La Necesidad del Nuevo Nacimiento.

 Juan 3.1-17.

Nuestra respuesta al llamamiento del Hijo de Dios Cristo Jesús determina nuestro destino eterno. En este pasaje vemos una entrevista de Jesús con un miembro del Sanedrín (el cuerpo gobernante judío), que precipita la enseñanza más completa acerca de nacer de nuevo. A Cristo no le interesaban las respuestas superficiales ni las pseudo-conversiones rápidas. Se negó a comprometer la verdad o a dar falsas esperanzas a nadie. En lugar de facilitar que la gente creyera, Jesús rechazó más perspectivas de las que recibió (Mateo 19:16). El énfasis de abandonarse a sí mismo y someterse a Él impregnó el enfoque evangelístico de Jesús, tanto en Su ministerio público como en Sus conversaciones privadas.

Jesús se encuentra con Nicodemo y le dice que para ser salvos, todas las personas deben nacer de nuevo. Jesús se negó a suavizar la verdad simplemente para obtener la aprobación de este influyente líder religioso. Habló con claridad y precisión, confrontando los conceptos erróneos de Nicodemo y diciéndole exactamente lo que necesitaba escuchar. La invitación a la transformación hoy sigue abierta. Cuando llegue la invitación, confiemos en Jesús y sigámosle.

I. La Necesidad del nuevo nacimiento (v.1-3). La filosofía y la religión pueden ser complicadas, pero el evangelio es simple, pero lo suficientemente profundo como para aturdir incluso el intelecto de un fariseo erudito. Nicodemo era un creyente superficial, vino a Jesús de noche, no queriendo que su venida implicara la aprobación de todo el Sanedrín, ni provocar inconveniencia en sus compañeros. El punto importante no es cuándo vino Nicodemo, sino a que vino. Venir a Jesús no siempre garantiza la salvación (Lucas 18:18-23), pero es un comienzo necesario. El encuentro entre Nicodemo y Jesús no fue casual, no tropezó con Jesús, lo buscó.

a. La Indagación (vv. 1, 2). Nicodemo estaba en son de búsqueda; tenía en su alma un gran interrogante y deseaba encontrar algo para llenar el vacío de su corazón. Viene con cumplidos, se enfoca en lo que Jesús está haciendo, señales (milagros). Expresa que nadie es capaz de hacer tales cosas a menos que Dios esté con él. Nicodemo estaba bien entrenado en la legislación y en la teología judías; y cuando llamó a Jesús rabino, se colocó en el papel de aprendiz. La conversación que se desarrolló le llevó a la vida eterna. Jesús «sabía lo que había en todos», y nutrió a los que tenían una fe débil. Su conocimiento de nosotros es igual de íntimo. Nicodemo estaba en tinieblas espirituales e intelectuales, como en tinieblas naturales, cuando vino a Jesús (v. 10). No sabemos exactamente qué preguntas planeaba hacerle Nicodemo a Jesús, pero sí sabemos que fue a la fuente correcta. Él ha provisto su Palabra, su presencia y la libertad de oración para plantear cualquier pregunta ante él. Jesús quiere ser algo más que un tema de discusión. Él tiene respuestas para el corazón y el alma. Un corazón escudriñador está marcado por varios elementos: Humildad en la búsqueda y admisión de la necesidad personal. Perseverancia en el avance de los obstáculos que nos impiden encontrar y seguir a Cristo. Perspicacia para reconocer que el mensaje del Evangelio se relaciona con nuestras vidas. Disposición a someterse al señorío de Cristo. Obediencia al ir más allá de una aprobación mental y dependencia activa de las promesas y la guía de Dios.

b. El dilema del visitante (v.3). Este hombre quería saber cómo entrar al reino de Dios. Jesús, sin embargo, le respondió a su alma y no a lo que sus labios habían expresado. Dios señala la necesidad real. El reino de Dios no se refiere a un reino material, sino a un reino espiritual, de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17). El reino de Dios no depende de posición social, raza, educación ni trasfondo religioso, depende de la gracia que Dios ofrece a través de su Hijo (Efesios 2:8–9; Colosenses 1:13–14). ¿Qué debo hacer para ser salvo?, la palabra griega de nuevo, puede también entenderse como de arriba. Nicodemo la entendió literalmente, según la primera acepción, mientras Jesús tenía ambos significados en mente. Para entrar al Reino de Dios uno tiene que nacer de nuevo, no experimentando un segundo nacimiento biológico, sino uno espiritual desde arriba.

