menos por unos momentos). Jesús junto con un Pedro empapado y completamente castigado subió a la barca y el viento se detuvo inmediatamente (Mateo 14:32; Marcos 6:51), e inmediatamente la barca llego a la tierra a la que se dirigían (Marcos 4,41, Mateo 14:33). Los discípulos entonces respondieron con adoración y alabanza.

a) La fe confía en que Dios actúe (v.20). Cuando ejercemos de acuerdo con esta expectativa, podemos superar nuestros miedos. Leemos que Jesús caminó sobre el agua y, sin embargo, a menudo nos maravillamos de que sea capaz de obrar en nuestras vidas. No solo debemos creer que estos milagros realmente ocurrieron; debemos trasladar la fe a nuestras propias situaciones diarias. A pesar de las circunstancias espeluznantes, si confiamos nuestras vidas a Cristo para su custodia, Él nos dará paz en cualquier tormenta. Los requisitos para recibir ayuda en su angustia eran bastante simples: reconocer su propia necesidad y llevar a Jesús a la barca. Eso no ha cambiado mucho en nuestros días. El asentimiento intelectual debe ir acompañado de la apropiación espiritual y el compromiso personal para obtener la vida eterna o, como en este caso, para obtener seguridad física. El interviene en los momentos de angustia, y nos conduce a puerto seguro.

El Mesías tiene la capacidad y la voluntad de cuidar a los suyos, pronuncio unas maravillosas palabras de consolación: Yo soy Jesús a quien tú amas (Hechos 9:5). Aprendemos que es solo en la presencia de Cristo que tenemos abundantes motivos de confianza, para estar tranquilos. Los creyentes se animan como si hubieran resucitado de la muerte a la vida, miran con calma al cielo despejado, habitan sosegadamente la tierra, y victoriosos sobre la calamidad, como escudo contra los peligros. No sólo consuela y anima con su palabra, sino también elimina la causa del terror apaciguando la tempestad.

b) La fe confía que Jesús nos lleve a puerto seguro (v.21). Él está con sus discípulos, aunque no lo reconozcan ni lo vean. En la presencia de Jesús, el viaje más largo es más corto y la batalla más dura más fácil (Salmo 107:30). El miedo se convierte en alegría. La inmanencia de Dios significa simplemente que Dios está aquí. Él está aquí, dondequiera que tú o yo estemos (Salmo 139:7-10, 1 Reyes 8:27). Dios no está lejos de nadie, ve lo que hacemos y sabe todo sobre nosotros (Mateo 10:29-31). Él dijo: yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). ¿En verdad nos damos cuenta de que él está con nosotros? Jesús nos observa, Él nos vigila para ayudar en todo momento, particularmente cuando la vida se vuelve demasiado pesada para nosotros y cuando la victoria espiritual parece estar más allá de nuestro alcance. Desastrosamente, a menudo prescindimos de él, porque no esperamos su ayuda ni escuchamos su voz. Jesús también es capaz de llevarte a dónde vas, es capaz de llevarte al lugar al que te ha llamado o al que has sido enviado. Esto es cierto en la vida. Si Él te ha llamado a ser misionero, Él se encargará de que llegues a pesar de las dificultades. A una vida de testimonio te dará fuerza para dar tu testimonio. Él te ayudará en la tienda, en el hogar, en la iglesia o donde sea que estés. Te acompañará a salvo a través de esta vida hasta tu hogar final en el cielo (Salmo 37:5).

Conclusión.

En este pasaje está sucediendo algo único. Tenemos aquí milagros de la naturaleza que nos revelan la identidad de Jesús: Él es Dios presente en medio de nosotros, salvando a su pueblo. Las imágenes poéticas de estos pasajes se recrean a un nivel histórico en el evento que Juan está describiendo. La imagen de caminar sobre la mar mencionada en Job ahora ocurre realmente. Cuando Jesús lleva a sus discípulos a salvo a través del mar, repite el patrón de Dios guiando a su pueblo a través del Mar Rojo de la mano de Moisés y Aarón (Éxodo 13:17-15:21; Salmos 77, 16-20). Juan continúa dando testimonio de la identidad de Jesús y de su actividad llena de gracia. Es capaz de proveer incluso cuando nuestros recursos son muy pequeños. Puede proteger y guiar en medio de la gran adversidad, cuando no tenemos control sobre las fuerzas del caos. El reino físico revela su identidad y su cuidado amoroso. Estas historias también nos preparan para la enseñanza sobre el pan de vida, cuando dice a sus futuros seguidores que deben comer su carne y beber su sangre. Los milagros en este capítulo han presentado un desafío a una visión secular del reino físico. Así como Jesús es muy superior a Moisés, también la salvación que trae es mucho más que la provisión de alimento físico y la protección contra el peligro físico.

