La Trinidad

La Trinidad
+     ¿Cómo puede Dios ser tres personas y a la vez un solo Dios?
Los capítulos precedentes han tratado de muchos atributos de Dios. Pero si comprendemos sólo esos atributos no entenderíamos correctamente a Dios de ninguna manera, porque no entenderíamos que Dios, en su mismo ser, siempre ha existido como más de una persona. En efecto, Dios existe como tres personas, y sin embargo es un solo Dios.
La doctrina de la Trinidad es una de las más importantes de la fe cristiana. Estudiar las enseñanzas bíblicas sobre la Trinidad nos da una honda noción del asunto que es central en toda nuestra búsqueda de Dios: ¿Cómo es Dios en sí mismo? Aquí aprendemos que en sí mismo, en su propio ser, Dios existe en las personas de Padre, Hijo y Espíritu Santo, y sin embargo es un solo Dios.
I. EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
Podemos definir la doctrina de la Trinidad como sigue: Dios existe eternamente en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y cada persona es plenamente Dios y hay sólo un Dios
A. La doctrina de la Trinidad se revela progresivamente en la Biblia
1. Revelación parcial en el Antiguo Testamento. La palabra trinidad no se halla en la Biblia, aunque la idea que representa la palabra se enseña en muchos lugares. La palabra trinidad quiere decir «triunidad», o «tres en uno». Se usa para resumir la enseñanza bíblica de que Dios es tres personas y sin embargo un solo Dios.
A veces algunos piensan que la doctrina de la Trinidad se halla solamente en el Nuevo Testamento, y no en el Antiguo. Pero si Dios ha existido eternamente como tres personas, sería sorprendente si no hubiera ninguna indicación de eso en el Antiguo Testamento. Aunque la doctrina de la Trinidad no se halla explícitamente en el Antiguo Testamento, varios pasajes sugieren e incluso implican que Dios existe como más de una persona.
Por ejemplo, según Génesis 1:26, Dios dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza». Qué quiere decir el verbo en plural «hagamos» y el pronombre en plural «nuestra»? Algunos han sugerido que son plurales de majestad, una forma de hablar que el rey usa para decir, por ejemplo: «Nos complace conceder su petición». Sin embargo, en el hebreo del Antiguo Testamento no hay otros ejemplos de casos en que un monarca use verbos plurales o pronombres plurales para referirse a sí mismo como «plural de majestad», de modo que esta sugerencia no tiene evidencia que la respalde. Otra sugerencia es que Dios está hablando con los ángeles. Pero los ángeles no participaron en la creación del hombre, ni tampoco el hombre fue creado a imagen y semejanza de los ángeles, así que esta sugerencia no es convincente. La mejor explicación, y que sostienen casi unánimemente los padres de la Iglesia y los primeros teólogos, es que ya en el primer capítulo de Génesis tenemos una indicación de la pluralidad de personas en Dios mismo. No se nos dice cuántas personas, y no tenemos nada que se acerque a la doctrina completa de la Trinidad, pero se implica que hay más de una persona que interviene. Lo mismo se puede decir de Génesis 3:22 («El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal»), Génesis 11:7 («Será mejor que bajemos a confundir su idioma»), e Isaías 6:8 («¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?»). (Nótese la combinación del singular y el plural en la misma oración en este último pasaje.)
Es más, hay pasajes en que a una misma persona se le llama «Dios» o «el Señor», y se le distingue de otra persona a la que también se le llama Dios. En el Salmo 45:6 el salmista dice: «Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; … Tú amas la justicia y odias la maldad; por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu Dios te ungió con perfume de alegría!» Aquí el salmo va más allá de lo que pudiera ser cierto de algún rey terrenal y llama «Dios» al rey (v. 6), cuyo trono permanece «para siempre». Pero luego, todavía hablando a la persona a la que llamó «Dios», el autor dice que «Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu Dios …!») (v. 7). Así que a dos personas separadas se les llama «Dios» (heb. Elojim). En el Nuevo Testamento el autor de Hebreos cita este pasaje y lo aplica a Cristo: «Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo» (He 1:8).
Similarmente, en el Salmo 101:1 David dice: «Así dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”». Jesús correctamente entiende que David se refiere a dos personas separadas como «Señor» (Mt 22:41–46), pero, ¿quién es el «Señor» de David si no es Dios mismo? ¿Y quién podría estarle diciendo a Dios: «Siéntate a mi diestra», excepto alguien que también sea plenamente Dios? Desde la perspectiva del Nuevo Testamento podemos parafrasear este versículo como «Dios Padre le dijo a Dios Hijo: “Siéntate a mi diestra”». Pero incluso sin la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la Trinidad, parece claro que David estaba consciente de una pluralidad de personas en un Dios.
Isaías 63:10 dice del pueblo de Dios que «se rebelaron y afligieron a su santo Espíritu», al parecer sugiriendo que el Espíritu Santo es distinguible de Dios mismo (es «su santo Espíritu»), y que se le puede «afligir», lo que sugiere capacidades emocionales características de una persona particular.
Todavía más, varios pasajes del Antiguo Testamento sobre «el ángel del Señor» sugieren una pluralidad de personas en Dios. La palabra que se traduce «ángel» (heb. malak) significa simplemente «mensajero». Si este ángel del Señor es un «mensajero» del Señor, no es el mismo Señor. Sin embargo, en otros puntos al ángel del Señor se le llama «Dios» o «el Señor» (vea Gn 16:13; Éx 3:2–6; 23:20–22; Nm 22:35 con 38; Jue 2:1–2; 6:11 con 14). En otros puntos del Antiguo Testamento «el ángel del Señor» sencillamente se refiere a un ángel creado, pero por lo menos en estos pasajes el ángel especial (o «mensajero») del Señor parece ser otra persona que es plenamente divina.
2. Revelación más completa de la Trinidad en el Nuevo Testamento. Cuando se abre el Nuevo Testamento, entramos en la historia del advenimiento del Hijo de Dios a la tierra. Sería de esperarse que este grandioso acontecimiento viniera acompañado de enseñanzas más explícitas sobre la naturaleza trinitaria de Dios, y eso es de hecho lo que hallamos. Antes de mirar esto en detalle, podemos sencillamente mencionar una lista de varios pasajes en los que se mencionan juntas a las tres personas de la Trinidad.
Cuando bautizaban a Jesús, «en ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: “Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él”» (Mt 3:16–17). Aquí en un momento tenemos a los tres miembros de la Trinidad realizando tres actividades distintas. Dios Padre habla desde el cielo; Dios Hijo está siendo bautizado, y luego Dios Padre le habla desde el cielo y Dios Espíritu Santo desciende del cielo para posarse sobre Jesús y facultarlo para su ministerio.
Al final de su ministerio terrenal, Jesús pide a sus discípulos que «vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt. 28:19). Los mismos sustantivos «Padre» e «Hijo», tomados de la terminología de la familia, la más conocida de las instituciones humanas, indican muy fuertemente la personalidad distinta del Padre y del Hijo. Cuando se pone al «Espíritu Santo» en la misma expresión y al mismo nivel que las otras dos personas, es difícil evitar la conclusión de que se ve también al Espíritu Santo como una persona de igual posición que el Padre y el Hijo.
Cuando nos damos cuenta de que los autores del Nuevo Testamento suelen usar el nombre «Dios» (gr. teos) para referirse a Dios Padre y el nombre «Señor» (gr. kurios) para referirse a Dios Hijo, es claro que hay otra expresión trinitaria en 1 Corintios 12:4–6: «Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos».
En forma similar, el último versículo de 2 Corintios es trinitario en su expresión: «Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes» (2 Co 13:14). También vemos a las tres personas mencionadas separadamente en Efesios 4:4–6: «Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos».
En la frase de apertura de 1 Pedro se mencionan juntas a las tres personas de la Trinidad: «según la previsión de Dios el Padre, mediante la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre» (1 P 1:2). En Judas 20–21 leemos: «Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna».
