Creer para ser salvos.

Juan 3.18-36.

Juan nos confronta con el amor y el juicio de Dios. El amor de Dios es el amor por excelencia, no tiene igual. La realidad es que la gran mayoría no disfruta este amor, no existe el amor de Dios en el corazón de los hombres. Dios es amor (1 Juan 4:8,16), pero también es justo. Si así no fuera, no sería Dios; y si Dios no juzgara el pecado y la rebeldía de la humanidad, tampoco sería Dios. El ser humano tiene libertad de decisión y de acción. Dios ha dado libertad y por ello tambien el juicio a sus decisiones y acciones es inevitable. Si el hombre mira a Cristo con amor, incluso con anhelo melancólico, para él hay esperanza; pero si en Cristo no ve nada atractivo, se ha condenado a sí mismo. El que fue enviado en amor se ha convertido en juicio para él.

1. Amor y juicio (18–21). Los resultados de la incredulidad. El centro de la fe salvadora es el unigénito (único) Hijo de Dios. El escape del juicio es la condescendencia misericordiosa de Dios y no logro meritorio nuestro. Perecer no es dejar de existir, sino experimentar el fracaso total, la futilidad y la pérdida: una eternidad sin Dios. La fe en Cristo es el único medio de salvación. Los pecadores no solo viven en la oscuridad, sino que aman la oscuridad y se niegan a venir a la luz donde sus pecados serán expuestos y podrán ser perdonados.

a. Condenación para los que rechazan a Cristo (v.18-20). Confiamos en Dios reconociendo la insuficiencia de nuestros esfuerzos por alcanzar la salvación y pidiéndole que haga su obra en nuestro favor. El hombre está en franca rebeldía contra la ley divina, rechaza a Dios y niega que él pueda ayudarlo. El juicio es visto como merecido debido al pecado de incredulidad. No aceptar la Biblia como Palabra de Dios equivale a rechazar el testimonio que allí encontramos sobre Cristo. El creyente en Cristo, por el contrario, no está bajo “ninguna condenación” (Romanos 8:1) y “no vendrá a condenación” (Juan 5:24). El justo juicio de Dios viene por amar más las tinieblas que la luz, es decir amar más el pecado que al Señor Jesús, quien es la luz del mundo (Juan 8:12). El creyente también es pecador, pero cuando es redimido, confiesa sus pecados y responde a Dios (1 Juan 1:6–7).

b. La maravillosa consecuencia de la salvación (v. 21). Salvación para los que reciben a Cristo. Hay una sola manera de librarnos del juicio: Creer en Jesucristo. Toda la gloria por la salvación y el logro debe ir a Él eternamente (1 Juan 1:5-7, Efesios 2:8-9). Una vida vivida en verdad se identifica con la Luz, y las buenas obras realizadas se acreditan a Dios, quien capacita a los creyentes para llevarlas a cabo. Por medio de la regeneración, seguimos viviendo una nueva vida por fe en Jesús y su palabra. Y el Espíritu Santo, nos da nuevas fuerzas, metas e intereses (2 Corintios 5:17; Efesios 2:10). La presencia del Espíritu Santo en nosotros nos hará especialmente sensibles al pecado y a la necesidad de una limpieza continua (Salmo 119:105). La plena llegada de la luz al mundo indica que Dios ha llevado a cabo su plan para la salvación de su creación, con la venida de Jesús tenemos: (1) una fuente absoluta de verdad; (2) condenación del pecado; (3) orientación para nuestras decisiones diarias; y (4) iluminación para aprender acerca de Dios con mayor claridad.

2. El amigo del esposo (v.22–30).Un hombre sin envidia. Esta sección puede dividirse en dos partes: Juan el Bautista y el fin de las cosas viejas, seguido de Jesús y el comienzo de la nueva era. Juan el Bautista dijo a sus discípulos tres cosas: (i) Había sido enviado como el heraldo, el precursor y el preparador del más grande que vendría. Hacer una tarea secundaria para Dios la convierte en una gran tarea. (ii) Ningún hombre podía recibir más de lo que Dios le daba. (iii) Juan llamó a Jesús el novio y a sí mismo el amigo del novio. Jesús había venido de Dios; él era el Hijo de Dios, Israel era su novia legítima y él era el novio de Israel. Juan reclamó el lugar del amigo del novio, el shoshben, tenía un lugar único en una boda judía. Tenía un deber especial: Sabía que su única tarea había sido reunir a la novia y al novio. Y cuando terminó esa tarea, de buena gana y con gusto se desvaneció del centro de la imagen.