Para llegar a ser cristiano hay dos cosas que debes creer y una cosa que debes hacer. 1. Creer en la autoridad de la Palabra de Dios que no puedes ayudarte espiritualmente. Eres un pecador y estás tan indefenso como lo estaban los discípulos en medio de la tormenta. 2. Creer que Jesús es capaz de hacer lo que tú no puedes hacer. Tú no puedes salvarte a ti mismo, pero él puede salvarte. No puedes satisfacer a Dios por medio de su propio carácter, pero Jesús ya lo ha satisfecho y Dios está dispuesto a poner su carácter a su cuenta. Jesús murió por ti para quitar tu pecado. Él resucitó para que sepas que Dios está satisfecho con lo que Jesús ha hecho por ti para siempre. 3. Comprometerte con él. La Biblia habla de esto de diferentes maneras, en cada caso está claro que se trata de un acto de nuestra voluntad. Debemos creer en Jesús, ponernos en sus manos. Recibirlo, invitarlo a nuestras vidas. Al hacerlo aprendemos que él vino para hacerse cargo de tu vida. ¿Por qué no te entregas a él hoy? Di: Señor Jesucristo, me entrego a ti en cuerpo, alma y espíritu. Quiero que tomes las riendas de mi vida». Es una sabia elección, porque él es capaz de guardar y bendecir a todos los que ponen su confianza en él. La presencia de Cristo es toda la seguridad que necesitarás en tu camino en esta tierra.

Si hemos recibido a Cristo Jesús, el Señor, aunque la noche sea oscura y el viento fuerte, aun así, podemos consolarnos que estaremos en la orilla antes que pase mucho tiempo. Los discípulos aprendieron que Jesús conocía sus circunstancias, así como las nuestras. También se dieron cuenta de que el Señor no se quedó mirando, sino que les ayudó en el tiempo de presión, como hace con nosotros. Jesús llevó a los discípulos a donde tenían que ir. A nosotros también nos lleva a donde nos ha llamado.

Hoy problemas aterradores que desafían cualquier solución humana, la ruptura de nuestras relaciones humanas primarias, la violencia y la ira convirtiéndose cada vez más en el desorden del día, mientras que una sensación de desesperanza y desesperación parecen paralizar el espíritu humano. Todo parece estar fuera de control. Es una noche oscura y tormentosa en el mar. Y no parece haber nadie en el barco que pueda salvarnos. Jesús les está da a estos hombres la poderosa seguridad de Su presencia. Así que es debido a quién es, que Jesús puede dar a estos hombres la paz que vence su miedo. La garantía incondicional de la presencia de Jesús hasta el final debe haber provocado la confesión de Simón Pedro más tarde: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (6:68). Confesemos nosotros hoy con confianza esas mismas palabras.                                                 

Oremos.

23 de junio del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Cristo ofrece un alimento asombroso.

Juan 6.1-15.

Juan 6 nos revela a Jesús haciendo maravillas y expresando enseñanzas que provocaban conflicto. La verdad siempre produce ese efecto. Cristo se presenta a sí mismo como el Pan de Vida (Salmo 19:1-4; Juan 1:3-4). Este milagro fue un punto de inflexión en el ministerio de Jesús (es el único registrado en los cuatro Evangelios además de la resurrección de Jesús): 1. Había un valor probatorio en este milagro que superaba al de todos los demás, realizado al aire libre ante una multitud. 2. La naturaleza del milagro de creación de alimento en un llamado a la existencia de lo que antes no existía. 3. La importancia del milagro es que hablaba directamente de la persona de Cristo. 4. Tiene una aplicación universal; Mateo prefigura a Cristo, en un día venidero alimentando a los pobres de Israel (Salmos 132:15). Marcos nos enseña el deber principal de los siervos de Dios de partir el Pan de Vida a los hambrientos. Lucas anuncia la suficiencia de Cristo para satisfacer las necesidades de todos los hombres. Juan nos dice que Cristo es el alimento del pueblo de Dios. Se ve una conexión entre Pascua (6:4) y Jesús porque la Pascua simboliza la provisión de Dios para la vida y la salvación (1 Corintios 5:7).