B. Tres afirmaciones que resumen la enseñanza bíblica
En cierto sentido la doctrina de la Trinidad es un misterio que jamás podremos comprender plenamente. Sin embargo, sí podemos entender algo de su verdad resumiendo la enseñanza bíblica en tres afirmaciones:
1.     Dios es tres personas
2.     Cada persona es plenamente Dios
3.     Hay sólo un Dios
La siguiente sección desarrollará con más detalles cada una de estas afirmaciones.
1. Dios es tres personas. El hecho de que Dios es tres personas quiere decir que el Padre no es el Hijo; son personas distintas. También quiere decir que el Padre no es el Espíritu Santo, sino que son dos personas distintas. También quiere decir que el Hijo no es el Espíritu Santo. Estas distinciones se ven en los varios pasajes citados en la sección previa, como también en muchos pasajes adicionales del Nuevo Testamento.
Juan 1:1–2 nos dice: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio». El hecho de que el «Verbo» (que en los vv. 9–18 se ve que es Cristo) está «con» Dios muestra que es distinto de Dios Padre. En Juan 17:24, Jesús le habla a Dios Padre de «mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo», lo que habla de distintas personas que comparten gloria, y de una relación de amor entre Padre e Hijo antes que el mundo fuera creado.
Se nos dice que Jesús continúa como nuestro Sumo Sacerdote y Abogado ante Dios el Padre: «Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo» (1 Jn 2:1). Cristo es el único que «puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos». Sin embargo, para poder interceder por nosotros ante Dios Padre es necesario que Cristo sea una persona distinta del Padre.
También, el Padre no es el Espíritu Santo, y el Hijo no es el Espíritu Santo. Se les distingue en varios versículos. Jesús dice: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho» (Jn 14:26). El Espíritu Santo también ora o «intercede» por nosotros (Ro 8:27), lo que indica una distinción entre el Espíritu Santo y Dios Padre a quien se hace la intercesión.
Finalmente, el hecho de que el Hijo no es el Espíritu Santo queda indicado también en los varios pasajes trinitarios antes mencionados, tales como la Gran Comisión (Mt 28:19) y en los pasajes que indican que Cristo volvió al cielo y luego envió al Espíritu Santo a la Iglesia. Jesús dijo: «Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes» (Jn 16:7).
Algunos han cuestionado si el Espíritu Santo en verdad es otra persona, en lugar del «poder» o la «fuerza» de Dios en acción en el mundo. Pero la evidencia del Nuevo Testamento es muy clara y fuerte.1 Primero tenemos los varios versículos mencionados anteriormente en donde se pone al Espíritu Santo en una relación coordinada con el Padre y el Hijo (Mt 28:19; 1 Co 12:4–6; 2 Co 13:14; Ef 4:4–6; 1 P 1:2). Puesto que el Padre y el Hijo son personas, la expresión coordinada sugiere fuertemente que el Espíritu Santo también es persona. Luego también hay lugares donde se aplica el pronombre masculino él (gr. ekeinos) al Espíritu Santo (Jn 14:26; 15:26; 16:13–14), que uno no esperaría según las reglas de la gramática griega, porque la palabra espíritu (gr. pneuma) es neutra, y no masculina, y de ordinario se haría referencia a ella usando el pronombre neutro ekeinos. Por otro lado, el nombre Consolador (gr. Parakletos) es un término que comúnmente se usaba para hablar de una persona que ayuda o da consuelo o consejo a otra persona o personas, pero se aplicó al Espíritu Santo en el Evangelio de Juan (14:16, 26; 15:26; 16:7).
También se adscriben al Espíritu Santo otras actividades personales, tales como enseñar (Jn 14:26), dar testimonio (Jn 15:26; Ro 8:16), interceder u orar a favor de otros (Ro 8:26–27), examinar las profundidades de Dios (1 Co 2:10), saber los pensamientos de Dios (1 Co 2:11), disponer la distribución de algunos dones a unos y otros dones a otros (1 Co 12:11), prohibir o no permitir ciertas actividades (Hch 16:6–7), hablar (Hch 8:29; 13:2; y muchas veces tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos), evaluar y aprobar un curso sabio de acción (Hch 15:28), y ser afligido por el pecado en la vida de los cristianos (Ef 4:30).
Finalmente, si se entiende al Espíritu Santo simplemente como el poder de Dios, antes que como una persona distinta, un buen número de pasajes no tendrían sentido porque en ellos se mencionan tanto al Espíritu Santo y su poder y el poder de Dios. Por ejemplo, Lucas 4:14: «Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu» tendría que querer decir: «Jesús regresó en el poder de Dios a Galilea». En Hechos 10:38, «Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder», querría decir: «Dios ungió a Jesús con el poder de Dios y con poder» (vea también Ro 15:13; 1 Co 2:4). Podemos concluir que el Espíritu Santo es otra persona.
2. Cada persona es plenamente Dios. Además del hecho de que las tres personas son distintas, el abundante testimonio bíblico es que cada persona es plenamente Dios por igual.
Primero, Dios Padre claramente es Dios. Esto es evidente desde el mismo primer versículo de la Biblia, donde Dios creó los cielos y la tierra. Es evidente en todo el Antiguo y Nuevo Testamentos, en donde se ve claramente a Dios Padre como Señor soberano sobre todos y donde Jesús ora a su Padre en los cielos.
Luego, el Hijo es plenamente Dios. Aunque este punto se desarrollará con gran detalle en el capítulo 15, bajo el título de «La persona de Cristo», podemos observar brevemente en este punto varios pasajes explícitos. Juan 1:1–4 claramente afirma la plena deidad de Cristo: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad».
Aquí se dice que Cristo era «el Verbo», y Juan dice que él estaba «con Dios» y que «era Dios». El texto griego se hace eco de las palabras iniciales de Génesis 1:1 («En el principio …») y nos recuerda que Juan está hablando de algo que fue cierto antes de que el mundo fuese hecho. Dios el Hijo siempre fue plenamente Dios.
Los Testigos de Jehová han cuestionado la traducción «el Verbo era Dios», traduciéndola como «la Palabra era un dios», implicando que el Verbo era simplemente un ser celestial pero no plenamente divino. Justifican su traducción apuntando al hecho de que el artículo definido (gr. jo, «el») no aparece antes de la palabra griega teos («Dios»). Dicen que teos debe traducirse «un dios». Sin embargo, ningún erudito griego reconocido ha seguido jamás tal interpretación en ninguna parte, porque es comúnmente conocido que la oración sigue una regla regular de la gramática griega, y la ausencia del artículo definido meramente indica que «Dios» es el predicado en lugar del sujeto de la oración.
La debilidad de la posición de los Testigos de Jehová se puede ver además en su traducción del resto del capítulo. Por varias otras razones gramaticales, la palabra teos también carece de artículo definido en otros lugares de este capítulo, como en el versículo 6: («Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió»), versículo 12 («les dio el derecho de ser hijos de Dios»), y el versículo 18 («A Dios nadie lo ha visto nunca»). Si los Testigos de Jehová fueran coherentes en su argumento en cuanto a la ausencia del artículo definido, también habrían traducido todos estos otros casos con la frase «un dios», pero los tradujeron «Dios».
Juan 20:28 en su contexto también es una fuerte prueba de la deidad de Cristo. Tomás había dudado de los informes de los demás discípulos de que habían visto a Jesús resucitado de los muertos, y había dicho que no creería a menos que pudiera ver las huellas de los clavos en las manos de Jesús y meter la mano en su costado herido (Jn 20:25). Entonces Jesús se les apareció a los discípulos cuando Tomás estaba con ellos. Jesús le dijo a Tomás: «Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe» (Jn 20:27). Leemos que en respuesta a esto Tomás exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Aquí Tomás llama a Jesús «Dios mío». Los siguientes versículos (vv. 29–31) muestran que tanto Juan al escribir su Evangelio como Jesús mismo aprueban lo que Tomás ha dicho y animan a todo el que oye acerca de Tomás a creer lo mismo que Tomás creyó.
