Los testigos de Jesucristo como el Hijo de Dios.

Juan 5.30-47.

Jesús convocó a testigos de su divinidad que proporcionaron un testimonio convincente de las afirmaciones de Jesús. Los que escucharon a Jesús fueron ejemplos de cómo un corazón duro puede anular incluso el argumento más poderoso. Habla aquí de como un individuo puede conocer a Dios. Es cuestión epistemológica de dos partes, la primera parte trata de los medios ¿Por qué medios podemos conocer a Dios? ¿Cuál es el canal por el cual Dios se revela? Jesús mismo es el canal por el cual podemos conocer a Dios y que esto es verdad porque él es Dios. La segunda parte se ocupa de la verificación ¿cómo podemos saber que se puede confiar en este medio de conocer a Dios? En el contexto del discurso de Cristo: ¿Por qué los oyentes de Cristo, y los judíos, han de creer tal testimonio? ¿Por qué deberían considerar a Jesús confiable?

En cuidado al procedimiento de la ley judía se requería dos o tres testigos para establecer cualquier hecho, Jesús cita testimonios independientes que refuerzan y corroboran el suyo. Los lideres judíos han determinado ponerse en contra de Cristo a pesar del testimonio que reciben de testigos, aun hasta de Dios Padre. Un tema singularmente trágico en las Escrituras es el amor no correspondido de Dios por el descarriado Israel. Su pueblo, a quien Él escogió por su gracia para Sí mismo (Deuteronomio 7:7-8), repetidamente demostró ser ingrato e infiel a Él. El catálogo de testigos no es múltiple sino único. Es Dios quien habla en nombre de Jesús en una variedad de formas. Jesús viene a dar testimonio de Dios (vv. 41-43). La certeza de sinceridad de Jesús es que está totalmente desprovisto de la búsqueda de la gloria humana (v. 41), su única preocupación es que Dios sea glorificado (v. 46).

1. Cristo testifico de sí mismo (v.30-31). Unidad con el Padre. Jesús apela al testimonio del Padre que se hace en su favor, el «otro testigo» es Dios el Padre. Dios el Padre no solo ha enviado a Dios el Hijo, ha suministrado testigos extras para que la gente sepa que ha hablado en Cristo y no tenga excusa para dejar de confiar en él (4:34; 8:29). Actuaba en perfecta obediencia a Su Padre y siempre en la más plena comunión y armonía con El. Sus opiniones o juicios no estaban influidos en Su propio favor. Carecía de prejuicios. El mismo daba testimonio de sí mismo, pero las autoridades judías no lo aceptarían. Ellos tomarían su dicho como una declaración arrogante de autoexaltación. Jesús se conformaba con someterse a la voluntad del Padre y dejar que él lo acreditara.

2. El Padre da testimonio de Cristo (v.32). En el derecho no se recibe el testimonio de un testigo acerca de su propia causa (ni en la jurisprudencia judía, ni en la griega, ni en la romana). De acuerdo con la ley judía, la verdad o validez tenía que ser establecida por dos o tres testigos (Deuteronomio 17:6; 19:15). El testimonio de Jesús no podía validar por sí solo sus afirmaciones, aunque fueran verdaderas. Los líderes judíos necesitaba el testimonio de otro, ofreció más testimonio como evidencia. A estos testigos los considerarían de absoluta confianza. Jesús pasa a dar no dos o tres, sino múltiples testimonios de Su deidad, prefiere renunciar a su derecho para convencer a sus enemigos con la autoridad de Dios. El testimonio del Padre es evidente, ya que el Padre, al enviar al Hijo al mundo, le puso el sello (6:27) que le acreditaba como Enviado suyo. El que no cree en Jesús, hace a Dios mentiroso (1 Juan 5:9-12)