a. Juan se somete a Jesús (v.22-26). Se produce aqui un debate entre los discípulos de Juan con respecto a qué bautismo es válido: los realizados por Juan o Jesús. Jesús estaba con sus discípulos y bautizaba, ¿Qué clase de bautismo era este? Probablemente no el bautismo cristiano, ya que este tuvo lugar antes de la crucifixión, resurrección y venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Los discípulos de Jesús llevaron a cabo el mismo tipo de bautismo que Juan, uno que preparó a las personas para recibir a Cristo y entrar en su reino, era un bautismo que expresaba arrepentimiento. Sus bautismos prefiguraron el bautismo cristiano (Romanos 6:3-4). Ambos grupos bautizaban, haciéndose populares dos núcleos de “reforma”. A pesar de que el ministerio de Jesús estaba ganando impulso, grandes multitudes de personas seguían acudiendo a Juan y siendo bautizadas. Esta competencia no fue alentada ni por Jesús ni por Juan. Jesús también pasaba tiempo con sus discípulos, para ayudarlos a entender y apreciar quién era Él realmente.

b. Los discípulos de Juan le cuestionan (25–26). La respuesta de las multitudes que se arrepintieron y buscaron el perdón fue evidencia de una vida espiritual sin realidad. La gente no necesitaba un sistema religioso tanto como la salvación. El enorme sistema estaba empeñado en la autopreservación en lugar de servir verdaderamente a Dios. Por tanto, para muchos líderes religiosos, la desfachatez de Juan al predicar el simple arrepentimiento y exigir el bautismo público era inaceptable como forma de purificación. Existían las abluciones de los esenios y los lavamientos de los fariseos, ¿por qué debían los judíos someterse a otro lavamiento, es decir, el bautismo de Juan? A Juan le complacía señalarles al Salvador. La gente de hoy sigue teniendo la misma necesidad. Nuestro papel es señalarles a Jesús.

Los discípulos de Juan vieron a Jesús como un competidor, que estaba ganando popularidad a expensas de su maestro, pasaron por alto el propósito del ministerio de Juan, que era señalar a la nación hacia el Mesías (1:19ss.). Los discípulos de Juan el Bautista intentan así crear división entre el profeta y Jesús. Tientan el orgullo y el ego de Juan (Juan 4:1). Juan el Bautista terminó esta discusión teológica hablando de su devoción a Cristo. Es contraproducente forzar a otros a que crean como nosotros. Es mejor hablarles de nuestra decisión de entrega personal a Cristo y nuestro testimonio de lo que Él ha hecho por nosotros. Debemos recordar que nuestra verdadera misión es lograr que las personas sigan a Cristo y no a nosotros. Todos estamos bajo la soberanía de Dios. Las comparaciones envidiosas o amargas nos hacen ineficaces. Nuestra tarea es seguir a Cristo y ver que Él es exaltado. Esto es un llamado de atención al peligro de la división entre hermanos, algo que Dios abomina (Proverbios 6:16–19).

3. Juan da testimonio acerca de la grandeza de Jesús (v.27-36). Juan identificó a Jesús como el Cristo y admitió su inferioridad ante Él. El trabajo de Juan había terminado; él disminuiría y Jesús aumentaría en importancia. El testimonio de Juan fue hecho bajo la influencia del Espíritu, porque fue notablemente perceptivo y profundamente teológico. Este testimonio era muy creíble, porque todo el pueblo reverenciaba a Juan como profeta, incluso después de su muerte (Marcos 11:32). Así que a la nación se le dio un aviso claro por cuarta vez antes de que Jesús comenzara a predicar que Él es el Mesías (v.39, 43, 45), la nación judía fue deliberadamente obstinada en rechazar a Jesús como su Mesías. El bautismo de Juan simbolizaba una fe arrepentida que no confía en nada más que en la gracia de Dios para el perdón de los pecados. En esta etapa encontramos significado en las acciones de Jesús, usó acciones en lugar de palabras, porque éstas son invariablemente más concluyentes que las palabras; No recurría a las palabras cuando las acciones eran más apropiadas.

a. Juan reconoce la grandeza de Jesús (v. 27–30). Juan era como el amigo de un novio que hizo los preparativos necesarios para una boda, pero se retiró una vez que el novio llegó. ¿Qué mantuvo a este popular profeta tan humilde? su conciencia de la soberanía de Dios, de su propia indignidad y de la preeminencia de Cristo en el mundo. Lo que podemos imitar nosotros hoy.