Otros pasajes que hablan de Jesús como plenamente divino incluyen Hebreos 1, donde el autor dice que Cristo es «la fiel imagen» (v. 3, gr. jaraktér, «duplicado exacto») de la naturaleza o ser (gr. jupostasis) de Dios, queriendo decir que Dios Hijo duplica exactamente en todo el ser o la naturaleza de Dios Padre: los atributos y el poder que Dios Padre tiene, Dios Hijo los tiene por igual. El autor pasa a referirse a Dios Hijo como «Dios» en el versículo 8 («Pero con respecto al Hijo dice: “Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos”»), y atribuye la creación de los cielos a Cristo cuando dice de él: «En el principio, oh Señor, tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos» (He 1:10 citando Sal 102:25).
En el capítulo 15 se considerarán muchos otros pasajes, pero estos deberían ser suficientes para demostrar que el Nuevo Testamento con toda claridad se refiere a Cristo como plenamente Dios. Como Pablo dice en Colosenses 2:9: «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo».
Luego, el Espíritu Santo también es plenamente Dios. Una vez que entendemos que Dios Padre y Dios Hijo son plenamente Dios, las expresiones trinitarias en versículos tales como Mateo 28:19 («bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo») cobran significación en cuanto a la doctrina del Espíritu Santo, porque muestran que se clasifica al Espíritu Santo en igual nivel que el Padre y el Hijo. Esto se puede ver si reconocemos lo inconcebible que habría sido para Jesús decir algo así como «bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del arcángel Miguel»; esto le hubiera dado a un ser creado un estatus enteramente inapropiado incluso para un arcángel. Los creyentes en todas las edades solamente pueden ser bautizados en el nombre (y por ello tomando el carácter) de Dios mismo. (Observe también los otros pasajes trinitarios mencionados anteriormente: 1 Co 12:4–6; 2 Co 13:14; Ef 4:4–6; 1 P 1:2; Jud 20–21.)
En Hechos 5:3–4, Pedro le pregunta a Ananías: «¿Cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo …? ¡No has mentido a los hombres sino a Dios!» Según las palabras de Pedro, mentirle al Espíritu Santo es mentirle a Dios. Pablo dice en 1 Corintios 3:16: «¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?» El templo de Dios es el lugar donde Dios mismo habita, lo que Pablo explica por el hecho de que «el Espíritu de Dios» habita allí, evidentemente igualando así al Espíritu de Dios con el mismo Dios.
David pregunta en el Salmo 139:7–8: «¿Adónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú». Este pasaje atribuye al Espíritu Santo la característica divina de omnipresencia, algo que no es cierto de ninguna de las criaturas de Dios. Parece que David está igualando al Espíritu de Dios con la presencia de Dios. Huir del Espíritu de Dios es huir de su presencia, pero si no hay ningún lugar adonde David puede huir del Espíritu de Dios, sabe que dondequiera que vaya tendrá que decir: «Tú estás aquí».
En 1 Corintios 2:10–11 Pablo atribuye la característica divina de omnisciencia al Espíritu Santo: «Pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios [gr. lit. “las cosas de Dios”] sino el Espíritu de Dios».
Es más, la actividad de dar el nuevo nacimiento al que nace de nuevo es obra del Espíritu Santo. Jesús dijo: «Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.… Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”» (Jn 3:5–7). Pero la obra de dar nueva vida espiritual a las personas cuando llegan a ser creyentes es algo que sólo Dios puede hacer (cf. 1 Jn 3:9, «que haya nacido de Dios»). Este pasaje, por consiguiente, da otra indicación de que el Espíritu Santo es plenamente Dios.
Hasta este punto tenemos dos conclusiones, ambas enseñadas abundantemente por toda la Biblia:
1.     Dios es tres personas
2.     Cada persona es plenamente Dios
Si la Biblia enseñara solamente estas dos realidades, no habría problema lógico al interpretar esto, porque la solución obvia sería que hay tres dioses. El Padre es plenamente Dios, el Hijo es plenamente Dios y el Espíritu Santo es plenamente Dios. Tendríamos un sistema en el que hay tres seres igualmente divinos. Tal sistema de creencia se llamaría politeísmo, o más específicamente, «triteísmo», o la creencia en tres dioses. Pero eso dista mucho de lo que enseña la Biblia.
3. Hay sólo un Dios. La Biblia es abundantemente clara en que hay un solo y único Dios. Las tres personas diferentes de la Trinidad no sólo son una en propósito y en acuerdo en lo que piensan, sino que también son una en esencia, una en su naturaleza esencial. En otras palabras, Dios es un solo ser. No hay tres Dioses. Hay sólo un Dios.
Uno de los pasajes más conocidos del Antiguo Testamento es Deuteronomio 6:4–5: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas».
Cuando Dios habla, muchas veces dice claramente que él es el único Dios verdadero; la idea de que hay tres Dioses a los que hay que adorar antes que a uno sería impensable a la luz de estas afirmaciones extremadamente fuertes. Sólo Dios es el único Dios verdadero y no hay nadie como él. Cuando él habla, es el único que habla; no está hablando como un Dios entre tres que hay que adorar. Él dice:
«Yo soy el Señor, y no hay otro;
fuera de mí no hay ningún Dios.
Aunque tú no me conoces, te fortaleceré,
para que sepan de oriente a occidente
que no hay ningún otro fuera de mí.
Yo soy el Señor, y no hay ningún otro». (Is 45:5–6)
El Nuevo Testamento también afirma que hay un Dios. Pablo escribe: «Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti 2:5). Pablo afirma que «Dios es uno» (Ro 3:30). Finalmente, Santiago reconoce que incluso los demonios reconocen que sólo hay un Dios, aunque su asentimiento intelectual al hecho no es suficiente para salvarlos: «¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan» (Stg 2:19). Pero claramente Santiago afirma que uno «hace bien» al creer que «hay un solo Dios».
4. Todas las analogías tienen puntos débiles. Si no podemos adoptar ninguna de estas soluciones, ¿cómo podemos juntar las tres verdades de la Biblia y mantener la doctrina de la Trinidad? A veces algunos han usado varias analogías derivadas de la naturaleza o de la experiencia humana para intentar explicar esta doctrina. Aunque estas analogías pueden ser útiles en un nivel elemental de entendimiento, todas resultan inadecuadas y equivocadas en mayor reflexión. Decir, por ejemplo, que Dios es como un trébol, que tiene tres hojas pero que sin embargo es un solo trébol, no resulta porque cada hoja es solo una parte del trébol, y no se puede decir que cada hoja sea el trébol entero. Pero en la Trinidad cada persona no es simplemente una parte separada de Dios, sino que cada persona es plenamente Dios.
La analogía de las tres formas del agua (vapor, agua y hielo) también es inadecuada porque (a) el agua nunca está en las tres formas al mismo tiempo; (b) tienen diferentes propiedades o características, (c) la analogía no tiene nada que corresponda al hecho de que hay sólo un Dios (no hay «un agua» ni «toda el agua del universo»), y (d) falta el elemento de personalidad inteligente.
Se han derivado otras analogías de la experiencia humana. Se puede decir que la Trinidad es algo así como el hombre que es a la vez agricultor, alcalde de la ciudad y anciano de su iglesia. Funciona en papeles diferentes en diferentes momentos, pero es sólo un hombre. Sin embargo, esta analogía es muy deficiente porque hay sólo una persona haciendo todas esas actividades en tiempos diferentes, y la analogía no ilustra la interacción personal que hay entre los miembros de la Trinidad. (De hecho, esta analogía simplemente enseña la herejía llamada modalismo, que se considerará más abajo.)
Así que, ¿qué analogía usaremos para enseñar la Trinidad? Aunque la Biblia usa muchas analogías de la naturaleza y la vida para enseñarnos varios aspectos del carácter de Dios (Dios es como roca en su fidelidad, como pastor en su cuidado), es interesante que en ninguna parte usa analogías para enseñar la doctrina de la Trinidad. Lo más cercano que tenemos a una analogía se halla en los títulos «Padre» e «Hijo» en sí mismos, títulos que claramente hablan de personas distintas y de la estrecha relación que existe entre ellos en una familia humana. Pero a nivel humano, por supuesto, tenemos dos seres humanos enteramente separados, no un ser compuesto de tres personas distintas. Es mejor concluir que ninguna analogía ilustra adecuadamente el concepto de la Trinidad, y todas se equivocan en maneras significativas.