3. El testimonio de Juan el Bautista (vv. 33-35). Juan fue el primer testigo que dio fe de que Jesús era Dios. Citó el testimonio de Juan el Bautista como profeta de Dios de la verdad concerniente a sí mismo. Lo hizo por el bien de sus oyentes, para que pudieran ser salvos a causa del fiel testimonio de Juan (1:35-37), su mensaje era el mensaje ardiente del corazón encendido, señaló el camino hacia el arrepentimiento y hacia Dios. El testimonio de Juan apoyó las afirmaciones de Jesús de ser el Mesías (Mateo 21:26; Lucas 20:6) La forma del testimonio de Juan es racional; es decir, no toma la forma de ningún milagro ni la de ninguna manifestación milagrosa. Los testimonios de Jesús son de tipo verbal, no solo de sentimientos o sueños. El Señor terminó su tributo a Juan con una reprimenda a los líderes judíos, señalando que estaban dispuestos a regocijarse solo por un tiempo en su luz. Como polillas a una lámpara, la gente acudió en masa emocionada para escuchar a Juan. Su emoción alcanzó su punto máximo cuando proclamó la inminente llegada del tan esperado Mesías (Marcos 1:7-8). Pero su severo llamado al arrepentimiento personal (Mateo 3:1-2), su punzante denuncia de la hipocresía de la nación (Mateo 3:7; Lucas 3:7), y su escandalosa práctica de bautizar a los judíos (los judíos bautizaban a los prosélitos gentiles, pero consideraban a sus compañeros judíos como parte del pueblo del reino de Dios y, por lo tanto, no necesitaban el bautismo) alienó a muchas de las personas. Fueron atraídos superficialmente hacia Juan pero carecían de arrepentimiento genuino. Al final, se apartaron de la luz de la verdad que Juan reflejaba, porque amaban las malas obras de las tinieblas (3:19).

4. Los milagros de Jesús dan testimonio (v.36).Jesús cita sus obras, no para señalarse a sí mismo, sino para señalar el poder de Dios obrando en él y a través de él. Su testigo supremo es Dios. Un signo es un símbolo. Es un indicador de algo significado. Es obvio que un milagro puede convertirse en una señal al señalar la habilidad o el carácter inusual de quien lo realiza. En todos los casos en los evangelios, el signo llama la atención sobre Jesús mismo y, en particular, sobre su naturaleza divina revelada en sus obras. Los signos son también más que meros símbolos. En algunos casos, sobre todo en los milagros registrados por Juan, contienen a Cristo, son parte de él, así como sus palabras son parte de sí mismo. Esto significa que en realidad son parte de la revelación. Además, las palabras y las obras de Cristo van juntas. Las obras de Cristo son señales, no solo sus milagros, y también lo son sus palabras. Todo lo que hace lo hace para revelar a Dios y su divinidad, el testimonio de las obras de Jesús es mayor que el testimonio de las palabras de Juan. Pero ese testimonio había caído en tierra improductiva.

Es evidente que un milagro puede ser una señal al señalar la presencia de Dios o una figura profética que ha sido autorizada por Dios, los milagros de curación muestran que Jesús es el Señor y dador de vida. La multiplicación de los panes muestra que él es el sustentador de la vida. La curación del ciego muestra que concede la vista física y espiritual, los milagros que el Señor Jesús obro fueron únicos por su carácter, alcance y número. El testimonio de Dios es siempre superior (infinitamente superior) al de cualquier hombre (v. 1 Juan 5:9). La vida entera de Jesús fue un canal purísimo a través del cual Dios mostro Su naturaleza a los hombres (1:14; 14:9; 1 Ti. 3:16; 1 Juan 4:2). A través de Jesús podemos ver, no solo el poder, sino también la sabiduría y el inmenso amor del Padre. Los milagros en Juan apuntan a la gloria de Cristo, revelan su valor o carácter divino: a. Le fueron dadas por el Padre; del Padre les venía el designio y el poder; b. le fueron dadas para que las llevase a cabo, lo cual hizo El con toda perfección, con sumo agrado y arrostrando terribles fatigas, persecuciones y padecimientos; c. esas obras daban testimonio de Jesús, solo un Enviado de Dios podía hacerlas; un Hijo enviado por el Padre. Dios no envió un ángel a morir por nosotros, sino que vino El mismo en la persona del Hijo.