¿Qué sabía Nicodemo acerca del Reino? Dios lo regiría, lo restauraría y pertenecería al pueblo de Dios. Jesús reveló que el Reino sería para todo el mundo (3.16), no solo para judíos. Este era un concepto revolucionario: el Reino es algo personal, no nacional ni étnico, y para entrar en él se requiere arrepentimiento y renacimiento espiritual (Lucas 17.21), ya ha comenzado en los corazones de los creyentes (Lucas 17:2). Su pleno cumplimiento será cuando Jesús regrese a juzgar al mundo y destruya para siempre al maligno (Apocalipsis 21; 22). El nuevo nacimiento, o regeneración, es el acto de Dios por el cual Él imparte vida eterna a aquellos que están muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1; 2 Corintios 5:17), convirtiéndolos así en Sus hijos (Juan 1:12-13). Así como nuestros esfuerzos no tuvieron nada que ver con nuestra concepción y nacimiento naturales, la regeneración no es una obra nuestra.

II. Recibir el nuevo nacimiento (4-11). El agua y el espíritu: Nicodemo solo vio complicaciones e imposibilidades en el desafío de Jesús (Marcos 10:27). La única manera en que una persona realmente puede comenzar de nuevo en la vida es naciendo de arriba, «nacer de nuevo» al recibir la vida eterna de Dios y el Espíritu Santo regenerador. Empezar de nuevo puede ser naturalmente imposible; pero Jesús lo convierte en una posibilidad sobrenatural.

a. Volver a empezar (4–8). La confusión de Nicodemo es que confunde el nacimiento espiritual con el nacimiento físico. La imposibilidad se presenta: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? El mundo físico es a menudo inexplicable al igual que el mundo espiritual. Una persona no puede responder a la verdad espiritual de manera natural. Jesús le estaba diciendo que la entrada a la salvación de Dios no era una cuestión de añadir algo a todos sus esfuerzos, sino de cancelar todo y empezar de nuevo. Al llamarlo a nacer de nuevo, Jesús desafió a este judío a admitir su bancarrota espiritual y abandonar todo en lo que confiaba para la salvación (Filipenses 3:8-9). Dios puede dar y dará un renacimiento espiritual (Ezequiel 36:25–27; Jeremías 31:31–34; Joel 2:28–32). Su incapacidad para comprender es evidente al no entender que una persona debe nacer del agua y del Espíritu para poder entrar en el reino de Dios. El agua y el Espíritu a menudo se refieren simbólicamente en el Antiguo Testamento a la renovación espiritual y la limpieza (Números 19:17-19; Isaías 4:4; 32:15; 44:3; 55:1; Joel 2:28–29; Zacarías 13:1). Entendemos que nacer del Espíritu es la regeneración que él provee en el momento de la fe en Cristo, un cambio producido por el Espíritu Santo de Dios. En Ezequiel 36:25-27 Dios haría tres cosas para satisfacer las necesidades espirituales: dar el Espíritu, dar un corazón nuevo y dar la limpieza representada por el agua. El Espíritu Santo que da un nuevo nacimiento provee el nuevo corazón y la limpieza de la vida (Tito 3:5). El nuevo nacimiento no fue solo para Nicodemo. El paso de la carne al espíritu, del mundo al reino, de la muerte a la vida es una necesidad para todo ser humano. Lo que es natural, nacido por propiedades de la carne, es carne, esa clase de nacimiento solamente; lo que es sobrenatural, nacido del Espíritu, es del reino espiritual y sus posibilidades. El hombre en ese estado natural está muerto (Efesios 2:4–6), ajeno a la vida de Dios, por lo cual necesita la vida espiritual.

El Espíritu es estratégico en el nuevo nacimiento. Jesús usa una analogía del viento que susurra donde sopla, y el hombre escucha sus efectos, pero no tiene ningún control de dónde viene o hacia dónde va. La obra del Espíritu está bajo el misterioso control, movimiento, poder y explicación del Espíritu. Cuando Cristo ascendió al cielo, envió al mundo al Espíritu Santo para convencer a los hombres de pecado, guiarlos a Cristo y morar en sus corazones (Juan 16:7–13). El Espíritu Santo nos da la naturaleza divina (Efesios 1:13; Romanos 8:9) y nos regenera. Regeneración habla de una experiencia radical, desde lo profundo del alma. Dios, a través de su Espíritu Santo, puede alcanzar a cualquiera, y debemos orar diligentemente por quien traiga a nuestra mente. Seamos testigos y ejemplo para todos aquellos con los que tengamos contacto.