La alimentación milagrosa fue un acto de compasión en nombre de las personas que habrían pasado hambre, demostró su poder creativo de manera clara e impresionante. Es la cuarta señal que Juan registró para probar que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios (2:11; 4:54; 5:1-17). A pesar de la sencillez y la excesiva brevedad de la narración, es evidente que este incidente fue un ejemplo señalado del poder todopoderoso de Cristo. El efecto inmediato del milagro fue que hizo popular al Señor Jesús de la manera equivocada, hizo que se exacerbaran las expectativas mesiánicas de la gente. Muchos querían hacerlo rey (Juan 6:15) porque veían que Él podía resolver sus problemas económicos, no porque lo aceptaran como Salvador y Señor. El resultado final fue que muchos de sus seguidores lo abandonaron (v. 66).

Jesús dio gracias antes de distribuir la comida (11), todos quedaron satisfechos (12), se trató de verdadera comida y no acto simbólico. Es una prueba de la desbordante provisión de Dios ¿Era capaz Jesús de alimentar a una multitud? ¿Podía proveer para las necesidades físicas de tantos? En Cana había transformado el agua en vino; aquí pan por más pan. Cristo no sólo era benevolente, dispuesto a hacer el bien, sino beneficioso siempre haciendo el bien. Aquel jovencito entrego todo lo que tenía, así nosotros debemos entregar todo lo que tenemos hoy, por pequeño e insignificante que sea al Salvador para que Él pueda multiplicarlo para Su propia gloria.

1. La atracción en su carácter (v.1-4). El escenario es el Mar de Galilea (Números 34:11; Josué 13:27) o Lago de Genesaret (Lucas 5:1). En las laderas al este del lago más remota y menos poblada que el oeste. Las multitudes quedaban impresionadas por las señales que realizaba y estaban dispuestas a seguirlo incluso a zonas remotas. La difusión de su fama explica la multitud que se había reunido. La multitud pudo haber consistido en parte por peregrinos a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. La multitud no estaba motivada por la fe, el arrepentimiento o el amor genuino por Él. Buscaban los beneficios de Su poder en sus vidas físicas, pero no en sus vidas espirituales. Todos sus milagros fueron obras de amor. Y esto, en su carácter es el gran imán moral que un día atraerá a todos los hombres hacia él (Job 29.8-25).

a. Lugar y tiempo en que fue llevado a cabo este milagro (v. 1, 2). Cristo fue seguido a Galilea por una gran multitud. Los discípulos han vuelto de la gira por Galilea e informan a Jesús, y necesitaban descansar y estar a solas con Jesús, para ello cruzaron el lago. Al llegar Jesús subió a una montaña (el Mar de Galilea está rodeado de colinas) y se sentó con sus discípulos, para un tiempo de enseñanza. Entonces alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él. La gente estaba anhelante por oír de nuevo a Jesús (Lucas 9:11) y recibir los beneficios de sus poderes de curación. Se convencieron de que era un gran profeta y que había sido enviado por Dios. El propósito de Juan es el de presentar la majestad de Cristo (20:30, 31), el tierno amor del Salvador resalta nítidamente contra el trasfondo de la ingratitud humana. Los judíos esperaban un Mesías que realizaría grandes hazañas, y en Jesús veían cosas asombrosas que hacían que sus corazones se aceleraran mientras viajaban a Jerusalén.

b. El contexto del milagro (v.3-4). La expresión fiesta de los judíos podría también significar que Dios ya no la reconocía como una de Sus propias fiestas porque la nación judía la celebraba como un mero ritual, sin ningún interés de corazón. Había perdido su verdadero sentido y ya no era una fiesta de Jehová, era solo una condición vacía del judaísmo. La Pascua recuerda la noche en que los hijos de Israel se dieron un festín con el cordero; aquí vemos hambre. Su estado físico era el signo externo de lo vacío de su alma. Jesús trataba de alejarse para estar a solas con sus discípulos.