i. Lo que Jesús tiene viene de Dios (27). Juan replico a sus seguidoresante sus cuestionamientos, su respuesta fue objetiva y lógica. Sabía que Jesús por ser el Hijo de Dios, era superior. Y que nadie puede recibir nada a menos que Dios en Su soberanía lo permita (6:65; 19:11; 1 Corintios 4:7). Reconoció que Dios había asignado diferentes ministerios a Jesús y a sí mismo y que estaba mal que él y sus discípulos desearan que las cosas fueran de otra manera (1 Corintios 3:1-9;4:1-7;12:12-31). Dios nos llama a ser fieles donde estamos, con su plan para nosotros (12:19).

ii. Yo no soy el Cristo (28). Dios lo envió para realizar un trabajo preparatorio. Les recordó que ya les había dicho que no era el Cristo sino sólo el que anunciaba al Mesías (Lucas 3:15–18). Juan vio la creciente popularidad de Jesús no como una preocupación, sino como el cumplimiento de su ministerio. Lejos de molestarle, le trajo una gran alegría.

iii. Ilustración bíblica (29). Juan el Bautista menciono la costumbre judía del mejor amigo del esposo (o del novio), quien tenía a su cargo la organización de la boda, además de ser quien le llevaba la esposa al esposo. Era una figura muy conocida y respetada: a. Cristo es el esposo; b. todos los que creen en Cristo y han experimentado nueva vida, son la esposa; c. Juan el Bautista declara que a él sólo le corresponde ser amigo del esposo,  razón por la cual se goza en todo lo que el esposo hace y en su grandeza. El gozo de Juan era completo o pleno (pleroun) porque sabía que estaba cumpliendo fielmente su papel, traer al remanente fiel de Israel a Cristo. Cuando un cristiano tiene el privilegio de guiar a otros a Cristo, en un sentido se coloca en la posición de Juan el Bautista, al presentar al esposo y a la esposa. 

iv. Crecer y menguar (30). Juan no deseaba tratar de quitarle a Jesús la gloria que le correspondía por ser Hijo de Dios. Él vio esto como la voluntad de Dios y por lo tanto dijo que «debe» ser así, que era “necesario”. El modelo de respuesta de Juan destacó principios estratégicos: 1. Cada ministerio es un privilegio dado por Dios. 2. La función de un siervo es presentar al Salvador a los demás. 3. El gozo de cumplir con el servicio viene a través del servicio al Maestro. 4. Un siervo siempre debe llamar la atención hacia el Señor y no hacia sí mismo. 5. Los siervos del Señor deben reconocer humildemente al Señor.

b. Jesús y el comienzo de la Nueva Era (v.31–36). La explicación de la preeminencia de Jesús.El que viene de arriba está por encima de todo; solo Jesús conoce a Dios, solo él puede darnos los hechos acerca de Dios, y estos hechos son el Evangelio. Podemos creer lo que Jesús dice, porque sobre él Dios derramó el Espíritu en toda su extensión, sin guardarse nada. Los judíos decían que los profetas recibían de Dios una cierta medida del Espíritu. La medida completa del Espíritu estaba reservada para el propio escogido de Dios. El Espíritu de Dios tenía dos funciones: primero, el Espíritu revelaba la verdad de Dios a los hombres; y, en segundo lugar, el Espíritu capacitó a los hombres para reconocer y entender esa verdad cuando se trataba de ellos. Al decir que el Espíritu estaba sobre Jesús de manera completa era decir que él conocía perfectamente y entendía perfectamente la verdad de Dios. Escuchar a Jesús es escuchar la voz misma de Dios.

Juan vuelve a poner ante los hombres la eterna elección: la vida o la muerte (Deuteronomio 30:15-20, Josué 24:15). Lo que importa es la reacción de un hombre a Cristo. Cuando entendemos quién es Jesús, nos sentimos exigidos a creer lo que dijo. Juan podía llamar a la gente al arrepentimiento, pero no podía revelar consejos divinos, como podía hacerlo Jesús, ni podía proporcionar nueva vida desde lo alto. El don ilimitado del Espíritu es lo que distingue la era del Nuevo Testamento de la Antigua, la era de la Ley de la era de la gracia. La morada permanente del Espíritu no ocurrió hasta después de que Jesús fue glorificado a través de Su muerte, resurrección y ascensión (7:39).