5. Las soluciones simplistas se ven obligadas a negar hebras de la enseñanza bíblica. Ahora tenemos tres afirmaciones, las cuales nos enseña la Biblia:
1.     Dios es tres personas
2.     Cada persona es plenamente Dios
3.     Hay sólo un Dios
En la historia de la Iglesia ha habido intentos de concebir una solución sencilla para la doctrina de la Trinidad negando una u otra de estas afirmaciones. Si alguien niega la primera afirmación, se nos deja con el hecho de que cada una de las personas mencionadas en la Biblia (Padre, Hijo y Espíritu Santo) es Dios, y hay sólo un Dios. Pero si no tenemos que decir que son personas distintas, hay una solución fácil: Simplemente son nombres diferentes de una misma persona que actúa diferente en tiempos diferentes. A veces esta persona se llama a sí mismo Padre, a veces se llama Hijo y a veces se llama a sí mismo Espíritu. Pero tal solución negaría el hecho de que las tres personas son individuos distintos, que Dios Padre envía a Dios Hijo al mundo, y que el Hijo ora al Padre, y que el Espíritu Santo intercede ante el Padre por nosotros.
Otra solución simple se hallaría al negar la segunda afirmación, o sea, negar que algunas de las personas mencionadas en la Biblia son plenamente Dios. Si sostenemos que Dios es tres personas y que hay un solo Dios, podemos vernos tentados a decir que algunas de las «personas» no son plenamente Dios, sino que solamente son subordinadas o partes creadas de Dios. Esta solución la tomarían, por ejemplo, los que niegan la plena deidad del Hijo (y del Espíritu Santo). Pero, como vimos antes, esta solución tendría que negar una categoría entera de la enseñanza bíblica.
Finalmente, como ya se observó antes, una solución sencilla sería negar que sólo haya un Dios. Pero esto resultaría en una creencia en tres Dioses, algo que es claramente contrario a la Biblia.
Aunque el tercer error no ha sido común, cada uno de los dos primeros ha aparecido en algún momento u otro en la historia de la Iglesia, y cada uno persiste hasta hoy en algunos grupos.
C. Han surgido errores por negar algunas de las tres afirmaciones que resumen la enseñanza bíblica
En la sección previa hemos visto cómo la Biblia exige que afirmemos lo siguiente:
1.     Dios es tres personas
2.     Cada persona es plenamente Dios
3.     Hay sólo un Dios
Antes de hablar más de la diferencia entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la manera en que se relacionan entre sí, es importante que examinemos algunos de los errores doctrinales respecto a la Trinidad que se han hecho en la historia de la Iglesia. En esta revisión histórica veremos algunos de los errores que nosotros mismos debemos evitar al pensar en esta doctrina. Por cierto, los principales errores trinitarios que han surgido han tenido lugar debido a una negación de una u otra de estas tres afirmaciones primarias.2
1. El modalismo aduce que hay sólo una persona que se nos aparece de tres formas (o «modos») diferentes. En diferentes épocas algunos han enseñado que Dios no es tres personas diferentes, sino sólo una persona que se aparece a la gente de «modos» diferentes en momentos diferentes. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento Dios aparecía como «Padre». En los Evangelios esta misma persona divina apareció como «el Hijo» como se ve en la vida humana y ministerio de Jesús. Después del Pentecostés, esta misma persona se ha revelado como «Espíritu» activo en la Iglesia.
El modalismo resulta atractivo por el deseo de martillar claramente que hay sólo un Dios. Puede decir que tiene el respaldo no sólo de los pasajes bíblicos que hablan de un Dios, sino también de pasajes tales como Juan 10:30 («El Padre y yo somos uno»), y Juan 14:9 («El que me ha visto a mí, ha visto al Padre»). Sin embargo, este último pasaje puede simplemente querer decir que Jesús revela plenamente el carácter de Dios Padre, y el pasaje anterior (Jn 10:30), en un contexto en el que Jesús afirma que realizará todo lo que el Padre le ha dado que haga y que salvará a todos los que el Padre le ha dado, parece querer decir que Jesús y el Padre son uno en propósito.
La debilidad fatal del modalismo es el hecho de que debe negar las relaciones personales dentro de la Trinidad y que aparece en tantos lugares en las Escrituras (o debe afirmar que estas fueron simplemente una ilusión y no algo real). Si es así, debe negar que hubo tres personas separadas en el bautismo de Jesús, en donde el Padre habla desde el cielo y el Espíritu desciende sobre Jesús como paloma. Debe decir que todas esas ocasiones en que Jesús ora al Padre son una ilusión o una charada. La idea del Hijo o del Espíritu Santo intercediendo por nosotros ante Dios Padre se pierde. Finalmente, el modalismo a fin de cuentas tira a un lado lo esencial de la doctrina de la expiación; es decir, la idea de que Dios envió al Hijo como sacrificio sustitutivo, y que el Hijo llevó la ira de Dios en lugar nuestro, y que el Padre, representando los intereses de la Trinidad, vio los sufrimientos de Cristo y quedó satisfecho (Is 53:11).
2. El arrianismo niega la plena deidad del Hijo y del Espíritu Santo. El término arrianismo se deriva de Arrio, obispo de Alejandría cuyas enseñanzas condenó el Concilio de Nicea en 325 d.C., y que murió en 336 d.C. Arrio enseñaba que Dios Padre creó en un punto a Dios Hijo, y que antes de ese tiempo el Hijo no existía, ni tampoco el Espíritu Santo, sino sólo el Padre. Según eso, aunque el Hijo es un ser celestial que existió antes del resto de la creación y que es mucho mayor que el resto de la creación, no es igual al Padre en todos sus atributos; incluso se puede decir que «se parece al Padre» o es «similar al Padre» en su naturaleza, pero no se puede decir que sea «de la misma naturaleza» que el Padre.
Los arrianos dependían fuertemente de los pasajes que llaman a Cristo el «unigénito» Hijo de Dios (Jn 1:14; 3:16, 18; 1 Jn 4:9). Si Cristo fue «unigénito» de Dios el Padre, razonaban, esto debe querer decir que Dios Padre le dio la existencia (porque la palabra engendrar en la experiencia humana se refiere a la función del padre en la concepción del hijo). Respaldo adicional para la enseñanza arriana se halla en Colosenses 1:15: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación». ¿Acaso aquí la palabra «primogénito» no implica que el Padre en algún punto le dio la existencia al Hijo? Y si esto es cierto del Hijo, debe necesariamente ser cierto también del Espíritu Santo.
Pero estos pasajes no nos exigen creer la posición arriana. Colosenses 1:15, que llama a Cristo «el primogénito de toda creación», se entiende mejor en el sentido de que Cristo tiene los derechos y privilegios del «primogénito»; o sea, según el uso y costumbres bíblicas, el derecho de liderazgo o autoridad en la familia de la generación de uno (vea He 12:16, en donde se dice de Esaú que vendió su «primogenitura» o «derecho de nacimiento»; la palabra griega prototokia es cognada del término prototokos, «primogénito» en Col. 1:15). Así que Colosenses 1:15 quiere decir que Cristo tiene los privilegios de autoridad y gobierno, privilegios que le corresponden al «primogénito» pero con respecto a toda la creación.
Las argumentaciones arrianas que usaban textos que se refieren a Cristo como el «unigénito» Hijo se basan en un mal entendimiento de la palabra griega monogenés (traducida, por ejemplo por la RVR como «unigénito» en Jn 1:14, 18; 3:16, 18, 1 Jn 4:9). Por muchos años se pensó que la palabra se derivaba de dos términos griegos: mono que quiere decir «solo» y genao que quiere decir «engendrar». Pero el estudio lingüístico del siglo XX demostró que la segunda mitad de la palabra se relaciona más bien con la palabra genos, que quiere decir «clase» o «tipo». Entonces, la palabra quiere decir «único en su clase» o hijo «singular» (vea también He 11:17, en donde Isaac es monogenés de Abraham, aunque no fue su único hijo). En vez de referirse a que Cristo desciende del Padre, estos versículos afirman la posición única de Cristo como Hijo de Dios.