b. Preguntas y respuestas (v. 9–11). A Jesús le pareció imperdonable que este prominente erudito no estuviera familiarizado con la enseñanza fundamental del nuevo pacto del Antiguo Testamento con respecto al único camino de salvación (2 Timoteo 3:15). Su ignorancia también ejemplificaba la bancarrota espiritual de Israel (Romanos 10:2-3). Su estudio de las Escrituras debería haberlo hecho consciente de que nadie puede venir a Dios con sus propias fuerzas o justicia sin la necesidad de la limpieza espiritual de Dios. Jesús le da una explicación de los detalles, le da certeza. Nicodemo no aceptó la verdad de la que Jesús dio testimonio, porque se negó a creerla. Humillarse a sí mismo para admitir que estaba en tinieblas espirituales y que necesitaba venir a la luz de la verdadera salvación y justicia (3:19-21) habría sido confesar su pecaminosidad y falta de justicia. Nicodemo se negó a comprometerse con Cristo como Señor y Salvador.

III. Entendiendo el Nuevo Nacimiento (v.12-17). Solo alguien que ha estado en el cielo puede saber realmente cómo es. Jesús dijo que nadie ha subido al cielo (Proverbios 30:4) porque es humanamente imposible hacerlo. Muy a menudo Jesús no hablaba de estas cosas directamente porque sus oyentes no podían entenderlas. En cambio, Jesús usó parábolas para ayudar a aquellos cuyos oídos y corazones estaban abiertos para captar la revelación de Dios.

a. Eligiendo vida, no muerte (vv. 12–15). Las cosas terrenales pueden ser «sentidas» y escuchadas. Jesús había hablado en una analogía «terrenal», y si Nicodemo no podía entender eso, ¿cómo iba a entender o creer cuando Jesús le hablara de las cosas celestiales? Jesús estaba excepcionalmente calificado para hablar sobre asuntos celestiales. Su mensaje autoritario sobre el cielo se basaba en su experiencia personal, descendió del cielo en el plan de Dios de hacerse hombre (Isaías 7:14; 9:6-7; Miqueas 5:2). Él estaba en la tierra, mientras que al mismo tiempo era uno con el Padre en el cielo.

Jesús hizo referencia a un incidente relatado en el Antiguo Testamento (Números 21:4–9): El pueblo de Israel había pecado, murmuraron contra el Señor (Romanos 3:23), El juicio divino llegó después del pecado (Romanos 6:23.). Cuando el pueblo reconoció su pecado, la confesó y buscó perdón. Dios reveló aquí también el camino de salvación. Cristo debía ser levantado en la cruz para dar salvación a la humanidad del pecado. Pero Dios impuso una condición: poner la mirada de fe en Cristo. Cuando un pecador cree que Cristo murió por sus pecados y lo acepta como salvador, recibe vida espiritual, nace otra vez y ya no sufre la condenación, sino que tiene vida eterna. Tres veces en este contexto, la idea de «creer en él» se usa para describir la respuesta requerida por una persona a Cristo. La palabra traducida «creer» viene de pisteo que significa «fe» o «creencia». La importancia de la creencia de un cristiano no está en el creyente, sino en el que cree. Los creyentes anclan su confianza en Jesucristo, quien se identificó a sí mismo como verdad (14:6). ¿Depende nuestra fe de nuestra capacidad de confiar o se basa en la confiabilidad de Jesús?

b. Salvación, no condenación (vv. 16, 17). El desenlace para Nicodemo. Jesús resume los temas de la salvación como los de la condenación. Hay tres cosas en esta declaración relacionadas con el nuevo nacimiento: la creencia, la posesión de la vida eterna y la explicación. La explicación de la forma de creer para tener tal vida está en el amor de Dios, Su don y Su propósito, es decir, Su propia voluntad. El tema de este resumen del Evangelio es el amor de Dios manifestado de una manera infinitamente gloriosa. El amor de Dios no es estático ni egoísta, sino que se extiende y atrae a otros a sí. Es un amor incondicional, amor por elección y por un acto de la voluntad. La palabra denota benevolencia inconquistable y buena voluntad invencible. Agapao (el verbo) y agape (el sustantivo) es el amor incondicional de Dios.