i. Origen divino (31). Desde arriba enfatiza la naturaleza divina de Jesús, mientras que desde el cielo indica su preexistencia. El que estaba «por encima de todo» dejó a un lado todo lo que le pertenecía por derecho a cambio del único privilegio de ser nuestro Salvador (Filipenses 2:6-7). ¿En verdad queremos comprender la altura de Dios? Primero comprendamos la humildad de Dios. Puesto que Jesús ha venido del cielo, sus palabras superan a las de cualquier maestro religioso. El Logos, que viene del cielo, es sobre todos (Colosenses 1:18).

ii. Testimonio divino (32–34). Juan esperaba una avalancha de fe de la nación de Israel. Habían esperado cuatrocientos años por una revelación de Dios y muchos más siglos por la venida del Profeta prometido. Juan el Bautista enfatizó que el mundo en general rechaza a Jesús y su enseñanza. El testimonio de Cristo siempre estuvo de acuerdo con Dios(3:33). Jesús reveló tan exactamente las palabras de Dios que creer en Jesús es creer en Dios y no creer en Jesús es no creer en Dios (1 Juan 5:10). Aquel que lo recibe atestigua o hace constar que Dios es veraz (v. 21). Rechazar este testimonio es llamar a Dios mentiroso (1 Juan 5:10). El evangelio es la invitación de Dios a sumarnos a aquellos que han confiado sus vidas en Cristo, la Verdad. La Biblia es la Palabra inscrita; Jesús es el Verbo encarnado. Podemos confiar en las palabras de Jesús.

iii. Autoridad divina (35–36). Cristo recibió toda autoridad del Padre (5:19–29 y Mateo 28:18). No dice que quien cree en el Hijo “tendrá” sino “tiene” la vida. Quien cree ahora, tiene vida eterna ahora mismo. Y esta vida no tiene fin, es para siempre. La vida eterna comienza en el momento del renacimiento espiritual. La yuxtaposición de creencia y desobediencia es un recordatorio de que el Nuevo Testamento describe la creencia en el evangelio como obediencia a Dios, un elemento esencial de la fe salvadora. El hombre sólo tiene dos opciones: confiar en el Hijo o rechazarlo (vv. 16, 18). Cuando entendemos quién es Jesús, nos vemos obligados a creer lo que dijo. El juicio final no será para decidir si una persona es salva o no. El que desobedece al Hijo, el que rehúsa creer, ya ha sido condenado y nunca verá la vida. La pregunta para los creyentes individuales, entonces, es: ¿Cómo demuestra nuestra manera de vivir el hecho de que esperamos vivir eternamente?

¿Qué es la ira de Dios? Por su propia naturaleza, que es perfecta, Dios se opone a la desobediencia y a la rebelión que provienen de la incredulidad. La terrible realidad es que la ira de Dios (Su firme y santo desagrado contra el pecado) mora continuamente sobre los pecadores desobedientes que se niegan a creer en Jesucristo, la condenación es la condición presente de los incrédulos. Los incrédulos experimentarán la ira de Dios principalmente en el futuro (5:28-29), pero también presente. El pecado y la desobediencia continuos se convertirán en un castigo eterno (Mateo 25:46). A menos que nos salvemos de un peligro real, la salvación no tiene sentido. Nuestra respuesta al Hijo de Dios determina nuestro destino (v. 36).

Conclusión.

Cuando hemos ‘nacido de nuevo’, hemos ‘nacido de arriba’; somos ‘un hijo de Dios’ (uno nacido de arriba). El Espíritu Santo es nuestro Padre espiritual; hemos nacido espiritualmente además de físicamente, y por lo tanto somos verdaderamente ‘hijos de Dios’. Así nacer de nuevo es una frase que necesita ser interpretada; Nacido de arriba es una frase que solo necesita ser entendida. El mensaje es profundamente simple, pero aún oscuro para millones de personas dos mil años después de que Juan presentara a Jesús al mundo. Las personas rechazan el evangelio porque aman las tinieblas. La fe es el mandamiento de Dios, no su petición.

Aceptemos y proclamemos el evangelio, certificando así que Dios es la verdad. El Espíritu Santo usa el mensaje de Dios para señalar al Hijo de Dios y atraer a los creyentes hacia él. Jesús es el único acceso que ha provisto. Aquí es evidente un contraste entre creyentes e incrédulos: 1. Los creyentes tienen vida eterna, los incrédulos no la tienen (3:16). 2. Los creyentes no son condenados, los incrédulos ya están condenados (3:17-18). 3. Los creyentes viven en la luz, los incrédulos viven en las tinieblas (3:19-21).

4 de febrero del 2024, Acatic, Jalisco, Mexico.

Primera iglesia Cristiana Bautista Dios Con Nosotros.

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

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