A pesar del malentendido de la Iglesia primitiva respecto a este término monogenés, se vio tan impactada por la fuerza de muchos otros pasajes que muestran que Cristo era plena y completamente Dios que concluyó que, sea lo que sea que «unigénito» signifique, no significa «creado». Por consiguiente el Credo Niceno en 325 afirmó que Cristo era «unigénito, no hecho»:
Creemos en un Dios, Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en el Señor Jesucristo, Hijo de Dios, unigénito del Padre, el unigénito; o sea, de la esencia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, el mismo Dios del mismo Dios, unigénito, no hecho, siendo de una sustancia [jomoousion] con el Padre … 3
En repudio adicional a las enseñanzas de Arrio, el Credo Niceno insistió que Cristo era «de la misma sustancia que el Padre». La disputa con Arrio tenía que ver con dos palabras que se han hecho famosas en la historia de la doctrina cristiana: [jomoousios] («de la misma naturaleza») y jomoiousios («de naturaleza similar»). La diferencia depende del diferente significado de los dos prefijos griegos, jomo, que quiere decir «mismo», y jomoi, que quiere decir «similar». A Arrio le gustaba decir que Cristo fue un ser celestial sobrenatural y que fue creado por Dios antes de la creación del resto del universo, e incluso que era «similar» a Dios en su naturaleza. En esto Arrio concordaba con la palabra jomoiousios. Pero el concilio de Nicea en 325 y el concilio de Constantinopla en 381 entendieron que esto no era suficiente, porque si Cristo no es exactamente de la misma naturaleza que el Padre, no es plenamente Dios. Asi que ambos concilios insistieron en que los cristianos ortodoxos confesaran que Jesús es jomoousios, de la misma naturaleza que Dios Padre. Mientras que la diferencia entre las dos palabras es sólo de una letra, esta diferencia era en verdad profunda, y marcaba la diferencia entre el cristianismo bíblico y la herejía, entre una doctrina verdadera de la Trinidad y una herejía que no aceptaba la plena deidad de Cristo y por consiguiente no era trinitaria y era a fin de cuentas destructiva para la fe cristiana.
Al afirmar que el Hijo era de la misma naturaleza que el Padre, la Iglesia naciente también excluyó una doctrina falsa relacionada con esta: la de la subordinación. Mientras el arrianismo sostenía que el Hijo fue creado y que no era divino, la idea de la subordinación sostenía que el Hijo era eterno (no creado) y divino, pero no era igual al Padre en ser o atributos; el Hijo era inferior o «subordinado» en ser al Dios Padre.4 Como al arrianismo, el concilio de Nicea rechazó claramente esta idea.
3. El triteísmo niega que haya sólo un Dios. Una última manera de intentar una fácil reconciliación de la enseñanza bíblica en cuanto a la Trinidad sería negar que hay sólo un Dios. El resultado es decir que Dios es tres personas y que cada persona es plenamente Dios. Por consiguiente, hay tres Dioses. Técnicamente esta noción se llamaria «triteísmo».
Pocos la han sostenido en la historia de la Iglesia. Tiene similitudes con muchas religiones paganas antiguas que creían en una multiplicidad de dioses. Esta noción resultaría en confusión en la mente de los creyentes. No habría adoración absoluta, ni lealtad, ni devoción al único Dios verdadero. No sabríamos a cuál Dios dar nuestra suprema lealtad. Y, en un nivel más hondo, esta noción destruiría todo sentido de unidad suprema en el universo; incluso en el mismo ser de Dios habría pluralidad, pero no unidad.
Aunque ningún grupo moderno aboga por el triteísmo, tal vez muchos evangélicos de hoy sin intención se inclinan a nociones triteístas de la Trinidad, reconociendo la personalidad distinta del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero rara vez percatándose de la unidad de Dios como un ser indiviso.
4. Importancia de la doctrina de la Trinidad. ¿Por qué la Iglesia se preocupó tanto por la doctrina de la Trinidad? ¿Es realmente esencial sostener la plena deidad del Hijo y del Espíritu Santo? Sí, lo es, porque esta enseñanza tiene implicaciones para el mismo corazón de la fe cristiana.
Primero, la expiación está en juego. Si Jesús es meramente un ser creado, y no plenamente Dios, es difícil concebir que él, una criatura, pudo llevar la ira total de Dios contra todos nuestros pecados. ¿Podría alguna criatura, por grande que fuera, salvarnos de veras? Segundo, la justificación por la fe sola queda amenazada si negamos la plena deidad del Hijo. (Esto se ve hoy en la enseñanza de los Testigos de Jehová, quienes no creen en la justificación por la fe sola.) Si Jesús no es plenamente Dios, tendríamos derecho a dudar que podemos confiar en él para salvarnos completamente. ¿Podríamos depender de una criatura en cuanto a nuestra salvación? Tercero, si Jesús no es Dios infinito, ¿debemos orarle y adorarle? ¿Quién, sino un Dios infinito y omnisciente, podría oír y responder a las oraciones de todo el pueblo de Dios? Y, ¿quién sino Dios mismo es digno de adoración? En verdad, si Jesús nos es más que una criatura, por grande que sea, sería idolatría adorarle; y sin embargo el Nuevo Testamento nos ordena hacerlo (Fil 2:9–11; Ap 5:12–14). Cuarto, si alguien enseña que Cristo es un ser creado pero que de todas maneras el que nos salva, esta enseñanza erróneamente empieza a atribuirle el mérito de la salvación a una criatura y no a Dios mismo. Esta enseñanza erróneamente exalta a la criatura antes que al Creador, algo que la Biblia nunca nos permite hacer. Quinto, la independencia y naturaleza personal de Dios está en juego: Si no hay Trinidad, no hubo relaciones interpersonales en el ser de Dios antes de la creación, y, sin relaciones personales es difícil ver cómo Dios pudiera realmente ser personal o no tener necesidad de una creación con la cual relacionarse. Sexto, la unidad del universo está en juego: Si no hay perfecta pluralidad y perfecta unidad en Dios mismo, no tenemos base para pensar que puede haber unidad alguna entre los diversos elementos del universo. Claramente en la doctrina de la trinidad se pone en juego la esencia misma de la fe cristiana.
D. ¿Cuáles son las distinciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?
Después de completar esta revisión de los errores respecto a la Trinidad, podemos pasar a preguntarnos si se puede decir algo más respecto a las distinciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si decimos que cada miembro de la Trinidad es plenamente Dios, y que cada persona comparte y participa de todos los atributos de Dios, ¿hay alguna diferencia entre las personas?
1. Las personas de la Trinidad tienen diferentes funciones primarias al relacionar se con el mundo. Cuando la Biblia habla de la manera en que Dios se relaciona con el mundo, tanto en la creación como en la redención, dice que las personas de la Trinidad tienen diferentes funciones o actividades primarias. A veces a esto se llama «economía de la Trinidad» usando economía en el sentido antiguo de «ordenación de actividades». (En este sentido la gente solía hablar de la «economía de una casa» o «economía del hogar» para referirse no sólo los asuntos financieros de un hogar, sino a la «ordenación de actividades» dentro de la casa.) La «economía de la Trinidad» quiere decir las diferentes maneras en que las tres personas actúan al relacionarse con el mundo y (como veremos en la próxima sección) entre sí por toda la eternidad.
Vemos estas diferentes funciones en la obra de la creación. Dios Padre dijo las palabras creadoras para hacer que el universo llegara a existir. Pero fue Dios Hijo, el eterno Verbo de Dios, el que realizó estos decretos creativos: «Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir» (Jn 1:3; vea también 1 Co 8:6; Col 1:16; He 1:2). El Espíritu Santo estaba también activo de una manera diferente, al «moverse» o «ir y venir» sobre la superficie de las aguas (Gn 1:2), al parecer sustentando y manifestando la presencia inmediata de Dios en su creación (cf. Sal 33:6, en donde «soplo» tal vez se traduzca mejor «Espíritu»; vea también Sal 139:7).
Podemos también ver funciones distintas en la obra de la redención. Dios Padre planeó la redención y envió a su Hijo al mundo (Jn 3:16; Gá 4:4; Ef 1:9–10). El Hijo obedeció al Padre y realizó nuestra redención (Jn 6:38; He 10:5–7; et ál.). Dios Padre no vino y murió por nuestros pecados, ni tampoco Dios Espíritu Santo. Fue la obra particular del Hijo. Luego, después de que Jesús ascendió al cielo, el Padre y el Hijo enviaron al Espíritu Santo para que aplicara la redención a nosotros. Jesús habla del «Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre» (Jn 14:26), pero también dice que él mismo enviará al Espíritu Santo, porque dice: «Si me voy, se lo enviaré a ustedes» (Jn 16:7). Es papel especialmente del Espíritu Santo darnos regeneración, o vida nueva espiritual (Jn 3:5–8), santificarnos (Ro 8:13; 15:16; 1 P 1:2), y darnos poder para el servicio (Hch 1:8; 1 Co 12:7–11). En general, la obra del Espíritu Santo parece ser llevar a término la obra que fue planeada por Dios Padre y empezada por Dios Hijo.
Así que podemos decir que el papel del Padre en la creación y en la redención ha sido planear, dirigir y enviar al Hijo y al Espíritu Santo. Esto es lógico, porque muestra que el Padre y el Hijo se relacionan uno al otro como un padre y un hijo se relacionan entre sí en una familia humana: El padre dirige y tiene autoridad sobre el hijo, y el hijo obedece y sigue las instrucciones del padre. El Espirítu Santo es obediente a las directivas tanto del Padre como del Hijo.
En fin, que si bien las personas de la Trinidad son iguales en todos sus atributos, difieren en cuanto a la creación. El Hijo y el Espirítu Santo son iguales a Dios Padre en deidad, pero subordinados en sus funciones.
2. Las personas de la Trinidad existieron eternamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero, ¿por qué las personas de la Trinidad asumen estos diferentes papeles al relacionarse con la creación? ¿Fue accidental o arbitrario? ¿Podría Dios Padre haber venido en lugar del Dios Hijo para morir por nuestros pecados? ¿Podría el Espíritu Santo haber enviado a Dios Padre para que muriera por nuestros pecados, y entonces enviar a Dios Hijo para que pusiera en práctica la redención?
No; no parece que esto pudiera haber sucedido, porque la función de ordenar, dirigir y enviar es apropiada a la posición del Padre, por quien se modela toda la paternidad humana (Ef 3:14–15). El papel del obediente que va conforme envía el Padre y revela a Dios es apropiado al papel del Hijo, al que también se le llama el Verbo de Dios (cf. Jn 1:1–5, 14, 18; 17:4; Fil 2:5–11). Estas funciones no se podían haber invertido porque el Padre habría dejado de ser Padre y el Hijo habría dejado de ser Hijo. Por analogía de esa relación podemos concluir que el papel del Espíritu Santo es de igual modo adecuado a la relación que tenía con el Padre y el Hijo antes de que el mundo fuera creado.
Segundo, antes de que el Hijo viniera a la tierra, e incluso antes de que el mundo fuera creado, por toda la eternidad el Padre ha sido el Padre, el Hijo ha sido el Hijo, y el Espíritu Santo ha sido el Espíritu Santo. Estas relaciones son eternas, no algo que sucedió sólo en el tiempo. Podemos concluir esto primero de la inmutabilidad de Dios (vea cap. 4). Si Dios ahora existe como Padre, Hijo y Espíritu Santo, siempre ha existido como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Podemos también concluir que las relaciones son eternas a partir de otros versículos bíblicos que hablan de las relaciones que tenían entre sí los miembros de la Trinidad antes de la creación del mundo. Por ejemplo, cuando la Biblia habla de la obra de Dios en la elección (vea cap. 18) antes de la creación del mundo, habla que el Padre nos escogió «en» el Hijo: «Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que … nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él» (Ef 1:3–4). El acto de iniciación de la elección se atribuye a Dios el Padre, quien nos consideró unidos a Cristo o «en Cristo» antes de que siquiera existiéramos (vea también Ro 8:29: El Padre nos «predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo»). Incluso el hecho de que el Padre «dio a su Hijo unigénito» (Jn 3:16) y «envió a su Hijo al mundo» (Jn 3:17) indica que hubo una relación de Padre a Hijo antes de que Cristo viniera al mundo.
Cuando la Biblia habla de la creación, de nuevo habla de que el Padre creó a través del Hijo, lo que indica una relación anterior al momento en que empezó la creación (vea Jn 1:3; 1 Co 8:6; He 1:2). Pero en ninguna parte dice que el Hijo o el Espíritu Santo crearon a través del Padre. Estos pasajes de nuevo implican que hubo una relación de Padre (como autor) e Hijo (como agente activo) antes de la creación, y que esta relación hizo apropiado que las diferentes personas de la Trinidad cumplieran los papeles que cumplieron.
Por consiguiente, las diferentes funciones que vemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo realizar son simplemente resultado de una relación eterna entre las tres personas, relación que siempre ha existido y siempre existirá por la eternidad. Dios siempre ha existido como tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estas distinciones son esenciales para la naturaleza de Dios, y no podría ser de otra manera.
Finalmente, se puede decir que no hay diferencias en deidad, atributos o naturaleza esencial entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cada persona es plenamente Dios y tiene todos los atributos de Dios. Las únicas distinciones entre los miembros de la Trinidad están en la manera en que se relacionan entre sí y con la creación. En esas relaciones desempeñan funciones o papeles apropiados para cada persona.
Esta verdad acerca de la Trinidad a veces se ha resumido en la frase «igualdad ontológica pero subordinación económica», en la que la palabra ontológica quiere decir «ser» y económica se refiere a las diferentes actividades o papeles. Otra manera de expresar esto en forma más sencilla sería decir «igual en ser pero subordinados en papeles». Ambas partes de esta frase son necesarias para una doctrina verdadera de la Trinidad: Si no tenemos igualdad ontológica no todas las personas son plenamente Dios. Pero si no tenemos subordinación económica,5 no hay diferencia inherente en la manera en que las tres personas se relacionan entre sí, y consecuentemente no tenemos tres personas distintas existiendo como Padre, Hijo y Espíritu Santo por toda la eternidad.
Algunos escritos evangélicos recientes han negado una subordinación eterna en el papel entre los miembros de la Trinidad, tal vez pensando que un papel subordinado necesariamente implica menor importancia o menos personalidad. Por supuesto, no hay posición de inferioridad entre los miembros de la Trinidad a pesar de sus diferentes funciones, y la idea de una subordinación eterna en función ha sido claramente parte de la doctrina de la Iglesia sobre la Trinidad por lo menos desde el concilio de Nicea (325 d.C.). Así lo dice Charles Hodge:
La doctrina nicena incluye (1) el principio de subordinación del Hijo al Padre, y del Espíritu al Padre y al Hijo. Pero esta subordinación propuesta es sólo lo que tiene que ver con el modo de subsistencia y operación.…
Los credos no son sino el arreglo bien ordenado de los hechos de la Biblia que tienen que ver con la doctrina de la Trinidad. Afirman la distinta personalidad del Padre, Hijo y Espíritu … y su resultante perfecta igualdad; y la subordinación del Hijo al Padre, y del Espíritu al Padre y al Hijo, en lo que tiene que ver con modo de subsistencia y operación. Estos son hechos bíblicos, a los que los credos en cuestión no añaden nada; y es en este sentido que la Iglesia universal los ha aceptado.6
3. ¿Cuál es la relación entre las tres personas y el ser de Dios? Después de la explicación que antecede, la cuestión que queda sin resolver es: «¿Cuál es la diferencia entre persona y ser en esta consideración? ¿Cómo podemos decir que Dios es un ser indiviso, y que sin embargo en este ser haya tres personas?»
Primero, es importante afirmar que cada persona es completa y plenamente Dios; es decir que cada persona tiene la plenitud del ser de Dios en sí misma. El Hijo no es parcialmente Dios ni simplemente un tercio de Dios, sino que el Hijo es total y completamente Dios, y lo mismo el Padre y el Espíritu Santo. Por lo tanto, no sería correcto pensar en cuanto a la Trinidad según la figura 6.1, en la que cada persona representa sólo un tercio del ser de Dios.
El ser de Dios no está dividido en tres partes iguales que pertenecen a los tres miembros de la Trinidad
figura 6.1
Más bien, debemos decir que la persona del Padre posee el ser total de Dios en sí mismo. Similarmente, el Hijo posee el ser total de Dios en sí mismo y el Espíritu Santo posee el ser total de Dios en sí mismo. Cuando hablamos de Padre, Hijo y Espíritu Santo juntos, no estamos hablando de un ser más grande que cuando hablamos del Padre solo, o del Hijo solo, o del Espíritu Santo solo. El Padre es todo el ser de Dios. El Hijo es también todo el ser de Dios. Y el Espíritu Santo es todo el ser de Dios.
Pero si cada persona es totalmente Dios y tiene todo el ser de Dios, no debemos pensar que las distinciones personales son atributos añadidos al ser de Dios, algo como lo ilustra la figura 6.2.
Las distinciones personales no son atributos añadidos al ser de Dios
figura 6.2
Más bien, cada persona de la Trinidad tiene todo los atributos de Dios, y ninguna persona tiene un atributo que los otros no posean.
Por otro lado debemos decir que las personas son reales, que no son simplemente diferentes maneras de percibir al solo ser de Dios. (Esto sería modalismo, como se explicó anteriormente.) Así que la figura 6.3 no sería apropiada.
Las personas de la Trinidad no son simplemente tres maneras diferents de percibir al solo ser de Dios
figura 6.3
Más bien, debemos concebir la Trinidad de tal manera que se mantenga la realidad de las tres personas, y se vea a cada persona relacionada con las otras como un «yo» (una primera persona) y un «tú» (una segunda persona) y un «él» (una tercera persona).
La única manera en que parece posible hacer esto es decir que la distinción entre las personas no es una diferencia en «ser» sino una diferencia en «relaciones». Esto es algo mucho más distante de nuestra experiencia humana, en la que toda «persona» humana diferente es un ser diferente a la vez. De cierta manera, el ser de Dios es tan extraordinario comparado con el nuestro que dentro de ese ser indiviso puede haber un desdoblamiento en relaciones interpersonales tal que son tres personas distintas.
¿Cuáles son, entonces, las diferencias entre Padre, Hijo y Espíritu Santo? No hay diferencia alguna en atributos. La única diferencia entre ellos es la manera en que se relacionan entre sí y con la creación. La única cualidad del Padre es la manera en que se relaciona como Padre con el Hijo y el Espíritu Santo. La cualidad única del Hijo es la manera en que se relaciona como Hijo. La cualidad única del Espíritu Santo es la manera en que se relaciona como Espíritu.
La figura 6.4 puede ser útil al pensar en la existencia de tres personas en el ser indiviso de Dios.
Hay tres personas distintas, y el ser de cada persona es igual al ser total de Dios
figura 6.4
En la figura 6.4 se representa al Padre como la sección del círculo designada con una P y también el resto del círculo moviéndose en el sentido de las manecillas del reloj desde la letra P; al Hijo se le representa como la sección del círculo designada con la H y también el resto del círculo moviéndose alrededor en sentido de las manecillas del reloj desde la letra H; y al Espíritu Santo se le representa como la sección del círculo marcada ES y también el resto del círculo moviéndose en sentido de las manecillas del reloj desde ES. Hay, pues, tres personas distintas, pero cada persona es plena y totalmente Dios. Por supuesto, la representación es imperfecta, porque no puede representar la infinitud y personalidad de Dios y, por supuesto, ninguno de sus atributos. También requiere mirar al círculo en más de una manera a fin de comprenderlo. Las líneas punteadas se deben tomar como que indican relación personal, no división en el ser de Dios. El círculo en sí representa el ser de Dios, mientras que las líneas punteadas representan una forma de existencia personal que no es diferencia de ser. Pero el diagrama puede de todas maneras ayudarnos a guardarnos de algún malentendido.
De esta explicación resulta claro que la forma tripersonal de ser es algo que está mucho más allá de nuestra capacidad de comprender. Es una existencia muy diferente de todo lo que hemos experimentado y muy diferente de cualquier otra cosa en el universo. Debido a que la existencia de tres personas en un solo Dios es algo que está más allá de nuestro entendimiento, la teología cristiana ha llegado a usar la palabra persona para referirse a estas diferencias en relaciones, no porque comprendamos plenamente lo que se quiere decir con la palabra persona al referirse a la Trinidad, sino más bien para que podamos decir algo en lugar de quedarnos sin decir nada.
4. ¿Podemos entender la doctrina de la Trinidad? Los errores que se han cometido en el pasado deberían servirnos de advertencia. Todos han resultado de intentos de simplificar la doctrina de la Trinidad y hacerla completamente comprensible, quitándole todo misterio. Esto nunca se podrá hacer. Sin embargo, no es correcto decir que no podemos entender nada de la doctrina de la Trinidad. Claro que podemos entenderla y saber que Dios es tres personas, y que cada persona es plenamente Dios, y que hay un solo Dios. Podemos saber estas cosas porque la Biblia las enseña. Es más, podemos saber algunas cosas de la manera en que las personas se relacionan entre sí (vea la sección anterior). Pero lo que no podemos comprender totalmente es cómo todas estas enseñanzas bíblicas encajan unas con otras. Nos preguntamos cómo puede haber tres personas distintas y cada persona tener todo el ser de Dios en sí mismo, y sin embargo Dios es un solo ser indiviso. Esto no podemos entenderlo. En verdad, es saludable espiritualmente reconocer abiertamente que el mismo ser de Dios es mucho más grande de lo que jamás podremos comprender. Esto nos hace humildes ante Dios y nos lleva a adorarle sin reservas.
Pero también hay que decir que la Biblia no nos pide creer en una contradicción. Una contradicción sería: «Hay sólo un Dios y no hay un solo Dios», o «Dios es tres personas y Dios no es tres personas», o incluso (que es similar a la afirmación previa) «Dios es tres personas y Dios es una persona». Pero decir que «Dios es tres personas y hay sólo un Dios» no es una contradicción. Es algo que no entendemos, y es por consiguiente un misterio o una paradoja, pero no debe sernos problema por cuanto los diferentes aspectos del misterio están enseñados claramente en la Biblia, porque mientras seamos criaturas finitas y no omnisciente deidad, siempre habrá (por toda la eternidad) cosas que no entenderemos plenamente.
E. Aplicación
Debido a que Dios en sí mismo tiene unidad y diversidad, es lógico que la unidad y la diversidad se reflejen también en las relaciones humanas que él ha establecido.
Vemos esto primero en el matrimonio. Cuando Dios creó al hombre a su imagen, no creó meramente individuos aislados, sino que la Biblia nos dice: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1:27). En la unidad del matrimonio (vea Gn 2:24) vemos, no una triunidad como con Dios, pero por lo menos una notable unidad de dos personas, personas que siguen siendo individuos distintos y sin embargo también llegan a ser un cuerpo, una mente y un espíritu (cf. 1 Co 16:20; Ef 5:3). En realidad, en la relación entre un hombre y una mujer en el matrimonio vemos también un cuadro de la relación entre el Padre y el Hijo en la Trinidad. Pablo dice: «Ahora bien, quiero que entiendan que Cristo es cabeza de todo hombre, mientras que el hombre es cabeza de la mujer y Dios es cabeza de Cristo» (1 Co 11:3). Aquí, así como el Padre tiene autoridad sobre el Hijo en la Trinidad, el esposo tiene autoridad sobre la esposa en el matrimonio. El papel del esposo es paralelo al de Dios Padre y el papel de la esposa es paralelo al de Dios Hijo. Es más, así como Padre e Hijo son iguales en deidad, importancia y personalidad, el esposo y la esposa son iguales en humanidad, importancia y personalidad. Y, aunque la Biblia no lo menciona explícitamente, el don de los hijos dentro del matrimonio, resultado del padre y de la madre, y sujetos a la autoridad tanto del padre como de la madre, es análogo a la relación del Espíritu Santo al Padre y al Hijo en la Trinidad.