2. La razón y las reacciones (v.5-13). Las pruebas de parte de Dios vienen para refinar la fe de su gente, no para inducirla a pecar. Cristo sabia la importancia que la señal tendría para sus discípulos. Quería hacer crecer la fe de sus seguidores para que realizaran la gran responsabilidad que les quedaría. La multitud tuvo una reacción contraria al plan de Cristo. La gente no entendió que, aunque en efecto iba a ser un gran rey, antes tenía que ser un gran sacerdote, y ofrecerse a sí mismo en sacrificio por el pecado. Lo que aquí se ve es el rechazo del verdadero Mesías por el concepto equivocado de uno que respondía a sus anhelos políticos. Esta es una actitud de incredulidad (Marcos 6:45).

a. Su tierna compasión (v. 5-7). La compasión significa sufrir con, junto con. Jesús decide dar de comer a la gente. El Señor conocía el motivo superficial de la multitud para seguirlo (v. 26), pero Su abundante misericordia suplió sus necesidades. Al pedir una solución humana (sabiendo que no la había), Jesús destacó el acto poderoso y milagroso que estaba a punto de realizar. Jesucristo utiliza la situación para fortalecer la fe de Felipe, de los demás discípulos y de la multitud (Santiago 1:2-4, 1 Pedro 1:6-7).La respuesta de Andrés mostró que él, al igual que Felipe y el resto de los Doce, no pasó la prueba de la fe. Nadie respondió afirmando el poder de Jesús para proveer. A pesar de las promesas divinas no aprendemos las lecciones hasta que pasamos por crisis.

Dios prueba a las personas para refinar su fe, nunca para incitarlas al mal (Genesis 22:1-18; Santiago 1:2, 13-15; 1 Pedro 1:7). Felipe respondió se necesitarían más de 200 denarios, equivalente a ocho meses de trabajo de un jornalero. Él estaba mirando las cosas que se ven, el tamaño de la multitud, y tal mirada es una barrera en el camino de la fe. El discípulo sabio siempre mantiene la puerta abierta para que Dios obre. Esta incredulidad en los discípulos se registra para nuestro aprendizaje, humildad y vigilancia. La renuencia escéptica de los discípulos contrasta con la disposición del joven a compartir lo que tenía: cinco panes pequeños de cebada y dos peces pequeños (los panes de cebada y el pescado eran alimento para los pobres).

b. Trasciende las necesidades de los hombres (v. 8-9). Cristo siempre da más de lo que se necesita. Los fragmentos que quedan son mayores que el stock que se ha utilizado. Sus recursos son inagotables, sus bendiciones cuanto más se usan, más parecen multiplicarse y crecer. Esto nos enseña a tener fe en la providencia del Señor y socorrer a los necesitados (1 Reyes 17:8-16). Las palabras del verso 9 señalan la necesidad de compartir cuanto tengamos. Es una actitud que redunda en bendición y beneficios, tanto para nosotros mismos como también para los de nuestro alrededor (Lucas 10:27b). Al Señor le agrada usar a niños, a pobres y a débiles. ¿Han sido ya probados nuestro carácter y fe?

c. El milagro incontestable (v.10-11). Jesús les dijo a sus apóstoles que prepararan a los hombres/personas para una comida. Su fe pudo haber fallado, pero su obediencia no, y a pesar de sus dudas siguieron las instrucciones del Señor. Si la fe es débil, la obediencia es la mejor manera de fortalecerla. Todas las bendiciones llegan a nosotros por medio del conducto de la obediencia. La obediencia y la bendición están inseparablemente conectadas en la Palabra de Dios. La alimentación de los cinco mil tuvo lugar en la primavera (la Pascua fue en marzo o abril). La muchedumbre fue testigo de la obra del Dios Creador (1 Corintios 1:27). El Señor no hace nada a medias. Los apóstoles recibían el pan de manos de su Maestro, y luego lo «distribuían» a la multitud. ¿Se multiplicó el pan en las mismas manos del Salvador? ¿En qué momento ocurrió el milagro exactamente? El punto teológico de Juan es que no hay escasez cuando Jesús está proveyendo (Éxodo 16:12, 18). Este acto milagroso no fue suficiente para los incrédulos y muchos no quisieron creer (Salmos 37:25). Este milagro nos recuerda el milagro que se produce cuando compartimos la Palabra de Dios, ya sea predicando, enseñando o de uno en uno. Dios imparte poder a su Palabra, y el Espíritu Santo multiplica, bendice, da vida y alimenta al oyente. El Señor hace milagros hoy, interviniendo con su poder sobrenatural.