El versículo más famoso (3:16) es el corazón mismo del glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo. El mundo debe oírlo, proclamarlo y explicarlo. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no en el sentido de la salvación universal, sino en el sentido de que el mundo no tiene otro reconciliador. El amor fue lo que motivó a Dios a dar. Vemos a Dios como el más grande dador. El motivo de Dios para dar «Su don indescriptible» de Jesucristo (2 Corintios 9:15) fue que Él amaba al mundo malvado y pecaminoso de la humanidad caída. Dios dio sacrificialmente: el regalo más grande fue que envió a su hijo unigénito (único; único en su clase), Dios da la salvación, por eso dice que nos ha dado a su Hijo (1 Juan 3:1). La oferta más grande es para que todo aquel que en él cree. Ninguno está excluido de la oferta divina, de su regalo (2 Pedro 3:9). A pesar de nuestra rebelión contra él, Dios nos ama. Nos ama con amor eterno (Jeremías 31:3; Juan 13:1). Dios dio por una razón específica: Para recuperar al ser humano del poder de Satanás. Nuestra salvación le costó a Jesús su vida (Juan 12.24). A nosotros también nos cuesta: completo arrepentimiento y entrega de nuestra vida a Dios. Hay una crucial decisión que debe tomar el ser humano. Es lo único que no puede hacer Dios por el hombre. Todo lo demás lo hizo; la decisión es de cada uno.

La única condición es creer. La salvación que Dios ofrece se recibe como un regalo y se recibe por una sencilla decisión de fe (Juan 20:31; Ef. 2:8). El propósito de Dios es que todo aquel que cree no se pierda (Romanos 8:1). El Hijo de Dios clasificó a toda la raza humana en dos grupos: los que creen y no son condenados, y los que no creen y ya están condenados. La oferta gratuita del evangelio es lo suficientemente amplia como para abarcar al pecador más vil (1 Timoteo 1:15), pero lo suficientemente estrecha como para excluir a todos los que rechazan a Cristo (Juan 3:18). La garantía dada a los que poseen la vida eterna es que nunca perecerán. La salvación genuina nunca se puede perder; los verdaderos creyentes serán preservados divinamente y perseverarán fielmente (Mateo 10:22) porque son guardados por el poder de Dios (Juan 5:24). El propósito no es condenar a los pecadores, Él envió al Hijo al mundo, no para juzgar al mundo (ese no era el propósito principal), sino para proporcionar un camino de salvación para el mundo (Lucas 19:10). Convertir a los pecadores (3:17b) el que cree en él se salva del juicio de Dios (2 Pedro 3:9). La oferta de salvación de Dios se extendió más allá de Israel a toda la humanidad. La salvación de los gentiles siempre fue el propósito de Dios (Isaías 42:6-8; 55:1). Cuando consideramos maneras de comunicar el evangelio, debemos seguir el ejemplo de Jesús. No necesitamos condenar a los incrédulos; ya están condenados. Debemos hablarles de esta condenación, y luego ofrecerles el camino de la salvación: la fe en Jesucristo.

Conclusión.

La vida eterna no es una extensión de la vida terrenal de una persona; La vida eterna es la vida de Dios encarnada en Cristo dada a todos los creyentes ahora como una garantía de que vivirán para siempre. No solo seremos cambiados, sino que casi todo lo demás también será cambiado (Apocalipsis 21:1-4). En la vida eterna no hay muerte, enfermedad, enemigo, maldad o pecado. El evangelio es realmente una buena noticia. Tratamos inútilmente de protegernos de nuestros miedos poniendo nuestra fe en algo que hacemos o tenemos: buenas acciones, habilidad, inteligencia, dinero, posesiones. Dado que la perfección está fuera de nuestro alcance, estamos tentados a conformarnos con el esfuerzo. Terminamos viviendo apenas un paso por delante de la desesperación. Para aquellos que pueden ver su situación, el evangelio es bienvenido como una buena noticia. Solo Dios puede salvarnos de lo único que realmente debemos temer: la condenación eterna. Creemos en Dios reconociendo la insuficiencia de nuestros propios esfuerzos para encontrar la salvación y pidiéndole que haga su obra en nosotros. Alabemos a Dios porque nos ofrece la oportunidad de vida eterna por medio del nuevo nacimiento por medio de Cristo Jesús y su obra a favor nuestro.                          

Oremos.

21 enero del 2024, Acatic, Jalisco, México.

Primera iglesia cristiana Bautista Dios Con Nosotros

Ibrahim Mauricio Mateo Cruz

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.