También vemos un reflejo de la diversidad y unidad de Dios en la Iglesia, que tiene «muchos miembros» pero «un cuerpo» (1 Co 12:12). Tenemos muchos miembros diferentes en nuestras iglesias con diferentes talentos e intereses, y dependemos unos de otros y nos ayudamos unos a otros, demostrando por eso gran diversidad y gran unidad al mismo tiempo. Cuando vemos a diferentes personas haciendo muchas cosas diferentes en la vida de una iglesia, debemos dar gracias a Dios porque esto nos permite glorificarle al reflejar algo de la unidad y diversidad de la Trinidad.
Debemos también notar que el propósito de Dios en la historia del universo frecuentemente ha sido exhibir unidad en la diversidad, y así exhibir su gloria. Vemos esto no solamente en la Iglesia sino también en la unidad de judíos y gentiles, para que todas las razas, diversas como son, estén unidas en Cristo (Ef 2:16; 3:8–10; vea también Ap 7:9). Pablo se asombra de que los planes de Dios para la historia de la redención hayan sido como una gran sinfonía cuya sabiduría está más allá de su comprensión (Ro 11:33–36). Aun en la unidad misteriosa entre Cristo y la Iglesia, en la cual se le llama esposa de Cristo (Ef 5:31–32), vemos unidad más allá de lo que jamás imaginaríamos, unidad con el Hijo de Dios mismo. Sin embargo, en todo esto nunca perdemos nuestra identidad individual sino que seguimos siendo personas distintas siempre capaces de adorar y servir a Dios como individuos.
A la larga, el universo entero participará de esta unidad de propósito y cada parte diversa contribuirá a la adoración de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque un día en el nombre de Jesús toda rodilla se doblará «en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua [confesará] que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Fil 2:10–11).
En la vida diaria desempeñamos muchas actividades como seres humanos (por ejemplo, en la fuerza laboral, en organizaciones sociales, en presentaciones musicales, equipos atléticos, etc.) en los que muchos individuos distintos contribuyen a una unidad de propósito o actividad. Al ver en estas actividades un reflejo de la sabiduría de Dios al permitirnos simultáneamente unidad y diversidad, podemos ver un tenue reflejo de la gloria de Dios en su existencia trinitaria. Aunque nunca lograremos entender plenamente el misterio de la Trinidad, podemos adorar a Dios por quién él es en nuestros cantos de alabanza, así como en las palabras y acciones nuestras que reflejan algo de la excelencia de su carácter.
II. PREGUNTAS DE REPASO
1.     Presente evidencia bíblica en cuanto a la doctrina de la Trinidad tomada del Antiguo y del Nuevo Testamentos.
2.     Mencione las tres afirmaciones dadas en el capítulo que resumen la enseñanza bíblica sobre la Trinidad, e indique el respaldo bíblico para cada una de ellas.
3.     ¿Cuál de las tres afirmaciones anteriores niega cada una de las siguientes herejías?
     •     Modalismo
     •     Arrianismo
     •     Subordinacionismo
     •     Triteísmo
4.     ¿Cuáles son las distinciones entre las personas de la Trinidad? ¿Cómo se aplican estas distinciones a la obra de la creación? ¿A la de la redención?
III. PREGUNTAS PARA LA APLICACIÓN PERSONAL
1.     ¿Por qué Dios se agrada cuando las personas dan muestra de fidelidad, amor y armonía dentro de una familia? ¿Cuáles son algunas maneras en que los miembros de su familia pueden reflejar la diversidad que se halla en los miembros de la Trinidad? ¿Cuáles son algunas maneras en que las relaciones en su familia podrían reflejar más plenamente la unidad de la Trinidad? ¿Cómo pudiera la diversidad de las personas de la Trinidad animar a los padres a permitir que sus hijos desarrollen diferentes intereses unos de otros, y de los de sus padres, sin pensar que la unidad de la familia sufrirá daño?
2.     ¿Ha pensado usted alguna vez que si su iglesia permitiera que se realizaran nuevas clases de ministerios, a lo mejor eso estorbaría la unidad de la iglesia? ¿Cómo pudiera el hecho de la unidad y diversidad en la Trinidad ayudarle a enfocar estas preguntas?
3.     ¿Piensa usted que la naturaleza trinitaria de Dios se refleja más completamente en una iglesia en la que todos los miembros tienen el mismo trasfondo racial, o una en la que los miembros son de diferentes razas (vea Ef 3:1–10)?
4.     Además de nuestras relaciones dentro de nuestras familias, todos existimos en otras relaciones respecto a autoridades humanas, como en el gobierno, empleo, sociedades voluntarias, instituciones educativas y atletismo. Sea en la familia o en alguno de estos otros aspectos, dé un ejemplo de la manera en que la forma en que usted usa su autoridad o su respuesta a la autoridad pudiera ser más como el patrón de relaciones en la Trinidad.
5.     En el ser de Dios tenemos infinita unidad combinada con la preservación de personalidades distintas que pertenecen a los miembros de la Trinidad. ¿Cómo puede este hecho asegurarnos que si alguna vez empezamos a temer que el llegar a estar más unidos en Cristo, y unos a otros en la iglesia, pudiera tender a eliminar nuestras personalidades individuales? En el cielo, a su modo de pensar, ¿será usted exactamente igual a todos los demás, o tendrá una personalidad distinta y propia? ¿En qué forma las religiones orientales (tales como el budismo) difieren del cristianismo respecto a esto?
IV. TÉRMINOS ESPECIALES
arrianismo
unigénito
igualdad ontológica
subordinación económica
jomoiousios
subordinacionismo
jomoousios
Trinidad
modalismo
triteísmo
V. LECTURA BÍBLICA PARA MEMORIZAR
Mateo 3:16–17
Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él».

1 La siguiente sección sobre la personalidad distinta del Espíritu Santo sigue muy de cerca el excelente material de Louis Berkhof, Introduction to Systematic Theology, Eerdmans, Grand Rapids, 1932; reimpresión, Baker, Grand Rapids, 1979, p. 96.
2 Una excelente explicación de la historia y las implicaciones teológicas de las herejías trinitarias consideradas en esta sección se halla en Harold O. J. Brown, Heresies: The Image of Christ in the Mirror of Heresy and Orthodoxy from the Apostles to the Present, Doubleday, Garden City, N.Y., 1984; reprimpresión, Hendrickson, Peabody, MA, 1998, pp. 95–157.
RVR Versión Reina Valera, Revisión 1960
3 Esta es la forma original del Credo Niceno, pero más tarde fue modificado en el concilio de Calcedonia, en 381 d.C. y allí tomó la forma que las iglesias de hoy comúnmente conocen como Credo Niceno. Este texto fue tomado de Philip Schaff, Creeds of Christendom, 3 vols., Baker, Grand Rapids, 1983; reimpresión de la ed. de 1931, 1:28–29.
4 Hay que distinguir claramente la herejia de la subordinación, que sostiene que el Hijo es inferior en ser al Padre, de la doctrina ortodoxa de que el Hijo está eternamente subordinado al Padre en papel o función. Sin esta verdad perderíamos la doctrina de la Trinidad, porque no tendriamos ninguna distinción personal eterna entre el Padre y el Hijo, y ellos no serian eternamente Padre e Hijo. (Vea la sección D más adelante sobre las diferencias entre Padre, Hijo y Espiritu Santo.)
5 Hay que distinguir con todo cuidado entre la subordinación económica y el error del «subordinacionismo», que sostiene que el Hijo y el Espíritu Santo son inferiores en ser al Padre (vea la sección C.2, pp. 112–114.)
6 Systematic Theology, 3 vols., Eerdmans, Grand Rapids, 1970; publicado primero en 1871–73, 1:460–62 (cursivas mías).
Grudem, W. (2005). Doctrina Bíblica: Enseñanzas esenciales de la fe cristiana (104). Miami, FL: Editorial Vida.

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