d. Cristo no permite alentar el despilfarro (v.12, 13). No recogen migajas o trocitos en el suelo, sino trozos partidos por Jesús (Marcos 6:41) y no consumidos (Proverbios 25:16). Los judíos tenían la costumbre de dejar algo a aquellos que servían. A los discípulos les quedaba más que al principio, recibieron una amplia provisión para su propio uso. La recolección que hicieron los discípulos fue parte de su entrenamiento, para mostrarles que Jesús es más que suficiente para llenar las necesidades físicas (Marcos 8:17-21). Los discípulos también padecían de ceguera espiritual (Marcos 6:52). Toda plenitud habita en Cristo, y esa plenitud es inagotable. Si damos el primer paso para ponernos a disposición de Dios, él nos mostrará cuán mucho podemos ser usados para hacer avanzar la obra de su reino. La mayoría de nosotros queremos ver una gran obra de Dios, pero ¿podemos dar el primer paso de sacrificio? Nunca nos empobrecen, sino que siempre nos enriquecemos dando a los demás. Es el alma liberal la que robustece (Proverbios 11:25). Dios nunca permite que un dador generoso sea el frustrado, es la avaricia la que empobrece. El despilfarro es pecaminosidad, nos enseña a no malgastar ninguna cosa que Dios provea para nuestro sustento y cobijo (Lucas 15:13-14).

3. Un testimonio indiscutible de su mesianismo (v. 14-15). Confesión y transición. El pueblo reconoció la(s) señal(es), y concluyeron que Jesús era el Profeta que ha de venir al mundo. Esta declaración tiene todas las características de una confesión de que Jesús era el esperado (el que vendría) que iba a ser como el profeta Moisés (Deuteronimio18:15). La gente saco conclusiones equivocadas en cuanto a lo que significaba esa identificación. No hay duda de que la provisión milagrosa de alimentos de Jesús le recordó a la multitud a Moisés y el maná que Dios proveyó para Israel en el desierto.

a. Necesidad de un líder (v. 14). Querían un libertador terrenal, que satisficiera todas sus necesidades físicas, y los liberara del odiado yugo de la opresión romana. Tenían la intención de hacerlo rey. Con Él como su proveedor, nunca les faltaría comida y tendrían el potencial de ser sanados de toda enfermedad. Podían marchar a Jerusalén, derrocar a los romanos y establecer el estado de bienestar social definitivo. Moisés había alimentado a la gente y los había sacado de la esclavitud. Jesús había alimentado a la gente y podría liberar al pueblo de la odiada dominación romana. La gente vio su señal, pero no percibió su significado. Muchos reconocen en Cristo a un gran profeta pero no están dispuestos a reconocerle como el Salvador necesario y suficiente (Hechos. 4:12), ni a poner por obra sus enseñanzas. Pero la fe de ellos no era genuina. No estaban dispuestos a admitir que Jesús fuese el Hijo de Dios ni a confesar sus pecados y aceptarlo a Él como Salvador. Jesús se negó a ser nombrado rey por la fuerza en sus términos egoístas. Por lo tanto envió a los discípulos en una barca (Mateo 14:22; Marcos 6:45), dispersó a la multitud (Mateo 14:23; Marcos 6:45-46), y se retiró de nuevo a la montaña solo.