5. Dios el Padre da testimonio (37-38, 43a). Dios es su testigo. El Padre da testimonio de las obras del Hijo de una manera que no lo hace con ningún otro: a. Envió a los ángeles para avisar a los pastores que había nacido su Hijo (Lucas 2: 10-14). b. En su bautismo se oyó una voz del cielo (Lucas 3:22). c. Se oyó una voz del cielo en contestación a la oración del Hijo, confirmando que él era en verdad el Hijo de Dios (Juan 12:28-30). d. Estando Jesús en el monte de la transfiguración, una nube los cubrió y se oyó una voz: «Este es mi Hijo amado; a el oíd» (Marcos 9:7). Dios Padre dio testimonio de que Jesús era Dios hecho hombre. e. El Padre siguió testificando de la deidad de Jesús cuando lo resucito de los muertos (Hechos 2:32; He. 13:20).

Los judíos, al desconocer este testimonio mostraban: a. Ignorancia de Dios, ignorancia de lo que la Biblia nos dice acerca de Dios. b. rebeldía contra Dios, no permitían que la Palabra penetrase de veras dentro de ellos (v. Santiago 1:22-25). Solo convirtiéndose al Señor, se quita el velo que oculta la fuerza de este testimonio (v. 2 Corintios 3:14-16), porque el Espíritu Santo guía hacia la verdad (14:26; 15:26; 16:13), descubre las cosas de Dios (1 Corintios 2:10-16) y calienta el corazón (Lucas 24:32) para escucharlas y ponerlas por obra. El morar de la Palabra y del Espíritu en nosotros se muestra por sus efectos, especialmente por el recibimiento que se hace al Enviado de Dios. El judío habría insistido en que ningún hombre puede ver a Dios (Deuteronomio 4:12). Jesús se estaba refiriendo aquí a la obra interna de Dios, en la que el imprime en la conciencia de las personas el hecho de que Jesús es la verdad (6:45; 1 Juan 5:9-12), los que creyeron en Cristo vieron la forma de Dios. La voz de Dios es, naturalmente, el mismo Cristo (5:19; 14:19, 24); el aspecto de Dios, también es el Cristo (2 Corintios 4:4). Los judíos no reconocieron en Jesús la voz y la forma de Dios. Y no lo reconocieron a causa de la incredulidad. Los incrédulos le vieron meramente como otro hombre como ellos mismos (2 Corintios 3:14). El Padre había testificado abundantemente del Mesías en los siglos pasados, pero ellos habían fracasado voluntariamente en reconocer en las palabras de Jesús la voz de Dios, y en las obras y la conducta toda de Jesús el aspecto de Dios, es decir, la forma externa (gr. eidos) en que el Dios esencialmente invisible (1 Ti. 6:16) se manifestaba a través de Cristo (1:18; 14:9).  Jesús la Palabra es la expresión visible de Dios a la gente. Esta es la verdadera forma de obtener ganancias, cuando la palabra de Dios echa raíces en nosotros, de modo que, estando impresa en nuestros corazones, tiene allí su morada fija.

6. El testimonio de las Escrituras (39). El testimonio del Bautista es el de un profeta y, por lo tanto, el de la palabra profética. El testimonio de los signos es el de la palabra actuada. El testimonio de las Escrituras son la palabra escrita. Los tres testigos involucran la actividad directa y sobrenatural de Dios y pueden describirse como aspectos del propio testimonio del Padre sobre la persona y la enseñanza del Hijo. Para el judío las Escrituras lo eran todo. El judío escudriñó la Ley y, sin embargo, no reconoció a Cristo cuando vino. Escudriñar no es leer superficialmente. Es meditar, profundizar, traer a relación, comparar e investigar en profundidad (7:52; Romanos 8:27; 1 Corintios 2:10; 1Pedro 1:11). Conocer más acerca de Cristo y su plenitud, amor y deidad. Jesucristo señala que los judíos no podían creer en el testimonio de las Escrituras porque recibían gloria los unos de los otros y no buscaban la gloria de Dios. Leían con la mente cerrada, para encontrar argumentos que apoyen sus propias posiciones. No amaban a Dios; Amaban sus propias ideas sobre él. Adoraban las palabras de la Biblia. Sólo hay una manera apropiada de leer la Biblia: leerla como si todo apuntara a Jesucristo, quien es la revelación suprema y por cuya luz todas las demás revelaciones deben ser probadas. Los judíos adoraban a un Dios que escribía en lugar de a un Dios que actuaba y cuando Cristo vino, no lo reconocieron.

¿Podemos mirar a estos testigos de Jesucristo y luego simplemente ignorarlos? si los testigos son lo que Jesús declara que son, entonces deben ser escuchados y debemos comprometer nuestras vidas a Jesús. ¿Qué le dirás a Dios en ese día cuando estés delante de él? ¿Lo dirás? no me convencían las pruebas. Todos los cristianos reconocen que la Biblia es una autoridad divina que exige a todos los hombres y que contiene verdades objetivas que trascienden el entendimiento humano. El propósito de la Biblia (una Biblia dada por Dios) es señalar a Jesucristo. Jesús se convierte en el sujeto del Antiguo Testamento de dos maneras: 1. encajando con sus temas generales y 2. cumpliendo las profecías específicas que se encuentran allí. Se convierte en el tema del Nuevo Testamento de una manera mucho más obvia, porque el Nuevo Testamento cuenta su historia y trata casi de él.

No es raro en nuestros días que hombres y mujeres tengan una mala opinión de la Biblia. Cristo, enfatizo el origen divino de la Biblia y sus características sobrenaturales. En cuanto al origen divino de las Escrituras ciertamente los hombres escribían, pero Dios estaba detrás de la escritura. Los hombres usaban su propio vocabulario y estilo literario, pero Dios los guiaba en la elección de las palabras y garantizaba el resultado (2 Pedro 1:21). Los escritores de la Biblia fueron llevados en sus escritos para producir las palabras que Dios quería que fueran registradas. Todos sus escritos llevan las marcas de la personalidad humana. Difieren en estilo. Al mismo tiempo, la fuente última es divina, y el toque de lo humano no los marcó con debilidad o error. Escribieron como hombres, pero como hombres movidos por el Espíritu Santo. El resultado fue la revelación de Dios. La doctrina de la inerrancia, limitada a los manuscritos originales, se ha aplicado a veces a una traducción hecha por hombres. Por buena que sea, no es la Palabra infalible. No es tener la Biblia correcta lo que te salva; es saber y creer lo que la Biblia dice acerca de Jesús lo que te salva. La verdad de nuestro pecado y necesidad se expone en la Biblia no sólo por el hecho de exponer una verdad, sino más bien porque al mismo tiempo es capaz de señalar a Cristo como la solución al dilema. El mero hecho de conocer los hechos de las Escrituras, sin abrazarlos plenamente en el corazón (Josué 1:8; Salmo 1:2; 119:11, 15, 97) y actuar de acuerdo con ellos, no traerá las bendiciones de la salvación.

7. El melancólico testimonio de Jesucristo (40-42, 43b-44). La queja contra el Señor era que había quebrantado la ley. En estos últimos versículos del capitulo, Cristo responde a sus adversarios usando la ley y a Moisés mismo. Les hizo ver que si hubieran aceptado lo dicho por el líder, hubieron aceptado la persona y el mensaje de Cristo. El Señor señaló la razón por la que había tantos hombres perdidos tanto en aquel día como el día de hoy: » … no queréis venir a mi para que tengáis vida» (5:40), eran incrédulos que: 1. No le dan gloria a Jesús (41). 2. No aprecian el amor de Dios ni muestran amor por Dios (42). 3. Reciben a cualquiera que viene con arrogancia pero no a Cristo (43b). 4. En forma altanera se atribuyen y reciben gloria unos de otros, pero no están interesados en la gloria del único Dios verdadero (44). Jesús vino como representante personal del Padre (14:7-11), pero muchos de los judíos no podían aceptar sus afirmaciones de ser el enviado del Padre. La verdadera razón reside en la propia voluntad del hombre. El hombre ama sus pecados más que al Salvador. Negarse a venir a Jesús es rechazar la vida porque Cristo es el dador de la vida eterna (1:4; 5:25; 14:6). El estudio de la Biblia y la acumulación de conocimiento bíblico nos sirven de poco si no nos enfrentamos cara a cara con nuestra propia necesidad de salvación. La vida eterna está en juego en la elección. Jesús afirmó ser: el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, el Mesías/el Cristo, Maestro, con autoridad para perdonar, Señor y Salvador.

Jesús les declara las razones por las que no quieren recibirle como a Enviado de Dios: a. Falta de amor a Dios porque no le conocen de veras ni desean conocerle. Los judíos mostraban un celo de Dios que no correspondía a un correcto conocimiento de Él (v. Romanos 10:2). Hay muchos que profesan amar a Dios, pero no lo muestran en su conducta al no seguir la santidad (Hebreos 12:14). Los judíos elevaban sus peticiones dos veces al día, y las ofrecían al Dios Único basándose en Deuteronomio 6:4, 5. La falta de amor siempre produce ceguera. No fue falta de evidencia, sino falta de amor lo que hizo que estos hombres rechazaran a Cristo. En efecto esto quiere decir que estaban espiritualmente muertos; así cuando el amor de Dios no prevalece, no puede haber deseo de obedecerle. b. Aceptaban a falsos maestros o profetas: Jesús no aceptaba ni testimonio ni alabanza humanos (41). No dependía de sus alabanzas, sino que buscaba la alabanza de Su Padre. Es diferente de los judíos (5:44; 12:43; Mt. 6:1ss.) y no busca su propia gloria, sino comunión con el Padre (1:14; 2:11; 7:18). Estaban más interesados en la aprobación de sus semejantes que en la de Dios. Tenían miedo de lo que dirían sus amigos si abandonaban el judaísmo. No estaban dispuestos a soportar el vituperio y el sufrimiento que les vendría encima si se convertían en seguidores de Jesús. Para creer en el Señor, uno ha de desear la aprobación de Dios más que la de ningún otro. Ha de buscar la gloria que viene del Dios único.

Era imposible entonces, que tuvieran fe verdadera, porque estaban buscando el objeto equivocado: al hombre y no a Dios (1 Juan 2:18) ¿Por qué los hombres siguen a los impostores? son hombres cuyas pretensiones corresponden a los propios deseos de los hombres. Los impostores llegaron prometiendo imperios, victorias y prosperidad material; Jesús vino ofreciendo una cruz. La característica del impostor es la oferta del camino fácil; Jesús ofreció a los hombres el camino difícil de Dios. Los impostores perecieron y Cristo sigue viviendo. Desde aquellos días ha habido muchos más. El último será el mismo anticristo (2 Tesalonicenses 2:8-10). Todos estos se presentan sin las credenciales adecuadas: vienen en su propio nombre. Y aun así la gente se lo entrega todo; y ellos guían a muchos al error.

8. Moisés da testimonio (45-47). La acusación de las Escrituras. Jesús fue directamente al grano al decirles que no creían lo que Moisés había escrito. Con toda su devoción al estudio de la Escritura, no creían realmente lo que decía.

Se negaban rotundamente a creer en Jesús. La respuesta de Jesús era: Si no creéis en sus escritos de Moisés, ¿cómo creeréis a mis palabras? Es un fuertísimo argumento que utilizo Jesús, y son palabras que se repiten hoy. Estos individuos que se oponían a Jesucristo, pero creían en Moisés y leían sus libros. Si creyeran en él, tendrían vida eterna; pero como no creían en Moisés, tampoco creían en Jesucristo. El que los juzgará delante del Padre será Moisés, en quien alegan creer y cuyos libros afirman leer. Tenían la ley de Moisés, y confiaban en su conocimiento de ella. Estos judíos se enorgullecían mucho del AT, y especialmente de los cinco libros escritos por Moisés, la Tora. Estaban orgullosos de que estas Escrituras habían sido dadas a Israel. Pero el problema era que no obedecían las palabras de Moisés.

La ley era útil, pero en sí misma no podía salvar; Era impotente. De hecho, dijo Jesús, la ley condenará a los que confían en ella, pasaron por alto el punto principal de la ley, porque la ley no fue dada para ayudarlos a hacer mejor que los demás, sino para mostrarles que no importa lo bien que lo hicieran, no podían hacerlo lo suficientemente bien como para satisfacer a Dios. Los Diez Mandamientos son el corazón de la ley del Antiguo Testamento, y Deuteronomio 6:5 es el resumen de los Diez Mandamientos. ¿Vivirá un hombre según la ley? Entonces la ley lo condenará. Pero justo aquí Dios entra con su mensaje de salvación gratuita. Jesús viene. Él es el Hijo de Dios, nuestro Salvador. Él es la encarnación de esa perfección total, interna y externa de mente, alma y cuerpo de la que la ley ha estado hablando, él viene y es condenado a muerte por nuestros pecados. Puesto que Jesús es el Dios infinito, su muerte es suficiente para cualquier número de criaturas finitas.

La pregunta ¿Cómo creeréis a mis palabras? no se podía contestar. Si se niegan los escritos sagrados, todo se ha perdido. Los judíos necesitaban esta lección; y también nosotros en este tiempo. No es suficiente poseer la Biblia. No basta con leer la Biblia. Ni siquiera es suficiente estudiar la Biblia o memorizar la Biblia. Debes obedecer la Biblia. Y es la Biblia la que te aleja de tus propios esfuerzos por ganar la salvación, lo cual nunca puedes hacer, y en su lugar te dirige hacia el Señor Jesucristo, quien es nuestro Salvador. Creer en la Biblia siempre resulta en la aceptación de Cristo. Cristo afirma que la Biblia da testimonio de él, pero si después de leer honesta y atentamente el hombre no quiere creer a Dios, no creerá aunque vea el milagro más grande de la historia. Cuando Jesús mismo hacia milagros, la gente no creía, aunque estuvieran ocurriendo cosas maravillosas (Mateo 12:39).

Conclusión.

El Hijo de Dios rechazado en Judea a consecuencia de la curación en día de reposo del hombre de Betzatá, y por afirmar que es igual a Dios, ahora expone las afirmaciones acerca de sus testigos: 1) El testimonio del propio Jesús (5:31; 8:14). Es cierto, pero los judíos niegan su valor. 2) El testimonio de Juan el Bautista (5:33-35). Dio testimonio de la verdad concerniente a Cristo, llamándolo el Cordero de Dios, el Hijo de Dios, etc. Este testimonio se debe aceptar por fe, para salvación. 3) El testimonio de sus obras (5:36) Estas tienen un valor evidente, demostrando que el Padre envió a Jesús para realizar su obra mediadora. 4) El testimonio del Padre (5:37, 38). Su testimonio fue por medio de la voz del cielo, pero especialmente por medio de: 5) El testimonio de la Escritura (5:39-47). La falta de amor a Dios había cegado a los judíos, de modo que no podían leer estos escritos como era necesario. En consecuencia, Moisés, en quien ellos se gloriaban, testificara contra ellos. 6) El testimonio de los creyentes individuales (15:27). 7) El testimonio del Espíritu Santo (14:16, 26; 15:26). En esto, sin embargo, hemos de ir con precaución. Tal como hemos mostrado en la exegesis, estos siete no se pueden realmente considerar como testigos aislados. Es el Padre quien testifica a través de todos ellos.

Aceptemos el testimonio del Padre, aceptemos al hijo para ser salvos.

Oremos.

26 de mayo del 2024, Acatic, Jalisco, México.

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