b. La misión de Jesucristo y del cristiano (v. 15). Jesús no consiente caprichos ni fantasías. El pueblo tenía en mente un reino físico y un rey físico (asociando «Hijo del Hombre» con la figura escatológica de Daniel 7:13, 14), pero Jesús tenía en mente un rey y un reino puramente espirituales. Esto marca el momento de mayor popularidad de Jesús así como de mayor tentación para él. ¿Sería posible que obtuviera el reino sin la cruz? No. El Padre era el que le daría el reino a Jesús (Salmos 2:7-12; Daniel 7:13-14), este no procedería de este mundo (Juan 18:36); el camino que marcaba la voluntad del Padre estaba en dirección opuesta. Antes de que pudiera ser el león de Juda reinante, debía ser el Cordero que quita el pecado del mundo (1:29). Jesús ama misericordiosamente a los creyentes y les concede un rico legado de gozo (Juan 15:11), paz (Juan 14:27) y consuelo (2 Corintios 1:3-7). Él llama a los pecadores a llorar por su pecado (Mateo 5:4), arrepentirse (Mateo 4:17) y reconocerlo como el Señor soberano (Romanos 10:9; Filipenses 2:9-11), a quien deben obediencia completa (Juan 14:15, 21; 1 Juan 5:3). Él continúa alejándose de aquellos que lo buscan para sus propios fines, tal como lo hizo de la multitud que buscaba hacerlo rey en sus términos. Mas adelante Él aleja a otros con las duras demandas del evangelio (v. 66). La controversia de si Jesús es o no el Profeta/Mesías llega a un punto crítico de nuevo en 7:40-52.

Jesús sabía que la oportunidad inmediata no era nada comparada con lo que Dios había planeado (Daniel 7:13-14). Él no necesitaba ser hecho «rey», porque Él nació como tal (Mateo 2:2); No iba a ascender al trono hasta que hubiese ascendido primero al altar del sacrificio. Había de sufrir, derramar Su sangre y morir, antes de ser exaltado. Jesús despidió también a las multitudes y subió solo al monte. Allí estuvo solo en todos los sentidos, porque nadie excepto el Padre lo comprendía en esta etapa, ni siquiera sus discípulos. Subió a orar (Marcos 6:46 = Mateo 14:23). Su retiro a la soledad nos ha dejado un ejemplo, porque necesitamos la soledad así como la sociedad, para entrenar nuestra naturaleza en la bondad de Cristo. La soledad es el mejor escenario para la autocomunión, la comunión con el Eterno y la formación de resoluciones sagradas.

Cuando una persona acepta a Cristo tiene un efecto positivo, se torna honesta en su manera de conducirse y su vida empieza a transformarse (Efesios 4:24). Adquiere un propósito en la vida, una vida justa y de amor por el bien de los demás, su familia y de él mismo (Colosenses 3:1-3). Tiene una nueva motivación, su vida se llena de amor (Colosenses 3:5-14). Adquiere un sentido de responsabilidad y trabaja con ahincó y entusiasmo (Proverbios 22:29; Eclesiastés 5:19). Se manifiesta en la unidad (Colosenses 2:2), ya que crece, se edifica y camina hacia la madurez espiritual y emocional (1 Corintios 1:10). Vive con libertad porque está libre de vicios, temores y egoísmo (Gálatas 5:1)

Conclusión.

Lo que Jesús hizo fue extraordinario en todo aspecto. El resultado total fue fe: la multitud llegó a la conclusión (Juan 6.14) de que Jesús debía ser el profeta prometido por Moisés (Deuteronomio 18.15). La duda y el rechazo iban a llegar muy pronto. Los detractores señalaron que la comida de Jesús fue impresionante, pero fue solamente una. Moisés había alimentado a Israel en el desierto por 40 años (Juan 6.30, 31). No entendieron el objetivo de la señal: Jesús no era simplemente un repartidor; era el mismo pan de vida (6.32-58).

Este hermoso incidente está cargado de gloriosas sugerencias, y palpita con el corazón compasivo de Cristo. El tema principal es el interés benévolo de Cristo en la humanidad. Aprendemos que su compasión se extiende a las necesidades físicas del hombre: En la provisión que ha hecho para ellos en la constitución de la naturaleza. Su compasión está conectada con una amplia capacidad de suplir, todo viene de la mano liberal de Cristo. Su compasión se ejerce en conexión con un espíritu devoto. Su compasión se ejerce siempre con fines morales. Cristo bendijo los cuerpos de los hombres para bendecir sus almas. Nosotros también deberíamos hacerlo. Mostró más favores de los que ellos podían apreciar a fin de prepararlos para recibir de sus manos la bendición superior de la vida eterna. Aceptemos el pan de vida, aceptemos el banquete que Dios nos da y obtendremos vida eterna.

Oremos.

9 de junio del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera Iglesia Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz